domingo, 21 de julio de 2024

Poco más que un trabalenguas.



Nuestra civilización occidental es hija de un padre que es el cristianismo y una madre que es la filosofía griega, una combinación de sentimientos y de razón que hace que nuestra existencia esté regida por normas que tratan de controlar nuestros impulsos, unas veces para bien y otras para mal. Así hay quien nos hablará de que somos fruto de instintos de nuestro cerebro reptiliano y demás, y otros que nos alentarán a seguir lo que nos dicta un alma que nos hace más que meros animales. Y sin duda todo es tan verdad como mentira, ya que si es misión imposible el comprenderse un
o mismo, ya generalizar al resto de la raza humana es de una soberbia supina; hay ocasiones en la vida en la que te encuentras entre medias de dos males o teniendo que elegir entre dos opciones que sabes que te van a dar más disgustos que alegrías. Ojalá el mundo fuese algo más sencillo, un sistema matemático en el que dos más dos sólo tuviera como resultado cuatro, mas esta realidad nuestra no es así y hay momentos en los que no hay más remedio que ir de Guatemala a Guatepeor. Cuando empecé a estudiar inglés, tarea en la que llevo embarcado casi cincuenta años sin demasiado avance, estaba como número uno de las listas de música la versión que de La Bamba de Ritchie Valens hicieron Los Lobos, y al oir a los irlandeses masacrando la lengua de Cervantes me di cuenta de lo penoso que es intentar cantar una letra en un idioma que desconoces. Eso mismo hacemos la mayoría con los demás idiomas, y sólo la bondad del ser humano para con los ignorantes hace que no se cometan asesinatos en defensa de las lenguas del mundo. Esta situación se ha dado desde siempre, pero hay que ser un genio para convertir lo ridículo en sublime tal y como vemos en la canción de hoy. Adriano Celentano, el artista (porque llamarle sólo cantante, compositor, actor, literato… es poco) milanés buscará adaptar rock y el blues de su idolatrado Elvis Presley a la música tradicional italiana. Al principio realizará versiones de clásicos de Ben E. King o Fred F. Sears pero rápidamente se decanta por sus propias canciones en las que mezclará el humor con el amor, lo ligero con la denuncia social, los sueños con la cruda realidad. Es sin duda la figura del mundo del espectáculo más importante de los últimos cincuenta años y en él se han inspirado todas las figuras de la península itálica. Él ha sido uno de los principales culpables de que la música trasalpina haya sabido adaptarse a las modas que venían de allende de sus fronteras creando estilos híbridos entre la riquísima tradición musical autóctona y las nuevas músicas como el blues, el rock o el pop. Sus actuaciones televisivas congregaban a toda la población ante las pantallas, sus películas eran devoradas, y sus discos esperados con ansia. En 1972 rompe todos los esquemas mentales con esta Prisencolinensinainciusol que será o bien un antecedente del rap y muestra de la más atrevida experimentación musical o directamente una locura que te engancha. La letra no significa nada porque es un sucesión de fonemas que parecen inglés sin tener correspondencia con palabra alguna por mucho que te suenen, y en la música es una de las canciones con más ritmo de la historia con la sección de viento, y la percusión marcando el paso con la ayuda del bajo y la guitarra que dan paso a la macarra y potente voz del cantante y los coros. Termina con unas notas de armónica.



Ópera francesa.



Dedicamos
hoy este blog a la consolidación de la ópera en Francia a lo largo del siglo XVIII, centrándonos en el autor más importante en dicho siglo, Jean-Philippe Rameau (1683-1764, músico, teórico musical y compositor francés), y en una de sus obras maestras, Les Indes Galantes, ópera-ballet héroïque (en realidad teatro lírico francés del Barroco, una mezcla de narración, canto y danza), la obra que lo consagró como el máximo maestro de los espectáculos líricos de su tiempo. Les Indes Galantes es la primera de las opéra-ballet que compuso Rameau y la segunda de su carrera de compositor de óperas, sin embargo es una obra maestra y un referente del género en la que están presentes las formas musicales que caracterizan a la ópera moderna: fragmentos puramente orquestales, recitativos acompañados, arias, dúos, escenas corales. Sin duda, Rameau trascendió las limitaciones del género y esta obra lo consagró. Históricamente, el rey Luis XV y sobre todo su favorita Madame de Pompadour, fueron grandes protectores de las artes y la cultura lo que permitió la irrupción y el desarrollo del estilo Rococó al que seguirá, posteriormente, el Neoclasicismo. El Rococó ha sido considerado por muchos como la culminación del Barroco, lo que no es completamente cierto, ya que el Rococó es un estilo frívolo, opulento, laico y galante, a deferencia del Barroco, que es el Arte de la Contrarreforma, por tanto con importantes connotaciones religiosas; si el Barroco francés estaba al servicio del poder absolutista, el Rococó está al servicio de la aristocracia y la burguesía. Es un estilo intimista, de interiores, y se extiende a otras artes, como la pintura o la escultura, pero también al diseño de muebles o la decoración. Las Indias galantes narra historias de amor en lugares remotos y exóticos, comprendidos bajo el nombre genérico de «Las Indias»: un pachá turco en una isla del océano Índico; un triángulo amoroso en Perú entre españoles e incas; el amor entre dueños de esclavos y esclavos en Persia; y, por último, el cuarto y último acto, Les Sauvages, que tiene lugar en Norteamérica (la Ilustración europea, con su construcción fundacional de la alteridad, necesitaba aventurarse más allá de sus fronteras mediante la conquista imperial y el celo misionero, su violencia y dominación se justificaron mediante la producción de estereotipos orientalistas y la imposición de taxonomías raciales, culturales y religiosas. La procedencia de Les Indes Galantes se basa, por tanto, en el racismo y la arrogancia colonial francesa). Las Indias galantes simboliza la época despreocupada, refinada, dedicada a los placeres y a la galantería de Luis XV y de su corte y el desarrollo dramático mínimo de estos pequeños dramas servía como excusa para producir un «grand spectacle» en el que los decorados, los vestidos suntuosos, los efectos especiales producidos por las maquinarias teatrales y sobre todo la danza tenían un papel esencial. En esta ópera-ballet, se pueden observar diferentes formas musicales dentro de la obra, pues se compone de arias, dúos, corales, momentos sinfónicos y fragmentos compuestos únicamente por la orquesta, entre muchas otras formas; las cuales van apareciendo de acuerdo al desarrollo de la obra. Por ejemplo, cada acto, o cada una de las entradas abre con una parte sinfónica, para así darle la importancia y el espacio necesario de desarrollo a la orquesta, ya que las partes recitativas, siguiendo con la idea del Barroco de destacar igualmente las voces, son acompañadas generalmente por un clave, pues la importancia en este momento de destacar el texto y asegurar su entendimiento era una de las preocupaciones primordiales tanto para los libretistas como para los compositores. Su esfuerzo e importancia consiste en darle una nueva importancia a la parte instrumental, ya que deja de ser un simple acompañamiento y la orquesta se vuelve parte del espectáculo, en donde las voces, las danzas y los músicos están al mismo nivel de importancia frente al público. En esta obra, Jean-Phillipe Rameau logra mostrar una gran producción, o como se le llamaba, un grand-spectacle, en donde se dedica a los placeres de la vida y a disfrutar de las galanterías de su corte. Es entonces que logra cambiar la perspectiva y mostrar un nuevo mundo contemporáneo, hablando del amor y sus diferentes interpretaciones en las “Indias” de cuatro lugares distintos y muy alejados de Francia; deja entonces de preocuparse por mostrar las vidas y tragedias de héroes y personajes mitológicos para mostrar una realidad contemporánea basada en temas menos trascendentales y más despreocupados.



