Los amantes del comic o
historieta (eso que el gran Hugo Pratt, entre otros, definió como
"literatura dibujada") están habituados a identificar a
cada uno de sus autores con un mismo estilo a lo largo de
toda su obra; así pasa, por citar sólo clásicos, con Ambrós
(independientemente de que nos refiramos a El Capitán Trueno
o a El Corsario de Hierro, pongamos por caso), con Gago (El
guerrero del antifaz o El aguilucho, por ejemplo) o con
cualquier otro. También pasa lo de unidad de estilo con los que no
suelen tener personajes "fijos" en su obra: Luis García, Enric Sió, Esteban Maroto, Milo Manara, los autores de ese comic en
principio ajeno a nuestra tradición como es el japonés de Naruto,
etc., incluso, naturalmente, los dibujantes de humor como Forges,
Mingote,..., en los que basta ver una viñeta para identificarlos sin
atisbo de duda. Eso no debe de interpretarse como que su obra no
evoluciona, sino que ofrece un patrón que la distingue en particular
de la de otros dibujantes, pero de evolucionar, vaya si evoluciona:
sin ir más lejos, el Asterix que dibujaba Uderzo en Asterix el
galo se parece como un huevo a una castaña al Asterix del mismo
dibujante en ¡El cielo se nos cae encima!.
Pero siempre hay
excepciones. Veamos con cierto detenimiento una excepción clamorosa
echando un vistazo a la obra de un reconocido mundialmente artista de
la historieta, identificado en más de un estilo que, además, él
mismo se cuidaba de distinguir con firmas diferentes.
Jean Giraud (1938 - 2012)
fue un dibujante de historietas e ilustrador francés, que se dio a
conocer con el seudónimo Gir en el afamado western El
Teniente Blueberry y su saga para luego revolucionar la
historieta de ciencia ficción con el seudónimo de Moebius y
obras como El garaje hermético o El Incal . Tal fue su
fama, que los medios de comunicación de su país llegaron a
clasificarlo como compañero de los llamados nuevos filósofos
franceses (nouveaux philosophes).
Jean Giraud como Gir |
Vayamos por partes.
Nacido en un suburbio de
París, cuando tiene 16 años se traslada a México ya que su madre
se casa con un mexicano. Allí descubre la pintura, el jazz moderno,
el sexo y la marihuana (excediendo la superficialidad de esta
entrada, en la que no lo comentaremos, estos "descubrimientos"
tienen su impacto en su trayectoria vital y en su obra). Vuelve a
París para realizar el servicio militar, siendo destinado primero a
Alemania (16 meses) y después a Argelia.
Tras dibujar la serie Frank
et Jeremie para la revista Far West, trabaja como aprendiz
de uno de los grandes maestros de la historieta franco-belga.
Alcanzó, sin embargo, la celebridad como dibujante del western El
Teniente Blueberry, de 1964, para el que firmaba como Gir,
y cuyas aventuras se alargan hasta 2007. El teniente Blueberry,
con millones de ejemplares vendidos, transmite la sensación
de que será imposible ver mejor reflejado el western en el tebeo
(con el permiso, quizá, de Mac Coy o de Manos Kelly, ambos de nuestro gran
Hernández Palacios). Con el personaje, tan íntegro como
pendenciero, tan leal como amante de las mujeres, el lector recorre
años del mejor y más real salvaje Oeste, incluida su decadencia.
Con el mismo estilo y firma
publica otros personajes como Jim Cutlass, y firma algunos
trabajos con su nombre completo, Jean Giraud, pero, curiosamente, al
tiempo que dibuja westerns, se dedica a leer con dedicación
ciencia-ficción, y así nace su alter ego Moebius, que
representa la aparición en el mundo de la historieta de un nuevo modo
de narrar y dibujar que trastoca todos los géneros, en una
metamorfosis en su creación: “La metamorfosis corre por toda mi
obra. No es la metamorfosis clásica, la de Ovidio, que habla de la
vida donde todo cambia siempre en una misma dirección, del
nacimiento a la muerte... Va, cuentos para niños. Lo que hago es
distinto: muestro el pánico de ver las cosas que se van, la
dificultad de dar identidad a los actos". Dibujando como
Moebius explota lo infinito y lo terrenal, lo inmortal y lo
perecedero, lo fantástico y la imaginería del pasado, pese a ser un
hecho de que durante décadas fue el personaje de Blueberry quien
mantuvo económicamente a Giraud, como él mismo reconoció: “¿Que
si Gir paga las
locuras de Moebius? Es
una realidad histórica. Gir
es una profesión; Moebius,
un estado del alma. Me es difícil definir a Moebius,
porque ahí soy artista. Pero, ¿qué es ser artista en nuestro
mundo? Necesitas sobrevivir, y entonces los artistas se convierten en
vendedores, debes gustar a los otros o ceder parte de ti para comer.
