Dice el conocido refrán que “El hábito no hace el monje”, entendiendo aquí por hábito la
apariencia física, el traje, usualmente talar, que visten los miembros de una orden religiosa,
pero si hábito lo entendemos como dicen las ciencias del comportamiento (la psicología), esto
es, cualquier conducta repetida regularmente, la cosa cambia, y los hábitos, seguramente, SÍ
hacen el monje. Hace pocas fechas reflexionábamos sobre las rutinas y su importancia al hilo
de esta pandemia, y hoy damos un paso más y lo hacemos (con la misma “excusa”, la de la
pandemia) sobre lo que llamamos hábitos de vida y su relevancia para nuestra cotidianidad y
para nuestro futuro saludable.
Desde el punto de vista psicológico, podemos afirmar que el ser humano es capaz de
acostumbrarse a una acción, al punto de necesitarla para estar bien consigo mismo. Cuando
una persona cambia, por ejemplo, algún objeto al cual está habituado, sentirá automáticamente
incomodidad con lo nuevo, ya que esta cosa que reemplazó, se adaptaba a sus necesidades
y gustos; a todos nos ha pasado que si cambiamos el colchón de nuestras camas, la rigidez
del nuevo nos hace extrañar el viejo cuya forma se amolda al cuerpo. Cuando el ser humano
se siente cómodo, no tendrá reparo en seguir disfrutando de esa comodidad, los hábitos
afectivos por ejemplo, si una persona se siente cómoda con otra, nacerán sentimientos al
punto que compartirá con estos el tiempo que se disponga, será un hábito vivir con esa
persona, lo mismo pasa con los hábitos morales, la conducta del ser humano se basa en
principios fundamentados en la sociedad, hacer el bien o hacer el mal, se puede sin problema
alguno llegar a ser habitual entre ellos.
Nos referimos, pues, a un hábito cuando hablamos de un acto que tomamos por costumbre,
una acción que alguien realiza tantas veces que «Se vuelve un habito para ella«, Los hábitos,
por lo general, son movimientos sencillos de las personas para complementar su vida de
momentos y funciones, muchas veces un hábito puede ser una distracción para quien lo
realiza, son costumbres, propias del ser humanas que se adaptan al entorno que los rodea.
Los hábitos pueden ser los corresponsales de una manía, la cual llega a convertirse en
obsesión en ciertos casos.
Las rutinas tienen una mala fama que es en parte merecida: aburren y ahogan, además de ser
responsables de que nos dé la impresión de que el tiempo pasa cada vez más deprisa. Al fin
y al cabo, si no hacemos nada memorable, ¿por qué íbamos a distinguir el jueves del
miércoles? ¿O nunca ha pasado eso de perder la cuenta de qué día de la semana es? El
hábito, a diferencia de las rutinas, es cualquier comportamiento aprendido (no es innato, no
nacemos con ningún hábito) y asumido mediante la repetición consciente, que se realiza al
final de forma habitual y automática sin apenas pensar en ello. Es un elemento básico del
aprendizaje humano. Según los científicos los hábitos, sean positivos o nocivos, se crean
porque el cerebro siempre busca la forma de ahorrar esfuerzo, intenta modificar cualquier
rutina en un hábito para ahorrar tiempo y energía. Esto tiene el beneficio de que un cerebro
eficiente no necesita tanto espacio, y, además, al automatizar ciertas conductas elegidas, su
realización se hace rápida y certera, y al no tener que concentrarse en ellas, podemos
destinar más tiempo y energía en otras cosas como experimentar e inventar. Si el organismo
tuviera que responder a toda la cantidad de estímulos que se da en cualquier situación la
conducta sería caótica, por lo que la habituación tiene un valor evolutivo al contribuir a la
adaptabilidad del organismo, que responde a los estímulos que para él son más relevantes.
Wiliam James, filósofo considerado padre de la psicología moderna, en 1890 publicó un
artículo llamado “El hábito” dentro de su obra “Principios de la psicología” en el que se basó
en dos ideas principales:
- 1. La formación de hábitos como pilar fundamental sobre el que se edifica el desarrollo
físico y mental de las personas, y
- 2. El concepto del ego dinámico, que abandona la idea de un ego estático para aceptar la
corriente de la conciencia.