Otra estrella del soul desconocida.



I
gual que otras legendarias estrellas del soul, como Solomon Burke, Wilson Pickett y Otis Redding, Joe Tex sigue siendo uno de los personajes más emblemáticos en el panorama de la black music de los años sesenta y setenta del siglo XX. No obstante, Tex ha sido siempre inmerecidamente infravalorado. Su agudo sentido del humor y su vivaz ademán irónico siempre fueron desfigurados. Joe Tex, cuyo nombre real era Joseph Arrington Jr., tuvo su infancia en un suburbio de Houston y, como James Brown, con quien compartió algunos momentos de su carrera, empezó a ganarse la vida por las calles como limpiabotas, vendedor de periódicos, cantante y bailarín. Durante los estudios superiores participó en un concurso de jóvenes talentos de su ciudad y ganó el primer premio (trescientos dólares y una semana en Nueva York) con un sketch cómico titulado "lt's in The Book" aunque, a pesar de ello, logró llevar a buen término sus estudios y se diplomó en 1955. En aquel tiempo, la mayoría de los jóvenes afroamericanos con vocación musical daban sus primeros gorgoritos en los coros de la iglesia evangélica, bautista o pentecostal del barrio, luego se armaban de valor y le anunciaban a su progenitor o al párroco –que a veces era la misma persona– su intención de empezar a interpretar música laica, que trataba sobre amor y otros problemas mundanos, esto es, himnos profanos en el límite de lo impío. Decidió tomarse en serio su amor por la música y sobre todo por el rhythm and blues, escribiendo una serie de divertidas composiciones en el estilo de James Brown, Little Richard, Little Willie John y tantos otros. Entre tanto, en Nashville, se le presentó la ocasión de conocer a Buddy Killen, uno de los más famosos promotores de música country. "La primera vez que lo vi", narra Killen, "estaba vestido como un cowboy, con una camisa violeta y un par de botas efectistas; cantó un par de canciones para mí y me dejó estupefacto. ¡Nunca había visto un entertainer mejor en ningún bar!". Tex cantaba, bailaba y jugaba con el micrófono, mostrando cada vez más sus innatas capacidades de dominador de la escena y de hábil cortejador del público; otros artistas, entre ellos Wiison Pickett, adoptaron algunos de sus afortunados trucos, como el de elegir a una muchacha del público e invitarla a bailar sobre el escenario, aunque con resultados muy diversos. Allí donde las actuaciones del resto adoptaban el tono de una parodia forzada, las de Tex estaban llenas de humor sincero y contagioso. Condimentaba sus espectáculos con una pizca de sana y picante ironía y lograba catalizar la atención de un público, multirracial, gracias a su fascinante carisma. En 1972, Joe Tex produjo una verdadera explosión en las discotecas. 'I gotcha', que hoy recordamos, single de un puro e impetuoso funk (fusión de soul, jazz y otros ritmos, bailable), se convirtió en número 2 de las listas de éxitos estadounidenses y le proporcionó el primer y único disco de platino de su carrera. Música con alma, sería el resumen más simple, aunque un melómano agregaría que fue la afirmación rotunda de la identidad de una comunidad que ya no aceptaba ser discriminada por el color de su piel. Canciones que transmitían con énfasis y hasta con desgarro la experiencia del pueblo negro. Pero, justamente cuando el éxito había llegado a su punto máximo, Joe Tex abandonó súbitamente los escenarios para dedicarse por completo a la religión y se hizo predicador de la Iglesia de los Musulmanes Negros, la Black Muslim Church, con el nombre de Joseph Hazziez, aunque después realizó su regreso al mundo discográfico. En 1982, a la edad de cuarenta y nueve años, Joe Tex fallecía a consecuencia de un ataque al corazón. El soul perdía así a uno de sus hijos más sinceros.



jueves, 18 de julio de 2024

Otro actor/cantante.



