Se atribuye a Nicolás Avellaneda, abogado, periodista y
político argentino, presidente de su país entre 1874 y 1880, la autoría de la
conocida frase "Los pueblos que olvidan su historia están condenados a
repetirla", pero no consta la identificación de a qué se refería cuando
hablaba de historia.
Según el vigente diccionario de la Real Academia de la
Lengua, el vocablo Historia admite diversas acepciones en su significado, a
saber:
Historia (Del lat.
historĭa, y este del gr. ἱστορία historia)
1. f. Narración y
exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o
privados.
2. f. Disciplina que
estudia y narra cronológicamente los acontecimientos pasados.
…
4. f. Conjunto de los
sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un
pueblo o de una nación.
…
7. f. Narración
inventada.
…
Fijémonos en la acepción número 7, con más repercusión de la
que se pueda pensar, y pongámosla en relación con lo que afirmaba Napoleón (en
idea asumida y actualizada por Winston Churchill) de que "La historia es
escrita por los ganadores"[1]
Que la historia oficial levanta suspicacias ni es nuevo ni
ceñido a determinadas culturas, como lo demuestra que, ya en el siglo XVII, el
filósofo inglés John Locke, representante de la corriente de pensamiento
denominada empirismo, que enfatiza el
papel de la experiencia, ligada a la percepción sensorial, en la formación del
conocimiento, dejara escrito en su obra Some
thoughts concerning Education (Algunos pensamientos sobre la Educación) que
«Casi todo lo que habla la historia no es
otra cosa sino peleas y matanzas, y el honor y el prestigio que se concede a
los conquistadores (quien en su mayor parte no son sino grandes carniceros de
la humanidad), engaña aún más a los jóvenes que están creciendo, que por este
medio llegan a pensar que la masacre [es] el negocio laudable de la humanidad,
y la más heroica de las virtudes. Mediante estos pasos, [una] crueldad no
natural es sembrada en nosotros, y lo que la humanidad aborrece, la costumbre
lo reconcilia y nos lo recomienda, posicionándola en forma de honor. Así, por
medio de modelos y opinión, eso pasa a ser un placer, que por sí misma ni lo
es, ni lo puede ser a cualquiera.»
Y bien mirado, esta atroz reflexión sobre la historia cuadra con el hecho, apuntado por Napoleón y
Churchill, de que ésta pertenezca/se identifique a/con los vencedores de las
contiendas, cuya intención, aunque sólo sea por pura inercia, es mantener el
status y prerrogativas del ganador. De acuerdo con esta premisa, y lejos de la
asepsia de las definiciones que nos ofrece el Diccionario de la RAE, nos
permitimos proponer la definición de historia como la narración (u ocultación) de tal manera de los hechos acaecidos que se
justifique el presente, produciendo la perversa creación de una forma de patriotismo basada en una única visión
que se presenta, además, como la verdadera e indiscutible y que conlleva la
demonización (cuando no algo mucho más grave) del discrepante o de quien se
atreve a cuestionar esa versión oficial. Este factor lleva a convertir la
historia en una herramienta de manipulación y adoctrinamiento potentísima que,
a lo largo de los tiempos ha sido usada por prácticamente todos los países,
desde las burdas manipulaciones de fotografías a las que nos tenía
acostumbrados el régimen soviético hasta insinuaciones y manejos sutiles que
pasan a menudo desapercibidos[2].
¿Estaban o no Trotsky, Kamenev y Khalatov con Lenin? |
Pero empezábamos esta entrada recordando a Avellaneda y su
frase de que "Los pueblos que olvidan su historia están condenados a
repetirla" y, a la vista de la evidencia del uso retorcido de la historia
por las clases dirigentes a través de los siglos, concluir que se presenta
difícil ese propósito de no repetirla, que requiere un mínimo de objetividad en
la información “histórica” de que disponemos; eso cuando no llega al punto de
descubrir su ocultación.
Un ejemplo de actualidad. Con motivo de la crisis de la
llegada a Europa de los refugiados que huyen de la guerra de Siria (sin entrar
en esta ocasión a opinar sobre la vergonzosa respuesta al problema por parte de
las autoridades europeas), numerosas voces se han alzado comparando la
situación con la que vivieron hace 75 años los españoles que huían de nuestra
guerra (in)civil tras el triunfo de las tropas franquistas y, al efecto, se
sacaron de los archivos viejas fotografías que reflejaban un sufrimiento
parecido al de otras fotografías actuales de familias sirias condenadas a
alojarse en campos de refugiados en su huida del horror. Pero, realmente, ¿se
conoce el drama de los refugiados españoles de entonces? ¿O pertenece a aquel
capítulo de la historia celosamente ocultado por el bando vencedor?
