Murphy existe, ya lo creo que existe y, tal como dicen sus “leyes”, uno lo comprueba cuando pasa lo peor que puede pasar en el peor momento para que pase. Veréis, conservo como oro en paño una pequeña discoteca de discos de vinilo, consciente de que algunos de ellos no se han reeditado en ningún soporte técnico posterior y, muy de vez en cuando, escucho alguno en el tocadiscos/reliquia que también conservo. Pues hace unos días quise escuchar de nuevo una composición de guitarra (la sonoridad de la guitarra es, a mi juicio, en los discos de vinilo, muy diferente, y mejor, a la de otros soportes), en un disco que recuerdo que me trajeron hace años de Andorra unos amigos que fueron de vacaciones, de Bacarisse y, la primera en la frente: el disco se había rayado, y era inescuchable. Busqué, sin prisas en lo que yo creía que sería un simple cambio de formato, alternativas con el resultado final de no encontrar NADA en el mercado de ese compositor (“Baca… ¿qué? ¿Y dice que es un compositor español? Pues no, no tenemos nada de él ni nos consta en catálogo… “). Que no tuvieran en ese momento lo que buscaba, pase, pero que ni figure en catálogo…
¿Por qué este olvido? ¿Quién fue Bacarisse? Catalogado sin embargo como uno de los compositores españoles imprescindibles del siglo XX, Salvador Bacarisse Chinoria nació, acabando el siglo XIX, el año que España perdió sus últimas colonias, Cuba y Filipinas, en Zaragoza, hijo de padre francés y madre de ascendencia italiana. Estudió en Madrid Derecho y Filosofía y Letras, estudios que simultaneó con los de Música, principalmente de piano y de composición. A la vuelta de su servicio militar en Marruecos, en 1923, ganó el Concurso Nacional de Música con la obra orquestal La nave de Ulises que, sin embargo, fue rechazada por “progresista” por la Orquesta Filarmónica de Madrid (lo que sumió al autor en una crisis creativa por espacio de dos años), y en ese mismo año de 1923 realizó sus primeros estrenos. En 1926 se convirtió en director artístico para los programas musicales de Unión Radio, cargo que desempeñó muy activamente hasta el cierre de la emisora a comienzos de la guerra (in)civil. Allí desarrolló Bacarisse una inmensa labor de difusión de la música con numerosas actuaciones en vivo además de los discos. También en 1926 estrenó su primera obra sinfónica grande, Heraldos. Empieza entonces una amplia labor de creación musical que fue acogida de manera muy controvertida por los públicos y los críticos del momento y, por esa época empezó a formar parte del llamado Grupo de los Ocho1 que fue el núcleo de lo que más tarde se conoció como Generación de la República o Generación Musical del 27, menos conocida que su homónima literaria, pero igual de crucial.
Tras la proclamación de la Segunda República formó parte de la Junta Nacional de Música y Teatros Líricos. Ese mismo año, 1931, volvió a ganar el Premio Nacional de Música con la pieza titulada Música sinfónica y comenzó una labor como crítico en el diario republicano Crisol y en 1932, en Luz hasta la desaparición de éste en 1934. Desde 1932 comenzó también a actuar como director de orquesta en los conciertos de Unión Radio. En 1934 volvió a obtener el Premio Nacional de Música con Tres movimientos concertantes, considerada una de sus mejores obras. En 1935 viajó a Praga para preparar el Festival Mundial de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea que se celebró en Barcelona en 1936 y ese año, ya estallada la sublevación armada, formó parte de la Junta Organizadora de la Enseñanza Musical, organismo que en 1937, y con el Gobierno republicano instalado en Valencia, se convirtió en el Consejo Central de Música, del que será secretario y que, entre otras iniciativas, abordará la creación de la Orquesta Nacional.
Bacarisse, como se ha apuntado, había estado vinculado al medio radiofónico desde la madrileña Unión Radio durante las décadas de los años 20 y 30. Comprometido con la II República, afiliado al Partido Comunista de España y miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas2, durante la Guerra Civil Bacarisse se trasladó con el Gobierno de Largo Caballero, primero a Valencia y posteriormente a Barcelona, donde fue delegado del gobierno en asuntos musicales hasta que tuvo que irse de España para salvar su vida. Su hijo, también llamado Salvador, hizo un desgarrador relato de sus últimos días en España, previos a la entrada de Franco en Barcelona: “De allí salimos en enero de 1939, como tantísimos otros españoles, en dirección a Francia. Pero no llegamos a la frontera en el coche en que íbamos. Tuvimos que abandonarlo, con todos los bultos que llevábamos, menos la música, y echar a andar Pirineos arriba en busca de Francia. Sólo pasamos dos noches en la montaña, pero la segunda mi padre y yo nos perdimos y nos hubiéramos helado de frío, si no nos hubieran encontrado, acurrucados el uno junto al otro junto a una roca antes de caer la noche. Pero llegamos a Francia con los manuscritos, unos billetes inservibles de la República y unos cubiertos de plata que vendimos para pagar el tren a París”.