Las relaciones de los actores de cine y teatro con la televisión han sido desde tormentosas a productivas, pasando por inexistentes en algunos casos; hay tantos modelos de relación como actores, pero, por término medio, dichas relaciones han sido fluidas y constantes desde los años cincuenta. Algunos actores han usado la televisión como simple fuente de ingresos o refugio para los malos tiempos, otros como lanzadera de sus respectivas carreras y algunos incluso con profunda convicción artística. Y otros, como Richard Harris, hizo durante toda su vida lo que le dio la real gana, también en la televisión. Harris forma parte de la historia del medio, tanto por las entrevistas que concedió, como por un par de momentos televisivos especialmente relevantes, relacionados con su aptitud musical y su destreza para las noches de mal beber. Los espectadores más jóvenes quizás sólo conocen a Richard Harris como el mago Albus Dumbledore de la saga Harry Potter. En años anteriores Harris había aparecido en títulos importantes como Los cañones de Navarone o Rebelión a bordo. Luego le dio por trabajar con Antonioni en El desierto rojo, fruta maravillosa para degustadores del posestructuralismo y la teoría de los colores, para pasarse poco después a las películas de respetable presupuesto y no menos ambición, como Un hombre llamado Caballo, tuvo gusto por los textos clásicos y la sagrada historia del mundo y de Inglaterra, que para algunos es lo mismo. El único problema era que la vida personal de Harris era tan interesante, o disparatada, según se mire, que sus logros artísticos solían quedar en segundo plano. En realidad, Harris era uno de los actores más dotados de una generación de intérpretes de enorme talento para la escena y la bebida: Richard Burton, Peter O’Toole, Laurence Harvey, Oliver Reed, Peter Finch, Albert Finney... Harris era un animal de la interpretación del que nunca podremos decir que habría llegado muy alto si hubiese bebido menos, porque llegó a lo más alto y lo hizo con la copa en la mano. Pero el Harris artista siempre se resistió a perderse definitivamente entre copas o drogas. Y el hombre dotado para tantas artes como musas hay en el Olimpo se atrevió con la música para darnos una de las más perfectas interpretaciones televisivas de una canción que puedan recordarse. Porque Harris era un gran cantante, también. A finales de 1967, Richard Harris y Jimmy Webb coinciden en una fiesta benéfica. El primero viene de triunfar mundialmente con la película musical Camelot, uno de los puntos más álgidos de su carrera, y es uno de los principales reclamos de los anfitriones para lograr una mayor recaudación entre los donantes, mientras que el segundo está encargado de amenizar musicalmente la velada, tocando el piano. Nuestros dos protagonistas empiezan a hablar y ¡hala! el actor irlandés traslada al compositor su interés en sacar un disco, algo que a priori no es tomado demasiado en serio por Webb. Sin embargo, cuando algún tiempo más tarde recibe un telegrama del primero, conminándole a trasladarse a Londres para ponerse con ello, el compositor ve que la cosa no tiene nada de broma y le hace llegar una selección de canciones. Y sí, efectivamente, después de escucharlas de forma exhaustiva, Richard Harris selecciona «MacArthur Park» para debutar como solista en el mundo de la música. Sorprendentemente, la pieza funcionó mucho mejor de lo que cabría esperar: la grave voz de Harris, con ese aura teatral que tantos réditos le había dado en su carrera como actor, se ajustaba como un guante a una letra llena de imágenes metafóricas, versos ininteligibles y supuestos mensajes ocultos. El resultado es ciertamente emotivo, y pese a lo barroco de la composición, para el público del momento resultó difícil no quedarse prendado de esa pequeña sinfonía llena de gravedad, melancolía y misterio. No deja de ser una anécdota curiosa, pero el tema alcanzaría el número uno, diez años después, a raíz de la versión grabada por la diva de música disco Donna Summer. Y ahí va una segunda anécdota: años más tarde, cuando el productor George Martin y Webb coincidieron en un evento, el hombre detrás de The Beatles se atrevió a confesarle que sólo se había permitido alargar «Hey Jude» por encima de los siete minutos después de ver lo que «MacArthur Park» había conseguido…

 

De centro modélico a...

 

L'Hospital del Tòrax | Les Barraques Digitals 

Hace unos días, en una reunión familiar de esas en las que se habla de todo, salió (y se recordó) el caso de alguien presente que, hace muchos años, con un brote de tuberculosis, fue internado en el Hospital del Tórax en el Bosque de la Pineda, en el llamado Pla del Bon Aire, un hospital en un entorno sin nieblas, protegido de los vientos del noroeste, con clima templado en verano, con trescientos días soleados durante el año, suelo seco y saneado, rodeado de pinos, agua abundante y bien comunicado, muy cerca de Terrassa (Barcelona) del que, tiempo después, salió curado, y esto me sirvió para recordar algo de la rocambolesca historia de estas instalaciones, desde un modélico centro sanitario hasta lo que es hoy. Son muchos los espacios que se dicen que están encantados y en los que suceden cosas de rara explicación, normalmente, abandonados y en un estado de conservación de dudosa fiabilidad; en Barcelona o sus cercanías se pueden encontrar varios lugares que cumplen con estas características, como es el caso de las piscinas malditas de Castellnou en Rubí o el castillo del Infierno o Torre Salvana, en Santa Coloma de Cervelló. Ambos lugares esconden una historia escalofriante que los han convertido en destinos solo aptos para los más valientes. Sin embargo, otros espacios han sido rehabilitados hasta el punto de convertirse en una referencia para el mundo audiovisual. Este es el caso del Hospital del Tórax, el cual es hoy en día un centro importante para el mundo del cine, además de ser el plató de Operación Triunfo.

