A un suspiro de distancia de que dé inicio una nueva campaña
electoral que, según todos los indicios, cuando se haga el obligado escrutinio
de la votación, no ofrecerá unos resultados muy diferentes de los obtenidos en las
últimas de diciembre, que sólo sirvieron para verificar que tenemos una clase
política trufada de pavos reales luciendo vistosamente un plumaje (solo visible
para sus incondicionales) que a duras penas tapaba su desnudez y, a veces, sus
andrajos interiores, aunque visiblemente incapaces, no ya de negociar, sino de
algo tan simple como dialogar, atados en su mayoría a unas estúpidas líneas rojas demostrativas de una
intransigencia con lo distinto a lo propio de consecuencias aún por ver, es
hora de hacer y compartir unas reflexiones que, seguramente, aportan pocas
novedades, pero que pueden servir para recordar dónde estamos.
¿”Inicio” de campaña?
Es difícil mantener la idea de que se inicia una campaña cuando se comprueba, a poco que se ejercite
la memoria, que estamos acosados por una campaña permanente de unos y otros,
una veces porque hay elecciones municipales, autonómicas, o las que toquen,
otras porque los partidos alientan la tensión constante en sus simpatizantes
frente a sus rivales políticos mediante arengas en forma de convenciones,
seminarios, jornadas o cualquier sinónimo que se les ocurra, otras (in
crescendo, por desgracia) en forma de reuniones convocadas de urgencia ante la
publicación de noticias (frecuentemente del ámbito judicial) que, lógicamente,
les pueden perjudicar y que requieren la adopción de un frente común externo con el fin de minimizarlas, negarlas, tirar
balones fuera o, simplemente, acudir al socorrido “y tú, más”.
Pero, bien mirado, sí es una campaña diferente; primero
desde el punto de vista estético porque los candidatos no están, como de
costumbre, arropados por la decoración del logo de su partido y leyendo para
los suyos ante un atril, sino en mercados, escuelas, en la cola del paro, etc., intentando hacer creer que, al menos
mientras dura la campaña, se esfuerzan por pulsar la realidad ¡y admiten
preguntas! Además se empeñan en demostrar que saben tocar la guitarra, bailar,
hacer deporte,… (Hay que recordar en estas patéticas operaciones de imagen que un ilustre prócer español, conocido por
aparecer en la llamada “foto de las Azores” llegó a declarar públicamente que
“hablaba catalán en la intimidad”) ofreciendo espectáculos, en el mejor de los
casos, chuscos.
¿Alguien ha visto lo de "carteles no"' |
El otro factor visible de que realmente es una campaña
diferente es que se advierte llegado el tiempo de hacer promesas. Nuevas, por
supuesto ¿Quién se va a parar a pensar en las anteriores incumplidas? (Nadie,
por cierto, a juzgar por las intenciones de voto de unos y otros). Lo
incumplido se oculta o manipula, con la activa y necesaria colaboración de los
medios de comunicación independientes[1]
y santas pascuas. O sea, es el “o yo o
el caos” llevado a su máxima expresión, campaña del miedo incluida.
Pero es cierto; una campaña política seria debería orbitar
en torno a cómo se gestionan las inquietudes y problemas que manifiestan los
ciudadanos y, en el caso de partidos que han tenido responsabilidad de
gobierno, evaluar sus acciones encaminadas a la solución de los mismos, y no en
cuestiones como la situación en Venezuela o Grecia (curiosamente no en Arabia o
Turquía, por poner un ejemplo), la radicalidad (¿de quien sólo exige el
cumplimiento de la Constitución?), el comunismo (¿ignoran que ya el
eurocomunismo de Carrillo no tenía nada que ver, aparte del nombre, con el que
ellos dicen temer que vuelva?), etc. que pertenecen a planos distintos. Sí que
debería influir en la campaña (y, en cambio se oculta celosamente o se
minimiza) el perfil ético y de decencia de las organizaciones y/o de sus
representantes, en los que se nos pide confiar.
