En la enésima depuración de la biblioteca de casa, rebuscando una y otra vez algo para releer durante esta larga pandemia, me he topado con un libro que, seguramente por su reducido tamaño y la consiguiente facilidad de quedar ocultado por otros más voluminosos, me había pasado desapercibido en anteriores ocasiones; se trata de Ficciones, de Jorge Luis Borges, quizá su libro más famoso, obra imprescindible de la literatura contemporánea, los cuentos de que se compone pertenecen a la categoría de las páginas antológicas hasta el punto que la crítica especializada lo ha aclamado como uno de los libros que ayudaron a definir el rumbo de la literatura universal del siglo XX. Dejadme que lo recuerde aprovechando su hallazgo: el libro1, con dos prólogos (lo que se debe a que la primera parte había sido publicada originalmente tres años antes, en 1941, como un libro individual), se divide en dos secciones llamadas El jardín de senderos que se bifurcan y Artificios, que no difieren en estilo; la única diferencia notable entre ellas reside en que la segunda sección es ligeramente más breve que la primera. La primera parte, El jardín de senderos que se bifurcan, reúne el relato policial del mismo nombre, dos notas sobre libros imaginarios: "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius", sobrecogedora e insuperable metáfora del mundo, y "Examen de la obra de Herbert Quain", y cuatro cuentos de índole fantástica: "Pierre Menard, autor del Quijote", "Las ruinas circulares", "La lotería en Babilonia" y "La biblioteca de Babel" que inspiró a Umberto Eco su famosísima El nombre de la rosa. En la segunda parte, Artificios, se incluyen, entre otros, "La muerte y la brújula", de corte filosófico-policial; "Funes el memorioso", metáfora sobre el insomnio; "Tema del traidor y del héroe", acerca de un mismo destino que pierde y que redime; y "El Sur", según dicen, el cuento preferido del autor.
Ante la dificultad de leer obras como Ficciones, surge la pregunta del millón:¿es necesaria la ficción y, por ende, la literatura? Pensemos… En principio la lectura (teniendo en cuenta que el 30,5% de nuestros conciudadanos no lee nunca o casi nunca, según los resultados de la “Encuesta de hábitos y practicas culturales en España“) tiene muchos fines mas allá de los meramente informativos o didácticos, y al intentar hablar de estos fines nos metemos de lleno en un intento de explicar qué es la literatura. Por un lado, la lectura es una herramienta de uso común en la sociedad, muchos de los que puedan confesar que no leen nunca o casi nunca, si que lo hacen en su trabajo, leen informes o manuales, o en sus estudios, dedicados desde idiomas hasta oposiciones. Sin embargo leer literatura, la ficción, aporta al individuo una abrumadora cantidad de beneficios, aporta la posibilidad de experimentar mas allá de su propia vida, de vivir más de una vida, de ser mas de una persona, solo en su imaginación. La literatura nos da la posibilidad de mirar por otros ojos, y es intima amiga de la tolerancia, de la misma manera que no leer es enemiga de esta. Al leer una novela se plantean una serie de situaciones vitales comprometidas, que plantean dilemas y enfoques, y en las que participan personajes. Ante esto, el lector tiene la oportunidad de, en primer lugar, apreciar un enfoque general que corresponde al autor: cada autor tiene sus propias temáticas que le suscitan interés, sus propias estructuras narrativas y cuenta, como no, sus propias historias, por lo que es inevitable que la lectura de las obras de diferentes autores nos transmita diferentes sensaciones: en ocasiones nos atacan la razón, y nos hacen reflexionar de manera crítica, en ocasiones hacen que nuestro corazón se acongoje y tiemble ante la posibilidad de errar en la comprensión de nuestros sentimientos, y en ocasiones, simplemente sincronizan con nuestra alma de tal manera que su lectura nos produce un placer casi fisiológico. Sin embargo, más allá de esto, cada autor dota a sus historias de un carácter único, por lo que cada obra está expresando una sensibilidad que corresponde a una inquietud y un momento determinado en la vida del autor, es por esto que a veces, al leer una novela, sentimos que ha aparecido en el momento exacto en que necesitábamos leerla. Esta es la cuestión de las obras en si. Los libros son también la forma en que nos comunicamos con los muertos, la forma en que aprendemos lecciones de los que ya no están. Hay cuentos que son más viejos que la mayoría de los países que pisamos, los cuentos han sobrevivido al paso del tiempo mejor que nosotros.
Cada novela, cada historia de ficción narrada, pretende dar cuenta de una experiencia compleja y nos pone, a través de la empatía, en una situación y realidad vital que no es la nuestra real, pero que está construida de tal manera que estimula nuestra imaginación, lo cual ademas de ser una ventaja en si misma, nos permite crecer al crear nuestras propias analogías e identificaciones con nuestros medios de vida reales; en definitiva, una novela nos permite vivir algo internamente, y por ello ganamos experiencia vital, sin haber vivido la experiencia, propiamente dicha. Esta experiencia es sin duda subjetiva, y en nuestro afán natural por el juicio moral, nos eleva hacia la tolerancia y la autorreflexión a través de los grandes protagonistas de la literatura, los personajes pues, una vez adentrados en una historia, nos encontramos con que los personajes son personas vivas, cambiantes, personas descritas y perfectamente posibles, personas sobre el papel a las que llegamos a conocer mejor que nuestros familiares mas íntimos, y de las que nos es mas fácil imaginar aquellos rasgos no descritos. Esto supone el admitir el gran secreto de que ningún personaje es igual para dos lectores diferentes de la misma obra, y mediante la imaginación, se crea siempre con todos ellos una relación, que en base a nuestra moralidad y personalidad puede ser de identificación, comprensión o rechazo. Pero en cualquier caso obtenemos de todos ellos una visión peculiar de la situación, que nos invita a entender la subjetividad natural de nuestro propio devenir, y nos hace mas sabios en el sentido mas alejado de los conocimientos teóricos.