De tal modo, la guerra se interpuso de repente en la vida de Bacarisse, llena hasta entonces de satisfacciones profesionales, causando el fraccionamiento irrevocable de su biografía en dos partes completamente diferentes con respecto a su motivaciónpersonal como artística, puesto que al abandonar España pasaba de repente de una minoría privilegiada que, bajo el régimen republicano había disfrutado de la protección oficial, a la masa anónima de exiliados españoles que tenían que luchar a duras penas por sobrevivir en París, cuya población estaba sufriendo todavía hasta 1945 los efectos de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación alemana. La diáspora de talento musical tras el conflicto fratricida, aparte del exilio de Salvador Bacarisse (a Francia), fue lamentable y numerosa: Roberto Gerhard (a Gran Bretaña), Gustavo Pittaluga y Rodolfo Halffter (a México), Manuel de Falla y Julián Bautista (a Argentina), Pau Casals (a Puerto Rico),… Ernesto Halffter y Fernando Remacha, compañeros de generación de Bacarisse, decidieron quedarse en España, lo mismo que Turina o Rodrigo. Viendo la producción de estos compositores a partir de 1940 no es aventurado pensar que Bacarisse, de haber permanecido en España, hubiera optado por seguir la línea compositiva de sus colegas en la que primaba lo popular y nacionalista. Durante su destierro en Francia pudo estar en contacto con las corrientes de vanguardia europea de los años 50 y 60, gracias especialmente a su privilegiado trabajo (retomando su pasión de los años de preguerra por el medio de comunicación) a cargo de las emisiones en español de Radio France de París, desde donde pudo también compartir su magisterio y difundir sus composiciones.
La penosa situación económica, que en los primeros años de su estancia en París fue una fuente constante de preocupación, por fin se resolvió en octubre de 1945 con su entrada en la sección española de la Radiodiffusion Télévision Française (RTF), que, fundada en 1939 y cerrada durante la ocupación alemana, tras su reapertura serviría de albergue para los refugiados intelectuales del bando republicano, muchos de ellos antiguos amigos y compañeros de Bacarisse de Madrid. Es esta una curiosa concordancia con su existencia anterior que en el exilio de nuevo encontrase trabajo estable en una emisora de radio, el cual desempeñaría hasta su muerte en 1963, aunque realmente la posición de su nuevo empleo como asistente artístico al comprender todo tipo de trabajos redaccionales fue muy inferior a su anterior cargo en Unión Radio de Madrid, previsto de un alto grado de responsabilidad e independencia. Pero a pesar de sentirse frustrado en alguna ocasión, sobre todo ante la reiterada negativa de parte de la dirección de la RTF de ascenderle a la categoría de periodista (profesión con la que solía identificarse), que le fue concedido con un retraso de 17 años, sólo unos meses antes de morir, pudo considerarse dichoso, en comparación con otros exiliados en Francia, por estar integrado, en una época tan transcendental para Europa, en este medio de comunicación que le permitía mantener a diario el contacto con sus raíces y luchar desde el extranjero por la supervivencia de su cultura. Con el recibimiento de los intelectuales españoles, representantes, por lo general, de todos los sectores artísticos, la sección española de la RTF se fue convirtiendo pronto en un importante núcleo de la resistencia española, la que contó con el apoyo incondicional de su director, el hispanista André Camp, ferviente defensor de la cultura hispánica y responsable del histórico espacio radiofónico "Aquí París — Ici Paris", integrado por toda clase de programas informativos y culturales, de los cuales destacan los realizados en lenguas regionales, prohibidos bajo el régimen franquista en España, donde fueron escuchados clandestinamente.
Sorprendentemente, ni la guerra (in)civil, que primero ocasionó su desplazamiento a Valencia y Barcelona y luego su traslado definitivo al extranjero, ni los años de posguerra vividos en París donde a raíz de la ocupación alemana se hicieron notar todavía hasta 1945 los efectos de la Segunda Guerra Mundial, lograron apartarle a Bacarisse de la creación musical, puesto que en estos arios tan transcendentales, naturalmente menos productivos que en otras épocas, compuso una serie notable de obras muy variadas que incluye dos óperas. El catálogo de obras de Bacarisse abarca todos los géneros, salvo la música religiosa, y es, con 233 composiciones conocidas, el más abundante de todos los músicos de su generación. A pesar de que su trayectoria artística repartida entre España y Francia guarda proporciones casi iguales, es superior la cantidad de las obras compuestas en el exilio frente a la producción madrileña que con 55 composiciones comprende sólo una cuarta parte del catálogo total. Hasta el momento actual están editadas sólo 25 partituras de las que 17 se publicaron en vida del compositor, frente a los ocho restantes de cuya edición se encargaron sus amigos a la vez que intérpretes. No obstante su escasa difusión en forma de ediciones, la obra de Bacarisse se estrenó casi íntegramente, en lo cual se mostró útil la circunstancia de que, tanto en su época española como francesa, dispusiera a través de sus respectivos empleos en la radio de un medio de comunicación que le permitía divulgar sus composiciones más recientes a un público bastante amplio.