EL HOSPITAL DEL TÓRAX - Uno de los más terroríficos del mundo 

El Hospital de Tórax fue inaugurado por el dictador Francisco Franco (acompañado en el acto, naturalmente, del capitán general de Catalunya como primera autoridad militar, el gobernador civil, el ministro de gobernación, casualmente el director general de sanidad y el jefe local de sanidad) en el año 1952 dentro del Plan Nacional Antituberculoso con el nombre de Ciudad Sanatorial de Terrassa, uno de los numerosos sanatorios que se construyeron durante los años 50 para combatir la tuberculosis, la fibrosis y el cáncer de pulmón, enfermedades con una mortalidad muy alta durante los primeros años de la posguerra, que se extendieron hasta mediado el siglo XX; con estos hospitales se pretendía aislar a los infectados para evitar que el contagio fuera mayor. El edificio impresionaba, tenía de 40 metros de altura, 227 metros de envergadura y un perímetro de casi un km. Así, el Hospital de Tórax se convirtió en una referencia tanto dentro de Cataluña como en todo el país, era capaz de albergar más de 1.500 camas, a lo que se le sumaba un gran catálogo de servicios, entre los que figuraban, por ejemplo, un teatro, un cine o una biblioteca (esto se debe a que el arquitecto encargado de su construcción se inspiró en los sanatorios alemanes del siglo XIX). Sin embargo, el sanatorio quedó algo obsoleto ya desde su inauguración, pues los tratamientos médicos y la metodología de prevención de la tuberculosis ya habían avanzado antes de su levantamiento. No obstante, durante los primeros años fue un puntal en lo referente a esta enfermedad. Así, llegó a albergar hasta un millar de internos, cuyos tratamientos oscilaban entre los seis meses y los tres años (el hospital acabó estando saturado de enfermos, las habitaciones pasaron de tener dos camas a cuatro y el flujo de entrada de nuevos pacientes era constante, sin que ello supusiera un incremento acorde de personal sanitario, por lo que el índice de mortalidad era muy elevado, se estima que sobre el 10%, cifra que se redujo al 5% con los avances médicos que fueron aconteciendo; a pesar de ello, aproximadamente un 50% de los enfermos concluían el tratamiento y salían curados). En los años sesenta los enfermos solo permanecían en el sanatorio durante dos meses, lo que hizo que se reconsiderara su uso, por lo que en el año 1969 comenzó a aceptar enfermos con otras patologías y ya en el 1975 adoptó el nombre de Hospital de Tórax. Pero esto no fue suficiente, pues dada la poca eficiencia y falta de necesidad, en 1986 se cerró aunque siguieron las consultas externas. La unidad residió en el edificio del sanatorio durante diez años, hasta su cierre definitivo en 1997. Una vez el hospital dejó de funcionar quedó abandonado; su gran extensión y lúgubre apariencia propició visitas de curiosos y a medida que las visitas fueron aumentando surgieron leyendas sobre sucesos paranormales que se produjeron dentro del hospital, que le otorgaron fama de lugar encantado con gran actividad paranormal. El Hospital del Tórax fue durante muchos años el hospital con el índice de suicidios más elevado de todo el país. Se dice que los enfermos se arrojaban desde la novena planta al jardín, apodado la Jungla, donde era habitual escuchar voces como ‘ya ha caído otro’ u ‘otro que se ha tirado’. La estancia media de un paciente entonces era de un año. La lenta y dolorosa muerte de los enfermos provocaba una psicosis general que en muchos casos acababa en suicidio. De hecho, el programa de misterio Cuarto Milenio, de Iker Jiménez, grabó entre sus muros uno donde se podía escuchar psicofonías y algún que otro fenómeno.

Antiguo Hospital del Tórax | Film Office 

Para los enfermos de tuberculosis allí ingresados, el goteo constante de muertes por suicidio afectaba a su estabilidad emocional, ya que las largas épocas de aislamiento generaba fuertes relaciones personales entre los enfermos, pero no sólo suicidios ya que, debido a la falta de personal sanitario en el hospital, a veces ocurría que algún enfermo moría en su cama y se tardaban algunos días en ser recogido por las enfermeras; durante esos días, el cuerpo del fallecido entraba en rigor mortis y podía tener convulsiones y rigidez que los compañeros de habitación veían sin saber a qué se debía. La falta de supervisión de los pacientes también provocaba errores en la medicación y desequilibrios serios en tratamientos psiquiátricos con graves consecuencias. Se fue convirtiendo en habitual un ambiente de terror en el que habían alucinaciones, se veían a muertos moverse y se escuchaban toda clase de extraños sonidos y presencias. Otra de las leyendas que se crearon en torno a este lugar hablaban de un área en el que se realizaban experimentos humanos para acabar con la tuberculosis; el origen de esta historia es la detención de un joven que sustrajo un feto en formol del hospital. Incluso hay voces que hablan de una enfermera de la muerte, una mujer de mediana edad que mataba a los enfermos terminales con una inyección. Cuentan que tras su muerte, su espíritu seguía vagando por los pasillos del hospital. En el año 2004, la Generalitat de Catalunya y el Ajuntament de Terrassa acordaron transformar el recinto en un complejo audiovisual. Finalmente, en 2014, el Parque Audiovisual de Catalunya, llegó a un acuerdo con el Ajuntament, propietario del hospital, para usar las instalaciones como plató de televisión y localización para la producción audiovisual. La industria del cine se ha fijado en sus pabellones para la recreación de escenarios tétricos y escalofriantes y así, entre muchas otras, producciones como la terrorífica REC 4, de Jaume Balagueró; El fotógrafo de Mauthausen, de Mar Targarona; o Un monstruo viene a verme, de Juan Antonio Bayona, han elegido este espacio. Esto sin olvidar, que el Hospital de Tórax es actualmente el hogar de Operación Triunfo, pues en su interior se ubica el plató y la academia del concurso; muchos llegan a aplaudir a los concursantes de Operación Triunfo por haber dormido allí. ¿Ha pasado ya el tiempo de los fantasmas o es que todo era parte de una leyenda urbana? ¿La ficción ha podido con lo espiritual o ha sido la realidad económica? Desde hace algunos años, se puede realizar una visita guiada por las instalaciones del hospital donde se pueden ver algunas de las nuevas instalaciones dedicadas al cine, con algunos objetos de películas. En todo caso, sí se ven las instalaciones del antiguo hospital abandonado del Tórax que es una verdadera maravilla de ver. Historia viva. Ahora ese edificio también es el escenario del cómic Tórax 1975, de Pablo Lara y Jaime Martínez, una terrorífica historia ambientada en los años de mayor actividad del Hospital. Pese a todo, el Parc Audiovisual de Catalunya es un centro audiovisual de primer orden tanto para producciones nacionales como internacionales.

