Desde el desconocimiento y la perplejidad que domina todo lo que rodea al, digámosle, conflicto armado actual entre Rusia y Ucrania, empezando por sus razones últimas, dictadas, al parecer, por la nostalgia melomaníaca del dirigente de una de las partes, pasando por las imágenes horribles, día sí y día también, de sus destrozos, humanos y materiales, las declaraciones inflamadas de unos y otros, etc., hoy, 8 de mayo, aniversario de cuando en 1945 la Alemania nazi firma la rendición incondicional (Día de la Victoria en Europa para los Aliados), nos atreveremos a reflexionar en voz alta, sin pretender que esas reflexiones sean las correctas, acerca de algún detalle al que, o no se ha prestado atención, o ha pasado auténticamente desapercibido. Al anunciar, acabadas unas supermaniobras militares junto con su aliado Bielorrusia, que iniciaría una "operación militar especial"(recuérdese que no pueden usarse los términos “guerra”, “invasión” y, mucho menos “agresión”, so pena de afrontar por ley hasta 15 años de cárcel; eso del imperio de la ley...) contra Ucrania durante la madrugada del jueves 24 de febrero de 2022, el líder ruso, Vladimir Putin, justificó su acción en la necesidad de "desnazificar1 y desmilitarizar Ucrania", según dijo en un discurso televisado, sin pruebas que lo respaldaran aunque inicialmente dijo que estaba preocupado por la seguridad nacional de Rusia, dada la expansión de la alianza militar de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en Europa del Este; quería garantías de que Ucrania no sería admitida en la alianza, lo que, en teoría, le permitiría a los Estados Unidos instalar bases militares en la región vecina al territorio ruso y, al acusar al actual gobierno ucraniano de ser nazi -sin ninguna prueba de ello-, Putin fue más allá de las preocupaciones prácticas por la seguridad del país y movilizó una serie de conceptos y hechos históricos para justificar, ante el mundo y en especial ante el pueblo ruso, las acciones militares contra un pueblo igualmente eslavo: evocó la memoria colectiva de los ataques de Adolf Hitler a Europa, especialmente la invasión nazi de la Unión Soviética, y la noción de genocidio y limpieza étnica contra un pueblo -que en este caso serían los separatistas prorrusos en Ucrania-, y trató de caracterizar sus actos no como una agresión contra otro país, como acusan Ucrania, EE.UU. y Europa Occidental, sino como una defensa. La Segunda Guerra Mundial sigue siendo una parte importante de la cultura y la política rusa, y la afirmación falsa de que el gobierno ucraniano actual es como el gobierno aliado de los nazis de Ucrania en la Segunda Guerra Mundial o el Ejército de Liberación de Ucrania (el grupo que luchó junto a los nazis) es un intento de moldear la opinión rusa. El uso por Putin de este tipo de argumento2 tiende a ser exitoso en la población rusa y es parte de una estrategia más amplia del líder para movilizar el apoyo popular porque esta retórica de desnazificación es muy poderosa pues evoca la memoria del inmenso sufrimiento y la victoria final del pueblo soviético durante la Segunda Guerra Mundial y en los últimos años, Putin ha intensificado deliberadamente la conmemoración de la 'Gran Guerra Patriotica', como la Segunda Guerra Mundial es conocida en Rusia, promocionando el Día de la Victoria (9 de mayo) como la fiesta más importante y utilizando la guerra para inflar el orgullo nacionalista, ya de por sí muy fuerte, entre los rusos.
