En los últimos años se ha
puesto de moda cantar eso de "Yo soy español, español,
español" (que, no nos engañemos, y sin pasar con esto los límites
de la fonética, suele sonar como "Yo soy ajpañó, ajpañó,
ajpañó") con la música de la popular canción rusa "Kalinka",
sobre todo cuando nuestras selecciones deportivas consiguen triunfos,
aunque a veces bien es cierto que se canta por motivos menos
inocentes que los meramente deportivos. Ironías nacionalistas
centralistas: una canción popularizada en la vieja Rusia comunista,
ahora se vuelca como "himno" de los nacionalistas españolistas rabiosamente anticomunistas. Para
quien no lo sepa, la "letra" monocorde de ese pseudo himno responde al
título de un libro de texto, de 1943, de la antigua biblioteca de
párvulos de la posguerra española, Yo soy español, escrito por
Agustín Serrano de Haro, inspector de educación en Jaén y Granada,
y autor de numerosas obras dedicadas a "enderezar la enseñanza"
según la ideología dominante en el franquismo y presentando en él
una España que ya era tal España incluso antes de que se pintaran
las cuevas de Altamira. El libro es de texto simple, adaptado en su
contenidos a la mentalidad de niños de seis años (aunque con
prolijas indicaciones a los educadores sobre la "correcta"
interpretación y explicación de los hechos que se narran). Y con
una buena carga ideológica, que recrea la historia en beneficio de
los intereses patrióticos, según esa ideología fascista
vigente entonces (¿sólo entonces?). Veamos algún ejemplo en el
libro: nos muestran a la España (sic) prerromana como lo más
hermoso y rico, siendo deseada por todos los pueblos que quieren
conquistarla, incluso "algunos de los que vinieron eran muy
ambiciosos y querían echar a los españoles (sic) y quedarse con los
pueblos, con los campos y con las riquezas de España (sic), pero los
españoles no se lo consintieron y los arrojaron al otro lado del
mar." Y como continuación de donde se recoge la invasión
de los bárbaros como un castigo divino por lo "malos"
que eran los romanos, tras convertirse en buenas personas los
bárbaros, la Iglesia se erige en el remedio de todos los males, pues
se encarga de la educación, del vestido y del alimento de "los
niños pobres y desamparados". Luego nos introducen en la
invasión musulmana, de la que culpan a los judíos: "Había
entonces en España (sic) muchos judíos. Y los judíos, que tampoco
querían a los españoles (sic), dijeron a los moros por dónde
tenían que entrar para apoderarse de España (sic)." El
antisemitismo indisimulado (compartido con los nazis de la época) se
deja ver en varios pasajes de la obra, cosa que en las últimas
ediciones fue dulcificada. Y así todo, para que alguien hable de eso del adoctrinamiento, despreciando sin pudor la
herencia recibida que no se ajuste como un guante a la ideología
imperante.
Partitura original de Manuel de Espinosa |
Pero volvamos a los cantares
patrióticos. Cuando, más allá de arengas informales
(deportivas o no), lo que se impone es que suene el himno nacional
oficial suele sorprender que éste no tenga letra, como sí que la
tienen la gran mayoría de himnos nacionales y por eso, a veces, se
han tenido que oír voluntariosos pero chabacanos berridos de
desafinados "lo-lai-los" para suplirla aunque, al final, suenan a los oídos casi como el "Yo soy ajpañó...". Seamos exactos: ha
habido varias propuestas de incorporar letra, desde la del escritor
Eduardo Marquina a la de José María Pemán hasta la infumable y
reciente de esa cantante semiolvidada que es Marta Sánchez (que,
soflamas del himno aparte, muestra su patriotismo tributando
fuera de España) pasando por otras no menos llamativas como la de
Joaquín Sabina, pero el himno sigue sin letra, y uno se pregunta por
qué se compuso como lo conocemos, sin letra que sirva de arenga a quien la canta.