Por todo ello, la lectura de ficción es una necesidad del ser social, del que, en definitiva, pretende afrontar su vida con la coherencia necesaria para hacerle sentir feliz. Porque la salud de la mente humana está ligada a la flexibilidad de la sensibilidad, y la literatura ha sido siempre el descanso del hombre ante la condición humana, tanto al leer como al escribir porque es importante contar a la gente de qué lado se está y por qué, incluso explicando la falta de imparcialidad sobre un tema. Leer ficción, hacerlo por placer, es una de las cosas más importantes que podemos desarrollar en nuestra vida. La ficción tiene dos puntos clave. En primer lugar es una puerta de entrada a la droga de la lectura, conducir hasta el siguiente acontecimiento, el deseo irrefrenable de pasar de página, el nerviosismo por una situación comprometida de nuestro personaje…ese es el gran viaje. Nos fuerza a aprender acerca de nuevos mundos, pensar nuevos pensamientos, continuar muy despiertos; sin embargo la lectura es una actividad frágil, no existe nada peor que un mal libro. La segunda clave de la lectura es que construye empatía: la prosa de ficción es algo que se construye a partir de veintiséis letras y un puñado de signos y con ellos e imaginación se crea un mundo, se puede sentir un lugar sin haberlo pisado, se puede sufrir por amor sin haberlo conocido, cuando uno lee está siendo otra persona y, al regresar, seguramente algo habrá cambiado para siempre. La ficción no es más que una mentira, pero llena de verdad. Hagamos de este mundo un lugar que merezca la pena ser leído, imaginado y entendido. Es la única forma en que podremos salvarnos.
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1Que nadie se engañe. No es fácil leer este libro. Jorge Luis Borges es uno de los autores que más cuesta leer porque provoca una sensación de inferioridad con respecto a él que no se puede quitar. Se siente uno incapaz de llegar al fondo, leerle entre líneas y eso genera impotencia y mucho respeto. Ficciones, quizás su obra más conocida, una compilación de dieciséis cuentos agrupados en dos bloques. Con Ficciones, Borges reinventó el modo de escribir y de leer; los textos de Borges siempre propician no solo un gozo estético para el lector, sino que suponen un ejercicio de inteligencia que agranda nuestra visión de la realidad, y, por extensión, de nosotros mismos. De los dieciséis relatos, me quedo con Tlon, Uqbar, Orbis Tertuis (interesante cosmovisión del mundo con aportaciones de la filosofía idealista), Pierre Menard, autor del Quijote (un relato ensayístico sobre la interpretación temporal del lenguaje), Las ruinas circulares (el cuento sugiere temas como el regreso del infinito, la leyenda del Golem y el proceso de creación –literaria–), La lotería en Babilonia (donde aborda el azar, el caos social y el valor de la democracia), La biblioteca de Babel (la especulación de un universo compuesto de una biblioteca de todos los libros posibles, en la cual sus libros están arbitrariamente ordenados, o sin orden, y preexiste al hombre), Funes el memorioso (según Borges, esta pieza literaria es “una larga metáfora del insomnio”, donde el protagonista sufre de hiperamnesia, un síntoma del síndrome del sabio, es decir, no tenemos la capacidad de olvidar muchas cosas con las que no podríamos vivir si las recordamos a diario) y El sur (en el prólogo, el mismo Borges dice que El sur es “acaso mi mejor cuento” no solo por los muchos rasgos autobiográficos, sino porque ha logrado combinar varios de sus temas predilectos: el sueño, el destino, el tiempo y la muerte del personaje). Este es un libro al que volver, que hay que releer una y otra vez. Seguro que no se le ha sacado todo el jugo y seguro que en futuras relecturas se puede exprimir más algunos cuentos, a otros se dará otra lectura y en algunos pocos se logrará descubrir su verdadero significado. No es fácil leer a Borges. Su universo es muy completo y complejo; parece que todo se resume en un laberinto, un espejo y una enciclopedia, pero detrás de estos conceptos hay toda una obra sublime. Sea como fuere, hay que leer al gran maestro argentino y hay que dedicarle toda nuestra atención porque cuando realmente adquiere significado un relato de Borges es cuando lo lees detenidamente y pones todos tus conocimientos previos al servicio de la lectura. Borges obliga a esforzarse, Borges nos mejora como lectores y como personas. Dice Vargas Llosa que “Borges es el escritor en español más importante desde Cervantes”, pues rindámosle el merecido homenaje concentrándonos en su lectura (relectura). Aunque cueste. Porque si cuesta, merece la pena. Y Borges claro que merece la pena.




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