Tal día como hoy, 12 de
agosto, festividad de San Fortino en México, nació en ciudad de
México hace 106 años Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, conocido
simplemente como Mario Moreno, y más como Cantinflas, que fue un
actor y comediante, ganador del Globo de Oro en 1956 con una gran
trayectoria cinematográfica, que lo hace ser uno de los comediantes
más grandes y recordados de habla hispana y como el más reconocido
comediante mexicano de todos los tiempos. Se dice de Mario Moreno que
es el «Charles Chaplin de México».
Salió de los barrios pobres
donde tuvo origen su personaje Cantinflas, que gozó
de una enorme popularidad, y que venía a ser el típico «pelado» asociado con parte de
la identidad nacional de México, sobre todo de las clases bajas.
Además de actor y
empresario, Mario Moreno también llegó a entrar en la política de
su país y, aunque de perfil conservador, su reputación como portavoz de los
desprotegidos le proporcionó autenticidad y se convirtió en una
figura importante en la lucha contra el "charrismo" sindical, que es la
práctica del gobierno de un solo partido, para manejar y controlar a
los sindicatos.
Hoy día, las generaciones
jóvenes ni lo conocen, y en los adultos seguramente queda fijado el
cliché del personaje capaz de hablar y hablar... sin decir nada pues
entre las cosas que lo hicieron querido por el público estaba el uso
cómico del lenguaje en sus películas; sus personajes (casi todos una variación del mismo personaje, pero en diferentes
papeles y situaciones) entablaban una conversación normal para
después complicarla al punto de que nadie entendía lo que estaba
diciendo. El personaje de Cantinflas, en sus películas, era
particularmente proclive a ofuscar la conversación cuando hablaba
con alguien a quien le debía dinero, cuando cortejaba señoritas o
cuando trataba de salir de problemas con las autoridades,
arreglándoselas, por cierto, para humillarlas sin que se dieran
cuenta.
Hay que decir en su honor
que la Real Academia Española incluyó el verbo cantinflear y
las palabras cantinflas y cantinflada en su diccionario en
1992. Posteriormente añadió los adjetivos cantinflesco,
cantinflero y acantinflado y el
sustantivo cantinfleo.
Cantinflas,
con su estilo, demostró que el humor se puede utilizar como
herramienta contra los abusos de las autoridades. No es nuevo; entre
otros muchos autores, Josep Pernau, en su libro Humor de combate:
cómo sobrevivir a las dictaduras (Roca Editorial, 2007) reconoce el
poder del humor como herramienta de resistencia política y desde un
anonimato inevitable, la risa clandestina y mordaz se alza siempre
como la mejor arma en tiempos difíciles; en este caso, recoge en el
libro historias que han servido de desahogo a multitud de personas en
épocas de opresión1.
Se dice
que el humor es la mejor combinación de la tragedia con el tiempo.
Esta máxima aumenta el mérito de tantos anónimos personajes que,
desde su trinchera de ingenio, y cuando fue necesario, combatieron la
incidencia de la dictadura con su humor de combate. El libro es, en
realidad, un reconocimiento a todos ellos.
Por eso
es tan preocupante la deriva actual en este terreno; comparar la
libertad con que se hacía humor en los años 70 y 80 del pasado
siglo (novedad de tetas y culos aparte) en todos los sentidos
de ideologías con el corsé de pensamiento y expresión de hoy,
causa alarma. Un país que permite (y sigue votando) con normalidad
e indiferencia que un gobierno elegido por recuento de número de votos favorables (no confundir con
democrático; que sea democrático es otra cosa, más ligada con sus
acciones) se atreva a procesar ¡por lo penal! a través de SU
fiscalía a quien hace chistes políticos o similares, curiosamente sólo en una dirección
ideológica (teniendo en cuenta que, naturalmente, esos chistes no tienen por qué ser del agrado de
todos y haya quien los considere, legítimamente, de mal gusto o
incluso irreverentes) mientras participa, alienta y jalea la burla,
chanza, menosprecio y amenaza de quien piensa diferente al estándar oficial,
consagrando de esta manera (aunque culpe al otro, claro) la idea
permanente de las dos Españas inentendibles e irreconciliables, ese país, decíamos,
jamás podrá diseñar un futuro común.
Pero
volvamos hoy con Cantinflas en su aniversario. A medida que fue
haciendo películas, sus cintas muestran un cambio: del personaje de
la picaresca urbana y popular sólo quedaría un humor basado en el
uso reiterativo del "cantinflismo", es decir, de esa
habilidad ya mencionada para hablar mucho y no decir nada. Poco a
poco, Mario Moreno (no su personaje) se convirtió en un portador de
juicios y críticas contra la sociedad "pueblerina", en
particular, y contra la humanidad, en general. De este modo,
arremetió con singular énfasis contra la "aristocracia
desnaturalizada" del Poder, haciendo que triunfara lo auténtico sobre lo
falso. Y eso sí que se entendía ¡vaya, si se entendía! Se
constituyó en el hombre que siempre decía la verdad, aunque en
forma sarcástica, y sufrió las consecuencias, en el ejercicio de su
profesión, de esa fidelidad a sí mismo.
Si en
sus interpretaciones denunciaba las desigualdades sociales y la
insolidaridad, en la vida real obraba en paralelo, realizaba obras caritativas y llegó a
montar una oficina para los necesitados. La última etapa de su vida,
después de enviudar, estuvo marcada por su participación en actos
sociales y políticos (incluso llegó a pronunciar un discurso en la
Asamblea de las Naciones Unidas).
Precisamente
rescatamos aquí el discurso ante la ONU, pero no el real sino el de la ficción (?), de la
película de 1966 Su Excelencia.
Sin
comentarios, salvo el de que el discurso tiene 51 años y, con
matices, es de rabiosa actualidad.
¿Tiene
vergüenza quien debe tenerla?
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1Como
muestra, un ejemplo: "En una dictadura, cuando uno se planta en
medio de la plaza del pueblo y empieza a gritar que el tirano es un
imbécil, le pueden detener por dos cosas: por escándalo público y
por divulgar un secreto de Estado".
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