miércoles, 28 de julio de 2021

Otro Disney.

 

Hace muy pocas fechas nos hacíamos eco en este blog, y poníamos en valor, la excelente 
iniciativa de la compañía Disney para la divulgación de la música clásica (particularmente a los 
niños) en películas que ya forman parte de la historia del cine animado como Fantasía. Hoy toca 
hablar, sin embargo, de otra cara de la compañía. Todo empezó cuando a raíz básicamente 
del confinamiento por la pandemia, Disney puso en marcha su canal televisivo de contenidos 
propios, en el que colgó carteles de advertencia sobre “la presentación negativa u ofensiva de 
pueblos o culturas” afirmando que estos estereotipos estaban mal en su momento y están mal 
ahora. En lugar de eliminar este contenido, queremos reconocer su impacto dañino, aprender 
de él e incentivar el debate para crear juntos un futuro más inclusivo. Desde el racismo en 
juegos, en el propio canal, como Jungle Cruise o Splash Mountain pasando por la falta de 
consentimiento del beso que el príncipe da a Blancanieves, la gran marca global de 
entretenimiento quedó en el fuego cruzado entre progresistas y conservadores. Realmente, el 
universo de Disney ha tenido grandes problemas con el racismo, el sexismo y la discriminación 
—incluso en la vida real: hasta 1968 los afroamericanos no podían trabajar en atención al 
público en los parques de atracciones— pero ahora que ha tratado de afrontar estos problemas, 
seguramente menos por humanidad que por marketing, se topó con otro: la reacción de los 
que acusan a la megaempresa del entretenimiento de cancelar e invitan, curiosamente, a 
cancelarla a su vez. 

 

E
l servicio de streaming Disney+, cuyo catálogo está repleto de contenidos que en el siglo XXI 
reciben reprobación, como Dumbo, Aladino, Peter Pan, Los aristogatos o El show de los 
Muppets (de los citados, los cuervos en Dumbo caricaturizan a los afroamericanos -e
personaje principal de los cuervos de Dumbo se llamaba Jim Crow, como se conoce al 
periodo de la segregación en EEUU-, Aladino presenta a los árabes como seres 
exóticos y bárbaros, de manera similar a lo que Peter Pan hace con los nativos 
americanos, y, como colofón, en el parque Disneyland en California, hasta hace poco  
el montaje de Piratas del Caribe incluía la subasta de mujeres: “Llévese una moza 
como esposa”, se leía en el cartel). Pero el lío mayor surgió cuando Disneyland reabrió 
luego de más de 400 días de cierre por la pandemia, lleno de lugares donde lavarse o 
desinfectarse las manos, con largas filas frente al nuevo montaje llamado El deseo 
encantado de Blancanieves, que termina cuando el príncipe da “el beso del amor 
verdadero” a la muchacha inconsciente, y entonces ella despierta, lo que provocó 
airadas reacciones: Un beso que él le da sin el consentimiento de ella, mientras ella 
está dormida: no puede ser amor verdadero si solo una persona entiende qué está 
sucediendo”. ¿Pero acaso no estábamos ya de acuerdo en que el consentimiento en 
las primeras películas de Disney era un problema de importancia? ¿Que enseñarles a 
los niños que besarse, cuando no se ha establecido si ambas partes están de acuerdo 
en hacerlo, no está bien? Es difícil comprender por qué el Disneyland de 2021 elegiría 
una escena con ideas tan anticuadas, en el fondo, sobre lo que se permite que un 
hombre le haga a una mujer, en particular dado el actual énfasis de la empresa en 
eliminar escenas problemáticas de todos sus contenidos. Poca broma; la conocida 
actriz Keira Knightley, en plena gira de promoción de El cascanueces y los cuatro 
reinos, precisamente de Disney, reveló que no quería que su hija mirase Cenicienta 
porque era “una historia sobre una muchacha que espera que un tipo rico la rescate de 
su situación” ni La sirenita, “que renuncia a su voz por un hombre”.

 

Si se mira la producción reciente de Disney, es evidente que sus ejecutivos
están 
atentos al cambio de los tiempos: en Moana, Coco, Raya y el último dragón, Zootropolis
la versión actuada de La bella y la bestia, Black Panther y Soul, por ejemplo, contienen 
una diversidad de personajes desconocida antes; hasta Frozen, con Elsa tan 
claramente desinteresada en los hombres, ha hecho que muchos en la comunidad 
LGTBI la celebren como lesbiana. La cuestión tiene su importancia porque Disney era 
y sigue siendo hoy el proveedor dominante de cultura popular, después de que la 
empresa comprase Marvel, la Guerra de las Galaxias, Pixar, Avatar, Alien, The Muppets 
y The Simpsons, entre otros productos con potencial polémico. También se observan 
cambios en su interior: si antes de 2012 no se permitía que los empleados que 
interactuaban con el público tuvieran barba (incluso una empleada musulmana los llevó 
a juicio porque no le permitían vestir su hijab -o velo islámico, prenda con la que la 
mujer se tapa el cabello y el cuello-, argumentó), ahora no sólo se permite eso sino que 
se le da la bienvenida a cortes de pelo para todos los géneros, joyería, manicura, 
vestimenta e incluso tatuajes que expresen la individualidad de quien los lleva.

 

Disney nunca ha sido
una empresa apolítica y, según los expertos, en términos históricos, la 
empresa Disney consistió en la visión de su creador, Walt Disney, para preservar unos Estados 
Unidos que, de muchas maneras, ya no existían, en una especie de nostalgia por un paisaje 
bastante conservador. Así, en cuanto al racismo, la película Canción del sur, cuando fue 
estrenada en 1946, ya mereció objeciones de la Asociación Nacional para el Progreso de las 
Personas de Color (NAACP por sus siglas en inglés) por sus estereotipos racistas y por 
presentar a las personas esclavizadas en una plantación del sur de los Estados Unidos como 
gente feliz que cantaba mientras era forzada a trabajar brutalmente. “Queremos que nuestros 
visitantes vean sus propios antecedentes y sus tradiciones reflejados en las narraciones, las 
experiencias y los productos que encuentran en sus interacciones con Disney”, dice la página 
web de la compañía. Durante los meses que “el lugar más feliz de la Tierra” pasó cerrado, no 
sólo cambió sus criterios de lavado de manos, sino que también observó sus atracciones a la 
luz de “la rápida evolución de las actitudes nacionales ante la diversidad y la inclusión”,  
adaptándose por fuerza a movimientos sociales como el #MeToo o las protestas de Black Lives 
Matter. Dada la importancia de Disney, no sólo económica sino también social (sus productos 
apuntan a los niños) y simbólica (es parte de la cultura global) no es la primera vez que la 
empresa tiene problemas por transitar las arenas movedizas que van desde los valores de la 
familia tradicional que ella misma promueve hasta los cambios generacionales y sus efectos de 
sus consumidores. Por más que quiera evitar las controversias, es difícil, por ejemplo, abordar 
la cuestión misma de las familias sin criterios más inclusivos: padres del mismo sexo, hogares 
monoparentales. Un documento interno de Disney invita a los empleados a autoevaluarse
partir de frases como ‘Mis padres son heterosexuales’, ‘Fui a la colonia de vacaciones’ o ‘Nunca 
me dijeron terrorista’”. Una vez más, el factor demográfico del cliente (en general adultos, 
contra lo que se cree, muchos de los cuales no sólo no tienen hijos sino que ni se molestan en 
llevar a sobrinos o hijos de amigos) prevalece: Disney ha hecho promociones de “días gays” 
en sus parques porque “Sí, queremos incorporar las iniciativas de diversidad, igualdad e 
inclusión, porque hacia allí van nuestras generaciones. Si quieren tener éxito, tienen que 
pensar hacia delante. Vivimos en un mundo global. Y también vivimos en un mundo de 
diversidad racial y económica y religiosa, y no podemos aislarnos. Las corporaciones lo 
entienden”.

 

Disney publica en su web que a las cuatro claves que sostienen la experiencia del consumidor 
en los parques, que consisten en “seguridad, cortesía, espectáculo y eficiencia” ahora se 
sumaría una quinta, “inclusión”, y que “La marca Disney tiene una larga historia de inclusión, 
con narrativas que reflejan la aceptación y la tolerancia y celebran las diferencias entre las 
personas. Como empresa global de entretenimiento, tenemos el compromiso de seguir 
contando historias que reflejen la rica diversidad de la experiencia humana”. La verdad es que 
los aspectos comerciales también tienen algo que ver en estos cambios, según se desprende 
de un informe del Centro de Académicos y Narradores de la Universidad de California en Los 
Angeles (UCLA), realizado en 2020, que encontró que incorporar “diversidad auténtica” en las 
películas podía mejorar de manera significativa la recaudación; el informe estimó que una 
película de 159 millones de dólares a la que le faltase diversidad perdería 32,2 millones en 
ventas de entradas en su primer fin de semana, con una pérdida potencial total de 130 
millones.