No sé, no sé...”
Jamás se cerró a ninguna posibilidad artística,
aunque nunca apreció el manga japonés y, paralelamente a su labor
como historietista e ilustrador, Jean Giraud participó en los
diseños de multitud de películas conocidas, como Alien, Dune, Tron,
Masters of the Universe, Willow o Abyss, donde inspiró con sus
dibujos el desarrollo de la escenografía, siendo galardonado en
varias ocasiones por esta actividad.
En su última etapa, pasados los 65 años de edad,
decidió dejar la marihuana (que, recordemos, había descubierto en
su adolescencia, en México) y emprender la realización de un diario
para reflejar la experiencia, que acabará dando lugar a la que sería
su obra póstuma, Inside Moebius, una metanarración en la que
sus propios personajes se enfrentan a su creador, el giro final de un
viejo creador que vuelve a explorar en su interior y que disfruta de
la autoironía.
Y ¿por qué el nombre de Moebius? En palabras
del propio Giraud, "no tanto para ocultarme como para
inventar algo sobre mí mismo que fuera más allá de mí mismo.
Moebius no está detrás, sigue una existencia paralela a la mía"
y toma prestado el nombre del matemático y astrónomo alemán August
Ferdinand Möbius (1790 – 1868), conocido, sobre todo, por su
descubrimiento de la banda de Möbius o de Moebius (realmente la
banda fue co-descubierta simultáneamente en forma independiente por
los matemáticos Moebius y Johann Benedict Listing, también alemán,
aunque se le asigne solamente el nombre del primero). En la decisión
de Giraud tiene que ver el magnetismo que ejerce una de las ideas que
subyace en la banda: cambiar radicalmente, incluso de orientación,
sin dejar de ser uno mismo.
Jean Giraud como Moebius |
La banda o cinta de Möbius o Moebius es uno de esos
sencillos objetos geométricos que rozan la magia y, para
entendernos, no es más que una cinta de papel, preferentemente larga
para manejarla con soltura, cuyos extremos se han unido girándolos.
Prescindiendo de complicadas fórmulas matemáticas para parametrizar
su representación geométrica, lo cierto es que la banda de Moebius
tiene unas propiedades curiosas:
- Es una superficie que sólo posee una cara: Si se
colorea la superficie de una cinta de Moebius, comenzando por la
«aparentemente» cara exterior, al final queda coloreada toda la
cinta, por tanto, sólo tiene una cara y no tiene sentido hablar de
cara interior y cara exterior.
- Tiene sólo un borde: Se puede comprobar siguiendo
el borde con un dedo, apreciando que se alcanza el punto de partida
tras haber recorrido la totalidad del borde.
- Es una superficie no orientable: Una persona que
se deslizara «tumbada» al través sobre una banda de Moebius, mirando hacia la
derecha de la cinta, al recorrer una vuelta completa aparecerá mirando hacia la
izquierda.
- Si se corta una cinta de Moebius a lo largo, se
obtienen dos resultados diferentes, según dónde se efectúe el
corte: a) Si el corte se realiza en la mitad exacta del ancho de la
cinta, se obtiene una banda más larga pero con dos vueltas; y si a
esta banda se la vuelve a cortar a lo largo por el centro de su
ancho, se obtienen otras dos bandas entrelazadas. A medida que se van
cortando a lo largo de cada una, se siguen obteniendo más bandas
entrelazadas. b) Si el corte no se realiza en la mitad exacta del
ancho de la cinta, sino a cualquier otra distancia fija del borde, se
obtienen dos cintas entrelazadas diferentes: una de idéntica
longitud a la original y otra con el doble de longitud.