Llegados a este punto, quizá ayude examinar cómo son las
campañas en países con sistemas políticos homologables el nuestro, y se observe
una diferencia fundamental; el electorado no admite (y el partido lo aparta
inmediatamente del escenario) cualquier candidato sobre el que se cierna la más
mínima sombra de deshonestidad o engaño, y la campaña en sí, siendo a veces
agria no alcanza el nivel de agresividad y ataques y descalificaciones
personales a los que estamos acostumbrados nosotros, y se suele ceñir al
detalle de los logros (vale, magnificados) como generadores de confianza.
Si la base para el mantenimiento de la confianza (y nos
tenemos que referir, por tanto, a la acción de gobierno, ideologías aparte, en
el convencimiento de que las reflexiones son válidas para cualquier color
político aunque, por razones de cercanía en el tiempo, sea la base lo sucedido
en la última legislatura completa) no se entiende que se dé lugar a una retahíla
de acciones de protestas ciudadanas ante la promulgación de cada Ley en sus
diferentes ámbitos de aplicación, señal inequívoca del divorcio entre lo que se
demanda realmente en la calle y lo que se negocia en los despachos. Este
divorcio, mal gestionado, ha dado lugar a que lo que en principio fue un
movimiento espontáneo ciudadano de protesta se convirtiera en un partido
político (boyante, para más señas) ante la incapacidad de los partidos tradicionales para canalizar unas
propuestas que evidenciaban que las normas que se iban promulgando, no solo
eran ajenas sino que resultaban contrarias a las demandas de la ciudadanía.
Las prioridades
Hay que ser bienpensado con estos temas y deducir que si los
poderes manejan una agenda de temas diferentes a los que son realmente
importantes para el país es porque no saben gestionar prioridades, y no porque
trabajan para ellos y el partido, sabiendo que reman en dirección contraria a
la de sus votantes. Lo primero, siendo (que lo es) síntoma de ineptitud, es muy
diferente de lo segundo, merecedor de la aplicación del Código Penal.
En cualquier manual de gestión de servicios públicos puede
leerse que ésta ha de ir orientada a objetivos y resultados en un enfoque que debe
buscar incrementar la eficacia mediante la combinación de herramientas de
gestión y responsabilidad gubernamental. De ahí que se plantee como eje
vertebrador de la acción de gobierno el planeamiento estratégico dado que es a
través de él que se diseñan y describen los resultados y el modo de alcanzarlos
y, dentro de este plan estratégico debe dominarse el cómo seleccionar los
ámbitos de gasto y establecer prioridades ya que, en definitiva, las decisiones
de gasto en los presupuestos (de eso se trata) deben estar orientadas al
producto/servicio público que se quiere proveer o al resultado que se quiere
alcanza teniendo en cuenta que sí, que son importantes los criterios políticos,
pero que deberían seguir unas pautas de racionalidad económica, igualdad de
oportunidades, seguridad personal y entorno económico adecuado para los
particulares y las empresas.
La lógica de la gestión por resultados invierte la modalidad
de gestionar al otorgar primacía y prioridad a los resultados por sobre las
normas y procedimientos. Sin embargo, no sustituye sino que complementa a la
gestión por normas. Incorpora como innovación la articulación de los diferentes
componentes del proceso de producción institucional, tanto en sus aspectos
objetivos como subjetivos: los insumos, las motivaciones e incentivos del ciudadano,
el presupuesto, la petición y la rendición de cuentas; entre otros.
La implementación auténtica de esta forma de gestión (por
resultados y no por sujeción estricta a la norma) tiende a dotar a la
Administración Pública de un conjunto de metodologías y técnicas para lograr
consistencia y coherencia entre los objetivos estratégicos del gobierno y las
necesidades reales de la ciudadanía. Sin embargo, es cierto, la implementación
de este sistema requiere conseguir que el servidor/gestor se deba al servicio
público y no al servicio del partido o de grupos de interés corporativos y
asignar los cargos de alta representación o alta dirección por criterios de
méritos profesionales, con procesos abiertos y transparentes.