El miércoles 23 de febrero por la noche, tras intentar comunicarse con Putin y ser repetidamente ignorado, el presidente de Ucrania, elegido democráticamente tras la deposición en 2014 del prorruso Viktor Yanukovych, el judío Volodomir Zelensky, cuyos tíos- abuelos y otros miembros de la familia fueron asesinados durante el Holocausto, hizo un llamamiento a la población rusa para que evitara que el Kremlin procediera con un ataque y, en su discurso, abordó las acusaciones de que su gobierno es nazi, las cuales serían repetidas por Putin horas después, al momento del anuncio de la operación militar.: "¿Cómo puedo ser nazi? A ustedes (los rusos) se les dice que somos nazis. Pero, ¿puede un pueblo que dio más de 8 millones de vidas por la victoria sobre el nazismo apoyar a los nazis? ¿Cómo puedo ser nazi? Explíquele eso a mi abuelo, que pasó por la guerra en infantería en el Ejército soviético y murió como coronel en la Ucrania independiente", lo que no quita para que, ciertamente, cuando el Ejército nazi entró en las zonas ucranianas en 1941, una parte de la población optó por colaborar con los alemanes, mientras que gran parte del país se vio asolado por el sufrimiento y la destrucción y más de 5 millones de ucranianos murieron luchando contra los nazis, que mataron a la mayoría de los 1,5 millones de judíos ucranianos. La ocupación alemana duró hasta 1944, y los ucranianos que cooperaron con los alemanes nazis trabajaron en la administración local, se convirtieron en parte de la policía nazi o en guardias en los campos de concentración; el gobierno civil alemán nazi fue bautizado como Reichskommissariat Ucrania o RKU, y comprendía lo que ahora se divide entre el territorio de Ucrania, Bielorrusia y Polonia.
Para intentar buscar un poco de luz en este guirigay nos apoyaremos en un escritor soviético nacido, precisamente, en Ucrania, Vasili Grossman, cuya obra estuvo completamente condicionada por la realidad que vivió: el antisemitismo institucional en Rusia; la hambruna en Ucrania; las purgas y sus desastrosas consecuencias, no solo humanas, sino culturales y militares, la Segunda Guerra Mundial, con la Batalla de Stalingrado y el Holocausto. Grossman, que se entusiasmó como muchos otros con la construcción del socialismo, pronto se dio cuenta de la divergencia entre las promesas del poder y la realidad de la vida cotidiana de los trabajadores. Acabó sus días empobrecido y sólo por escribir lo que hoy parece innegable, que nazismo y stalinismo son dos caras de la misma moneda. La vida de Grossman fue, como la de muchos otros de sus colegas, una batalla para publicar, para conservar sus obras íntegras frente a la censura y para dar a conocer la verdad de lo que veía. Su suerte fue que no acabó deportado en el Gulag o directamente fusilado. Su tragedia, la de la miseria cotidiana de tantos de sus compatriotas, desposeídos, espiados, amenazados, minados por la falta de porvenir. Vasili Grossman sigue siendo impopular en Rusia aún después de su muerte en 1964 porque, como en cualquier estado totalitario, es más fácil creer en un pasado glorioso que admitir, en su caso, que el estalinismo y el nazismo fueron un espejo el uno del otro.
Grossman nació en 1905, bajo un sistema zarista en el que la revolución de Lenin de años después no era sino un sueño utópico para la mayoría de los campesinos y obreros, en Berdychiv (Ucrania), en el seno de una familia burguesa y cultivada de origen judío, cuya madre fue masacrada por los nazis (por tradición familiar nace con el nombre de Iósif Solomónovich Grossman, pero una niñera rusa cambia su nombre por el de Vasili, modificación que gusta a la familia de Grossman y acaba así). Su extraordinario trabajo como corresponsal de guerra, en especial en la batalla de Stalingrado y en el descubrimiento del campo de exterminio deTreblinka (en la Polonia ocupada por los nazis) que sirvió como prueba en los juicios de Núremberg, una vez finalizada la guerra, le hicieron conocido por el público ruso y cuando pasó de periodista a escritor, su amistad con Máximo Gorki engrasó sus relaciones siempre tensas con el mundo editorial pero la obra de su vida, Vida y destino, una de las novelas más extraordinarias del siglo XX, y no solo de la literatura rusa sino de las letras universales, comparada a veces con Guerra y paz, de Tolstoi, a la que dedicó 16 años, fue considerada “una sucia calumnia contra la sociedad y el Estado soviético3”, la KGB asaltó la casa del escritor, confiscó tanto el manuscrito como todo el material relacionado con la novela por hablar (sus personajes4) del antisemitismo de Stalin5, de la política agraria que desposeyó a los kulaks; los inhumanos viajes hasta Siberia, que se alargaban un mes a temperaturas de 40 grados bajo cero y de la vida en el Gulag y las detenciones en la Cheká y en la Lubianka, en las que los propios detenidos tenían que formular su acusación. De un estado inhumano hasta el delirio, que no solo no ha sido juzgado, sino que está siendo rehabilitado en la Rusia actual6. Como predijo Grossman, “el nombre de Stalin ha quedado asociado a la victoria en la Segunda Guerra Mundial y ayudará a borrar el pasado junto con el recuerdo de lo millones de personas que perdieron la vida durante la colectivización, la hambruna y las purgas”. Y, al parecer, Putin ha utilizado este mito de la victoria bélica de Stalin para fortalecer su propio poder político pues si bien en octubre de 2017 inauguró el Muro del Duelo, el primer monumento de iniciativa estatal a las víctimas del terror soviético, en diciembre del mismo año, el estado celebró asimismo el centenario de la creación de la Cheká, la policía secreta bolchevique, responsable de toda una matanza de ciudadanos soviéticos y el director del FSB (la nueva KGB) declaró que su agencia se consideraba con orgullo la heredera de Cheká, mostrando que en la Rusia moderna conviven dos versiones de la historia soviética, lo que significa que el estado nunca ha asumido la responsabilidad por haber asesinado a millones de personas y nunca ha admitido de forma clara y definitiva sus crímenes.
