Les Luthiers es un afamado grupo cómico-musical (lo de “es” es un piadoso eufemismo porque
el grupo nunca será el que fue, tras la muerte de Daniel Rabinovich primero y de Marcos
Mundstock después, dos de los personajes más emblemáticos de la formación, pese a que
fueron sustituidos), de origen argentino aunque en 2012 se les concedió también la ciudadanía
española por carta de naturaleza, una concesión especial a personas de particulares méritos;
además, en 2017, coincidiendo con sus 50 años de carrera, ganan el Premio Princesa de
Asturias de Comunicación y Humanidades. Les Luthiers, nacido como "I Musicisti" para unas
minorías cultas, dejó de ser un secreto bien guardado en la década de los 70 del siglo pasado
y ya hacia la década de los 80 les llegó el éxito popular, convirtiéndose en un clásico viviente
del humor. Nacieron con ellos personajes entrañables como el maestro Johann Sebastian
Mastropiero, al que nos referiremos, y los juegos de palabras dieron vida a piezas como
Dilema de Amor (cumbia epistemológica) o a conversaciones delirantes como la que antecede
a El negro quiere bailar (Pas de merengue). Esto sumado a la invención de instrumentos, que
llamaron “informales” e interpretación del género musical que se les viniera en gana.
Les Luthiers presentaron en reiteradas ocasiones como eje de sus sketchs o incluso de
algunos de sus espectáculos, como se ha puntado, a un personaje prototípico: Johann
Sebastian Mastropiero1. compositor musical ficticio, una sátira de los compositores clásicos,
tomando los nombres del popular Johann Sebastian Bach y el apellido de un antiguo personaje
inventado por Marcos Mundstock, llamado Freddy Mastropiero. Este “compositor” surgió a
comienzos de la década de 1960 en un manuscrito que Marcos Mundstock dictó a Horacio
López (conocido como Tato López, periodista y escritor uruguayo) en un bar, aunque apareció
por primera vez al público en el año 1968, en el programa televisivo Todos somos mala gente.
En la presentación del personaje, el Bolero de Mastropiero, Ernesto Acher, uno de los históricos
componente de Les Luthiers, deslizó en su monólogo "La vida es el constante fluir de los
opuestos... odio y amor... placer y dolor... Ortega y Gasset", dando a entender una única
interpretación del uso de la conjunción copulativa “y” como separadora de grupos de palabras
y/o conceptos, por lo que resulta jocoso el resultado, pero, bien mirado, ¿qué pinta la “y” entre
los apellidos de una persona?; es más, ¿por qué Felipe González Márquez junto a Francisco
Tomás y Valiente, pongamos por caso?
La verdad es que hay una cierta confusión sobre si los españoles debemos/podemos separar
nuestros dos apellidos con la partícula «y» (ya no conjunción) y se cuestiona si es sólo por
esnobismo o si realmente existe alguna disposición legal al respecto, pero las propias
autoridades echan su granito de arena a la confusión, ya que, en España, en el Registro Civil
el primer y el segundo apellidos necesariamente se inscribían intercalando la "y", dado que
era un requisito legal para diferenciarlos. Este requisito se ha perdido con la modificación de
este artículo en el año 20002.El origen de esta duda se debe, pues, a lo que disponía el
Registro Civil al determinar que en todas las inscripciones los apellidos se expresarán
intercalando la copulativa ”y”; el motivo de esta disposición se debió, en realidad, a una
cuestión práctica ya que desde 1861 se había legislado por la Administración española que en
los instrumentos públicos los individuos debían figurar con sus apellidos paterno y materno y,
como señala un manual legislativo de ese mismo año, no debe omitirse nunca la consonante
«y» entre el apellido paterno y materno, porque en España son muy frecuentes los apellidos
dobles. El Registro Civil sigue esta misma recomendación por su evidente utilidad, pero el
hecho es que ninguna norma ha establecido nunca que los españoles deben usar dos
apellidos separados por una “y”. Es decir, desde el XIX se ha empleado esta solución en los
documentos administrativos para que se distinga claramente cual es el primer y el segundo
apellido de cada persona. Por si quedasen dudas, pero para aumentar el mareo del personal,
desde el año 2000 se ha eliminado el segundo párrafo del artículo donde se recogía esta
práctica de separar con una “y” los apellidos en las anotaciones del Registro (ver Nota al Pie 1).
La reforma suprime el párrafo pero no alude, obviamente, a que desde ese año los españoles
deban dejar de usar la “y” entre apellidos ya que ni fue ese el objetivo en su inicio ni ahora se
pretende suprimir.
