domingo, 3 de enero de 2016

La educación es un arma cargada de futuro (1)



El pistoletazo de salida del año nuevo suele comportar también el disparo de las acciones encaminadas a quitar el polvo al listado de propósitos de inicio de año renovados una vez más (“esta vez en serio”) que, por diferente razones posteriores de peso como falta de voluntad, falta de tiempo, etc., pasan a engrosar esa sensación incómoda de verificar que uno no es capaz ni siquiera de afrontar esos compromisos íntimos que asume con ánimo de mejora; nos referimos, naturalmente, a los propósitos clásicos de adelgazar, hacer ejercicio y aprender inglés, que abanderan todo un catálogo variopinto y florido de propósitos eternamente incumplidos y perennemente pospuestos sin que ese incumplimiento deje mayor huella en uno, más allá de esa cierta incomodidad citada.

El azar ha querido que este final/inicio de año con sus propósitos personales incorporados coincida con el final de la campaña electoral, lo que permite esbozar un cierto paralelismo con las nuevas promesas, que suelen sustituir sin ningún rubor a las que han sido incumplidas (sin que eso, curiosamente, extrañe a la ciudadanía) o de los también propósitos (pactos se llaman en este caso) de futuro. La verdad es que estos propósitos o pactos caen en la clasificación de variopintos globo sonda, porque se revisten de un único “efecto escaparate” con la finalidad de atacar en la campaña a quien se resiste o se niega a suscribirlos. Dos ejemplos: ¿Hace falta firmar un “pacto antiterrorista” entre los partidos políticos españoles para atacar a quien razona no suscribirlo (para no salir en una reedición de la “foto de las Azores”, por ejemplo, buscando en cambio respuestas alternativas diferentes a las del partido del gobierno) como  Pro terrorista? ¿Hace falta suscribir un pacto para “defender la unidad de España” en lugar de uno para analizar las razones (si es que las hay) que provocan que crean amenazada esa unidad, aprovechando para estudiar, de paso, a qué se refieren cuando hablan de unidad en ese contexto de campaña?

Si nos fijamos con atención, estas y otras iniciativas similares que hemos observado estos días, son en realidad perfectamente inútiles si dejamos aparte su manipulación como efecto escaparate y lanzadas sólo con objetivos a muy corto plazo de maquillaje para desviar el foco de otros temas de futuro de país que sí merecerían ser tratados al margen de criterios de partido, hayan o no elecciones en el horizonte: tratamiento penal de corrupción y soborno, revisión de la Ley de Violencia de Género, revisión de la Ley Hipotecaria, actualización de la Constitución, y un largo etcétera en el que brilla con luz propia el trabajar para que la EDUCACIÓN (con mayúsculas) deje de ser un arma arrojadiza en la lucha entre partidos para pasar a ser considerada como lo que es: el sustrato del futuro de cualquier sociedad/país.

Vale la pena reflexionar, al margen de ideologías, sobre la importancia de la educación en el desarrollo social, y para ello es preciso separar los conceptos de “educación” y “cultura”, diferentes aunque vayan íntimamente ligados. La segunda, de acuerdo con la definición que nos proporciona el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es:
-       
   cultura. (Del lat. cultūra).
-          Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
-          Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

mientras que la primera nos dice que es: 
-    
      educación. (Del lat. educatĭo, -ōnis).
-           Acción y efecto de desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.
-         
-          Cortesía, urbanidad.


Todo se lía, sin embargo, cuando la misma RAE admite como opción de significado para el verbo educar la de “dirigir, encaminar, doctrinar” con lo que queda abierta la puerta para la utilización sesgada de la educación. Sea como sea, cabe pensar en si, para mejorar el futuro de un país (y de sus gentes, obviamente), es más importante la educación o la cultura, según la definiciones citadas, teniendo en cuenta que, desgraciadamente, se observa la existencia de una tendencia social, a nuestro juicio, nefasta, cual es la de considerar que la educación, al igual que la cultura, queda al cuidado de las instituciones y no del entorno familiar, olvidando que la educación es como la gota de agua en el estanque: que impacta en un punto (el individuo) pero se va expandiendo en olas a toda la superficie del estanque (la sociedad) y al revés, en un proceso recíproco continuo.

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