El Llac Petit: flora, fauna i destí diari d'excursionistes - Diari de  Terrassa 

Muy cerca de allí se encuentra un pantano con una historia plagada también de fenómenos extraños e inexplicables muertes. Se conoce como Llac Petit o Pantano de Can Bogunya localizado a unos seiscientos metros del Hospital del Tórax. Se desconoce la fecha exacta de la construcción del embalse, situándola entre los años 1.875 y 1.910; también su utilidad ha sido una incógnita, aunque se han valoran dos posibilidades: la primera y la más probable es que el propietario de Can Bogunyá construyera este pequeño lago de 10.000 m3 para abastecer su gran masía, sin embargo también se comenta que sus aguas llegaban hasta la cercana ciudad de Sabadell, lo cual deja en entredicho que sea un espacio cerrado y construido de forma artificial. Este pantano se ha cobrado la vida de decenas de personas ahogadas y ha presenciado también numerosas muertes en extrañas circunstancias, algunas de ellas tan evidentes que la policía Nacional y la Guardia Civil clasificaron de asesinato desde el primer momento. Los lugareños poco a poco han dejado de acudir al lugar al considerarlo un enclave maldito. La leyenda que cuentan sobre este lugar habla de un pantano maldito donde los fenómenos paranormales están presentes desde hace años, y son muchos los amantes del misterio y grupos esotéricos los que se reúnen en el lugar. Varios grupos esotéricos y de corte espiritual acuden a su orilla, como lugar de culto, a realizar meditaciones e invocaciones espirituales ya que, según manifiestan, el lugar está cargado de energías que favorecen a este tipo de oraciones. Según las propias experiencias de algunos testigos, en Llac Petit se producen extrañas apariciones de sombras y seres fantasmales durante la noche, se escuchan voces, se perciben extraños olores desagradables y existen alteraciones del campo electromagnético que incluso llegan ha provocar mareos y nauseas a las personas más sensibles.



lunes, 15 de julio de 2024

En cajún.



El single del grupo Redbone, “
The witch queen of New Orleans” (La reina bruja de Nueva Orleans), editado en 1971, alcanzó el número uno en las listas de ventas españolas y permaneció ahí durante dos semanas siendo uno de los singles más vendidos en España, aparte de ser nº 2 en UK y nº 21 en USA. Otro de los mayores éxitos de la banda sería «We were all wounded at Wounded Knee» («Todos fuimos heridos en Rodilla Herida”); canción magistral que alude a la matanza del pueblo Lakota a manos del 7º de Caballería estadounidense en 1890; sucesos horripilantes enmarcados en el contexto histórico de las guerras indias. La canción llegó a ser un éxito en toda Europa, pero en Estados Unidos inicialmente fue prohibida y, aunque finalmente vio la luz, la mayoría de emisoras de radio no la difundieron. Redbone, cuyo nombre fue sacado del vocabulario cajún, y que define los nativos de raza mestiza (el término cajún deriva de un grupo étnico americano ubicado en el sur del estado de Luisiana, descendientes de los exiliados franceses que vivían en la frontera entre EEUU y Canadá, y que fueron deportados a Luisiana con la llegada de los británicos en el siglo XVIII; la lengua cajún es un dialecto proveniente del francés y hoy los cajunes forman una comunidad importante al sur del estado de Luisiana, donde han influido notablemente en su cultura. En 1980, fueron reconocidos oficialmente por el gobierno estadounidense como grupo étnico; la música cajún ha ejercido una notable influencia) son un grupo que se formó en 1969, en Los Ángeles, con los hermanos Cándido (Lolly) y Patrick (Pat) Vasquez-Vegas, mestizos con sangre yanqui, shoshone y mexicana, Tony Bellamy y ‘Last Walking Bear’DePoe. Jimi Hendrix (que tenía ascendencia cherokee), al oirlos que practicaban una sugerente mezcla de estilos: funk, swamp rock, R&B y música nativa, declaró que Lolly Vegas era el mejor guitarrista que había escuchado y sabiendo que eran nativos americanos sugirió un nombre que reflejara sus raíces. Así, llegó el nombre de ”Redbone“. El 22 de abril de 1970, se creó la gran historia del grupo cuando Redbone se presentó el primer Día de la Tierra al mundo en Filadelfia con su canción verdaderamente indígena ”Chant 13th Hour“, canción india nativa que bien puede ser uno de los primeros ejemplos del mundo de “World Music”. La canción que recordamos hoy aquí está dedicada a Marie Laveau, una practicante de vudú del siglo XIX de New Orleans; la Reina Bruja, y el grupo está acreditado en el NY Smithsonian como el primer grupo de rock/cajún nativo americano. El movimiento reivindicativo de los indios norteamericanos se vieron representados por el grupo Redbone que jugó un gran papel en su lucha. El grupo lo escenificaban tanto con sus sonidos como por sus vestimentas e instrumentos. Fueron teloneros de Lenny Bruce o Richard Pryor mientras escribían y tocaban en discos de Tina Turner, Sonny & Cher, James Brown, Little Richard, y Elvis, en la banda sonora de la película ” Kissin ‘Cousins “, entre otros legendarios artistas de grabación. Lolly Vegas sufrió un derrame cerebral que lo dejó incapacitado y murió en 2009 por insuficiencia cardíaca. Ningún miembro ha sido oficial en el grupo aparte de Pat Vegas, que continúa de giras por los Estados Unidos y Canadá. ”Cycles“, su séptimo álbum, fue lanzado en 1977. Y fue lo último con el nombre de Redbone.


Del dicho al hecho...



L
os espectadores del sensacional y carísimo concierto de Año Nuevo de Viena seguramente no saben lo que jalean y aplauden cuando se lanzan con pasión a corear la Marcha Radetzky. Las piezas que vemos y oímos en televisión cada 1 de enero son fundamentalmente obras de la familia Strauss (Johann Strauss, padre, de ascendencia judía, mira por dónde, e hijo, Josef y Eduard). Una vez interpretado el programa oficial, es tradicional terminar con las propinas, el vals de El Danubio Azul de Johann Strauss hijo, seguido de la Marcha Radetzky de Johann Strauss padre. Ambas piezas simbolizan la esencia del Imperio Austriaco. La primera, el corazón y el espíritu de la Viena de siempre. La Marcha Radetzky, la victoria del Antiguo Régimen sobre la revolución. El concierto de Año Nuevo de Viena se celebró por primera vez el 31 de diciembre de 1939 por iniciativa del entonces todopoderoso ministro de Ilustración Pública y Propaganda de la Alemania nazi, Joseph Goebbels. Austria había sido anexionada por Hitler en marzo de 1938 y el concierto nació como un homenaje de las provincias orientales al III Reich. El III Reich se rindió el 7 de mayo de 1945, recobrando Austria su independencia, con la enorme fortuna de caer en la parte occidental de la Europa partida por el Telón de Acero. Durante el ascenso del nazismo, la Filarmónica de Viena fue una institución musical de gran renombre europeo y con una ratio “desproporcionadamente alta” de miembros del partido, según reflejan las investigaciones promovidas por la misma orquesta. En 1943, 123 músicos eran militantes nazis (más del 50%) y dos habían sido miembros de las SS. En 1938, 13 músicos activos de la orquesta fueron expulsados por ser judíos o tener raíces judías. De ellos, cinco murieron asesinados durante el Holocausto y otros dos, durante la guerra. Desde 2020, la directiva de la Filarmónica de Viena decidió cambiar el arreglo de la pieza para “dar alegría al público y no recordarle a nadie alguna guerra, propaganda o ideas nazis”, como declaró su portavoz de prensa. En 1946 sonó por primera vez la marcha, escrita en honor de uno de los grandes soldados de los Habsburgo, el conde Johann Joseph Wenzel Radetzky von Radetz, pieza con la que se celebraba su rotunda victoria sobre los revoltosos italianos en la batalla de Custoza. Radetzky era un soldado en toda la extensión de la palabra; herido en siete ocasiones, había perdido nueve caballos en combate; nacido en Trebnice, Bohemia, era de origen checo aunque se consideraba germano. Una oleada de revoluciones liberales azotó Europa a mediados del siglo XIX. En Italia, bajo administración austríaca, una temporada de malas cosechas, escasez de alimentos y una subida generalizada de precios alentó el espíritu revolucionario de muchos italianos, lo que provocó un motín popular en Milán. En Viena cundió el pánico. El canciller Metternich presentó su dimisión, y un nuevo gobierno sugirió a Radetzky, máximo jefe de las tropas austriacas en Italia, que renunciase a la Lombardía y que hiciese concesiones a los insurrectos de los ducados. Pero el mariscal ignoró las órdenes de Viena, reforzó a su ejército en Italia y aplastó al ejército piamontés en la batalla de Custoza, cerca de Verona, de julio de 1848, reconquistando así toda Lombardía. El gran triunfo de Radetzky se celebró en Viena y las autoridades pidieron a Strauss padre una composición para honrar al militar. El resultado fue la Marcha Radetzky, una de las obras más reconocibles y escuchadas en la historia de la música occidental. En la historia militar la fama de Radetzky descansa sobre sus hazañas militares, pero en la historia del ejército austríaco siempre se recuerda al 'Vater Radetzky', 'Padre Radetzky', al que los soldados idolatraban. Recordad, cuando este año veáis el tradicional concierto de Año Nuevo de Viena en el Musikverein, sede de la Filarmónica de Viena, retransmitido por radio y televisión a un centenar de países, con lo que se estima una audiencia de ¡mil millones de oyentes! y suene la Marcha Radetzky, que es una marcha militar en honor de un soldado invencible defensor del Antiguo Régimen.




El fantasma



¿Quién, que la haya visto, no recuerda la serie N'hi ha que neixen estrellats (originalmente en inglés Some Mothers Do 'Ave ‘Em), de hace casi cincuenta años, emitida en la televisión pública catalana, donde un pobre hombre torpe, amanerado, ingenuo y con gafe, que ocasiona todo tipo de desastres allá donde va, Frank Spencer, interpretado magistralmente por Michael Crawford, que junto a la actriz Michele Dotrice en el papel de Betty, la sufrida esposa de Frank, hizo la serie una de las más populares de televisión? Y de aquí al encasillamiento como actor cómico, un paso. Y, entre nosotros, se dio. Pero no. Michael Patrick Dumbell-Smith, conocido por el nombre artístico de Michael Crawford, es algo más: un actor, comediante, cantante, vocalista y filántropo inglés que ha recibido elogios de la crítica internacional y ganó numerosos premios durante su carrera, que ha incluido muchas actuaciones de cine y televisión, así como trabajos de teatro en el West End de Londres y en Broadway en Nueva York. Por el mismo tiempo que la serie televisiva recibió una invitación para participar en el musical de John Barry con música de Don Black Billy, que fué una catapulta para la carrera de Michael, quien se consolidó como actor, cantante y showman. Es mejor conocido por el papel principal en The Phantom of the Opera, de Andrew Lloyd Weber, cuya actuación le valió el Premio Tony y el Premio Laurence Olivier al Mejor Actor en un Musical. Hizo su debut en Broadway en 1967 en Black Comedy en donde fue aclamada, entre otras cosas, su habilidad para la comedia física. Gene Kelly lo descubrió mientras estaba en la obra y lo invitó a Hollywood para la adaptación fílmica de Hello, Dolly!, donde obtuvo el papel de Cornelius Hackl, ya sabéis, el dependiente de la tienda, junto a Barbra Streisand y Walter Matthau (en palabras del propio Crawford, “Lo que el señor Kelly había visto era ingenuidad, y eso era lo que quería: una ingenuidad honesta en el personaje, de modo que no estuvieras interpretando el papel de comedia, sino un hombre que realmente sufría porque no podía encontrar la forma de hacerlo. una mujer. Creo que hay tantas comedias ridículas que deberían representarse de esa manera. Si juegas a ser un payaso, es muy diferente a ser un payaso. Un payaso puede ser una persona muy triste o muy perturbadora”.) Hoy ya tiene más de 80 años esta leyenda del Teatro Musical, cuya voz continúa siendo fuente de inspiración para muchos cantantes que desean seguir los pasos de una carrera en el mundillo del teatro musical; destacado, como hemos dicho, por su rol en el Fantasma de la Ópera, supo interpretar otros roles (como la versión musical de El mago de Oz), prestar su voz para films y grabar junto a otras estrellas del Classical Crossover, como Barbra Streisand y Susan Boyle. Una anécdota: en el estreno de The Phantom of the opera, la crítica se mostró escéptica sobre si Crawford sería capaz de darle al personaje la intención dramática que requería y si vocalmente podría darle lo que necesitaba, pero el resultado fue largamente aplaudido: Michael interpretó el mismo personaje en Broadway y obtuvo el premio Olivier, el Tony, el Drama Desk Award, y el Los Angeles Drama Critics Circle Award for Distinguished Achievement in Theatre (se llama así) después de dar una temporada en Los Angeles. Michael Crawford dejó la compañía después de haber ofrecido 1,300 funciones de este musical.



viernes, 12 de julio de 2024

En el aniversario de la muerte de un gran desconocido: Franz Kafka.