 

En este contexto, quizá
la polémica sobre el beso a Blancanieves contenga en sí todos los 
ingredientes del problema porque se argumenta que si el príncipe no la hubiera besado,  
posiblemente Blancanieves estaría muerta. Sin embargo, lo del beso es un invento porque la 
historia de Disney es una adaptación para el público del siglo XX de un relato tradicional 
europeo recogido por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm como «Schneewittchen», en el 
cual el príncipe, encantado por la belleza de la joven, ruega a los siete enanitos que le den el 
cuerpo de Blancanieves y pide a sus sirvientes que trasladen el ataúd a su castillo. Al hacerlo 
se tropiezan con algunos arbustos y el movimiento hace que Blancanieves escupa el trozo de 
manzana envenenada ofrecida por la malvada reina y atascada en su garganta, despertando 
así de su sueño de muerte. El príncipe luego le declara su amor a Blancanieves y pronto la 
pareja planea celebrar su boda que, como se ve, no es a lo que nos tiene acostumbrados 
Disney, que se metió en un jardín cuando la sociedad era otra.  Acaso el siglo XXI demande,
 a su vez, otra adaptación.

 

domingo, 25 de julio de 2021

Música y Disney.


Siguen las efemérides, hoy la del día de Santiago, y ¿cómo deslindarlo del Camino? El 
Camino de Santiago ha ejercido, desde su origen, una gran influencia en las distintas 
manifestaciones del arte y entre ellas, de una forma notable, la música, porque la Ruta 
Jacobea ha sido durante siglos cauce bidireccional de difusión por el que llegan hasta 
Compostela los conocimientos y las expresiones musicales de los que se desplazan con el 
ideal de alcanzar la ciudad del Apóstol, pero también ocurre que estos conocen y transmiten 
las expresiones artísticas de los habitantes de lugares que atraviesa el Camino, que luego 
difundirán en sus lugares de procedencia. Pues vamos con la música. A raíz del 
descubrimiento fortuito del general desconocimiento social que hay de figuras insignes como 
el músico Bacarisse, y pasando por alto (por falta de espacio, no porque el tema no lo 
merezca) las razones político/ideológicas de ese desconocimiento, sólo nos queda reflexionar 
acerca, en este caso, del binomio música-educación. Ya de por sí, el tema de la educación (al 
que se le han destinado varias reflexiones en este blog) es algo sumamente complejo, aunque 
sólo sea por su indisoluble conexión con el futuro, ese gran desconocido por definición y, 
obviamente, con las necesidades supuestas de las generaciones futuras  Y aquí entra en 
juego eso que llamaremos planes educativos..Para hacer referencia a ellos es importante 
señalar que hoy en día nuestras sociedades suponen que la educación ya no es una parte de 
la esfera privada de cada familia sino que la misma forma parte de la esfera pública y, por 
tanto, es responsabilidad de los Estados y de los diferentes niveles gubernamentales 
encargarse de planear la educación en todos sus niveles, formatos y alcances para la 
población. Así, los planes educativos parten desde el Estado para bajar a una sociedad a la 
que se quiere educar en la transmisión de determinados valores, ideales, historia, símbolos, 
alcances, metas y objetivos. Los Estados organizan planes educativos que deben ser luego 
evaluados a futuro para determinar si están logrando los objetivos propuestos o si deben ser 
reformados por otros que se adapten mejor a las necesidades de la sociedad del momento.

 

Sin embargo, los planes educativos no
deben de ser solamente una responsabilidad exclusiva 
de los gobiernos y esto es así debido a que los mismos imponen una estructura de 
conocimientos dictados por la sociedd y el proceso por el cual se debe llevar a cabo, pero son 
los docentes y las instituciones educativas quienes piensan, deciden y actúan para cumplirlos, 
utilizando determinadas metodologías, estructuras, compromisos, etc. En este sentido, el 
accionar de los docentes y su forma particular de planear el año educativo es importantísimo 
para establecer las pautas a cumplir por parte de los alumnos pero también los elementos a 
observar por parte de los docentes y las referencias a las cuales atenerse en caso de duda o 
desorden. Según eso, es normal que los planes de estudios cambiarán en cada etapa 
estudiantil. Además, hay que señalar que pueden (y deben, posiblemente) variar con el tiempo; 
y es que los planes de estudios han de renovarse para estar completamente adaptados a la 
realidad de nuestros días. Gracias a ese “guion”, los padres y alumnos podrán observar qué 
tipo de conocimientos se prioriza, así como las bases de su educación. 
 

