King Crimson es, con más de
cuarenta años de trayectoria, una de las bandas más longevas de la
historia de la música y uno de los más importantes representantes
de lo que se conoció como rock progresivo. Además, sus componentes
(cambiantes a lo largo del tiempo) están considerados como músicos
de gran calidad técnica e interpretativa. En 1969 el grupo debutó
como telonero de los Rolling Stones en un concierto en el Hyde Park
londinense, y ese mismo año grabó su primer disco, In the Court
of the Crimson King, cuya cara A (estamos hablando de vinilo,
naturalmente) cerraba "Epitaph", canción marcada, por un
lado, por su letra apocalíptica, de Ian McDonald y, musicalmente,
por la presencia dominante en ella del mellotron (instrumento musical
electro-mecánico polifónico que apareció a mediados de los años
1960 y que hizo furor por su utilización en la música rock). En la
canción, antes de repetir el estribillo de "La confusión será
mi epitafio" (Confusion will be my epitaph), se explica,
entre otras cosas, que "El destino de toda la humanidad, veo,
está en manos de tontos" (The fate of all mankind, I see, is
in the hands of fools)
Lo que pasa es que esa
verdad latente en cualquier observador no fanatizado, de que, con
frecuencia, ciertas acciones de los gobiernos de turno carecen
totalmente de sentido, son hábilmente escamoteadas o justificadas en
la Historia oficial; por ejemplo, este mes de agosto se cumplen 103
años de una carnicería de soldados franceses a manos de las tropas
alemanas en el frente de Metz y Estrasburgo (o de Alsacia y Lorena,
como queráis) durante la 1ª Guerra Mundial, originada porque el
Alto Estado Mayor francés ordenó a su Infantería atacar en tromba
las posiciones enemigas porque sus espías le habían asegurado que
los alemanes rehusaban usar la bayoneta. Lo que no le habían dicho
es que esto era así porque disponían de unos artilugios novedosos
llamados ametralladoras que eran capaces de hacer quinientos disparos
por minuto y que hacían innecesarias las bayonetas. Fue la primera
gran carnicería de esa guerra, disimulada en los libros de Historia
por el hecho de que Alemania resultó perdedora, con lo que la
masacre se presenta como un heroico sacrificio necesario en lugar de
un fallo garrafal del Mando, con consecuencias trágicas.
¿Cómo lo explicarían si
Francia hubiera quedado en el bando de los vencidos? Pues hay que
suponer que con pocas diferencias. Y es que, en los casos en que es
más evidente la inoperancia, ignorancia, ineptitud, arrogancia,
incompetencia (a veces, la suma de todas) de un gobierno, más
descarada es la manipulación para culpar a otros de la propia
ineficacia, adobado todo ello con copiosas dosis de eso que ahora se
llama postverdad y que antes conocíamos llanamente como mentiras,
cuando no con falta de información sobre los hechos y el imbuir a
la ciudadanía de que creer a pie juntillas los postulados oficiales
aún sin explicaciones, es como creer un dogma de fe. Y que eso es lo
que se debe hacer. Eso nos pasa ahora, sin ir más lejos, con el
cansino, y cada vez más peligrosamente enrevesado tema "de
Catalunya", que empezó siendo la voluntad de presentar un
memorial de agravios al Gobierno de Madrid y que vete a saber lo que
acabará siendo.
Sin entrar en el fondo ni la
evolución de la cuestión, nos limitaremos a señalar algunas
muestras (ya conocidas, por otra parte) de manipulación insana,
siguiendo los casos comentados, encaminada a apelar a unas "esencias
patrióticas" previamente manipuladas también para tapar la
manifiesta ignorancia en gestionar el tema.
Para empezar, resulta
cansina esa cantinela aplicada desde el principio para todo lo que
rodea el tema, y repetido con llamativo seguidismo por la mayoría de
medios y por todos los partidos, "constitucionalistas" (¿o
hay que decir "inmovilistas"?) de que estamos ante algo
ilegal, prescindiendo de que en sus orígenes hace 6 años numerosos
dictámenes de reputados juristas (entre los que habían padres
de la Constitución) certificaban que la consulta planteada entonces
estaba perfectamente amparada en la Constitución de 1978 y que su
celebración estaba supeditada sólo a la simple voluntad política.
La respuesta del Presidente del Gobierno fue "Yo no quiero", sin aportar ni una sola razón a la negativa.