Quizá valga la pena recordarlos para poder evitar “repetir
la historia”
La suerte desfavorable para las
tropas de la República en nuestra guerra supuso un grave problema para las
autoridades francesas que, en principio, por Decreto Ley del 12 de noviembre de
1938, mencionaba a los españoles que huían como "extranjeros
indeseables" y proponía la expulsión de todos ellos. Pero con la caída de
Cataluña en manos franquistas, hasta medio millón de personas se dirige a la
frontera en busca de refugio y el 5 de febrero de 1939 se permite el paso de la masa de refugiados
por la frontera que hasta entonces permanecía oficialmente cerrada, separándose
a los hombres (identificados como combatientes) de las mujeres y se les confina
en unos “establecimientos especiales temporales” que muy poco después se
convirtieron en "reclusión administrativa" y en pocos meses se
creaban diversos campos de internamiento, realmente campos de concentración, para
encerrar a esos cerca de 550.000 españoles que huyeron de la represión
franquista.
La mayoría de estos campos se
construyeron a toda prisa cerca de la frontera, en forma de barracones o de
zonas vigiladas a la intemperie, y no disponían de agua potable ni de las mínimas
condiciones higiénicas. A los prisioneros apenas se les daba comida, y nunca se
les ofreció agua potable ni ropa de abrigo o para refugiarse del viento. Muchos
murieron de desnutrición, enfermedades diversas, durante torturas o asesinados.
Los campos más importantes, por
su tamaño, fueron los de Argelès-sur-mer, Saint Cyprien plage (lo que son las
cosas, actualmente es una celebrada playa nudista) y Rivesaltes[3].
A los seis meses del
establecimiento de los campos estalló la Segunda Guerra Mundial y, cuando las
tropas alemanas del III Reich invadieron Francia, en junio de 1940, muchos de
los refugiados españoles se alistaron en el Ejército de Francia para luchar
contra los nazis (miles de los cuales tuvieron la desgracia de caer prisioneros
y volver a campos de concentración, sobre todo en el Campo de concentración de
Mauthausen-Gusen, donde hubo 7.300) y también otros decidieron volver a España,
ante la promesa de Franco de perdonar a quienes no hubiesen cometido delitos de
sangre (que cumpliera o no su promesa, ya es otra historia).
En Argelès, en las proximidades
de la Playa Norte, donde se ubicaba el campo, se halla un monolito con una
placa en homenaje a los 100.000 españoles que pasaron por el campo, con la
siguiente inscripción:
A la mémoire des 100.000
Républicains Espagnols, internés dans le camp d'Argelès, lors de la RETIRADA de
Février 1939. Leur malheur: avoir lutté pour défendre la Démocratie et la
République contre le fascisme en Espagne de 1936 à 1939. Homme libre, souviens
toi. (A la memoria de los 100.000
republicanos españoles, internados en el campo de Argelès, tras la RETIRADA de
febrero de 1939. Su desgracia: haber luchado para defender la Democracia y la
República contra el fascismo en España de 1936 a 1939. Hombre libre,
acuérdate.)
El monolito no fue erigido, por
cierto, por ninguno de los diferentes gobiernos españoles que se han venido
sucediendo. Ya se ve qué difícil es evitar que se repita la historia si nos ha
sido escamoteada. Pero esta manía de ocultar hechos y sus porqués puede alcanzar
dimensiones grotescas, como se deduce de lo que se narra a continuación, de la
participación de republicanos españoles en la liberación de París de las tropas
nazis.
Ya hemos apuntado que una salida ofrecida a los internados en los campos de
concentración era alistarse en el ejército francés para luchar contra los
nazis, y muchos lo hicieron. De esos combatientes han alcanzado notoriedad
especial los que se integraron en una compañía de la División Leclerc. «La
Nueve» fue el nombre asignado popularmente a la 9.ª Compañía de la 2.ª División
Blindada de la Francia Libre, también conocida como División Leclerc. Se trató
de una compañía bastante destacada al estar formada casi íntegramente por unos
150 republicanos españoles bajo mando francés, aunque en el resto de la
División Leclerc también había dispersos
otros soldados de origen español en diversas compañías.
Para liberar París de la ocupación nazi, el mando
estadounidense, dirigido por Eisenhower, prefería atacar masivamente a las
tropas germanas que se concentraban al norte de París y retardar la conquista
de dicha ciudad pero De Gaulle ordenó a sus tropas aprovechar la revuelta de la
Resistencia Francesa y para ello fue elegida la División Leclerc. Precisamente
en esta ocasión la 9.ª Compañía española, unidad de reconocimiento de la
División Leclerc, es la primera unidad aliada en penetrar en la urbe y en la
noche del 24 de agosto de 1944 irrumpió
en el centro de París por la Porte d'Italie. Al entrar en la plaza del
Ayuntamiento, el semioruga español "Ebro" efectuó los primeros
disparos contra un nutrido conjunto de fusileros y ametralladoras alemanas.
