Hace ya semanas que la infancia de nuestro país ha vuelto “con normalidad” presencial a los
colegios en este curso escolar 21-22 aún atenazados todos, la infancia y nosotros, por los
efectos (¿coletazos?) de esta pandemia por el Covid-19 y, en voz baja para no crear alarmismo
añadido, los docentes exponen situaciones delicadas originadas por el hecho de que hay
padres que se niegan a vacunar a sus hijos poniendo así en peligro de contagio a terceros.
Vaya por delante que la vacunación no es legalmente obligatoria (dejemos para otro día el
análisis, con ojos de hoy, y en su vertiente de justicia, de la obligatoriedad de algunas leyes
que aún figuran en nuestro ordenamiento jurídico), y por lo tanto hay que respetar ese derecho
legal de negarse (que con ello se pueda perjudicar a los demás, ¿a quién le importa si la ley
protege al negacionista?), aunque cae por su peso que la decisión ha de ser consciente,
meditada y contrastando información suficiente, y siempre que, además, no ponga en peligro
a la propia criatura a quien no se vacuna. Sobre lo segundo, cedemos la palabra a las
personas del ámbito de la salud (a quienes, de acuerdo, también es legítimo no creer) que
disponen en todo momento de toda la información sanitaria sobre el particular que se va
conociendo, y nos limitaremos a reflexionar sobre la calidad y credibilidad de alguna
información accesible y que lleva a tomar determinadas decisiones.
En el marco de la emergencia global producida a raíz de la pandemia del Covid-19, diversas
instituciones de administraciones nacionales alertaron acerca de la reproducción de noticias
falseadas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) acuñó la expresión "infodemia" para
referirse a la sobreabundancia y multiplicación de información falsa en relación con el brote
epidémico, lo que podría resultar un factor de riesgo adicional para la efectiva contención de la
epidemia, y Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS afirmó: “La lucha contra los
rumores y la desinformación es una parte vital de la batalla contra el virus”. Hacia finales de
2020 y ante la inminencia del comienzo de vacunación masiva en distintos países,
comenzaron a propagarse con intensidad una serie de rumores y noticias falsas que alertaban
sobre supuestos planes para colocar microchips en las personas mediante la inyección, el
supuesto cambio en el código genético y los efectos secundarios en general. La OMS y el
Secretario General de la ONU, entre otras instituciones y personas, hicieron un llamamiento a
las autoridades de los países a fin de que se establezcan acciones globales para limitar la
multiplicación de información falsa, que podría poner en riesgo la efectividad de los planes de
necesaria vacunación masiva.
Y ahí fue Troya; al hacer recaer en los gobiernos la responsabilidad de las acciones, en este
caso de la vacunación, por la pandemia, los grupos anti-gobierno vieron el cielo abierto para
sus ataques “por restringir la libertad individual” con su medidas restrictivas y los seguidores, a
ojos cerrados y sin pensar si son buenas o malas, de consignas (que al parecer son muchos,
de esos que definía el filósofo Arthur Schopenhauer como “Todo tonto miserable que no tiene
nada de lo que pueda sentirse orgulloso, adopta como último recurso el orgullo de la nación a
la que pertenece; está listo y feliz de defender todas sus faltas y locuras con uñas y dientes,
pagando así por su inferioridad” dejándose seducir por ideas acerca de que quienes piensan y
actúan de manera diferente a la de ellos son criticables y perseguibles), los secundaron, a
veces con acciones y comentarios contradictorios (basta darse un garbeo por las Redes
Sociales de los últimos meses para verificarlo), convirtiendo así lo que podría ser una decisión
legítima mostrando unas convicciones sanitarias en una herramienta política de uso
indiscriminado como pim-pam-pum contra el gobierno. En ese contexto, cabe recordar que
siempre han existido las noticias engañosas, pero que, a partir de la emergencia de Internet y
de nuevas tecnologías de comunicación e información, las fake news han proliferado a lo largo
y ancho del planeta. Este término es utilizado para conceptualizar la divulgación de noticias
falsas (o, mejor, falseadas, como sugiere Fundéu1) que provocan un peligroso círculo de
desinformación. Las redes sociales permiten que los usuarios sean productores y
consumidores de contenidos a la vez, y han facilitado la difusión de contenido engañoso, falso
o fabricado, de forma que así se genera un circulo vicioso, y una noticia falsa se replica miles
de veces en cuestión de segundos adquiriendo el barniz de cierta. El derecho a informarse
debida y verazmente está sufriendo el impacto de este fenómeno que se vuelve cada vez
más peligroso y que influye de distintas maneras en las prácticas auténticamente democráticas.
La alarma social generada por noticias falsas difundidas exponencialmente a través de las
Redes (donde se puede opinar sin contrastar) y cadenas sociales, en muchas ocasiones
dificultan la planificación y tareas a llevar a cabo de las instituciones públicas para gestionar el
problema. Los medios de comunicación y las redes sociales se han hecho eco desde el primer
momento de la pandemia causada por el coronavirus desde finales del año 2019, provocando
multitud de informaciones a nivel global, no todas verídicas.