Lo curioso es que mientras
en 6 años los legisladores (?) no han tenido tiempo para evaluar la
razonabilidad y forma de las demandas ciudadanas con el fin de
hacer su trabajo y ver si conviene revisar (o no) la normativa
para canalizarlas adecuadamente (vamos, que no se ha hecho NADA), el
Gobierno ha puesto en marcha una Ley (votada en el Parlamento, todo
hay que decirlo) por la que, quebrantando esa Constitución que
pregonan defender, confiere atribuciones anticonstitucionales al
Tribunal Constitucional para que vaya haciendo trajes sancionadores a
medida para cada iniciativa anunciada por la Generalitat y que el
Gobierno se manifiesta incapaz de gestionar políticamente.
Otra muletilla que no
resiste ni un análisis superficial (y hay que trasladarse para ello
varios años atrás) es aquello de que presentar agravios es romper
y dividir España. Si hay que poner una fecha y nombrar un
protagonista de esa ruptura y división de España,
esta fecha es anterior al inicio del actual "tema Catalunya"
y el protagonista no es la Generalitat. El 31 de julio de 2006 el
Partido Popular presentó ante el Tribunal Constitucional un recurso
de inconstitucionalidad contra el nuevo Estatut de Catalunya, en el
que se recurrían 114 de los 223 artículos y 12 disposiciones del
mismo mientras que no hubo recurso contra otros Estatutos de
contenidos similares. Paralelamente el Partido Popular inició una
campaña de recogida de firmas "contra los catalanes" (sic)
con la que consiguió numerosos votos viscerales, espurios pero
válidos en una votación. Resulta palmario, pues, que España se
rompió entonces al enfrentar artificialmente, por motivos
partidistas, a unas comunidades con otras (al margen de cuál sea la
elegida para hacer de pim-pam-pum. Lo relevante es alentar el
enfrentamiento), criminalizando desde ese momento cualquier
iniciativa, hasta que la ciudadanía, jaleada sólo con slogans y no
con información veraz, apoya sin pensar esa muletilla del gobierno.
Además, pensemos, alguien medianamente inteligente que realmente
busque la unidad (no impuesta por la fuerza) será el primer
interesado en conocer si hay agravios e identificarlos para
gestionarlos conjuntamente de manera adecuada; jamás prohibir
expresarlos. Y mucho menos amenazar con castigos por hacerlo.
Pero donde se observa un
salto cualitativo en la demostración de incompetencia para entender
y gestionar el tema es en esa apelación inmoral a que presentar
agravios es atentar contra la soberanía de todos los españoles.
Parada obligatoria. ¿Qué es soberanía? ¿La facultad de elegir que
sean recortados los gastos superfluos de los ministerios y no la
sanidad? ¿La seguridad de que será tenida en cuenta y tramitada
siempre la presentación de una Iniciativa Legislativa Popular? ¿La
confianza de que serán expulsados y castigados todos los cargos
públicos envueltos en corrupción? ¿La idoneidad de reprobar y
remover a los representantes públicos que voten sin más para
aprobar leyes claramente lesivas para los intereses de sus
representados?.... ¿O sólo se habla de soberanía para impedir que
una minoría (sobre el conjunto estatal, claro) exprese las razones de
unos agravios, no sea que se identifiquen con ellos? Porque, mirado sin pasión fanática, ¿quién soy yo para prohibir las razonadas aspiraciones de un tercero, esté o no de acuerdo con ellas?
Bien haría el Gobierno en
extremar la prudencia con la manipulación interesada de conceptos
delicados como el de soberanía, con el que se le pueden sacar los
colores en un momento. Por recordar sólo acontecimientos recientes
sobre los que se observa que se corre un tupido velo que los oculta,
el 12 de octubre de 1968 (hace menos de 50 años, un suspiro en
términos de períodos históricos), en plena dictadura, se concedió
la independencia a la entonces Guinea Española, sin que haya
constancia de que se apelara a la recia y viril soberanía ciudadana
para concederla o no; es más, no consta que votasen en su
referéndum, del 11 de agosto de 1968, Murcia o Extremadura, pongamos
por caso, sino sólo los ciudadanos guineanos.
Tampoco consta que se
apelara a la soberanía para consolidar el traspaso a Marruecos de
Ifni y otros territorios ni, sobre todo, cuando, en 1976, España
abandonó ignominiosamente el Sahara Occidental y sus habitantes
(españoles de pleno derecho) en manos de Marruecos y Mauritania
según los Acuerdos de Madrid de 1975, no válidos, por cierto, según
el Derecho Internacional. Paradójicamente se presentó como un
triunfo de la soberanía el desenlace del chusco incidente del
deshabitado islote de Perejil, que no llegó a más por la sensatez
del gobierno marroquí frente a la belicosidad del entonces ministro
Trillo.