La historia es curiosa y
propongo recordarla juntos; para ello, hemos de retroceder varios
siglos, a la época de la dominación musulmana de la península,
cuando España aún no era España sino, concretamente, Al-Andalus.
Refresquemos un poquito la memoria,
Se conoce como Al-Andalus
al territorio de la península ibérica y del sur de la actual
Francia bajo poder musulmán durante la Edad Media, entre los años
711 (cuando el ejército de bereberes procedentes del norte de África
bajo el mando de Tariq ibn Ziyad cruzó el estrecho de Gibraltar,
venció al último rey visigodo Rodrigo en Guadalete e inició la
conquista de la península; hacia 718 la Península había sido
ocupada) y 1492 (cuando los Reyes Católicos derrotaron al que sería
el último rey de la dinastía nazarí de Granada, Boabdil -Abu
'Abd-Allāh- e incorporaron Granada a la Corona de Castilla).
Al-Andalus el año 732 |
La población de Al-Andalus
era muy heterogénea y varió durante el tiempo según variaba también
la configuración y sistema político del territorio. Desde el punto
de vista étnico estaba constituida principalmente por hispanogodos,
seguidos por los bereberes (que conformaban el grueso de los
ejércitos omeyas), los árabes, que eran el grupo dominante y
dirigente, y otros grupos como eslavos, judíos y una amplia masa de
esclavos negros. Desde el punto de vista religioso la población era
o musulmana o lo que ellos llamaban dhimmi ("Gente del Libro",
nombre con el que en el Islam se designa a los creyentes de
religiones abrahámicas o monoteístas -cristianos y judíos-, que
según algunas interpretaciones del Corán merecen mayor respeto que
los idólatras o los politeístas, y que, por supuesto, los ateos). Se
conoce como muladíes a los hispanogodos cristianos de Al-Andalus que
se habían convertido al islam para disfrutar de los mismos derechos
que los musulmanes, mientras que se llama mozárabes a los que
conservaron la religión cristiana. Tanto unos como otros adoptaron
costumbres y formas de vida musulmanas pero su correspondencia con el Poder fue sensiblemente diferente: la clase dominante estaba
formada por árabes, bereberes y muladíes y la clase dominada lo
estaba por cristianos y judíos.
Sería ingenuo pensar que,
con tal mezcla de orígenes, credos y costumbres, no habría
controversias ni disputas, pero lo cierto es que, con esa amalgama
y gracias a ella, Al-Andalus se convirtió en un polo del saber de entonces para todo
el mundo, y Córdoba y Toledo (por citar sólo dos ciudades) fueron
foco respetado de Ciencia y de Cultura al saber acoger en ellas lo musulmán
con lo cristiano, lo judío,... en labores compartidas, en lo que fue lo que
llamó Antonio Machado "árabe español" (lamentablemente fue después de
acabada la Reconquista cuando emergió lo que parece ser una señal
de identidad del Poder de Castilla que perdura en el tiempo cual es
la persecución/aniquilación de quien piensa diferente: expulsión
de los judíos, de los moriscos - musulmanes bautizados tras la
pragmática de conversión forzosa de los Reyes Católicos o
convertidos con anterioridad al catolicismo de forma voluntaria-,
etc., o, siglos más tarde, jesuitas, masones,...).
Una de las razones
(auténticamente novedosas entonces) del notable desarrollo cultural
en Al-Andalus fue la creación de redes de escuelas (madrasas) y universidades
no limitadas a andalusíes, que contribuyó a incrementar la
atracción que la cultura andalusí (no debe de confundirse
"andaluz", relativo a la actual Andalucía, con "andalusí",
relativo a Al-Andalus) ejerció sobre los reinos cristianos, ya que,
mientras que el resto de Europa permanecía en la Edad Oscura del
conocimiento, Al-Andalus florecía del mismo. Figuras andalusíes señeras
fueron, en astronomía, Al-Zarqali (Azarquiel), precursor de las
teorías de Kepler, en medicina, el cirujano Al-Zahrawi (Abulcasis),
en botánica y farmacología, Ibn al-Baitar, en mística y asuntos
religiosos, Ibn Arabi, en filosofía, Ibn Rusd (Averroes) o el judío
Maimónides, etc. Pero donde Al-Andalus dejó su huella más
característica fue en la arquitectura porque añadió elementos
específicos a la tradición arquitectónica puramente islámica: el
arco de herradura, los arcos policromados, los mosaicos y la
ornamentación en relieves de yeserías. La Mezquita de Córdoba, la
Giralda de Sevilla, la Aljafería de Zaragoza o la Alhambra de
Granada (¡y la maravilla de ingeniería en ésta que es que haya agua
abundante en la cima de la montaña donde está construido el
Palacio!) son algunos pocos ejemplos de este arte hispanoárabe.