En este sentido, para contribuir a hacer ver a los
responsables públicos que el partido no es el Universo conocido, y que hay vida
más allá, nos atrevemos a sugerir humildemente desde estas líneas su
participación en programas de aprendizaje y entrenamiento en acciones de
transnarrativa[2]
sometidos a un seguimiento serio en el que hacerles ver que su futuro personal
no está tan ligado al partido como le quieren hacer creer y que sus acciones
han de estar enfocadas SIEMPRE a quien le vota. Por ejemplo, planteemos un caso
secuencial (sencillo) que en la realidad (virtual de la transnarrativa) sería
mucho más sutil y complejo:
1.- Usted es el alcalde de una ciudad pequeña muy cercana a una gran
urbe.
2.- Su partido anuncia en prensa la captación para la instalación en
esa gran urbe de un conglomerado empresarial que proporcionará miles de puestos
de trabajo nuevos.
3.- Usted piensa que es el momento de desempolvar un viejo proyecto
para la construcción de una urbanización residencial y lo divulga a los cuatro
vientos.
4.- Una empresa de energías renovables publica en su web que dicho
proyecto no cumplía la normativa medioambiental.
5.- Usted da órdenes a los Servicios técnicos para que modifiquen de
urgencia el pliego de condiciones y vuelve a publicar que están a punto de
iniciarse las obras.
6.- Usted recibe por el conducto oficial una demanda de la compañía
eléctrica con la que había habido un precontrato de servicios para el proyecto
urbanístico por daños y perjuicios originados por la sorpresiva variación de
las condiciones de la plica.
7.- Las redes sociales se inundan de críticas contra usted y contra su
partido, que parece “mirar hacia otro lado” en todo este caso..
8.- Su partido (que es serio, no quiere verse envuelto en líos y se
debe al ciudadano) le exige la dimisión y le retira la asistencia jurídica.
9.-…
Es, ya digo, un ejemplo de secuencia simple pero que vale
para ver que las prioridades que el partido anuncia y da por buenas no siempre
lo son, y que si el seguirlas conduce a tener que asumir responsabilidades
personales…
De todas formas, en eso de tener claras las prioridades, no
hacen falta complejas elucubraciones. El refranero, que es muy sabio, ya lo
representaba contundentemente:
“Si vieras tu casa
arder,
a tu mujer con un
fraile
y en tu culo un
avispero,
¿a dónde acudirías primero?”
Ya sé, ya sé, que en aras a la corrección política, corren
versiones en las que se suaviza la figura del fraile y en las que se dice “… y
en tu cara un avispero…” pero
permitidme acudir, por su claridad y contundencia, a la fuente original.
Además, si se echa mano de la tradición para justificar salvajadas como el Toro
de la Vega y similares, no parecería razonable cuestionar el hecho de dar por
válida la semántica original de un refrán popular.
Y es que el refrán de marras es una joya, con más enseñanzas
de las que pueda parecer, de las que quizá sea la más relevante la que muestra la
evidencia de que en la realidad la auténtica prioridad viene de fuera, sea o no
un tema agendado. Seguramente, atendiendo al texto de refrán, puede estar ya “agendado”
hablar con la mujer sobre sus devaneos, pero este es un tema que queda
postergado por otros sobrevenidos, que no estaban en la agenda y que adquieren
prioridad máxima de inmediato. Por eso llama la atención exhiban sin complejos
el “eso no toca” cuando se les pregunta por algo que no está en SU agenda; pues
mire usted, señor político, SÍ toca, si es un problema que le plantea la ciudadanía,
tenga usted o no la humildad de admitir que, al no agendarlo, no ha sabido
calibrar su importancia.