Precisamente por sus sorprendentes propiedades, la
banda de Moebius ha sido y es utilizada en campos tan dispares
como la matemática, el arte, la ingeniería, la magia, la ciencia,
la arquitectura, la música, el diseño, la literatura, etc., ya sea
de manera explícita o simplemente como una metáfora. Y el hecho
de que, en puridad, su "anverso" y su "reverso"
sean la misma cosa, abre el abanico de su relación con las
humanidades, con el pensamiento, ya que incorpora nuevas formas de
ver la realidad relacionando la cinta de Moebius con el tránsito
entre lo conocido y lo desconocido. Ilustra el modo en que el
pensamiento puede exponer oposiciones binarias como interno/externo,
amor/odio, significante/significado, verdad/apariencia,.. y aún
siendo radicalmente distintos así esos términos opuestos no son
vistos como separados sino como continuos. Por ejemplo, el discurso
del gobernante se presenta como continuo respecto del discurso del
analista. La banda de Moebius ayuda también a comprender cómo es
posible “atravesar el fantasma”: dado que sus dos lados son
continuos, se puede pasar del interior al exterior, o al revés
(aunque resulta imposible decir en qué punto preciso se ha realizado
dicho pasaje).
La banda o cinta de Moebius |
Las últimas aplicaciones conocidas de la banda de
Moebius son en el campo de la psicología, la educación (en lo que
son pioneras las universidades argentinas)... y la política, si bien
ningún estratega de ninguna formación política, máxime si está
en el poder, lo reconocerá porque sería como reconocer que se
sirven de la doblez y de la imposición de un barniz uniforme en todo.
Lejos ya del lampedusiano Que todo cambie para que
todo siga igual (frase lapidaria
de Giovanni Tomasi de Lampedusa que aparece en su única novela, El
Gatopardo, que ha pasado a
definir el cinismo con el que los partidarios del Antiguo Régimen
italiano se amoldaron al triunfo inevitable de la revolución,
usándolo en su propio beneficio), la verdad es que con las nuevas
tecnologías de la información/desinformación, se pueden crear y
explotar impunemente eso que se ha dado en llamar postverdades y que
es lo que siempre hemos conocido como mentiras, con el fin de que
todo siga igual sin tener que aparentar que algo cambie.
Un ejemplo, entre muchos, del influjo de la
(des)información en la creación de mundos paralelos que originan
unas buscadas decisiones sesgadas, como en la banda de Moebius, lo
tenemos recientemente en algo tan fuera de duda como debe ser el
Congreso: a la crítica de un portavoz de un partido de la oposición
acerca de la nula asunción de responsabilidad política (no
confundir con la responsabilidad judicial, por favor, que es otra
cosa) por parte de conocidos afectados por casos de corrupción, la
vicepresidenta del gobierno, en vez de dar explicaciones (si las hay)
para justificar tal evidencia, argumenta que "la responsabilidad
política la han decidido los ciudadanos con su voto". Y se
queda tan ancha. Y la aplauden.
Aparte del cuestionable "echar pelotas fuera"
en tema tan inmoral, aplicando las propiedades de la banda de
Moebius, está iniciando llegar al punto de giro y cubrir TODO el futuro con una capa de barniz
tal que el votante no tenga la información necesaria para tomar
decisiones pensadas, y lo considere eso normal, y ello en claro beneficio propio. Y no
comentemos la sangrante constatación de que con esa actitud de rechazar responsabilidades personales (no lo
olvidemos, aplaudida por los suyos) está amparando a muchos que
siguen pensando que la ética es algo teórico que les suena que
abordaron en una clase de filosofía un día que ellos no asistieron
al aula.
Y así nos va. Es un tema palmario de manipulación al que, en el fondo, nunca nos acostumbraremos y ante el que la única "vacuna" (siempre parcial) es la búsqueda y contraste de información veraz. El problema serio añadido a la
aplicación de la banda de Moebius es que un día descubrimos que la
democracia en la que nos dicen que vivimos es en realidad una
dictadura (en toda su extensión o sólo como dictadura de mayorías),
pero es imposible saber con precisión en qué momento y con qué
empezó la involución.
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