Después los civiles que salieron a la calle cantando La Marsellesa, para su
sorpresa, constataban que los primeros soldados liberadores eran todos
españoles.
Mientras se esperaba la capitulación final, los españoles
tomaron al asalto la Cámara de los Diputados, el Hôtel Majestic y la Plaza de
la Concordia, todo con una sola baja y la tarde del 25 de agosto, la guarnición
alemana de París se rindió y fueron los soldados españoles quienes recibieron
como prisionero al Gobernador Militar alemán Von Choltilz, mientras otras
unidades francesas también entraban en la capital. Sólo entonces el general
estadounidense Eisenhower remitió parte de sus tropas para colaborar con los
franceses.
Al día siguiente, 26 de agosto, las tropas aliadas entraron
triunfantes en París. Los españoles desfilaron frente a la Catedral de Notre
Dame y posteriormente escoltaron al general Charles de Gaulle por los Campos
Elíseos. Los soldados españoles de la División Leclerc desfilaron llevando en
sus estandartes los colores de la Segunda República Española; las posteriores
protestas del régimen franquista fueron ignoradas por el gobierno francés.
Los historiadores españoles sólo pudieron estudiar a la 9.ª
Compañía ampliamente después de la caída del franquismo, cuando se reconoció a
esta unidad por su destreza y valor, y hubo que esperar a agosto del 2004 para
que la ciudad de París realizara un homenaje adecuado a los españoles de la
División Leclerc que tanto habían contribuido a su liberación sesenta años
antes, desvelándose una placa conmemorativa junto al río Sena en el Quai Henri
IV.
Si unimos ese escamoteo de unos hechos reconocidos fuera de
nuestras fronteras con los honores que, aún hoy día, se rinden a los
combatientes de la División Azul[4],
se confirma sin ningún género de dudas la validez de la hipótesis que proponíamos
para definir la historia: narración (u
ocultación) de tal manera de los hechos acaecidos que se justifique el presente.
La pregunta del millón es cómo es posible que el presente
que se pretende justificar como marco de convivencia sea el de los vencedores de la guerra (in)civil (¿o quizá de sus herederos
que siguen el mismo ideario?).
[1] Napoleón
es un pozo sin fondo en cuanto a la autoría de frases lapidarias. Suyas son
también la de "¿Qué es la historia? Una sencilla fábula que todos hemos
aceptado" y la de "La historia es una serie de mentiras
acordadas" entre muchas otras sobre el tema..
[2] Con el
único propósito de alentar la reflexión, es lícito preguntarse si los EEUU, que
en el Título 22 de su Código, sección 2656f(d) definen “terrorismo” como Violencia premeditada y con motivos
políticos perpetrada contra objetivos civiles, generalmente con la intención de
influenciar a un público determinado, tienen otra acepción que no incluya
precisamente esos actos, cometidos por ellos con el lanzamiento de las bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
-
[3] Igual
que sucede con los actuales refugiados sirios, el éxodo abarcó todas las clases
sociales, pobres y ricos, políticos, profesionales, intelectuales,…. de forma
que en Saint Cyprien estuvo confinado, por ejemplo, antes de su definitivo
exilio en México, el escritor Manuel Andújar, conocido, sobre todo por su
trilogía de novela social Vísperas,
llevada con éxito a la TV en una serie homónima, y en el campo de Argelès
estuvo Vicente Ferrer, conocido misionero laico con una gran actividad en favor
del Tercer Mundo, sobre todo en la India, donde logró el reconocimiento de
Indira Gandhi. Fue premiado con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia
en 1998 por su intensa actividad humanitaria, reflejada en la Fundación Vicente
Ferrer.
[4] La División
Azul, en puridad la 250.ª División de Infantería (oficialmente en España
División Española de Voluntarios, y en Alemania 250 Infanterie-Division), fue
una unidad de voluntarios españoles que formó una división de infantería dentro
del Heer, el ejército de la Alemania nazi. Se creó para luchar contra la Unión
Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Entre 1941 y 1943, cerca de 50.000
soldados españoles participaron en diversas batallas, fundamentalmente
relacionadas con el sitio de Leningrado (hoy San Petersburgo) en donde se les
recuerda especialmente por su activa participación en el saqueo y destrucción del
rico patrimonio artístico-cultural de lo que se conoce como el Anillo de Oro de
la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario