viernes, 13 de mayo de 2016

Uso y abuso de la "historia" - (2) - "La historia es incuestionable"

Hace algunos meses, una alta autoridad de la Real Academia de la Historia (institución con sede en Madrid y encargada del estudio de la historia de España, según afirma, la «antigua y moderna, política, civil, eclesiástica, militar, de las ciencias, letras y artes, o sea, de los diversos ramos de la vida, civilización y cultura de los pueblos españoles») declaró sin reparos que la Historia es algo incuestionable. Y, ante el pasmo de propios y extraños, se quedó tan ancha.

Hay que decir que esas declaraciones cabe ubicarlas dentro de la campaña de "españolización" recentralizadora (intento de uniformización de pensamiento sería más correcto) liderada por el gobierno del Partido Popular, representada por la llamada Ley Orgánica para la Mejora (?) de la Calidad Educativa (LOMCE) en la que se demoniza cualquier disensión de la doctrina oficial, y obedecen las declaraciones a negar la eventual validez de ciertos matices de interpretación de hechos históricos por parte de algunas Comunidades Autónomas en libros de texto cuyos contenidos, eso sí, están consensuados con el gobierno central.

Técnicamente, lo que en realidad sorprende es que tales afirmaciones, y con tal contundencia, provengan de una persona que, se supone, algo de los vericuetos de la historia debe conocer. ¿Es incuestionable la historia? Pasemos por alto que la historia no es una ciencia exacta y admitamos que en ella caben interpretaciones, y para ayudarnos en la argumentación, veamos un sólo ejemplo, de los cientos a los que nos podríamos referir.

¿Quién recuerda a Beltrán Duguesclin (castellanización del nombre francés auténtico Bertrand Du Guesclin)? Sí, hombre, aquel de "Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor", que ocupa un lugar en la historia del Reino de Castilla. El tal Duguesclin fue un militar y mercenario bretón que aúna el ser una celebridad en Francia por el papel que tuvo en la guerra de los Cien Años contra Inglaterra, el ser considerado un traidor despreciable en su país, Bretaña, acusado de haber atacado al ducado de Bretaña, entonces independiente, con las tropas del rey de Francia, y el ser considerado de manera ambigua y confusa en los textos de la historia de Castilla, y es que debe ser difícil armonizar la glorificación del "Roma no paga traidores" cuando se habla de la traición a Viriato con el tratamiento a la felonía de Duguesclin, quien, al servicio del aspirante al trono Enrique de Trastamara en tanto que aliado del rey de Francia Carlos V, tendió una trampa al legítimo rey de Castilla, Pedro, hermano de Enrique, facilitando su muerte a manos de quien subió al trono como Enrique II (el Fratricida, casualmente).

 Fijémonos que si las andanzas de un solo personaje merecen en su valoración e interpretación calificativos tan opuestos, es difícil mantener la incuestionabilidad de la historia, que admite matizaciones por dos grandes factores: técnicos y políticos, cuyo resultado, en suma, nos recuerda a Campoamor y su "todo es según el color del cristal con que se mira".

Dejamos para más adelante el componente político de la historia, y analizamos someramente ahora las razones técnicas que influyen en las interpretaciones históricas.

En primer lugar, cuando los hechos históricos son anteriores a la escritura o no están recogidos en los anales que se han podido conservar, todo son conjeturas, suposiciones, hipótesis o teorías que, a pesar de que sean aceptadas, son interpretables, y basta el hallazgo casual de un determinado utensilio o hueso o vete a saber qué para cuestionar lo que hasta entonces era válido y se estudie que la invasión no fue de A sobre B sino al revés, pongamos por caso.
¿Incuestionable?


En  segundo lugar, no por el hecho de que haya documentos escritos se ha de prestar total verosimilitud a los mismos. La Biblia es un buen ejemplo (desde el punto de vista estrictamente histórico nos referimos, naturalmente) pero hay a montones. Y particularmente cuando esos registros escritos corresponden a un sólo bando. La batalla de las Navas de Tolosa, de 1212, sin ir más lejos, se ha considerado siempre un hito en el periodo llamado de la Reconquista, siempre siguiendo la crónica que había escrito el arzobispo Rodrigo Ximenez de Rada, sin cuestionarse la autenticidad de los datos registrados en ella por el autor, partícipe en la batalla a las órdenes de Alfonso VIII (¿podía dar acaso otra versión que no fuera la de adular a su rey, vencedor de la contienda?) a pesar de que algunos episodios ya se sabía que eran dudosos: la acción de las cadenas atribuída a Sancho de Navarra, el personaje del pastor-guía de las tropas cristianas, Martín Halaja, a quien se puso nombre tres siglos después y se identificó con San Isidro, etc. La aparición y estudio de las crónicas musulmanas sobre la batalla de Al-Uqab o Al-'Iqāb, nombre con el que ellos la conocen, permitió saber que la contienda (de nulos efectos militares o estratégicos posteriores inmediatos sobre el contencioso con el reino almohade) era la simple revancha del rey Alfonso de Castilla por la derrota sufrida unos años antes en Alarcos a manos del emir almohade Muhammad an-Nasir (Miramamolín para los cristianos). Para llevar a cabo la revancha rompió la tregua que mantenía hasta entonces con él y solicitó del papa Inocencio III (muy sensibilizado por esas fechas por el problema de la cruzada contra la herejía cátara. Hay quien incluso encuentra justificación en la decisión papal por la similitud fonética entre Tolosa y Toulouse) que el enfrentamiento tuviera la consideración de cruzada para recabar caballeros de toda Europa además de la colaboración de todos los reinos cristianos de la península ibérica.
¿Incuestionable?

Y en tercer lugar, no porque los documentos en que se basa la historia sean verídicos no se puede cuestionar el resultado. Un ejemplo actual. Es sabido que el gobierno de Mariano Rajoy, soportado por la mayoría absoluta del Partido Popular, promulgó un decreto por el que el importe de las pensiones se revalorizará cada año en un porcentaje de aumento ajeno a la evolución del índice del coste de la vida, y tal que nunca alcanzará a éste, con lo que se puede afirmar que el poder adquisitivo de los pensionistas merma cada año pese al aumento nominal anunciado. Según esta premisa, y pensando en este único asunto, ¿cómo pasará a la historia Mariano Rajoy? ¿cómo benefactor del colectivo de pensionistas, a quienes ha asegurado revisión anual al alza de sus pensiones (lo cual es verdad)? ¿como el gobernante sin sensibilidad que legisla a sabiendas, y sin declararlo así, una merma de las condiciones económico-sociales del colectivo de pensionistas?
¿Incuestionable?.

En la pròxima entrada analizaremos la vertiente politica de la incuestionabilidad de la historia.

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