La Aljafería de Zaragoza. |
Y llegamos a los puntos de convergencia con aquello que apuntábamos del himno: la música. En cuanto a la música de
Al-Andalus, lo más característico es la nuba (nawba en árabe)
andalusí, equivalente a una especie de sinfonía o suite actual y que es un género musical tradicional (elaboradas composiciones instrumentales de contenido en su mayor parte profano o místico en un tiempo en el que había poco más de las composiciones litúrgicas del gregoriano o las melodías de zanfona, dulzaina y arpa propias de trovadores de corte, de escasa variedad rítmica y melódica) que hoy se encuentra vivo en los
estados magrebíes del norte de África pero que, como su nombre
indica, tiene sus orígenes en la música arabo-andaluza. Cada nuba
representa a una hora, por lo que, según la tradición,
inicialmente había 24 nubas, una por cada hora del día pese a que se hayan conservado menos. Una nuba
andalusí incluye varias piezas musicales instrumentales, así como otras
predominantemente vocales acompañadas de instrumentación, que
difieren entre sí en cuanto a patrón rítmico. Las letras (usualmente de unos
versos bellísimos) son cantadas por un solista o al unísono por un
coro, y se eligen entre las formas poéticas en árabe clásico y
coloquial, según la nuba de que se trate. Técnicamente, la nuba se
compone de cinco secciones que, con un tempo que va aumentando, se
introducen mediante piezas instrumentales cortas y varían según la
región, El conjunto instrumental utilizado en las interpretaciones de hoy incluye instrumentos que
provienen de Al-Andalus como el laúd, la guitarra, la pandereta o un
tambor de copa llamado darbuka. Los instrumentistas también sirven
como coro.
Pues bien (perdón por
mantener en estas referencias que siguen los nombres originales,
necesarios si alguien se anima a investigar el tema), la Tawshiya
(preludio instrumental) del movimiento Dary de la Nawba
Al-Istihlál sirvió de
inspiración (¿plagio?), -o se le atribuye a él por ser el primero que la registró-, al
compositor iliturgitano y director de la Real Capilla de Música
Manuel de Espinosa de los
Monteros para que compusiera
en el siglo XVIII la Marcha de Granaderos, adoptada por Carlos III como Marcha de Honor en los festejos oficiales, que más tarde pasaría a
ser Marcha Real y con el tiempo Himno de España.
La pieza se atribuye a Ibn
Bayyah, de nombre completo Abu Bakr Muhammad ibn Yahya ibn al-Sa'ig
ibn Bayyah, más conocido como Avempace, que fue un filósofo de
Al-Andalus, nacido en Zaragoza, capital de la Taifa de Saraqusta, y
muerto en Fez, que cultivó además la medicina, la poesía, la
física la botánica, la música y la astronomía. La partitura de la Tawshiya
o preludio de la Nuba Al-Istihlál de Avempace (siglo XI), con arreglos
contemporáneos de Omar Metiou y Eduardo Paniagua, guarda una
similitud absoluta con la marcha granadera (siglo XVIII) que es hoy
himno oficial de España. Por eso el himno español no tiene letra:
porque nunca la tuvo. ¿Es realmente necesario añadirla artificialmente
Curiosamente, esta hermosa
y, para nosotros, familiar introducción de la nuba con las notas
clave del actual himno de España se interpreta en el norte de África
en señal de hospitalidad para el recién llegado, no porque éste sea español y se le homenajee. Repetimos la
solución del enigma: el himno de España no tiene letra porque jamás
la tuvo. Procede de una estrofa instrumental de una nuba andalusí, no cantada.
