Una de las características de este tiempo de confinamiento al que nos hemos visto obligados
para evitar, dentro de lo posible, la propagación de ese virus desconocido, parece que de la
familia de los coronavirus, bautizado como Covid-19, que se ha presentado por sorpresa y
con efectos de pandemia, ha sido que, los días finales, para atajar el aburrimiento que se
imponía pese a la creación de rutinas imaginativas, hemos recuperado algunas lecturas que
ya creíamos olvidadas. Mano de santo, en algún caso. Es lo que ha pasado releyendo La
edad de la duda, una de las novelas protagonizadas por el detective Salvo Montalbano, de
Andrea Camilleri (que precisamente hoy, mira por dónde, cumpliría años), experiencia que,
a riesgo de que estas líneas se parezcan a una crítica literaria y se confundan con ella, me
atrevo a compartir con vosotr@s.
Suelo leerme todas las obras de tema social (o, como dice el autor, «novelas sin estilo
predeterminado», que son una joya dentro del panorama actual de la literatura. Son de breve
extensión y abordan temas tan diferentes como la novela costumbrista o los temas intimistas
o de mafias) de Andrea Camilleri, uno de los más grandes escritores italianos pero, al no ser
yo un gran devorador de novela negra, aquellas que escribe este autor con protagonismo del
comisario Montalbano, novelas negras per se, suelo caer en ellas sólo de vez en cuando. No
es que el personaje que, con su nombre, homenajea al escritor español Manuel Vázquez
Montalbán no sea atrayente, que sí lo es, es que la estructura de la clásica novela negra me
parece repetitiva y aburrida. Salvo… ciertas excepciones. Y Andrea Camilleri, claro está, es
una de ellas.
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Camilleri (derecha) y Vázquez Montalbán. |
Pero, contextualicemos; Andrea Camilleri, que murió ahora hace un año (1925 - 2019), fue un
guionista, director teatral y novelista italiano con más de 100 libros escritos. Maestro de la
novela negra y creador de la mítica saga del detective Salvo Montalbano, que vendió más de
30 millones de ejemplares, sufrió en sus carnes discriminación por razones políticas ya que,
de joven, participó con éxito en un concurso para ser funcionario en la Radio Televisión
Italiana (RAI) y no fue seleccionado por ser comunista declarado. Sin embargo, algunos años
más tarde entraría en la propia RAI a la vez que ejercía como profesor en la Academia de
Arte Dramático y en el Centro Experimental de Cinematografía, ambos de Roma.
Como escritor, Camilleri es un autor tardío: en 1978, debutó en la narrativa con El curso de
las cosas ("Il corso delle cose"), que terminó siendo un fracaso y en 1980 publicó Un hilo de
humo ("Un filo di fumo"), primer libro de una serie de novelas ambientadas en la ciudad
imaginaria siciliana de Vigàta (algo así como el Macondo de García Márquez), entre fines del
siglo XIX e inicios del siglo XX. Luego de retirarse de la escritura por más de diez años,
Camilleri regresa con lo que será su obra consagratoria: en 1994, con casi 70 años, publicó
La forma del agua ("La forma dell'acqua"), primera novela de la serie protagonizada por el
Comisario Montalbano (nombre elegido como homenaje al escritor español Manuel Vázquez
Montalbán). Gracias a esta serie de novelas policíacas, el autor se convirtió en uno de los
escritores de mayor éxito de su país y el personaje se convirtió en un héroe nacional en Italia.
La saga Montalbano, que comenzó, como ya se ha anotado, como un homenaje a Manuel
Vázquez Montalbán (creador del detective Pepe Carvalho y gastrónomo empedernido, como
Camilleri), terminó tomando vuelo propio; con más de una treintena de novelas, de las que la
releída es la número 18, la serie se convierte en un fenómeno literario. En el año 2014,
Camilleri es galardonado precisamente con el Premio de novela negra Pepe Carvalho y,
además de éste, el escritor italiano recibió otros reconocimientos importantes. Por otra parte,
en el año 2003 fue nombrado gran oficial de la Orden del Mérito por Italia y en el 2008 ganó el
Premio RBA de Novela Negra en España con “La muerte de Amalia Sacerdote”, su primer
thriller sin la presencia de Montalbano.