Volviendo a Ucrania, curiosamente, la referencia a los nazis y los neonazis se volvió muy prominente en los medios rusos alrededor de diciembre de 2013, similar a lo que el Kremlin hizo con noticias que se demostraron falsas en 2008 con Georgia y en 2014 con Crimea, porque en el momento de las protestas antirrusas de la plaza Maidan de Kyiv, algunos de los manifestantes estaban haciendo cosas como levantar una bandera de Stepan Bandera7 (valga el juego de palabras). Hay un segmento de la población ucraniana que recuerda esos intentos de lograr la independencia de Ucrania bajo Stalin aliándose con Hitler, no como una colaboración con el nazi-fascismo, sino como actos propios de patriotas y héroes nacionales ucranianos. Detrás de la colaboración con los nazis había un deseo de independencia por parte de los ucranianos y la creencia de que los alemanes podrían ser la forma de deshacerse del líder soviético Joseph Stalin. Ucrania no está controlada por nazis o fascistas, a pesar del crecimiento de grupos ultranacionalistas y fascistas en los últimos años, un problema global que no es exclusivo a Ucrania. La afirmación de ser el protector del mundo ruso, por así decirlo, es una justificación común en la política exterior de Putin, añorando el Imperio ruso, y esta acusación infundada de desnazificar refuerza su afirmación ante audiencias nacionales de que él es el protector de los rusos étnicos en toda la ex Unión Soviética.
“Se puede reprimir el ansia de la libertad, pero es imposible destruirla por completo”, advierte Grossman en uno de sus cuentos. Aviso para navegantes.
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1La desnazificación, que realmente existe, fue una iniciativa de los ejércitos aliados después de su victoria sobre la Alemania nazi. Reforzada por la Conferencia de Potsdam, junto a Berlín, debería resultar en «la depuración» de sociedad, cultura, prensa, justicia y política de Alemania y Austria de toda influencia nazi.
2El investigador Robert Horvath, de la Universidad La Trobe de Melbourne, Australia, asegura que mientras Putin habla de "desnazificar Ucrania", el presidente ruso "cultiva sus propios nazis".En un artículo reciente en The Conversation, el investigador dice que el Kremlin tiene vínculos con Russkii Obraz, un grupo neonazi que ha acudido a frecuentes debates televisados en medios altamente controlados por el gobierno y, en los últimos años, el gobierno de Putin se ha distanciado del grupo, pero algunos de sus miembros siguen siendo influyentes en la vida política del país. Uno de los problemas para Putin es que algunos de estos radicales han adquirido experiencia de combate en la región de Dombás y esto podría ser útil contra el mandatario ruso en caso de que alguna vez haya una gran disidencia contra el gobierno ya que no queda casi nada del movimiento nacionalista; no tienen su propio espacio en la arena política.