Pero vamos con la música y la enseñanza. No está de más empezar diciendo que la música 
ha sido uno de los grandes logros del hombre, no solo por sus complejidades como disciplina 
artística sino también por las múltiples formas en que puede enriquecer la vida de una persona. 
Los beneficios neurológicos y psicológicos de la música van de mano en mano con las fuertes 
emociones que una pieza musical puede desatar en la persona que la escucha, pero no se 
puede dejar a un lado el valor y la efectividad de la música como herramienta didáctica y gran 
aliado para los maestros en el aula. A lo largo de la historia de distintas culturas la música ha 
estado ligada de una forma u otra a la educación y varios estudios han demostrado los efectos 
positivos que puede tener en el desarrollo intelectual y emocional de los niños. En la antigua 
cultura griega se califica a Pitágoras y sus seguidores como los creadores de la teoría musical 
griega ya que ellos relacionaban los sonidos con las matemáticas y la astronomía. En este 
período también encontramos “La República”, obra que contiene pasajes en los que Platón 
destaca la importancia y necesidad de una temprana educación musical, con todas sus 
bondades, considerando la música esencial para una verdadera educación integral. En la 
antigua China, Confucio no concebía la educación sin la música, a la que consideraba la 
segunda más importante de las seis artes esenciales en las que educar a los jóvenes, que eran, 
por cierto: ceremonias, música, tiro con arco, conducción de carros, escritura y matemáticas. 
En cambio, en España parece que «la música distrae de las demás asignaturas», según dijo 
el ministro ¡de Educación! José Ignacio Wert, y ya no es obligatoria en educación primaria. 

 

Sin embargo, numerosos estudios científicos señalan que la música tiene efectos positivos en 
el desarrollo cognitivo, creativo, intelectual y psicológico de los niños. Incluso se ha 
demostrado que la música estimula el hemisferio izquierdo del cerebro, el encargado del 
aprendizaje del lenguaje, los números y el uso de la lógica. En opinión de expertos, que la 
música aumenta la capacidad de memoria, atención y concentración de los niños no es nada 
nuevo. Como tampoco lo es la relación existente entre música y matemáticas. El trabajo 
melódico favorece la memorización de textos y la correcta acentuación de las palabras e 
incluso mejora la dicción; el trabajo auditivo con melodía y timbre beneficia la capacidad de 
concentración y el aprendizaje de otras lenguas, mientras que el trabajo rítmico ayuda a la 
comprensión de las relaciones matemáticas. El aprendizaje musical ayuda a la sociabilización 
y fomenta la colaboración, el espíritu crítico y el respeto cuando se hacen actividades 
colectivas. Además, a través de las canciones se pueden aprender valores, hábitos, el 
alfabeto, las tablas de multiplicar, etc. Por ejemplo, podemos relacionar la tabla del número 
tres con el ritmo del vals. Es más, a partir del estudio de un instrumento se pueden trabajar 
muchas asignaturas: geografía (de dónde es originario), historia (cuándo apareció), 
matemáticas (tamaño y proporciones), física (acústica y sonoridad), plástica (dibujándolo o 
creándolo con distintos materiales) y todo lo que se le ocurra al profesor. 

 

No son teorías; según la neurociencia, la música ejerce un poder de transformación sobre el 
cerebro y sobre el funcionamiento de la mente. Muchas investigaciones reflejan cómo la 
música proporciona un desarrollo de ambos hemisferios cerebrales. El hemisferio izquierdo 
ayuda a desarrollar el aprendizaje del lenguaje, los números y el uso de la lógica y el 
razonamiento, y se encargaría de la percepción rítmica y del control de mecanismos de 
ejecución musical, en tanto que el hemisferio derecho destaca por centrarse en la percepción 
y ejecución musical, la creatividad artística y la expresión musical. En muchas ocasiones se 
ha argumentado su enseñanza con base en los beneficios no musicales que consigue, tales 
como el desarrollo social, motriz, afectivo, creativo y de conocimiento y que tienen una 
influencia muy positiva sobre la cohesión del grupo de clase. Es decir, si el aprendizaje debe 
ser una actividad social porque es muy difícil aprender solos, la mejor manera de aprender 
música es precisamente en compañía de otros, puesto que invita a participar activamente en 
un proyecto común con un mismo objetivo para todo el grupo: cantar o tocar una canción. Y 
entonces es el grupo de clase, y no el alumno de manera individual, quien asume las 
ocurrencias que se pueden generar cuando aceptamos la creatividad y el pensamiento lateral, 
y no importa tanto que las ocurrencias sean o no coherentes, sino que las están generando 
los alumnos porque están inmersos en un proceso mental. 