Y vamos con la relectura de La edad de la duda (L'età del dubbio), novela que hace el
número 18 en la serie Montalbano. Dice la reseña literaria:
“Con las primeras luces del alba, el comisario Salvo Montalbano se despierta sobresaltado
por una pesadilla angustiosa. En ella, la capilla ardiente de su propio funeral se instala en su
despacho y todos sus compañeros de trabajo le dan las condolencias por su reciente
fallecimiento. Y lo peor es que Livia le comunica que no tiene intención de asistir al entierro,
pues aunque lo ha amado tanto en vida, no puede «desaprovechar esa oportunidad».
Pero las zozobras íntimas del comisario quedan en segundo plano cuando la llegada al puerto
de Vigàta de un misterioso velero de lujo coincide con el hallazgo de un cadáver con el rostro
desfigurado. Montalbano se pone manos a la obra y pronto se verá inmerso en una
investigación de muy hondo calado, en la que el tráfico de diamantes africanos desempeña
un papel fundamental. En palabras del propio autor, ésta no sólo es la aventura más «marina»
del comisario, sino que por primera vez trabaja codo a codo con una mujer policía. ¡Y qué
mujer! La joven teniente Laura Belladonna es de una simpatía irresistible y una belleza
magnética. Igual que Petrarca, para Montalbano Laura es el «dulce error», el deseo nunca
consumado, aunque sí correspondido, que lo situará frente a frente con su conciencia. La
proverbial lucidez de Salvo no le bastará esta vez para librarse de algunos de los fantasmas
que lo atenazan, por lo que deberá acudir en busca de consuelo a la trattoria de Enzo, quizá
con más frecuencia de la habitual”.
Salvo Montalbano, digámoslo, es comisario de una pequeña ciudad en Sicilia, con una gran
capacidad para resolver crímenes sólo igualada por sus ganas de comer, beber un poco de
vino y disfrutar de las mujeres, aunque, como bien dice el título del libro, esté ya en la edad
de la duda ya que ha cumplido los 50 y tiene dudas sobre el amor y la fidelidad; como buen
macho latino que es “mete la pata” hasta el fondo creyendo que puede enamorar a una
gacela ... Y es que Montalbano, inmerso en una relación cada vez más distante y, por
momentos, irreal, pierde a veces el norte en cuanto a sus sentimientos y sus impulsos,
dejándose llevar a mundos imaginarios, y lujuriosos, por mujeres jóvenes de hermosas
facciones. En La edad de la duda le pasa algo así, claro que, como siempre en las novelas
de Camilleri, la vida privada del comisario es indisoluble de sus acciones para resolver un
crimen. Aquí nos encontramos con una intriga en la que se ve envuelto el cadáver de un
desconocido que un velero de lujo ha recogido cerca del puerto de Vigàta, tan cerca que es
responsabilidad suya y no de las autoridades marítimas encontrar al culpable. Mientras
intenta librarse de la burocracia y juega, muy al límite, con la paciencia de sus superiores,
Montalbano, muchas veces emparejado a un Peter Sellers tan inútil como en «La Pantera
Rosa», irá pensando sus movimientos mientras desgrana menú tras menú en la trattoria de
Enzo. Hay ocasiones en las que cabe pensar que Camilleri pronto nos escribiría La edad del
infarto con Montalbano en el hospital.
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La Sicilia de Montalbano.
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La edad de la duda contiene todos los ingredientes que tan famoso han hecho al escritor en
el mundo: novela clásica de temas negros con muertos inexplicables y detectives algo torpes,
una pequeña trama de amor que cabalga a través de sus obras y el olor y sabor de la cocina
italiana pero, sobre todo, siciliana. Y estos sabios ingredientes, que tan bien maneja, son los
hilos que tejen una de las más cómicas obras del autor; es un libro que se lee en apenas
unas horas y que divierte como el resto de la serie de libros de Camilleri. Rápido, inteligente y
con diálogos antológicos. La soltura con la que Andrea Camilleri maneja a los personajes, de
los cuales no hay uno que se le vaya de las manos, y la profusión de diálogos deliciosos y
sugerentes, hace de esta obra una fresca compañía de verano y un acicate para rebuscar en
su producción más novelas para deleitar nuestro tiempo confinados. Es de elogio una persona
de su edad en el momento de la escritura, con esa capacidad de creación de historias, todas
ellas de muy diferente factura, y de gran nivel literario y de entretenimiento. Una nueva
muestra de que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Por fortuna, todavía tengo unos cuantos
libros de Montalbano por releer. Más que recomendable.
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