Desde que Isabel II la
decretó como himno oficial, la Marcha Real ha sido el himno de España, con la
excepción del Trienio Liberal (1820-1823), la Primera República
(1873-1874), cuando disfrutó de cooficialidad, y la Segunda República
(1931-1939), en cuyos períodos se adoptó el Himno de Riego. El general
Franco restableció su oficialidad durante
la guerra (in)civil en la zona bajo su control, en un decreto de 1937, ratificado en el Boletín Oficial del Estado una vez
finalizada la contienda, en 1942, y hasta hoy. Se asegura, desde el punto de vista estrictamente musical, que la mejor versión del himno fue la que hizo en 1857 el compositor ruso integrado en el Grupo de los Cinco (junto con Cui, Mussorgsy, Rimsky-Korsakov y Borodin, uno de los máximos exponentes del movimiento nacionalista romántico musical ruso) Mily Balakirev, que compuso una Obertura para orquesta sobre el tema de una marcha española, op.6, concretamente con variaciones sobre el tema de la Marcha de Granaderos. El motivo por el que esta obra de Balakirev permanece casi desconocida, incluso en círculos musicales, posiblemente tenga que ver con el endémico divorcio entre Cultura y Poder: ¿como va a divulgarse sin más una Obertura Musical de alguien conocido por su dedicación al folklore ruso basada en una composición representativa de las esencias patrias?
Así pues, el verdadero origen del Himno de España no provendría de una marcha militar extranjera (prusiana) del siglo XVIII, ni de la orquestación que hizo en 1908 Bartolomé Pérez Casas (y por la que se estuvieron pagando royalties hasta 1997), ni de la pavana de Enríquez de Valderrábano para Fernando el Católico y no representa per se al patriotismo rancio y fascista del nacional catolicismo que leíamos en el Yo soy español, sino, en su origen, a un concepto de España laico, multicultural, humanista, pacifista y poético, con el que todos deberíamos identificarnos en pleno siglo XXI toda vez que la fuente, la música andalusí, es producto de su propia cultura, entendiendo por ésta, el conjunto de ideas, creencias religiosas, ciencias, artes, tradiciones, impresiones, mentalidad y costumbres que formaron y caracterizaron el estado social de Al-Andalus. España es una noción (una entelequia, dicen algunos) pero, de las dos antedichas, toca elegir a cuál de las dos adscribirse. Claro, que siempre hay quien sólo se adscribe, en cualquier circunstancia, al "Yo soy ajpañó, ajpañó, ajpañó". Y así nos va.
Así pues, el verdadero origen del Himno de España no provendría de una marcha militar extranjera (prusiana) del siglo XVIII, ni de la orquestación que hizo en 1908 Bartolomé Pérez Casas (y por la que se estuvieron pagando royalties hasta 1997), ni de la pavana de Enríquez de Valderrábano para Fernando el Católico y no representa per se al patriotismo rancio y fascista del nacional catolicismo que leíamos en el Yo soy español, sino, en su origen, a un concepto de España laico, multicultural, humanista, pacifista y poético, con el que todos deberíamos identificarnos en pleno siglo XXI toda vez que la fuente, la música andalusí, es producto de su propia cultura, entendiendo por ésta, el conjunto de ideas, creencias religiosas, ciencias, artes, tradiciones, impresiones, mentalidad y costumbres que formaron y caracterizaron el estado social de Al-Andalus. España es una noción (una entelequia, dicen algunos) pero, de las dos antedichas, toca elegir a cuál de las dos adscribirse. Claro, que siempre hay quien sólo se adscribe, en cualquier circunstancia, al "Yo soy ajpañó, ajpañó, ajpañó". Y así nos va.
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