Mucho cuidado con el uso de
determinadas expresiones para alimentar un sentimiento anti-algo que
se quiere basar en la creación de falsos bajos instintos.
Mención aparte merecen los
discursos elaborados por la Casa Real, aparentemente más comedidos y
que utilizan lugares comunes para llegar a la misma conclusión que
el Gobierno. Si hay un leit motiv repetido machaconamente para negar
el derecho a expresar agravios es sacar rápidamente a colación "lo
que nos une" (si bien no se define nunca qué es eso que nos
une), y "la Historia común". Pues, siento decirlo, pero
los redactores deberían saber que una Historia, relato por
definición de vencedores y vencidos jamás puede ser común;
nunca se puede equiparar el rol del vencido con la justificación del
triunfador. Si existen lo que se conoce como agravios históricos,
difícilmente se puede defender con ellos la existencia de una
Historia común, sino de una Historia impuesta a la que se
ha de llamar "común".¿O alguien con dos dedos de frente, por muy redactor de discursos que sea, es capaz de mantener que la historia de sacrificios, renuncias y humillaciones (que aún colea) de los vencidos en nuestra guerra (in)civil es la misma que la de los excesos (que ídem) de los vencedores? Por eso mismo, la Historia nunca
puede servir de base en los planes de futuro de las personas salvo
que se diseñe de forma que los vencidos sigan siéndolo, al igual
que los vencedores. Es más, la Historia no sólo no es
incuestionable (veleta que sigue el viento dominante en cada momento)
sino que es un conocidísimo instrumento de manipulación de las
"esencias del poder1"
hasta el punto de que a veces es difícil distinguir la realidad de
la ficción e, incluso a veces, se venera la ficción sabiendo que lo
es. ¿Quién no ha oído hablar de la Sindone, Sudario de Turín,
Sábana Santa o Santo Sudario? Ya sabéis, esa tela de lino que
muestra la imagen de un hombre que presenta marcas y traumas físicos
propios de una crucifixión y que se venera como el sudario que
albergó el cuerpo de Jesús cuando lo bajaron de la cruz, desde que
en 1958 el papa Pío XII autorizó la imagen en relación con la
devoción católica hacia la Santa Faz de Jesús. No se desvela
ningún secreto al decir que la Santa Sede autorizó en 1988 la
datación por carbono-14 de la sábana, que se realizó en tres
laboratorios diferentes, y los tres laboratorios dataron la tela
entre los siglos XIII y XIV (concretamente entre1260 y 1390) pero, en
1998, Juan Pablo II dictaminó como válido el peso de la
tradición.... y se siguen obteniendo royalties por su contemplación
en la capilla real de la catedral de San Juan Bautista, en Turín,
pese a saberse que es un fiasco.
La verdad es que, a desgrado
de los historiadores vocacionales no políticos (que los hay), en
todo el mundo se teje una maraña entre la realidad y la ficción
interesada que frecuentemente es complejo identificar en el
imaginario histórico colectivo lo que es o ha sido real. En el caso
de la Historia de España, hay un antes y un después del
noventayochismo que impulsa la creación de una historia "común".
Efectivamente, en una época en la que España está agotada por la
pérdida de las últimas colonias, arruinada económicamente y con
incipientes problemas con sus posesiones en Marruecos, necesita mitos
a los que agarrarse para levantar la moral y los encuentra en las
ideas de, entre otros, el filólogo e historiador Ramón Menéndez
Pidal y su fascinación por el Romancero medieval de Castilla. De ahi
a convertir las leyendas de Castilla en el crisol de los mitos de
toda España, un paso, unido a la concepción centralista de la
sociedad que tan bien le vino al nacionalcatolicismo posterior y que
llegó a considerar los nacionalismos periféricos como un accidente
morboso de la Historia de España, en contraposición con la idea
imperante desde la invasión napoleónica de que España es una gran
nación compuesta de pequeñas naciones2.
A decir de los expertos, la
idea de España y de los españoles que defendía Menéndez Pidal es
hoy difícilmente sostenible y, además, hay muchos historiadores
recientes que han demostrado la falsedad de los mitos fundacionales
de Castilla. La figura del Cid, de Fernán González, de los jueces
de Castilla… no eran tan importantes en la historia de Castilla y
se demuestra, en definitiva, que todas las naciones que conocemos son
inventadas, todas nacen de manera artificial, no hay ninguna nación
elegida por motivo divino, no hay ninguna que sea una realidad
natural eterna.