Sin embargo, no hace mucho tiempo que las noticias falsas eran un mero divertimento sin
imaginar, ni por asomo, su uso político, equivalente a alentar con ellas a la toma de decisiones
sesgada, condicionada, forzada o, simplemente, equivocada. Ahí están, sin ir más lejos, las
típicas inocentadas en la prensa del 28 de diciembre (que prácticamente hayan desaparecido
es todo un síntoma). O ¿quién no conoce a Abel Martín o Juan de Mairena, complementarios
del gran Antonio Machado? Ambos, el primero aparecido en 1926 y el segundo en 1928,
forman parte de una treintena de autores apócrifos (no confundir con personajes de ficción),
concebidos por el poeta para, en paralelo consigo mismo, dar salida a sus ideas en artículos
periodísticos como si fueran del otro. Una vuelta de tuerca la encontramos en Jusep (sic)
Torres Campalans, personaje inventado por el escritor español de nacionalidad alemana y
española, perteneciente por edad a la Generación del 27, con cuyos miembros tenía una gran
amistad, exiliado tras la guerra (in)civil, Max Aub Mohrenwitz (París, 1903 - Ciudad de México,
1972). A pesar de no haber existido más allá de la ficción, Aub inventa la biografía completa
de Torres y crea más de treinta obras y varios dibujos que llegan incluso a ser expuestos en
dos ocasiones en galerías de México y de Nueva York. Aub concibe a Torres como un pintor
cubista, hijo de payeses, nacido en Molleruse (sic), Lérida, que emigra a París, en donde
entra en contacto con las vanguardias artísticas y confraterniza con artistas como Pablo
Picasso, Georges Braque, Amadeo Modigliani o Piet Mondrian. Tras el estallido de la Segunda
Guerra Mundial, Torres Campalans se traslada a México para acabar sus días en un lugar
remoto de la región de Chiapas.
Hace poco cayó en mis manos la magnífica historia en formato cómic Naturalezas muertas,
edición en castellano del original francés Natures mortes, con guion del belga Zidrou (Benoît
Drousie) y dibujos del joven catalán de Terrassa Oriol Hernández, en el que se reivindicaba la
figura y obra del desconocido pintor modernista Vidal Balaguer i Carbonell, del que se
acompaña una detallada aunque enigmática biografía que culmina en su desaparición, y se
afirma que la mayoría de sus obras están en paradero desconocido y que sólo 11 de ellas se
conservan actualmente, y ello después de más de seis años de investigación, que se iniciaron
con la publicación de la tesis doctoral de Roser Domènech, de la Universitat Autònoma de
Barcelona, Silencis que parlen: artistes maleïts a la nostra Història de l’Art (Silencios que
hablan: artistas malditos en nuestra Historia del Arte). Joaquim Mir, Santiago Rusiñol, Isidre
Nonell, Ramon Casas... Todo el mundo conoce a estos pintores modernistas. En cambio, ya
se ve que poco o nada se sabe de Vidal Balaguer i Carbonell, compañero suyo de generación.
¿Y si no lo sabemos todo del modernismo? ¿Puede ser que los muchos estudios dedicados a
la peña de pintores bohemios de la archifamosa cervecería barcelonesa Els 4 Gats hayan
omitido algún nombre de peso del arte catalán? Recientemente comenzaron a aparecer los
trabajos de Vidal Balaguer, los cuadros y dibujos que reflejan sus obsesiones, los paisajes que
remiten al colorismo de Mir, su mirada al Liceu en llamas durante el aparatoso incendio que
casi lo reduce a cenizas (el de 1861, no el de 1994, aunque lo llamativo es que el incendio del
Liceu sucede 12 años antes del nacimiento de Balaguer, según su biografía), sus retratos de
Picasso, Casas, Nonell o Utrillo... Un conjunto que tiene el aroma de lo mejor de Gosé, Mir,
Casagemas o Casas. Todo ese material es una oportunidad única para conocer a este
olvidado. Pero, ¿por qué, entonces, la historiografía lo ha dejado arrinconado hasta ahora?
Hay una explicación muy sencilla: porque nunca existió ese pintor, nunca fue real. Resulta
curioso que desaparezca también del directorio de la Universitat Autònoma de Barcelona la
catedrática de historia del arte que ha escrito el epílogo de la obra, y que su tesis se haya
perdido en la red. En la era de la postverdad, también hay postarte. Y Vidal Balaguer quedó
olvidado para siempre porque nunca existió. Eso sí, su trágica historia (inventada) no deja de
fascinarnos porque a los humanos nos gusta el drama. Sobre todo si el drama afecta a un
personaje de gran talento al que no se ha reconocido hasta ahora.