 Este año 2024 hace cien años de la muerte joven, a los cuarenta años, de un gran escritor que está en boca de todos pero que en realidad pocos han leído; me refiero a Franz Kafka, diagnosticado de tuberculosis, enfermedad que lo condujo al aislamiento en diferentes sanatorios (hasta que en uno de ellos encontró la muerte), autor checo, de Praga, que cuando él nació, era parte del Imperio austrohúngaro, de una familia judía, cuya obra, escrita en lengua alemana, está considerada como una de las más influyentes de la literatura del siglo XX; asociado al expresionismo y existencialismo, sus creaciones literarias lograron abarcar temas tan complejos como la condición de la realidad del momento del hombre contemporáneo, la angustia, la culpa, la burocracia, la frustración o la soledad, entre otros, mezclando lo onírico, lo irracional y la ironía, y destacando novelas como El proceso1, El Castillo2 o La metamorfosis3, y una gran cantidad de relatos, epístolas y escritos personales. Kafka fue un escritor poco reconocido en vida pero, no cabe duda, que fue una gran influencia para autores posteriores y también uno de los propulsores de la renovación de la novela europea del siglo XX aunque su obra no hubiese tenido reconocimiento de no ser por su amigo Max Brod, quien decidió desobedecer las últimas voluntades del escritor, que pidió que sus escritos fuesen destruidos (por lo que Brod es también conocido como “el traidor”). Gracias a este hecho una de las obras literarias más influyentes del siglo XX pudo ver la luz. La literatura de Kafka es compleja, casi equiparable a un laberinto con su temática de lo absurdo (se ha utilizado el término kafkiano para calificar a todo aquello que, pese a su aparente normalidad, es definitivamente absurdo y es que, las historias que se narran en sus obras pueden parecer corrientes pero, después, se convierten en situaciones surrealistas), personajes extraños (son, a menudo, individuos con características singulares, personajes apáticos, alienados que presentan frustración), lenguaje elaborado y preciso, generalmente con escritos desde la mirada de un narrador omnisciente y una estructura lineal de tiempo, sin anacronías. La obra de Franz Kafka representa a menudo el espíritu del siglo XX, por lo que sigue estando sujeta a todo tipo de interpretaciones. Algunos de estos enfoques son: autobiográfico (esta lectura de la obra de Kafka atiende al posible reflejo de la vida del autor en su obra, especialmente, a la difícil situación familiar de Franz Kafka con su progenitor; también, se ha querido ver el reflejo de su escepticismo o su naturaleza religiosa), psicológico o psicoanalítico (esta perspectiva trata de identificar posibles símbolos de referencia sobre el pensamiento de Sigmund Freud en la obra de Kafka) o sociológico y político, que atiende a una posible explicación de la obra del autor mediante la justificación de los hechos históricos y sociológicos de la época en la que vivió. Existen también otras posibles interpretaciones que encuentran influencias marxistas y anarquistas en la misma. A pesar de que su vida personal fue tan tormentosa como refleja su obra, Kafka fue en realidad un hombre agradable y de trato fácil. Poseía un sentido del humor que fascinaba a sus amigos, casi todos intelectuales judíos con los que asistía a conferencias en Praga.


A lo largo de la década que va de 1908 a 1917, Kafka pudo volcarse plenamente en la actividad literaria y fue ese período de su vida el más productivo en ese sentido. Además de sus Diarios, que empezó a redactar en 1909, Kafka escribió en esos años gran parte de sus mejores cuentos y no
velas. El año 1917 marcó un punto de inflexión en la vida de Kafka: le diagnosticaron tuberculosis pulmonar. Condicionado por una enfermedad de constantes altibajos, pero que iría mermando su salud año tras año, Kafka escribió relativamente poco en la etapa final de su vida; así pues, Kafka escribió la célebre Carta al padre, escrita de un tirón en 1919 y dirigida a su padre, Hermann Kafka, estando ya enfermo de tuberculosis y faltando cinco años para su muerte. La carta más famosa del siglo XX jamás llegó a su destinatario. Ni siquiera fue enviada. Escrita en un estilo que su propio autor calificó como de abogado, la carta es un memorial de las relaciones que había mantenido con su padre desde su nacimiento: Kafka se abre en canal con su padre, pero desde el escudo de su virtuosidad y del papel. Así empieza:

Queridísimo padre:

Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe darte una respuesta, en parte precisamente por el miedo que te tengo, en parte porque para explicar los motivos de ese miedo necesito muchos pormenores que no puedo tener medianamente presentes cuando hablo. Y si intento aquí responderte por escrito, sólo será de un modo muy imperfecto, porque el miedo y sus secuelas me disminuyen frente a ti, incluso escribiendo, y porque la amplitud de la materia supera mi memoria y mi capacidad de raciocinio...

Esta carta de Kafka es la prueba más evidente de que el libro que se lee cala de una u otra forma dependiendo del momento vital desde el que se hace. La carta que Kafka escribe a su padre no es la que yo le escribiría al mío. Una carta, por cierto, que le sirvió de inspiración a Bunbury para escribir la letra de La carta de Héroes del Silencio, en su disco Senderos de traición. El padre de Kafka, visto por el escritor, era un ser ciertamente abominable, se percibe el resquemor en cada párrafo, da igual que esté hablando de sus miedos, de su trayectoria profesional, de su relación con la religión, del trato con el resto de la familia o de las inseguridades que el padre le provocó, el tono se mantiene. Kafka está jodido y echa toda la culpa sobre él. A pesar del dolor, el sufrimiento y el tono visceral de todo el texto, es un documento que impresiona por su lucidez. Una lucidez que se demuestra en la capacidad para mostrar las contradicciones que le someten a su padre. Porque Kafka es un juguete roto en manos de su padre al tiempo que le reconoce al padre que es normal que le trate como tal porque realmente es un flojo, un miedoso y un timorato; pero claro, reconocerse como tal le genera sentimiento de culpa, así que la forma de eludir la culpa radica, entonces, en identificarse a base de no ser, tratando de ser el extremo opuesto a la equiparación con el padre; y en ese mismo momento, nos damos cuenta de que sombra del padre gravita sobre todo el texto y sobre el propio Kafka. La presencia del padre en Kafka es metastásica, desde el epitelio hasta la última víscera, pasando por cada gota de sangre y cada sinapsis neuronal. De ahí la necesidad de escribirlo, en un último intento por despegarse de él.


