Por esas circunstancias extrañas de buscar la mejor manera de sortear como buenamente se
pueda esto del encierro (voluntario y consciente o no) a que nos obliga intentar frenar los
contagios en la pandemia de Covid-19, he tenido la ocasión de releer un libro escrito por
Mateo Madridejos1 y publicado en la fallida (sólo salieron 12 números, monográficos)
colección Testimonio – Ayer, hoy y mañana en la Historia de la desaparecida Editorial
Bruguera en 1975: Un cáncer llamado nazismo, referido, naturalmente, a analizar el auge
de la ideología del régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945, con la llegada al poder del
Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), o sea, el partido nazi de Adolf Hitler que,
constituido como formación política en 1920, es una forma de fascismo que demostró un
rechazo ideológico hacia el marxismo, la democracia liberal y el sistema parlamentario y
mediante el que Hitler instituyó una dictadura, el autoproclamado Tercer Reich.
La lectura del libro provoca inquietantes y continuos sobresaltos en el lector por la analogía
que se puede hacer entre algunas cosas de hace alrededor de un siglo que se están
narrando/analizando en él y algunos aspectos de actualidad de alguna formación que se
llama política de hoy, cuarenta y cinco años después de su publicación. De acuerdo que
cuando se escribió el libro España era otra: en esos años se produjeron importantes cambios
sociales propiciados por hechos, aparentemente aislados pero que, vistos en perspectiva
temporal, ofrecen el retrato de una sociedad en ebullición: por recordar alguno de estos
hechos, fue asesinado el Presidente de Gobierno Luis Carrero Blanco, falleció Franco en el
hospital, de muerte natural, se legalizó el Partido Comunista, empezamos a ser demócratas y
elaboramos la Constitución. Y a pesar de la llegada de las urnas, se recrudeció el terrorismo
en España, con ETA, y en el mundo, con organizaciones de todos los extremos.
Mítines masivos de políticos que venían del exilio o la clandestinidad (Santiago Carrillo),
estudiantes enfrentándose a los 'grises', torsos desnudos y pechos al aire desafiando la moral
imperante, proclamas feministas de mujeres condenadas a ser el reposo de guerrero en la
España franquista y toda una generación construyendo sueños y utopías, exigiendo cambios
radicales. Tan radicales como, en el caso de las mujeres, el uso de la píldora anticonceptiva,
que se había lanzado a finales de los sesenta y que permitió que perdieran el miedo al
embarazo no deseado y que el sexo pasara a tener una función no solo reproductiva, sino
lúdica y recreativa, como ya lo era para el hombre. Las feministas salieron a la calle y pusieron
las bases de la lucha actual, que sigue, contra la sociedad patriarcal: la independencia de la
mujer frente a la obligada sumisión al hombre, la equiparación de derechos entre sexos, el
reconocimiento de la diferencia y la constatación de que la iglesia católica ya no podía seguir
decidiendo como debían ser las relaciones familiares y el comportamiento colectivo.
En definitiva, la sociedad vivía en el convencimiento de que se asistía al final de un ciclo
oscuro y todo estaba impregnado de un aroma de ansias de libertad; desde que se publicó el
libro, la historia de España ha registrado un cambio profundo en la política, la economía y la
sociedad, inmersa en un proceso de transformación y modernización. Por eso causa asombro
comprobar que en ciertas cosas parece que estemos instalados en un bucle que se repite
cada tiempo sin que lo advirtamos y lo que se escribió entonces es aplicable a temas actuales
y es que el libro es una crónica de la historia, en este caso de Alemania, con todos sus
protagonistas, desde el inicio de la I Guerra Mundial hasta la llegada de Adolf Hitler al poder,
analizando que esto no es un accidente histórico pero tampoco una fatalidad inevitable.
Hitler "acatando" la República de Weimar ante Hindenburg.
El libro desarrolla básicamente tres factores: la abdicación y huida de Guillermo II, último
rey/kaiser de Alemania, la negativa alemana a aceptar las duras condiciones impuestas por el
Tratado de Versalles tras la derrota en la Guerra y la represión sangrienta al alzamiento
espartaquista (posterior Partido Comunista) como los frágiles cimientos sobre los que se
sustentó la República de Weimar, que desaparecería con el nazismo, que tenía éste una
preparación política coherente, con lo que el autor demuestra que su auge no fue
consecuencia de las deficiencias de la democracia. Hitler así fue solo el instrumento (excesivo
en el resultado) de una derecha clásica y autoritaria.
En cuanto a las analogías halladas, nada mejor que reproducir algunas conclusiones del
propio Madridejos al final de la obra.
- La responsabilidad no puede diluirse en fórmulas abstractas – el espíritu democrático
desfalleciente – ni tampoco en las defectuosas instituciones de la República; ni siquiera debe
adjudicarse esencialmente a las personalidades que dirigieron la conspiración final, por muy
decisiva que fuera su actuación.
- La solución nazi no fue una consecuencia de las deficiencias estructurales de la democracia…
Desde 1929 no se intentó en serio una alternativa parlamentaria al régimen presidencial. En un
régimen parlamentario, el hecho de que Hitler fuera el jefe del partido más numeroso no le
concedía el derecho a la cancillería; durante la misma República, la socialdemocracia, que fue
el partido de mayoría relativa hasta 1930, no asumió necesariamente las máximas
responsabilidades políticas.