Tanto la adopción de la guitarra, instrumento español por excelencia, como la habitual utilización de sustancias folklóricas dan muestra de la sucesiva españolización de una parte de la música de Bacarisse, quien en sus años madrileños de formación y maduración artística presumió de la universalidad de su obra, motivada precisamente por la exclusión de cualquier nacionalismo, el cual, en cambio, en el exilio le resultaría imprescindible "para ser verdaderamente internacionalista". Con todo ello se efectúa la paradoja, según reconoció el compositor más tarde, de que, al revés de sus tiempos madrileños, en el exilio francés se convertía en un "músico español": Es precisamente una obra para guitarra la que hasta hoy se mantiene en el repertorio sinfónico internacional (con decenas de versiones, alguna incluso española, en Youtube), el Concertino en la menor para guitarra y orquesta, op. 72a, (cuya escucha íntegra sugerimos3, obviamente en interpretación de Yepes y su guitarra de diez cuerdas), estrenado por empeño personal del guitarrista Narciso Yepes en París en 1953, que debe su éxito particularmente al melancólico y “español” segundo movimiento (que lleva el nombre de "Romanza" (op. 72b), que en 1972 fue editado individualmente para guitarra solo y que tiene reminiscencias del Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, de 1940. No obstante, lo más llamativo musicalmente de esta obra es el motivo inicial que encabeza el primer movimiento, puesto que parece ser el "leitmotiv" de Bacarisse en el exilio al determinar en el espacio de diez años, aunque de forma modificada y a veces deformada, la estructura horizontal de numerosas obras pertenecientes a los géneros musicales más diversos.
Con estos mimbres, el personaje y la obra, ¿olvido? Forzado, oficial y por motivos ideológicos, como tantos otros de ése y otros campos. Sin comentarios.
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1El Grupo de los Ocho se presentó oficialmente el 29 de noviembre de 1930 con un concierto en la Residencia de Estudiantes (Madrid). En un manifiesto leído por Gustavo Pittaluga, los ocho jóvenes compositores, de entre 24 y 35 años, se postularon como representantes de la que denominaron “música moderna” española. Su objetivo era continuar con la labor de renovación de la música española iniciada por Manuel de Falla en una comunión de lo estético y las ideas sociales. Los compositores que conformaron el Grupo de los Ocho fueron Ernesto y Rodolfo Halffter, Gustavo Pittaluga, Rosa García Ascot, Salvador Bacarisse, Julián Bautista, Fernando Remacha y Juan José Mantecón. El estallido de la guerra (in)civil en 1936 provocó la disolución del Grupo de los Ocho debido el exilio de la mayoría de los integrantes, que nunca volvieron a reencontrarse.
2A las muestras de protesta contra el fascismo, dadas ante todo en los primeros meses después del levantamiento armado, se suma la firma de Bacarisse en el "Manifiesto de los Intelectuales Antifascistas" del 20 de noviembre de 1936, que, al expresar de forma tan rotunda su rechazo a la violencia desatada por la derecha, supuso una amenaza de represalias infalible, categóricamente puesta en práctica tres meses antes con el fusilamiento de García Lorca. El conocimiento de este escrito y de sus firmantes, que con el anuncio "enardecido y colérico" de su "triunfo decisivo y final" se habían declarado públicamente enemigos del bando adversario, debe considerarse la principal razón por la que, en vista de la victoria inminente de los nacionalistas, Bacarisse tomara la decisión de abandonar su patria, lo cual significaba la pérdida súbita de su hogar y de todas sus pertenencias materiales además de provocar la desintegración definitiva de su familia.
3A modo de guía de audición, este concertino, pieza de grandes rasgos clásicos y románticos, consta de cuatro movimientos:
- Allegro.
- Romanza. Andante
- Scherzo. Allegretto
- Rondò. Allegro ben misurato
El Allegro es de carácter claramente renacentista, la Romanza despliega un nostálgico sentimiento español., el scherzo, muy marcado, nos recuerda los ritmos de Joaquín Rodrigo, y el rondó final se asemeja a una mazurca. El tema principal introducido primero por la orquesta va evolucionando paulatinamente hasta los potentes acordes finales.
Buen testimonio Miguel, bueno y oportuno, porque nos hace conscientes una vez más que cuando un trozo de Historia se borra intencionadamente, o se hace un esfuerzo para volver a revivirlo o queda borrado definitivamente como se pretendía.
ResponderEliminarLo realmente preocupante es que, a poco que rasques, casos com el de Bacarisse hay (y muchos) y NADIE hace NADA para recuperarlos, recordarlos y dignificarlos. Pero luego se llaman patriotas. Así nos va...
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