 

Para los incrédulos, la música y las matemáticas, por ejemplo, están íntimamente ligadas 
hasta el punto de que para algunos la música es matemática con la emoción del ser humano 
puesta ahí. Una canción normal suele tener cierta forma y su estructura es matemática y 
lógica. Por otro lado, la música además de ser un arte también es una ciencia sustentada en 
la acústica, ya que el músico debe entender leyes físicas y matemáticas para sacar el mejor 
provecho posible de lo que crea e interpreta. La historia, la geografía y las ciencias naturales 
son otras materias que se pueden beneficiar de la música, pero esta herramienta no está 
limitada a estas opciones. El poder de la música es tal que sin importar la edad puede tener 
un profundo efecto en quien la escucha, pero en el contexto de la educación la realidad es 
que, mientras más temprano la música forme parte de la vida de un estudiante, más óptima 
será su influencia. Esto es muy importante durante los primeros diez años de vida de un 
estudiante ya que su cerebro es mucho más receptivo y puede ser mucho más beneficioso 
para el desarrollo académico y personal del individuo. Más allá de todos estos beneficios, la 
música también puede ser una simple estrategia y herramienta didácticas. Sin embargo, en 
España, la música sigue siendo considerada como una materia secundaria, que aparece y 
desaparece del currículo educativo según los designios políticos. Como tampoco es 
convenientemente defendida por algunas familias que ignoran todos sus beneficios.

 

Dejémoslo aquí y veamos un caso de la utilización de la música como herramienta. 
Seguramente con la pandemia se nos ha pasado por alto que el pasado mes de noviembre 
de 2020 un clásico de Walt Disney cumplía nada más y nada menos que 80 añitos: Fantasía
que en España se estrenó seis años más tarde. Walt Disney desarrolló con ella una obra 
única en la que acompañaba a diferentes piezas de la música clásica con unos cortos de 
animación maravillosos, nada que ver con los largometrajes a los que nos tiene 
acostumbrados. Pese a ser un estilo innovador o simplemente diferente, su primer paso por 
taquilla fue un contundente fracaso. Con el primer intento no se quedaron conformes, así que 
en Disney decidieron reeditar la película, sin tocar la música, y volver a estrenarla, algo que 
se repitió en varias ocasiones y en diferentes años. No fue hasta la reedición de 1969 que los 
espectadores comenzaron a tener reacciones positivas ante Fantasía. De hecho fue esta 
versión reeditada la que fue todo éxito y le dio a la película la reputación de la que goza hoy 
en día.  

 

El germen del proyecto comenzó cuando Walt Disney se encontró con el director de la 
Orquesta de Filadelfia, Leopold Stokowski y le comentó que tenía pensado crear un corto 
basado en El aprendiz de brujo de Paul Dukas. Cuando el presupuesto se disparó, en vez de 
dejar de lado el corto, decidieron realizar una película con varios cortos animados 
acompañados de un programa de concierto sinfónico con los clásicos más célebres, dirigido 
por el propio Stokowski. En total, 500 personajes animados se dividían en siete segmentos:  
Tocata y fuga en re menor (una ambiciosa pieza de apertura que se atrevía a jugar con formas 
y colores puros a ritmo de Johann Sebastian Bach), El cascanueces (o Piotr Ilych Tchaikovsky 
conoce a unas setas bailarinas) El aprendiz de brujo citado (innegable plato principal), La 
consagración de la primavera (¡Igor Stravinsky explicado con dinosaurios, para desesperación 
de los creacionistas!), la Sinfonía Pastoral de Ludwig van Beethoven (ojo: el torso de las 
centauras estuvo a punto de ser censurado por el Código Hays), la Danza de las Horas de 
Amilcare Ponchielli (cuya idea principal, una hipopótama haciendo ballet, la acercaba 
bastante a una Silly Symphony - serie de cortometrajes animados sin personaje fijo producidos 
por Walt Disney entre 1929 y 1939 - clásica) y Una noche en el Monte Pelado de Modest 
Musorgsky (también conocida como la que mató de miedo a varias generaciones de niños, 
aunque su coda a ritmo del Ave Maria de Franz Schubert es bellísima).