3Vida y destino fue publicada en 1980 en Francia gracias a una pequeña red de disidentes soviéticos: el físico Andréi Sajárov fotografió secretamente las hojas de un borrador preservado por Semión Lipkin, y el escritor Vladímir Voinóvich consiguió pasar de contrabando los microfilms al extranjero. Dos investigadores, profesores y escritores disidentes copiaron el texto a partir de los microfilms, con algunos errores debidos a la mala calidad de estos. El libro fue finalmente publicado en la Unión Soviética en 1988 de resultas de la implementación de la política de Glásnost iniciada por Mijaíl Gorbachov y un año más tarde, en 1989, el texto volvió a ser publicado al ser encontrados nuevos manuscritos originales.
4 El antisemitismo de Estado, subrepticio al principio, sale a la superficie en enero de 1949, cuando la prensa lanza la campaña contra el "cosmopolitismo sin raíces". Para Grossman, aquel suceso supone la demostración del paralelismo entre los regímenes nazi y soviético, que finalmente se tocan en el antisemitismo. Grossman expondrá más tarde sus opiniones al respecto en las páginas centrales de Vida y destino, en la conversación de sus personajes Liss y Mostovskói en un campo de concentración alemán.
5Vasili Grossman fue el único que se atrevió a comparar el estalinismo y el nazismo: "Pese a las diferencias ideológicas —de raza y de clase—, estos dos sistemas totalitarios se asemejaban en su completa falta de humanidad, en el rechazo a la noción fundamental de que toda vida humana individual es valiosa".El propósito de Grossman era comparar los gulags con el Holocausto, que la Rusia posestalinista afrontara el pasado igual que había hecho Alemania después del nazismo.
6Grossman escribió al Kremlin. En esos momentos, su inquilino era Nikita Jruschov, a quien Grossman se dirigió: “En este libro he escrito lo que consideraba, y sigo considerando, que era la verdad. Solo he descrito las cosas que he pensado, sentido y sufrido”. Y le interpela: ¿Por qué se ha prohibido mi libro, que de alguna manera puede corresponderse con las necesidades espirituales del pueblo soviético, y que no contiene ni falsedades ni calumnias, sino verdad, dolor y amor por las personas? Naturalmente, el Kremlin hizo caso omiso de la protesta. No iba a permitir que otro intelectual no siguiera las consignas oficiales, y pusiera en cuestión su “paraíso” en la tierra, negándose a cantar sus “bondades”.
7Una de las figuras más destacadas -y controvertidas- del nacionalismo colaboracionista ucraniano, quien primero actuó para facilitar el dominio de la región por parte de los nazis y luego se volvió contra ellos cuando se dio cuenta de que su plan para la independencia de Ucrania no llegaría a buen puerto. Bandera pasó años en un campo de concentración nazi y finalmente fue asesinado por un agente de la KGB en 1959.
Buenos días Miguel,
ResponderEliminarBuen análisis. La historia con minúsculas, la oficial, la que escriben las editoriales autorizadas por los mandatarios de turno, se nutre de sus directrices, por eso no es fiable, por fortuna la HISTORIA con mayúsculas, la que escriben los historiadores se nutre de sus mas o menos acertados accesos a los registros escritos y por fortuna nos permite entreabrir la ventana del tiempo.
Para muestra un botón; mirando por curiosidad un libro de Historia de mis nietos veo que acaba justo donde acababa para nosotros y de eso hace ya medio siglo. Se ve que aun no hay un acuerdo sobre que historia es la verdad verdadera. Peor aún casi ninguno de ellos ha llegado a la Restauración siquiera.
Claro que teniendo en cuenta que España tiene 2000 años como apunta nuestra insigne presidente Ayuso no me extraña que no de tiempo a abarcarla en el año escolar.
Un abrazo.
Desde luego, los políticos y la historia real son incompatibles, y en cuanto a los historiadores y los registros escritos, se ha de ser muy prudente. Un ejemplo: el gobierno Rajoy se comprometió a subir cada año las pensiones un 0,5 %, con lo que el poder adquisitivo de los pensionistas se reducía cada año. Los historiadores eligen para su análisis: o subida anual de pensiones (rigurosamente cierto) o merma anual de poder adquisitivo (también real), según sea su perfil. Información, siempre información antes de tomar decisiones.
EliminarUn abrazo.
Genial escrito, como diem sabes hacer.
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