Para acabar estas
reflexiones, nada mejor que un divertimento consistente en el
análisis de la evolución de una historia (ajena, para no herir
susceptibilidades) y las ramificaciones que puede generar a lo largo
del tiempo.
Cuando uno se desplaza por
la autopista francesa des Deux Mers adentrándose en el Midi
desde el Mediterráneo, encuentra en un altozano cercano a Narbona,
ya en camino a Carcasona, una escultura monumental de cemento de más
de 10 metros de altura que representa a tres "caballeros",
con los que se consolidan los avisos que se han podido encontrar si
venimos de Nimes, Montpellier, Beziers..., es decir, en todo el
Languedoc, "Vous êtes en pays cathare" (Estais entrando en
el país cátaro) y se publicita la ruta de los castillos cátaros y
toda una industria turística temática.
Los cátaros... El catarismo
fue un movimiento religioso gestado muchos siglos antes de que
apareciera por Europa, nacido de las antiguas creencias paganas
orientales, cuya principal doctrina contenía dos principios
fundamentales y contrapuestos, el Bien y el Mal, que representaban
respectivamente, la parte espiritual del hombre, contra el mal,
representado por el diablo en todo lo material, que se consideraba
impuro. En Europa, los cátaros consideraban a la Iglesia de Roma,
desorientada y perdida de la primitiva esencia con la que los
primeros cristianos vivían su Fe, con sencillez, pobreza y
humanismo, que según los cátaros, había perdido en gran manera,
convirtiéndose en una religión, prepotente, intransigente, cuyos
fieles vivían en continuo temor al castigo divino por cualquier
falta o desvío de sus actos, que pudiera reportarles la condenación
de sus almas, estaban los cristianos obligados bajo pena de
excomunión, obediencia ciega hacia los dogmas que la Iglesia,
consideraba inamovibles. Por eso a los cátaros se les llamaba
"perfectos". Se conoce su implantación en Asia Menor,
norte de Italia, sur de Francia, y en zonas del Camino de Santiago de
España, Navarra, Aragón y muy extendidos en Catalunya (donde eran
conocidos como bons homes). Su evolución está muy documentada,
aunque parece que poco estudiada realmente, en las crónicas de la
época, "El libro de los dos principios"... y las actas de
la Inquisición que los persiguió.
¿Por qué, entonces, un
movimiento tan extendido se asocia hoy sólo con el sur de Francia?
Pues por razones políticas posteriores, como en muchas Historias
oficiales.
En 1872, Napoleón Peyrat,
escritor de fértil imaginación aunque poco preocupado por la
veracidad, publica su Histoire des Albigeois: les Albigeois et
l'Inquisition en la que viene a glosar que la victoria definitiva
de los cruzados papales sobre los cátaros en Montsegur significó la
desaparición de los derechos dinásticos del Rey de Aragón y el
Conde de Barcelona (que toleraban o protegían a los "perfectos")
sobre Occitania, el Rosellón, el Languedoc, la Provenza, etc., que
pasaron, como agradecimiento de su apoyo al Papa, a manos del Rey de
una Francia, que era entonces un reino minúsculo en el norte, en
permanente conflicto con Bretaña. Para dar más valor a esa naciente
expansión de Francia, Peyrat dió al Languedoc una importancia
económica y estratégica que no tenía, y se sacó de la manga la
existencia de un gran tesoro cátaro, que los vencidos consiguieron
ocultar, antes de ser aniquilados, en unas cuevas en el entorno de
Montsegur. Tampoco importa en el relato de Peyrat que, tras la
capitulación de 1244 en Montsegur, el movimiento cátaro aún durara
77 años (hasta 1321, con la ejecución del último "perfecto"
occitano), aunque ya fuera del Languedoc y sus líos dinásticos
Para
seguir liando la madeja, y aprovechando la eclosión en busca de la
espiritualidad que supuso el fin de la 1ª Guerra Mundial, el
filósofo y magistrado Deodat Roché puso de moda que los garabatos
que se habían encontrado en las "cuevas del tesoro de
Montsegur" eran en realidad mensajes cátaros para la
posteridad3.
La siguiente vuelta de tuerca hay que atribuirla al escritor Maurice
Magre, que en su obra de nombre larguísimo Magiciens et
Illuminés. Apollonius de Tyane. Le Maître inconnu des Albigeois.