Es lo que pasa en esta olla de grillos en que se ha
convertido la política española con el incómodo tema de Catalunya (incómodo en
tanto no se admita su realidad y se hable). Cuando se le preguntaba al presidente
de gobierno en funciones sobre el tema soltaba con desparpajo un “eso no toca”
y que él estaba para hablar de los temas que realmente importan a los españoles como el paro (irresuelto, por
cierto), el aumento del PIB (y de la pobreza), la creación de puestos de trabajo
(con salarios que no permiten vivir), etc. Tampoco tocaba hablar, claro, de
temas de corrupción en sus filas y otras cosas que, según sus palabras, no
importaban. Volviendo al tema de Catalunya, sorprende que tras manifestaciones
año tras año de millones de personas reclamando un mejor trato (que es lo que
se planteaba de inicio; eso de la independencia, el romper España y demás fue
un invento del PP –ahí está la hemeroteca- para ganar votos, al que se adhirió
con entusiasmo C’s y últimamente el PSOE en la penúltima muestra de la errática
deriva de su Comité Federal), alguien diga “no toca” en lugar de admitir que no
tiene ni pajolera idea de cómo encauzarlo. No es de extrañar, con esta
exhibición de ignorancia y partidismo de unos y otros, se haya convertido en el
tema que marca la campaña pero sólo para demonizar al rival según lo identifique
o no como una línea roja vete a saber para qué.
A modo de reflexión final
A uno le gustaría asistir a una campaña en la que se identificaran los problemas reales
(no los que
cada partido considere buenos PARA ÉL), se debatiera abiertamente
sobre ellos y se pudieran comparar soluciones. A uno le gustaría asistir a una
campaña en la que los candidatos no rehuyeran hablar de temas incómodos (¿para
quién?) y aportaran su punto de vista sin demonizar a quien piensa diferente. A
uno le gustaría...
Si defender el bien
común es una utopía, la utopía es posible.
[1] En el
capítulo de ocultación de noticias, es saludable leer los anuarios que, desde
hace 6 años, viene publicando el Grup de Periodistes Ramon Barnils, http://www.media.cat, observatorio crítico de los medios de
comunicación (limitado, eso sí, al ámbito de los publicados en catalán) con el subtítulo siempre de “los
silencios mediáticos del año”.
En cuanto a la manipulación, y por acudir a un solo
ejemplo cercano, parece cuestionable que el partido que ha gobernado los
últimos 5 años presente ufano, como un triunfo, que ha hecho que “las pensiones
siempre suban”, así sin más, prescindiendo del pequeño detalle de que han
decretado un sistema de subida que hace perder año tras año poder adquisitivo a
los pensionistas, incluso a aquellos que les votan.
[2] La transnarrativa, llamada originalmente cibernarrativa y cada vez más narrativa transmedia es una disciplina
que nació ligada al desarrollo de los videojuegos y que en un principio se
resumía en un árbol de decisiones lógicas para dar coherencia al juego de que
se trataba. Pronto se advirtió, sin embargo, que la secuencia narrativa se
podía hacer más compleja, más multidimensional, que el de las habituales opciones
lineales de forma que los personajes y mundos narrativos pueden existir y
desarrollarse fuera de la trama inicial y que en lugar de tomar decisiones
pasivamente, el “espectador” convertido en protagonista puede/debe interactuar
en páginas web, intervenir en juegos, seguir una cuenta de Twitter o participar
en un vasto dispositivo de otras oportunidades en varias plataformas. En algo
parecido a los juegos de rol, actualmente se usa la transnarrativa como
herramienta de coaching en el sector público de diferentes países (Canadá,
Australia, Reino Unido -donde cuentan que está haciendo furor en el
entrenamiento a mandos de la Royal Air Force-, Israel y alguno otro) ya que
permite al “alumno” comprobar que sus decisiones pueden provocar reacciones
imprevistas ante las que debe saber reaccionar para no verse ÉL perjudicado.
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