En el encabezamiento del capítulo escribe: «Siémbrese una acción y se recogerá un hábito;
siémbrese un hábito y se recogerá un carácter; siémbrese un carácter y se recogerá un
destino». También decía que «Toda nuestra vida no es sino una masa de hábitos (prácticos,
emocionales e intelectuales) sistemáticamente organizados para bien o para mal, que nos
lleva irresistiblemente hacia nuestro destino, sea este lo que fuere». Para James adquirir un
hábito consiste en transformar nuestros automatismos innatos por otros que se adapten mejor
a nuestra realidad, haciendo que nuestro sistema nervioso pase a ser nuestro socio en vez de
nuestro adversario. Y para conseguirlo debemos repetir el mayor número posible de
actividades útiles y provechosas que seamos capaces, y hacerlo lo antes posible para prevenir
se infiltren otras prácticas nocivas que puedan perjudicarnos (como la procrastinación, la
postergación indefinida del esfuerzo que requiere cambiar).
James explica con ello la plasticidad del sistema nervioso y el cerebro a través de su teoría de
los 21 días argumentando que cada cambio que aplicamos a nuestra vida produce a su vez
cambios en el sistema nervioso, lo que afecta al cerebro creando nuevos circuitos neuronales.
Los circuitos modifican y determinan la forma en la que funciona nuestro cerebro, nuestros
hábitos; para que podamos crear un nuevo circuito para el nuevo hábito que queramos
adoptar, debemos trabajar la parte subconsciente de nuestro cerebro, que es donde se
almacenan nuestros recuerdos, dónde se crea el aprendizaje y, por lo tanto, nuestros hábitos.
Según Willians James, este proceso dura 21 días, (aunque puede variar un poco en función
de la persona) porque el cerebro no asimila los cambios de golpe, lo hace de forma gradual,
es por esto por lo que debemos repetir el mismo gesto durante 21 días para que el cerebro la
pase a nuestra parte consciente, la convierta en aprendizaje y finalmente la almacene como
un hábito. Por lo que no hay que desanimarse, hay que tener paciencia. El final del proceso,
seguramente, merece la pena.
Esta teoría fue demostrada por científicos más tarde aunque matizada en cuanto a su
duración. No cabe duda de que la repetición influye mucho y es una herramienta básica en
psicología. En ayuda a la teoría de James, en la década de 1950 también se creía que se
precisaban de 21 días para crear un hábito porque un célebre cirujano plástico, Maxwell
Maltz1, advirtió de que les llevaba ese tiempo a los pacientes operados acostumbrarse a su
nueva apariencia y que en los amputados el síndrome del miembro fantasma2 desaparecía a
los 21 días. Más recientemente la mayoría de los expertos coinciden en que un hábito se crea
en 28 días, pero parece que suelen ser escasos para que las neuronas asimilen la mayoría de
las nuevas costumbres, como se verificó con una investigación sobre el proceso de formación
de un hábito que en 2009 hizo Phillippa Lally3 y su equipo en el University College de Londres.
Si trabajamos nuestros hábitos, los corregimos y adquirimos nuevos, podremos reducir el
número de movimientos que hacemos al realizar las cosas, las haremos de forma más precisa,
no tendremos tanta fatiga y reduciremos la atención que debemos poner al hacerlo, porque al
hacerlo de forma automática no necesitaremos pensarlo. Empezar una nueva rutina, incluir un
nuevo hábito en nuestra vida es cuestión de tiempo. Solo tenemos que repetir el gesto que
queramos hacer durante 21 días (o los 66 de la doctora Lally) consecutivos y veremos cómo lo
haremos sin pensar, sin esfuerzo y sin cansarnos. Por esto, necesitamos ser constantes y no
abandonar nuestro objetivo en mitad del camino, la recompensa merece la pena. Perder peso,
estar en forma, dejar de fumar, aprender inglés, hacer deporte, son los hábitos más habituales.
Pero se pueden aplicar éstos y muchos más en nuestro día a día. Obteniendo así, tanto
bienestar en tu día a día, como salud laboral.
