El 24 de diciembre gran parte del mundo está celebrando la Nochebuena, el nacimiento de
Jesús (instaurado el 25 de diciembre en el año 800 por coincidir con la coronación como
El Canto de la Sibila (el Cant de la Sibil·la originalmente), sobre todo de Mallorca.
La Sibila es un personaje conocido de la mitología griega y romana1, aunque también aparece
en la tradiciones mozárabe, cristiana y judía. Estas mujeres, las sibilas, eran muy solicitadas
porque se decía que tenían el don de la profecía; se las describía como longevas, introvertidas,
solitarias, reservadas y misteriosas, habitaban en lugares de difícil acceso como grutas.
Algunos ejemplos de Sibilas conocidas son la de Eritrea en pleno trance profetizó la Guerra de
Troya o la Sibila de Cuma conocida porque aparece en La Divina Comedia de Dante Alighieri.
Se trata de una tradición que proviene de las celebraciones litúrgicas de la Baja Edad Media y
que fue muy popular en Francia, España, Italia y Portugal. El testimonio más antiguo de la
sibila cristianizada y cantada en monasterios (no popularizada aún) lo aporta un manuscrito en
latín del monasterio de San Marcial de Limoges (Francia), en pleno Imperio Carolingio. En
España el documento más antiguo que se conserva es un manuscrito visigodo de la mezquita
de Córdoba del año 960, perteneciente a la liturgia mozárabe. Del siglo XI data también el
manuscrito de Ripoll redactado en latín, en el ámbito de la cultura litúrgica hispánica, siendo
en poblaciones de la actual Catalunya, en donde en buena medida arraigaría. El Canto de la
Sibila constituyó pues una tradición cultural cristiana que tenía como tema central el juicio final
que se emitiría sobre buenos y malos, es decir, sobre los fieles al Rey y Juez Universal, cuya
llegada era anunciada desde la fiesta de su nacimiento en la condición humana. Inicialmente
no fue propio de la Nochebuena actual pero la verdad es que, para su popularización, fue
determinante la incorporación del canto en los maitines de Navidad. En la actualidad, esta
tradición solo se conserva en la isla y ciudad de Mallorca, donde se introdujo después de la
conquista por Jaime I, y en l’Alguer (Alghero), una pequeña localidad de la isla de Cerdeña en
Italia de tradición catalana y donde aún se conserva el habla del idioma, ya que estas dos
poblaciones fueron las únicas que se saltaron la prohibición del Concilio de Trento en el siglo
XVI sobre él por considerarlo un rito pagano, aunque, en los últimos años, el Canto de la Sibila
está alcanzando tanta popularidad que se ha empezado a recuperar en algunas iglesias de
Menorca, Valencia y Catalunya, así como otras más además de las actuales de la isla de
Mallorca..
El Canto de la Sibila es un drama litúrgico que anuncia el Juicio Final en la celebración del
nacimiento del hijo de Dios y comienza con un versículo poderoso, aterrador (para la época)
como es este: Iudicii signum tellus sudore madescet (“El día del juicio toda la tierra se
empapará de sudor”). Durante la celebración de la Misa del Gallo, formalmente antes de que
ésta empiece, una joven, vestida con una túnica, a veces bordada en el cuello, acompañada
habitualmente por una capa, con una espada que mantiene suspendida delante de la cara y
con la que, una vez finalizado el acto, forma una cruz, interpreta un canto gregoriano a capella,
ocasionalmente acompañada por el órgano de la iglesia y dos niños mientras recorren la
iglesia hasta llegar al coro. Se interpreta, como se ha apuntado, en la noche del 24 de
diciembre y es tal su belleza, aclamado como uno de los fenómenos más singulares y
relevantes de la historia musical mallorquina por la convergencia de tradición popular y música
culta, que en 2010 fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la
UNESCO, al igual que la Fiesta de los Patios de Córdoba (que, todo sea dicho, es más
conocida).
No hace falta remontarse al Concilio de Trento y sus prohibiciones litúrgicas para darse cuenta,
más allá del Canto de la Sibila, de la (rápida) evolución de las “tradiciones” y costumbres
navideñas hasta llegar en poco tiempo a lo que son hoy, una muestra obscena de vorágine
comercial y consumista disfrazada bajo una pátina de sensiblería y pseudo solidaridad. Yendo
sólo a unos años atrás, la Navidad era nada más que una época de vacaciones escolares y
poca cosa más; en las casas se solía instalar un pesebre, nada de árbol, que, a veces era un
conjunto de figuras de papel recortable, que la chiquillería comprábamos en la papelería de
Mateo, Papá Noël era un personaje, en el mejor de los casos, exótico y percibido como ajeno,
imperando de calle los Reyes Magos que, aparte de hacerse esperar hasta el final de las
vacaciones escolares, demostraban que algo de magos tenían, pues “adivinaban” en sus
regalos lo que se necesitaba, generalmente de material escolar. En cuanto a las comidas de
estos días, nada de turrones o cava; a lo sumo unas tortas de chicharrones para tomar, sólo
algún día, tras el cotidiano potaje, horneadas en la panadería de Carmen, “la Palala”. ¿A qué
seguir? No es lo único que ha cambiado en nuestra cotidianidad: hoy son familiares, no sólo
Papá Noël o el árbol, sino, ya fuera de la Navidad, expresiones como Halloween, Black friday,
Ciber monday, Thanksgiving day,…, la mayoría vinculadas a aspectos comerciales.
¿Tradiciones?
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1En la Grecia clásica, la Sibila era el arquetipo de la profetisa y la sacerdotisa. Mujer de sabiduría y vehículo de las revelaciones divinas, constituía a la vez el símbolo de la mujer arcaica que reunía muchos atributos encarnados antaño por las Diosas Madres del Paleolítico, las Magna Mater de Oriente y del mundo clásico grecorromano, como Isis, Ishtar, Deméter y Atargatis. El oráculo de la Sibila Eritrea, que anunció en el siglo II a. C. la llegada de una edad de oro del hombre con el nacimiento de un niño, hijo de una madre virgen, permitió al cristianismo aprovechar esa figura y recuperar ese oráculo para proclamar el mensaje de la segunda venida del Mesías.. La tradición de celebrar el Canto de la Sibila por Navidad parece iniciarse musicalmente en los siglos IX-X (San Marcial de Limoges). Sus visiones apocalípticas son trágicas y desgarradoras, pero la música que las acompaña es armónica y mágica. El Canto de la Sibila se cantó durante siglos por la voz onírica de un niño, ya que las mujeres tenían prohibido hacerlo dentro de los templos, salvo en los monasterios femeninos. Gracias a este canto milenario, la luz de las sibilas sigue todavía viva en voz y figura femenina.
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