Pues en este sainete, decíamos, del que estas líneas no pretenden analizar si la incapacidad citada se debe más a ineptitud, inmovilismo, mala elección de compañeros de viaje, celos personales, vetos impuestos o autoimpuestos, o un poco de todo ello y de alguna cosa más, resulta curioso observar que, para dar la impresión de que han aprendido la lección y de que en las segundas elecciones que se avecinan serán capaces de negociar si ello es necesario, empiezan a oírse algunos lugares comunes manidos que se resumen en que se ha de trabajar en lo que nos une, y no en lo que nos separa, idea que ha usado recientemente incluso Felipe VI (el 16-04 en un discurso en La Zarzuela con motivo de los actos en memoria de Cervantes a los 400 años de su muerte). Lo que ocurre es que, si a alguien no avisado se le pasa por la cabeza preguntar qué es lo que nos une, se suele instalar un largo silencio espeso e incómodo que, la mayoría de veces concluye con el balbuceante pero contundente tópico de la historia común.
Craso error para empezar. La historia NUNCA es común, pese a los esfuerzos de manipulación, algunos exitosos, todo hay que decirlo, que el término concita. Ejemplos de ello hay a montones, y alguno reciente y cercano que nos concierne a todos nosotros, pero para que no se diga que se aprovechan estas líneas para reabrir heridas (una herida bien cicatrizada no se reabre; sólo lo hace si realmente no está cerrada), reflexionaremos sobre una situación ajena, aunque de su solución tengamos que ser parte.
De todos es conocido el conflicto armado en Siria, con su reguero de muertos civiles por ataques de unos y otros, la destrucción de sus casas, la diáspora de aquellos que han podido huir de la guerra (corramos un piadoso e indignado velo sobre la respuesta que están obteniendo de los países civilizados en su angustiosa demanda de refugio), la actuación de unas elites poderosas apoyadas directa o indirectamente por terceros países, etc. Es de desear que el conflicto acabe pronto y es de desear que acabe de la mejor manera posible para el futuro de la gente que está siendo azotada por el mismo. Lo que parece fuera de toda duda es que, si dentro de un tiempo se gestionan de alguna forma acciones para ese futuro se argumenten con el señuelo de "historia común". ¿Existe la historia común? ¿De verdad alguien puede pensar que es la misma historia la de la gente que ha tenido que irse de Siria para simplemente vivir lejos del que era su país, la de la gente que después haya podido volver, la de quien no ha podido huir y ha tenido que soportar el horror de la guerra, la de las familias que han sido masacradas y diezmadas,... o la de quien, desde dentro, se ha lucrado con el conflicto?
No, hablar de historia común es una falacia y queda demostrado que el futuro de las personas no puede (no debe) cimentarse en la historia de los Estados, historia siempre de vencedores y vencidos, de opresores y oprimidos, salvo que se pretenda perpetuar estos roles. Y algo de eso hay cuando se observa que quien apela a esa inexistente historia común como motor de futuro se identifica siempre con el rol del vencedor, nunca con el del vencido, y manipula a éste para hacerle creer que la visión del vencedor es la sensata y la única positiva.
Cosas de la historia, sobre la que seguiremos reflexionando.
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