Recientemente he tenido la
oportunidad de escuchar algunas reflexiones públicas de una persona
que había perdido a un ser querido en un proceso en el que se
esperaba hacía tiempo el fatal desenlace. Quizá lo que llamaba más
la atención de sus confesiones, aparte de su entereza, era la
claridad y ánimo en analizar la dureza y dificultad de la
experiencia.
Me quedo sólo con un
detalle (es un decir, claro; la verdad es que me quedo para pensarlas
todas sus declaraciones, pero, por razones de espacio, sólo
comentaré aquí ese detalle) de lo que dijo, ya que es algo, a mi
juicio, extrapolable a la mejora de cualquier relación basada en el
cariño y en el respeto. Dijo esta persona que en el trance sin
vuelta atrás de la despedida, ambos conscientes, tan solo usó dos
expresiones, que le surgieron espontáneamente: "gracias" y
"perdona" y que, según declaro, le ayudaron a verlo todo
de manera menos negativa y afrontar con más fuerza el momento "del
después" porque se agolpaban en la mente los motivos para
agradecer, que paliaban el dolor originado por esos otros vividos de
los que se imploraba el perdón.
Gran lección de
convivencia. Tengo un amigo que, cuando se le pregunta sobre las
razones en las que se asienta y "justifican" (si es que eso
se ha de justificar) sus ya más de cuarenta años de matrimonio con
la misma persona, indefectiblemente contesta que la convivencia se
basa en el cariño inicial mejorado con la historia creada en común
y con dosis de respeto y admiración que tienen que ver con las
acciones y actitudes cotidianas. Para calibrar lo relevante de esta
afirmación, hagámonos una pregunta: ¿cuántos días/meses/años
hace que no le hemos dicho "te quiero" o una expresión
similar a nuestra pareja y, por extensión, a las personas que
queremos? No, no es una pregunta "de trámite" sobre un
tema sin importancia; si admitimos que cualquier tipo de convivencia
se basa en sensaciones cambiantes y "vivas", la percepción
de las mismas se "actualiza" cada vez que, sin darnos
cuenta, las "autoexaminamos" en la realidad cotidiana.
Veamos: si los pilares de una convivencia que deseo larga,
enriquecedora y sosegada son el cariño, el respeto y la admiración
que evolucionan a cada momento, nada tan fácil (y tan
sorprendentemente difícil para algun@s)
como decir "te quiero" para, automáticamente, evaluar
mentalmente a qué he de dar gracias hoy para que se cumpla: a la
pequeña (o gran) renuncia, al esfuerzo, al sacrificio,... o puede
que sea de aquellos días (de los que también extraemos enseñanzas)
en los que lo que se impone es entonar un Mea culpa y usar la
otra palabra mágica, la de "perdona", para seguir
creciendo juntos.
"Gracias" y
"perdona", la clave sincera para mejorar en todas las
situaciones.
De la lectura de estas
líneas, reflexiones apresuradas provocadas por unas declaraciones
representativas de un momento emocional concreto, y llevadas como
enseñanza a ser aplicada para mejorar marcos de convivencia, alguien
podría interpretar que todo se reduce a una cuestión cerebral
mediante la cual los sentimientos pasan a segundo plano, sojuzgados
por esa suerte de "técnica" de mejora del marco
relacional. Nada más lejos de la realidad, al contrario, es
indispensable que haya un sustrato sensorial sólido (aunque dicho
así parezca un contrasentido) que permita tejer a su alrededor una
trama accionarial duradera y confortable emocionalmente. En un símil
arquitectónico, no son pocas las rehabilitaciones, reformas o
mejoras de edificios que han acabado en catástrofe, pese a tener
diseñado y seguir escrupulosamente un programa de actuación
modélico, habitualmente porque nadie se había percatado de que la
estructura estaba dañada, los cimientos poco profundos o
inconsistentes, o algo así.
En las relaciones humanas no
debemos olvidar que la atracción personal (la "química" a
la que a veces se alude por extensión) es instintiva e irracional,
mientras que conceptos como "respeto" son racionales, más
elaborados y posteriores. Pero tampoco podemos olvidar que el primer
paso de una relación SIEMPRE es irracional. ¿Cuáles, pues, deben
ser los ingredientes de esa atracción irracional para poder
convertirla en eje de largo recorrido enriquecedora para ambas
partes? Que nadie se asuste. Pretender abordar la identificación y
definición de esos aspectos es meterse de lleno y sin
protección en camisa de once varas, que no haremos; desde los
trovadores medievales, en cuyos romances primaba el amor físico (y
patriarcal), a los poetas románticos, para los que la señal de
identidad del amor era el sufrimiento hasta los contemporáneos, que
suelen ser más profundos al escribir sobre sentimientos cuando
cantan al desamor que cuando lo hacen al amor, más festivo, nadie se
ha puesto de acuerdo sobre tales ingredientes para permitir barruntar
mínimamente la perdurabilidad de la relación.
En esta ceremonia de la
confusión, la música también ha jugado su papel, generalmente en
paralelo al significado de los poemas que convertía en melodía.
Para acabar estas reflexiones recordaremos una canción de 1966,
cantada a dúo por Domenico Modugno y Gigliola Cinquetti en el
Festival de San Remo de ese año, en el que resultó vencedora; eso
le hizo cumplir el requisito establecido y fue presentada al Festival
de Eurovisión de ese mismo año, cantada sólo por Modugno, en el que quedó en el puesto 17 de
18 participantes (queda registrada en la historia del Festival como
la primera canción que obtuvo un zero points de algún
jurado), a pesar de lo cual hoy consta en todas las antologías de
esa música llamada romántica mientras nadie recuerda a sus rivales,
incluido el ganador, Udo Jurgens (bueno, menos en España, que
recordamos, seguramente no por su participación en esa Eurovisión, al
Raphael de Yo soy aquel).
Posiblemente, la posterior y
paulatina aceptación de la canción por el público, festivales
aparte, tenga que ver con que no cuesta identificarse con el amor que
describe quien la canta, declaradamente ambiguo, sin protagonismo en
lo físico y enfatizando en las emociones compartidas, pero firme
para resistir cualquier cambio. Se acompaña la letra original en
italiano (¿hace falta traducir?) para adentrarse en ella.
Nel cielo
passano le nuvole
che vanno
verso il mare;
sembrano
fazzoletti bianchi
che salutano
il nostro amore.
Dio, come ti
amo; non é possibile
avere fra le
braccia tanta felicitá,
baciare le
tue labbra che odorano di vento;
noi due
innamorati come nessuno al mondo.
Dio, come ti
amo; mi vien da piangere,
in tutta la
mia vita non ho provato mai
un bene così
caro, un bene così vero.
Chi può
fermare il fiume che corre verso il mare?
Le rondini
nel cielo che vanno verso il sole...
Chi può
cambiar l'amore, l'amore mio per te?.
Dio, come ti
amo
Dio, come ti
amo
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