Oriol, el dibujante del librito, ha dicho que el proyecto surgió cuando descubrió la obra del
pintor modernista Joaquim Mir en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC). "Hablé con el
guionista belga Zidrou, con el que trabajo habitualmente, de que quería hacer un cómic sobre
Mir, pero éste no es conocido en Bélgica, por lo que al final se me ocurrió hacer algo más,
como una novela negra con una desaparición de por medio, relacionada con el ambiente de la
bohemia artística modernista y fue así como nació la figura de Vidal Balaguer", y con ello se
ha buscado hacer creíble a Vidal Balaguer “dándole un contenido, creando una incertidumbre,
sembrando una duda2” y también ha permitido redescubrir la Barcelona de entonces y
constatar que han cambiado pocas cosas porque se siguen viviendo problemáticas que ya
eran evidentes en el 1900, porque este álbum no se limita a biografiar a un pintor modernista,
sino que intenta reproducir el ambiente del modernismo. Puestos a falsear el pasado, algo a lo
que las historias oficiales nos tienen más que acostumbrados, el propio Oriol recrea unas
posibles influencias de Vidal Balaguer en aquellas vacas sagradas y así se puede ver en el
retrato de Picasso, que "parece anticipar la época azul" del pintor malagueño, apunta el
dibujante. Lo más divertido es que "incluso algunos especialistas han picado en el anzuelo,
creyendo que realmente este pintor había permanecido en el más absoluto ostracismo; lo más
interesante ha sido darle contenido al personaje y traspasar la frontera de la ficción y la realidad".
Pero estábamos con la pandemia porque los casos relatados no condicionan las decisiones ni
crean opinión, pero ahí están aunque sean meros divertimentos. Por el contrario, las redes
sociales llevan años siendo el campo de cultivo de ‘fake news’, bulos e ideas conspiranoicas de
unos pocos. Y con el Covid-19, que recordemos que es una pandemia global, desde
plataformas digitales hasta aplicaciones de mensajería han conectado los cinco continentes
alimentando el negacionismo y el rechazo a las medidas que los diferentes gobiernos
implantaban para detener un virus desconocido. Así, mensajes y videos que cuestionan la
utilidad de las medidas sanitarias, las vacunas o que el propio virus exista, han plagado las
redes desde el inicio de la pandemia hasta la actualidad. Con bucear un poco encuentras
desde influencers que cuestionan que la mascarilla sirva de algo o que vaya a afectar a los
demás que no se lleve, a videos de personas con bata blanca que rechazan la validez de las
pruebas PCR o la de las vacunas. En esta línea, según los negacionistas, esta pandemia ha
sido creada para enriquecer a algunos pocos, como el magnate y empresario Bill Gates.
Además, según estas personas, las vacunas llevaban un chip para conectarse al 5G y
controlar a la humanidad, o luciferina, que es una sustancia que tienen las luciérnagas que les
permiten emitir luz, o grafeno. En general, en España, la adherencia a las medidas sanitarias
y a las vacunas ha sido muy alta y, además, actualmente el 74% de la población se ha
inmunizado contra la Covid; sin embargo, un porcentaje de la población está en contra de
todo y aprovechan noticias anecdóticas para alzarse en las redes y alimentar las teorías
conspiranoicas y el negacionismo. Y eso lleva a fallecimientos, porque, como explicaba la
hermana de un fallecido3 por el virus: “La realidad es bien sencilla: el Covid-19 mata y las
vacunas salvan vidas. Puede que no frenen totalmente los contagios, pero sí evitan acabar en
la UCI. Y eso es más que suficiente”.
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1La Fundación del Español Urgente —FundéuRAE— es una institución sin ánimo de lucro, creada en 2005 y promovida por la Real academia española de la lengua RAE y por la Agencia de noticias EFE, que tiene como principal objetivo impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación.
2Entre las obras, realizadas por Oriol al estilo de Vidal Balaguer, hay cinco retratos, de Picasso, Casas, Nonell, Mir y Pichot, obras de cronista, como el atentado con bomba en el Gran Teatre del Liceu de 1893, y, sobre todo, escenas cotidianas burguesas y otras de personajes suburbiales.
3Nos referimos en este caso, que no es único, al expiloto de motos y coach Jorge Lis Ortega, subcampeón de España de motos 125cc en 1996. fallecido tras luchar durante más de 45 días en la UCI del Hospital La Fe de Valencia contra los daños que el Covid-19 produjo en sus pulmones, que había sido uno de los negacionistas del virus, y que durante meses dejó de llevar a cabo las medidas sanitarias y animaba a no vacunarse a sus familiares. y cuando enfermó se arrepintió de haberse dejado arrastrar por esas ideas que circulaban en redes sociales. “Tengo miedo, Elena, de que por haber sido un cafre ahora no podamos frenar esto. Esta semana ha sido de golpe una de mis mayores lecciones de vida. Pasar mucho tiempo en Twitter, etc., me había radicalizado al extremo. Ojalá me hubiera vacunado", escribió a su hermana.“Este virus es así de traicionero: en cuestión de horas pasó de creer que pronto se iba de alta a complicarse con una gravísima neumonía bilateral. Él, que al inicio de la pandemia vivía atemorizado, de repente dio un giro y se contagió de un virus invisible y muy peligroso: el de las teorías que niegan la existencia de la covid o relativizan sus efectos. Escuchaba a presuntos gurús que presumían de manejar información privilegiada: datos económicos y sociales fuera del alcance del resto de los mortales, científicos incluidos”, añadió Elena.
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