¿Por qué históricamente algunas personas han separado sus apellidos con una “y”? Hasta el
siglo XIX, en el que se fue fijando lo que hoy consideramos normal, esto es, el uso de dos y
solo dos apellidos, paterno y materno, las personas decidían con cuantos apellidos querían ser
conocidos y, dentro de esa libertad, estaba el uso de la partícula “y” para separarlos, pero no
formaba parte de éstos. En algunos casos, además, se trataba de apellidos que iban
precedidos por la partícula «de», por lo se quería evitar una reiteración cacofónica; era más
apropiado decir Lope de Vega y Carpio que Lope de Vega de Carpio, o Miguel de Cervantes y
Saavedra en vez de Miguel de Cervantes de Saavedra. Curiosamente, de los citados, ninguno
incluía la separación “y” en su rúbrica, como se puede comprobar en los documentos que se
conservan. Y, ¿Por qué hay personas que usan “y” actualmente entre sus apellidos? La
partícula es usada de forma personal, que no oficial, por dos motivos; por una parte, se utiliza
en las personas cuyo primer apellido puede ser también un nombre de pila, para evitar
confusiones (entre los casos más conocidos podemos citar al científico Santiago Ramón y
Cajal, al escritor José María Gabriel y Galán o al jurista Francisco Tomás y Valiente). También
es útil, como en tiempos pasados, para que no se produzca la reiteración de la partícula «de»
cuando ésta precede a los dos apellidos, por ejemplo, Felipe de Borbón y Grecia o José María
de Oriol y Urquijo. Teniendo en cuenta que actualmente muy pocos apellidos españoles
empiezan por «de», la coincidencia de ambos muy rara vez se produce. Salvo estos dos
supuestos, el uso de la partícula “y” que hacen algunas personas al indicar/separar sus
apellidos es algo meramente estético, sin ningún otro fundamento oficial, y que cada cual lo
califique, en cada caso, de esnobismo, presunción o simple coquetería…
Precisamente del citado Santiago Ramón y Cajal, hace mucho tiempo leí un artículo del que, lo
siento, no recuerdo el autor, con el nombre de “La y que repudió Cajal”, centrado en la
personalidad de nuestro Nobel y en su aversión a determinados signos externos de clase
social, como podría interpretarse de la dichosa partícula, de modo que el nombre que él mismo
usaba era "Santiago Ramón Cajal" (sin la “y”), y muy esporádicamente, por ejemplo en su libro
"Recuerdos de mi vida", usaba "Santiago Ramón y Cajal", añadiendo la "y" entre los dos
apellidos. Pese a ser nacido en una localidad navarra, toda su familia se trasladó a Zaragoza
siendo él muy joven y, por lo que respecta al nombre, este modo de nombrar tiene tradición en
Aragón y evita malentendidos, ya que su primer apellido también es un nombre de pila (en
muchos círculos extranjeros se le nombra solo por su segundo apellido, "Cajal") Para acabar
de liarlo, su segundo nombre de pila era Felipe, y su nombre completo era, por tanto, Santiago
Felipe Ramón Cajal.
Ya que hablamos de territorios diferentes dentro de las Españas ¿Por qué en Cataluña se ha
extendido la separación entre apellidos mediante la «i»? No es una simple traducción de la “y”
y la historia es diferente aunque la consecuencia actual de uso sea similar; la actual ley
catalana permite registrar y usar entre los dos apellidos una «i», algo que se ha convertido,
muy curiosamente, en una cierta señal de identidad catalana. En realidad el sistema tradicional
de apellidos en Cataluña era parecido al de otros países europeos donde la mujer perdía su
apellido al casarse, adoptando el del marido, de modo que se solía usar un único apellido
común para los esposos, el del varón. Excepcionalmente, y no en todos los casos, si casaba
un hereu3 y una pubilla (heredero, por lo general, primogénito, y heredera de sus respectivas
familias) el hijo de ambos podía usar ambos apellidos separados por una «i», para denotar su
doble herencia de progenitores de abolengo a un mismo nivel, uso que decaía en las siguientes
generaciones. Por influencia de la normativa del resto de España, comenzaron las casadas
catalanas a mantener su apellido, de forma secundaria en un principio y plena después. En el
siglo XIX se generalizaría en toda España, Cataluña incluida, el uso del doble apellido paterno
y materno, surgiendo la citada norma administrativa española de separarlos mediante “y” en
los documentos oficiales . De este modo, el uso de la «i» entre apellidos lo que hace aparente
y oficialmente es adaptar a la lengua catalana un uso español que posteriormente se reguló
para una mejor identificación de los individuos ante la Administración, prescindiendo del
diferente origen histórico de ambos casos.
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1El personaje de Mastropiero es, cuando menos, ambiguo, y los recursos del lenguaje, con o sin él, envidiables. La columna vertebral de la ponencia de Marcos Mundstocken el Congreso Internacional de la Lengua Española, ejemplifica muy bien esos juegos de palabras con la exuberancia y las ambigüedades del idioma. Lo que se dice va más allá del significado exacto de las palabras y cobran sentido dentro del contexto. Y lo mismo sucede con las continuas invenciones de expresiones o neologismo respecto de Mastropiero que tanto caracterizaron la trayectoria del grupo: “Siento por Mastropiero una relación amor-odio, una relación Amorroidal”, sentenció Daniel Rabinovich en alguna presentación.
2En la anterior versión del art. 194 del Reglamento del Registro Civil español (1958): Apellido paterno es el primero del padre; materno, el primero de los personales de la madre aunque sea extranjera. En el Registro, uno y otro, se expresarán intercalando la copulativa "y".
3La verdad es que la figura del “hereu” trasciende el concepto de “heredero” en el resto de España. El hereu es la persona designada para recibir una herencia, siendo propio el otorgar los bienes familiares al hijo mayor. La figura surge en la Edad Media por la necesidad de evitar la división del patrimonio familiar y mantener la economía familiar, basada entonces en la agricultura. De acuerdo con el Código Civil de Cataluña (antes Código de sucesiones), para la validez de un testamento es imprescindible que contenga la designación de un heredero (o más de uno) La figura del heredero elegido para que la casa perviviera, frente al resto de los hijos, ha evolucionado como la sociedad, aunque los perjudicados no entendían que se mantuviera por la supervivencia del patrimonio mientras en otras zonas de España se repartía la herencia a partes iguales entre los hijos.
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