Les Rose-Croix. Le Mystère des Templiers. Nicolas Flamel et la
Pierre philosophale. Saint-Germain l'immortel. Cagliostro le
charlatan. Mme Blavatsky et les Théosophes hace un prolijo
examen de la secreta influencia en la civilización occidental de los
sabios orientales, con gran protagonismo de los cátaros. Magre
conoció al alemán Otto Rahn,que internacionaliza el mito del tesoro
cátaro, con especial atención al Santo Grial4
o cáliz que contuvo la sangre de Jesús en la Última Cena en su
Kreuzzug gegen den Gral. Die Geschichte der Albigenser (Cruzada
contra el Grial. La historia de los albigenses). Hay
que decir que Rahn se afilió después a las SS nazis y equiparó en
sus escritos a los cátaros (“perfectos”) con la raza aria.
Para
rizar el rizo, en 1982, los escritores Baiget, Leigh y Lincoln
publican conjuntamente El enigma sagrado
(The Holy Blood and the Holy
Grail en
su original en inglés)
en
el
que dan
a conocer la hipótesis de que Jesús de Nazaret se casó con María
Magdalena, tuvieron uno o más hijos, los cuales emigraron a lo que
hoy en día es el sur de Francia. Una vez allí, se involucraron con
las familias nobles que se convertirían en la dinastía merovingia,
cuya reclamación por el trono de Francia es defendida por una
sociedad secreta llamada el Priorato de Sion.
Siguiendo
esa línea de ficción, el escritor estadounidense Dan Brown publica
en 2003 su conocidísima novela
El
código Da Vinci, en
donde narra los intentos de Robert Langdon, Profesor de Iconografía
Religiosa de la Universidad Harvard, para resolver un misterioso
asesinato ocurrido en el Museo del Louvre en París. El desarrollo de
la historia requiere la solución de varios acertijos y anagramas. La
solución a cada uno de ellos se encuentra íntimamente ligada a la
posible ubicación del Santo Grial y lo relativo a la misteriosa
sociedad secreta del Priorato de Sion, así como a los Caballeros
templarios. La historia también envuelve a la organización católica
del Opus Dei.
Lo
más chocante del caso, viendo el tránsito constante entre Historia, leyenda, invención,... es que el Opus Dei se embarcó en una feroz
campaña de desprestigio contra la novela y su autor como si los
hechos novelados fueran algo así como la Nueva Verdad Revelada que
se ha de combatir. La pregunta pertinente
que
cabe hacerse, pues, es si los Poderes suelen fabricar a sabiendas
leyendas
falsas a las que dan categoría histórica para crédulos, como
temían que pasara con la ficción de Brown.
¿Así
se escribe la Historia?
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1No
me resisto a recordar en este punto unos artículos leídos
recientemente en una página de Internet de Historia (??) en los que
se afirma seriamente que el hombre que realizó las pinturas en las
Cuevas de Altamira fue un español tal como se considera hoy el
término, equiparándolo por ejemplo con Séneca. No eran españoles,
sin embargo, Maimónides (cordobés pero judío) ni mucho menos
Almanzor (andaluz de pura cepa aunque azote de las tropas cristianas
de su época).
2Eso
de "nación de naciones" no es un fruto del marasmo
político actual como muchos creen en una exhibición de ignorancia política. El término fue acuñado por el militar y lingüista, colaborador de Olavide, nacido en Barcelona, defensor a
ultranza de la unidad de España, anticatalán acérrimo (pese a lo
que defendía que Catalunya era una pequeña nación en la que su
burguesía era dinámica y el motor económico de España frente a
la sociedad castellana, que definía como ociosa) y destinado en Cádiz (en donde colaboró en la redacción de "la Pepa") Antonio de
Capmany en su publicación de 1808 El Centinela contra los
franceses en la que incitaba a los españoles a una lucha a
muerte contra el invasor Napoleón, al que consideraba la Anti-España.
3Quizá
cueste creerlo, pero estas teorías estrambóticas tuvieron gran
aceptación y se cuentan entre sus defensores personajes de
prestigio, como la filósofa Simone Weil.
4Poca
broma. Cuando el lugarteniente de Hitler y líder de la SS Heinrich
Himmler visitó España en octubre de 1940, se desplazó al
Monasterio de Montserrat (que, según le habían informado, era el
trasunto del Montsalvat del Parsifal wagneriano) buscando allí el
paradero oculto del Grial.
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