 

Trascendiendo la divulgación musical y centrándonos en los aspectos técnicos, en realidad, la 
etiqueta que convierte Fantasía en una película «educativa» se ajusta mal a lo que nos ofrece 
el film: un derroche inaudito de talento en el campo de la animación, servido de la mejor forma 
posible. El resultado final de tanto atrevimiento se ha entendido bastante mejor al cabo de los 
años. Los elitistas han perdonado los pecados veniales de la película, y quienes no soportan 
un cuarteto de cuerda ya no sienten la necesidad de airear su rechazo. Considerada 
vanguardista en su época, Fantasía se ha convertido en una de las películas más conocidas 
de todos los tiempos y es considerada un clásico dentro del género de la animación. Para la 
creación de la película hicieron falta tres años y el talento de mil artistas y técnicos de Disney 
además de los cien músicos de la orquesta de Stokowski. Para muchos autores y críticos es 
una obra de arte de un género nuevo, un puente entre las artes y una «forma de presentar el 
arte». Por ello en 1990, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos seleccionó la película 
para su preservación en su Registro Nacional de Películas por ser “cultural, estética e 
históricamente significativa”.

 
Divulgando la música…



jueves, 22 de julio de 2021

Morir en soledad, vuelta atrás en la pandemia y cómics


¿Vuelta a la casilla de salida en la pandemia? Hace unos días supimos que, según hizo público 
la Universidad estadounidense Johns Hopkins, de referencia en estos asuntos, y con datos 
contrastados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde el inicio de la pandemia 
que estamos sufriendo, se han registrado en todo el mundo más de 185 millones de casos de 
infección por coronavirus Covid-19 y 4 millones de muertes (de ellos, 4 millones y 81.000 
respectivamente en España) mientras los gobiernos, hemos de pensar que con la mejor 
intención, no paran de dar palos de ciego en un continuo ejercicio de ensayo/error y en un 
agravamiento/levantamiento sin tregua de restricciones que crea cada vez mayor confusión y 
desconfianza. Está demostrado que la vacuna, por sí misma y siendo importantísima, no es 
solución milagrosa, como nos recuerda el fabricante Pfizer-BioNTech, que pedirá autorización 
para uso de emergencia de una tercera dosis de su vacuna con el objetivo de ofrecer una 
mayor protección ante la variante delta del virus (la más contagiosa y agresiva de las 
mutaciones registradas hasta ahora; se estima que las mutaciones del virus, cada vez peores, 
se producen en su mayoría por las “alegrías” de pensar que lo malo ya ha acabado con la 
vacuna, tomando “inmunidad ante el virus” - que, recordemos, se adquiere en su caso 
semanas después de la vacunación – por  “invulnerabilidad ante todo”, se baja la guardia y se 
facilita la transmisión de la enfermedad), y con el argumento de que los anticuerpos de una 
persona aumentan de cinco a diez veces después de una tercera dosis. 

 
La pandemia, además y según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico 
(OCDE) ha dejado en los países industrializados a 22 millones de personas sin empleo, siendo 
los sectores más afectados el de los jóvenes y el de las personas poco cualificadas, y eso sin 
mencionar la catástrofe en el terreno psicológico y de salud mental que se espera (ya se 
observa) en la situación en muchas personas. Y ahora sabemos que esta pandemia de 
coronavirus que ha afectado, y afecta, a todo el planeta pudo evitarse (o al menos, minimizar 
en mucho sus consecuencias) y no habría sido necesario tener que lamentar millones de 
muertes y afrontar las graves consecuencias económicas y sociales. Es la principal conclusión 
del informe elaborado por expertos independientes para la OMS, que critican la actitud de los 
principales líderes mundiales. Habría bastado actuar antes. El informe señala febrero de 2020 
(!!!) como el mes de las oportunidades perdidas, cuando los países prefirieron esperar a actuar 
(claro que, en honor a la verdad, sensibilidad social ante el problema entonces, ninguna; eran 
los días de la rechifla insensata contra Catalunya, esta vez a cuenta de las tímidas 
cancelaciones de participantes en el Mobile World Congress, a celebrar en Barcelona, debido a 
la propagación de un virus desconocido aparecido en la lejana China). Los protocolos de la 
OMS se vieron superados, por ejemplo, a la hora de recomendar cierres rápidos de fronteras. 
Esa medida fue descartada en varios países como España en las primeras semanas porque se 
entendía que sólo retrasaba levemente los acontecimientos. Ahora se sabe que ganar tiempo 
es vital. "Cada día cuenta", dice el informe. 