La Carta al Padre se escribe en el pequeño pueblo cercano a Praga, donde acompañado de Max Brod ha ido a descansar una semana. En ella analiza distintos puntos de la relación entre él y su padre, con lo que queda claro que la ficción de sus obras no había conseguido aliviar del todo la tensión emocional. Aquí no hay alegorías, parábolas ni metáforas para ilustrar su relación con su familia y sobre todo, con el padre, tema central de su obra: “Mi escritura trataba de ti, allí sólo me quejaba de aquello que no podía quejarme sobre tu pecho”. En pocos autores están la biografía y la ficción tan estrechamente unidas: en Kafka constituyen los dos polos de una misma realidad que se organiza en torno a la idea de la Ley, del Padre, de la autoridad suprema: inalcanzable, impenetrable, imprevisible e implacable. La Carta va analizando, punto por punto, a veces con humor e ironía, a veces con rebelión, a veces con tono reivindicativo, a veces con desgarro, la relación entre ambos. A pesar de sus idas y venidas, de sus repeticiones, de sus contradicciones, no es una carta inocente que sirve tan sólo de desahogo psicológico, está perfectamente estructurada por temas. Si el padre es gordo, fuerte, ancho, el hijo será flaco, débil, estrecho. Si el padre habla a voces, el hijo se quedará mudo o tartamudeará. Si el padre come salchichas con apetito voraz, el hijo estará muy cerca de la anorexia: es un pajarito que se alimenta de miel y frutos secos. Si el padre es un hombre sano, lleno de vitalidad, el hijo será enfermizo, hipocondríaco. Si el padre gana mucho dinero y es un próspero comerciante, el hijo será un simple funcionario de la compañía de seguros estatal. Si el padre calcula ingresos y pérdidas, el hijo escribirá novelas. Si al padre nada le interesa el judaísmo más que en su aspecto social, el hijo aprenderá hebreo y estudiará la Torah, el Talmud, se acercará al Teatro yiddish.


Tenemos la impresión a medida que avanzamos en la lectura de La Carta, que es la imagen del padre, más que el padre de la realidad, lo que le impidió a Kafka desarrollarse como adulto en el terreno emocional y en el de los afectos, si bien fue un motor que le llevaría a centrarse en el mundo creativo e intelectual. No estaba Kafka muy alejado de esta idea cuando afirmaba que pasaría directamente de la infancia a la vejez sin transición; toda la vida de Kafka está centrada en el padre, pero no puede escapar a su larga sombra. Esta desigual relación de fuerzas se extiende a toda la vida del escritor, sus gustos personales, sus amistades, sus compromisos matrimoniales, van a depender de la sentencia paterna, de la sentencia divina, de la sentencia de la ley. Por todos lados está presente su imagen omnipotente, omnisciente, omnipresente, “A menudo me imagino un mapa del mundo extendido y a ti tumbado sobre él. Y entonces parece como si las únicas zonas que me son accesibles son aquellas que tú no tapas o que están lejos de tu alcance…”. Sin embargo, a Kafka, y a pesar de la amarga acusación que es La Carta, el amor que siente por el Padre le impide ver las deficiencias y limitaciones de este, lo que no quita que no deje ni por un momento de tomar la defensa del acusado “a mi me sería insoportable tener un hijo mudo, sordo, seco, derrumbado, si no existiese otra posibilidad, huiría de él, me marcharía…” o bien “Además, con respecto a mi tenías razón un número sorprendente de veces”. Cuando el autor está casi a punto de finalizar, una vez más utiliza la técnica del principio para intentar identificarse con el punto de vista de su padre. ¿Cómo hubiera podido Hermann Kafka impugnar las acusaciones contra él?. El padre pronuncia una alocución imaginaria acusando al hijo de parasitismo, a la vez que afirma que Franz siempre había luchado contra él, pero no caballerosamente, sino como un insecto que le chupa la sangre. “Eres incapaz para la vida”, “eres un parásito”. El Hijo no tiene salvación. Estamos otra vez en el principio -o en el final- del eterno círculo vicioso kafkiano pero el intento kafkiano de despojarse de la influencia de su padre es en vano. No podemos. En eso consiste ser padre y por eso es tan difícil y supone una responsabilidad tan grande. La huella que dejamos en nuestros hijos es indeleble. Y hay que pensar muy bien qué les transmitimos y cómo lo hacemos.

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1Esta novela inacabada fue escrita entre el año 1914 y 1915 pero se publicó en 1925, tras la muerte de Kafka. Se trata de una de las obras más conocidas del autor, y es una de las más comentadas e influyentes. Su argumento gira entorno a Josef K, el protagonista, quien es acusado de un delito y, posteriormente, se encuentra inmerso en un proceso legal del que no le será fácil salir. Durante el libro tanto el personaje como el lector desconocen la naturaleza de su crimen, lo que se convierte en una situación absurda. La historia pone en evidencia los procesos burocráticos y plasma el tema de la existencia humana, la cual se encuentra bajo el control de unas leyes que deben ser acatadas. La novela conduce al protagonista a través de un enredo legal, el cual desemboca en un caos vital. Entonces, la muerte aparece como única salida.

2El castillo también se trata de otra novela inacabada, sin embargo, en este caso, el autor sí planteó un posible final para la misma. Es una de las obras más complejas de Kafka por su carácter simbólico y metafórico. Algunas interpretaciones sostienen que la obra es una alegoría sobre la alienación, la arbitrariedad y la búsqueda de propósitos inalcanzables. El protagonista de esta novela, denominado como K., es un agrimensor recién instalado en una aldea cercana al castillo. Pronto, el hombre comienza una lucha para acceder a las autoridades que disponen desde el castillo.

3La metamorfosis es un clásico de la literatura y es una de sus relatos más leídos. Narra la historia de Gregor Samsa, un hombre común que un día amanece convertido en un escarabajo, situación que lo lleva a aislarse de la sociedad al ser rechazado por sus familiares y conocidos. El tema de la muerte como única alternativa, como opción liberadora, es uno de los temas presentes en esta novela. El libro ha sido sometido a diferentes interpretaciones y se han llegado a buscar en él similitudes con la compleja relación que el autor tenía con su progenitor en la vida real.