Aprendemos mediante la asociación y memorizamos mediante la repetición. Cuando hacemos
algo desconocido o asimilamos un conocimiento nuevo nuestras neuronas se agrupan
químicamente para comunicarse, creando nuevas conexiones entre ellas. Y si repetimos esa
experiencia nueva a menudo, esas conexiones neuronales se hacen cada vez más fuertes,
hasta que las neuronas individuales terminan por liberar una sustancia química (unas
moléculas llamadas neurotrofinas) para fijar esas conexiones, y el hábito estará adquirido. Los
hábitos como atarse los zapatos, conducir o escribir a máquina son redes neuronales que se
han hecho automáticas por la repetición física. Las neuronas se reorganizan continuamente
según nuestros pensamientos y aprendizajes. Entonces podemos reestructurar nuestro
cerebro simplemente cambiando nuestra forma de pensar o aprendiendo nuevas habilidades.
Si decidimos elegir un nuevo hábito y estimulamos repetidamente las nuevas conexiones
neuronales, estaremos creando una mentalidad distinta en nosotros, estaremos instaurando
una nueva forma de pensar y de experimentar la realidad.
Cambiar de hábitos es un trabajo arduo, especialmente si hablamos de los hábitos del
pensamiento. Los pensamientos que frecuentamos a diario sobre cualquier cuestión se
convierten en nuestra forma natural de reflexionar, porque demanda bastante menos esfuerzo
para el cerebro pensar siempre igual sobre la misma cuestión ya aprendida. Al principio
debemos mentalizarnos del esfuerzo necesario que supone tener que concentrarnos en
reestructurar nuestros pensamientos automáticos negativos, pero sabiendo que si lo hacemos
a menudo y de forma constante (sin permitirnos ninguna excepción) nuestras neuronas
empiezan a relacionarse entre ellas, creando conexiones más dinámicas y entrecruzadas en
nuestro cerebro para preparar a nuestra mente a que asimile lo que hemos trabajado
intelectualmente. Así se transmite ese nuevo estado mental a nuestra conciencia. Cuando
tenemos la firme decisión de que ha llegado el momento de cambiar nuestra forma de pensar,
por ejemplo de que es necesario dejar de pensar recurrentemente en la vergüenza o en el
resentimiento que podamos tener hacia otras personas o hacia el mundo, requiere la misma
fuerza de voluntad que la decisión de dejar de fumar o de empezar a hacer una vida sana
mediante ejercicio físico y una alimentación saludable.
Con o sin confinamiento. Con o sin pandemia. O por ella.
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1Maxwell Maltz fue un cirujano plástico estadounidense autor de Psico-Cibernética (1960), sistema de ideas que, según él, podría mejorar la propia imagen para conseguir una vida más exitosa y satisfactoria. El libro fue un éxito de ventas durante mucho tiempo, lo que influyó en muchos autores de autoayuda posteriores, por lo que le considera el precursor de los ahora populares libros de autoayuda .
2El síndrome del miembro fantasma es la percepción de sensaciones de que un miembro amputado todavía está conectado al cuerpo y está funcionando con el resto de este; se solía creer que esto se debía a que el cerebro seguía recibiendo mensajes de los nervios que originalmente llevaban los impulsos desde el miembro perdido. Sin embargo, la explicación más posible hoy en día consiste en que el cerebro sigue teniendo un área dedicada al miembro amputado por lo que el paciente sigue sintiéndolo: ante la ausencia de estímulos de entrada que corrijan el estado del miembro, el área genera por su cuenta las sensaciones que considera coherentes.
3Phillippa Lally es una investigadora de psicología de la salud en el University College de Londres. En un artículo publicado en el European Journal of Social Psychology, se dio a conocer el resultado del estudio de cuando Lally y su equipo decidieron averiguar cuánto tiempo realmente se necesita para formar un hábito. El estudio examinó los hábitos de 96 personas durante un período de 12 semanas. Cada persona eligió un nuevo hábito durante 12 semanas y cada día informó de si o no lo hicieron el comportamiento y la forma automática el comportamiento sentía. En promedio, se tarda más de 2 meses antes de que un nuevo comportamiento se convierte en automático - 66 días para ser exactos. Y el tiempo que tarda un nuevo hábito para formarse puede variar ampliamente dependiendo del comportamiento, la persona y de las circunstancias. Los investigadores también encontraron que "fallar una oportunidad de realizar el comportamiento no afecta materialmente el proceso de formación de hábitos." En otras palabras, no importa si te equivocas de vez en cuando. La construcción de mejores hábitos no es un proceso de todo o nada.
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