 

Pero, si hay un aspecto que nos ha cogido a todos con el paso cambiado ha sido, en los 
momentos más duros, la necesidad/obligatoriedad de morir sólo, sobre lo que reflexionaremos, 
a poder ser, sin pasión. Si bien el alcance de la actual pandemia no tiene antecedentes en la 
historia moderna de la humanidad, no es la primera vez que las emergencias de salud pública 
priorizan la seguridad colectiva y que el bienestar individual pasa a un segundo plano. En este 
caso, sin embargo, la amenaza que supone el Covid-19 se ha visto incrementada a causa de 
la elevada tasa de contagio hasta el punto de amenazar con colapsar los servicios sanitarios. 
Esta situación sin precedentes ha puesto de manifiesto una serie de necesidades hasta ahora 
ocultas que requieren ser tratadas con prioridad. Una de las urgencias más sensibles y 
excepcionales de esta pandemia es el fallecimiento en soledad de personas enfermas, 
concretamente, en un contexto hospitalario, lo que se debe al estricto protocolo de aislamiento 
de pacientes, una medida implementada desde las fases más tempranas de la pandemia. El 
desconocimiento inicial de la infección junto con los primeros contagios de profesionales 
sanitarios por falta de Equipos de Protección Individual (EPIs) adecuados precipitó el miedo 
generalizado ante una amenaza de alcance imprevisible. Ante esta situación, la respuesta de 
los centros hospitalarios fue el cierre de puertas como medida preventiva y la priorización de los 
profesionales.

 

El protocolo de aislamiento de pacientes infectados es eficaz en la prevención de contagios y 
protege eficientemente al personal sanitario. Sin embargo, se trata de una medida 
implementada como primera respuesta ante el desconocimiento inicial del virus y previa a 
otras medidas de prevención eficaces como el uso de EPIs adecuados. Además, es 
incompatible con el respeto a la muerte digna y a la libertad del paciente de decidir cómo 
quiere pasar sus últimos momentos de vida. La situación excepcional que estamos 
atravesando no justifica por sí sola el abandono de los derechos de los pacientes al final de 
vida ni la desatención de sus deseos. Negar el acompañamiento de pacientes terminales no 
debe ser en ninguna circunstancia la recomendación sanitaria a seguir. No obstante, existen 
herramientas y maneras de evitar la soledad del enfermo terminal asumiendo un riesgo 
mínimo de propagación del virus.

 
Todos los pacientes tienen derecho, en teoría, a estar acompañados en la fase terminal de 
sus vidas por familiares, conocidos, representantes o incluso personas ajenas que puedan 
ofrecerles auxilio espiritual; siempre de acuerdo con las preferencias del paciente y siempre 
que no suponga un riesgo para la salud de este último. Es un derecho universal que se incluye 
en las bases de los cuidados paliativos que constituyen un sistema de apoyo tanto para el 
paciente como para la familia. Garantiza el cumplimiento de los derechos fundamentales de las 
personas, entre el que se encuentra un final de vida en su forma más digna y optimiza su 
bienestar   No solamente se refiere a la mejora de la calidad de vida evitando el sufrimiento 
físico, sino del alivio de su malestar psicosocial y espiritual. La muerte, incluso en los 
ambientes sanitarios, constituye un tabú social que contrasta con el tratamiento mediático 
trivial que recibe. La cultura occidental tiende a olvidar la muerte también en los contextos 
sanitarios en que se tiende a ocultar a los ojos de los demás pacientes, moribundos o no. 
Desconocemos mucho acerca de cómo mueren las personas y de qué manera desearían 
hacerlo, por lo que es difícil saber cuáles son los tipos de atención física, espiritual o 
psicológica óptimos. En un contexto de pandemia como el actual es todavía más fácil 
ampararse en el bien colectivo, la urgencia de la situación o la carencia de recursos a la hora 
de relegar a los enfermos para quienes ya no hay nada que hacer. Sin embargo, este 
incumplimiento de las bases del cuidado paliativo del enfermo no hace más que agravar el 
impacto psicológico tanto desde la propia experiencia como por parte de las personas más 
cercanas. El paciente, al serle denegados recursos para afrontar la muerte, percibe su 
integridad emocional amenazada. Dicha amenaza despierta una impotencia que puede 
amplificar la intensidad o presencia de sus síntomas y estado de salud general, lo cual, a su 
vez, acentúa la falta de control sobre la situación y aumenta de nuevo el sufrimiento.