- La ascensión del nacionalsocialismo sería inexplicable sin la crisis de 1929, en un partido de
masas de las clases medias aterrorizadas ante el espectro de la proletarización. El paro masivo
no fue más que el índice de la agravación de la crisis, y ya hemos visto el paralelismo entre las
curvas de desempleo y los progresos electorales del NSDAP.
- El apoyo material de la gran industria y el latifundismo fue decisivo. Sería simplista, como han
pretendido algunos divulgadores marxistas, considerar que la gran burguesía trabajó desde un
principio en favor del nazismo pero, coincidiendo con la crisis económica, es evidente que la
gran industria vio en Hitler la mejor solución a sus problemas. La Reichsverband der deutschen
Industrie (Liga de la industria alemana), según se desprende incluso de sus manifestaciones
públicas, jugó la carta hitleriana porque, como refiere Thyssen, deseaba “una economía sana
dentro de un Estado fuerte”, es decir, un régimen autoritario al servicio de los intereses de
clase que, al liquidar las apariencias democráticas, asestara un golpe al movimiento obrero.
- En el orden político, la máxima responsabilidad incumbe, sin duda, a la derecha clásica,
pangermanista y autoritaria, que creyó haber encontrado en Hitler el aliado ideal para
derrumbar a la República. Pero no hay que olvidar que la claudicación de la socialdemocracia,
la ineficacia de los gobiernos burgueses y la querella entre socialistas y comunistas impidieron
la creación de las bases necesarias para una alternativa democrática.
- La conjura reaccionaria de los últimos meses no hubiera triunfado, en último extremo, sin el
apoyo de la industria, la banca, los latifundistas y casi el cuarenta por ciento de los ciudadanos
alemanes que, defraudados por la República, se pronunciaron por “el cambio”.
Escrito hace cuarenta y cinco años analizando hechos ocurridos hace un siglo, no lo olvidemos.
Y, con algún matiz, parece actual. Eso quiere decir que no hemos evolucionado y, si eso es así,
echa por tierra el mito de la transición, considerado como el tiempo en el que el país dejó atrás
el régimen dictatorial del general Francisco Franco y pasó a regirse por una Constitución que
restauraba la democracia. Hay cada vez más voces de expertos que mantienen que la
transición política española es, cuando menos, cuestionable, cuando no es que afirman
abiertamente que no ha existido porque, si bien es cierto que ahora se vota cada cuatro años
(en teoría), cosa que, evidentemente, no ocurría en la dictadura, las clases (y familias)
dirigentes son las mismas, los Poderes e incluso su ideología se mantienen como en la
dictadura, los medios, en general, no han evolucionado, las leyes “que atentan contra el
establishment” son las mismas que hace doscientos años pese a las revisiones posteriores
del Código Penal, etc.
Que cada uno, con la recomendable lectura y ante la actualidad de la obra de Madridejos,
saque sus propias conclusiones.
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1Nacido en Quesada (Jaén), Graduado en Periodismo y Licenciado en Derecho e Historia Moderna y Contemporánea, Profesor de Derecho político de la Universidad de Barcelona, encargado de un seminario sobre la II República española y la guerra civil e historia viva de la prensa barcelonesa, comentarista de política internacional . Cronista y corresponsal extranjero del desaparecido diario Tele-Exprés y la también extinta revista Destino, entre sus primeras misiones profesionales se cuentan el seguimiento de la Guerra de los Seis Días (junio de 1967) desde Israel y de la revuelta de mayo-junio de 1968 desde París sobre cuyos acontecimientos preparó un libro prohibido por la censura de entonces. Subdirector del desaparecido diario “de tarde” El Noticiero Universal y de La Hoja del Lunes. Redactor jefe de El Periódico de Catalunya y jefe de Internacional de El Observador.
Testigo de los principales acontecimientos europeos de los últimos 30 años, es autor de monografías sobre el Estado de Israel, la V República francesa, las elecciones norteamericanas, la OTAN y la historia de la guerra fría, y escribió uno de los primeros libros sobre el proceso de cambio impulsado en la antigua Unión Soviética por Mijail Gorbachov, La sonrisa de la perestroika, tras un prolongado viaje por la URSS. Entre sus ensayos sobre cuestiones internacionales destacan: Colonialismo y neocolonialismo (1973), Un cáncer llamado nazismo (1975), cuya relectura ha provocado estas líneas, La caída del muro. Del comunismo a la democracia (1990), Oriente y Occidente. Dos mundos en conflicto (2001) y Europa, de 15 a 25 (2005),
En 1986, con ocasión del cincuentenario de la guerra civil española, publicó por fascículos, en El Periódico de Catalunya, el coleccionable La guerra de todos, luego editado en libro, que alcanzó una gran difusión. En 2006 publicó Diccionario onomástico de la guerra civil, en el que recoge las biografías de 334 protagonistas de aquella tragedia ya lejana en teoría, pero que sigue pesando en el imaginario colectivo de los españoles.
Buenos días Miguel, veo que andamos ambos tratando de encontrar en la Historia algo que justifique los extraños derroteros por los que se deslizan nuestros días y que también ambos estamos desembocando en una ribera que no parece tan novedosa como aparenta y que posiblemente, ojala y nos equivoquemos, sea una vez mas la repetición de lecciones ya estudiadas aunque no aprendidas. Un abrazo
ResponderEliminarEs duro, pero es una evidencia que la historia se repite. Lo que indigna es que se repita porque se ocultan cosas.
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