 
Obra de Juan Giménez.

El contexto externo de alarma social tampoco resulta inocuo para los pacientes ingresados, 
sino que suma desconcierto y pérdida de control a la ya existente ansiedad y miedo causada 
por la sensación de abandono, lo que tiene un coste en el bienestar psicológico de los 
enfermos, mucho mayor en aquellos casos en los que no hay pronóstico de recuperación; hay 
sentimiento de invalidez y miedo originado por el enfrentamiento inevitable de la muerte. Sin 
duda se trata de una combinación de factores que agravan la situación de vulnerabilidad del 
enfermo por Covid-19, pero hay que reconocer que esta vulnerabilidad siempre es/ha sido así, 
con o sin pandemia. Es más, mirado sin apasionamiento, la reacción personal ante la evidente 
inminencia de la muerte en el hospital, nada tiene que ver con sus causas clínicas, sino, en el 
fondo, con la propia persona y, aunque parezca un sarcasmo, con su actitud vital. Un ejemplo: 
Juan Giménez, excelente dibujante argentino (suya es la serie La casta de los Metabarones
con el chileno Alejandro Jodorowsky como guionista), residente desde 1992 en Sitges 
(Barcelona, España), regresó días antes de su fallecimiento a la provincia argentina de 
Mendoza, para morir donde había nacido, ya infectado por coronavirus, del que falleció en el 
Hospital Central de la Ciudad de Mendoza. Vale, en este caso era por Covid pero no todo es 
Covid. ¿Hubiera variado algo en su decisión si el mismo pronóstico de NO recuperación 
estuviera fundamentado en otra enfermedad? ¿hubiera tenido la misma repercusión al 
saberlo el público?

 
Mira por dónde, con el caso de Juan Giménez, hemos aterrizado en el mundo de los cómics; 
pues sigamos en él para nuestras reflexiones de que el mundo no se acaba (aunque, para 
quien le toque, obviamente sí se acaba) con esta pandemia. Recordemos, hablando de 
cómics y sin hacer demasiada historia, que, en España, se produjo una auténtica explosión en 
la producción de historietas concretamente tras la muerte de Franco (con unas cotas de 
libertad, por cierto, inimaginables hoy, cuarenta años después) gracias a la iniciativa de 
editores como Josep Toutain y con autores que hoy forman parte del olimpo de los cómics 
(algunos reconocidos y multipremiados, particular y tristemente en el extranjero) como Carlos 
Giménez, Esteban Maroto, Pepe González, Adolfo Usero, Josep Maria Beà, Luis García, 
Fernando Fernández,  Ivá, Ja, Víctor de la Fuente, Antonio Hernández Palacios, Ventura y 
Nieto, Enric Sió, etc. La saturación del mercado fue pronto evidente, agravada por una 
recesión económica internacional que encareció el precio del papel y por el auge de nuevos 
medios de entretenimiento, como los videojuegos. Poco a poco, las antiguas revistas en papel 
son sustituidas por publicaciones electrónicas así como por multitud de blogs, con una nómina 
de autores/dibujantes, obviamente, renovada.

 
Obra de Richard Corben.

Pero, a lo que íbamos; el paso del tiempo es inexorable, con o sin pandemia, y de las figuras 
históricas citadas, nos han dejado Antonio Hernández Palacios, Pepe González, Fernando 
Fernández, Enric Sió, Ivá y otros. ¿Por el virus Covid-19? No, pero igualmente nos han dejado, 
síntoma evidente de que no todo es pandemia. Hace unos meses falleció uno de los grandes, 
el estadounidense Richard Corben, con un particular e inconfundible estilo en su obra; pues 
bien, la primera pregunta, ciertamente morbosa, que suscitaba la noticia de su desaparición 
era indefectiblemente de si había sido víctima del Covid, y al saberse que no, que había muerto 
como consecuencia de unas complicaciones médicas aparecidas después de someterse a una 
operación de cirugía del corazón, parece que su desaparición dejaba de contabilizarse, y no 
sólo en las estadísticas de la pandemia, era de “otra competición”, como si la soledad obligada 
al interno, el sufrimiento y la sensación de abandono no fueran los mismos, sea el que sea el 
diagnóstico médico, en aplicación de unos estrictos protocolos comunes. Al final, no todo es 
Covid, aunque, ciertamente en estos momentos, la lucha es para que nada sea Covid. No 
rehuyamos nuestra responsabilidad a nivel personal.