En la vida tienes muchos momentos en los que la tentación de “bajar los brazos” es enorme; en
unas ocasiones son tus decisiones las que
te derrotan y te hacen muy difícil el seguir luchando, en otras son
las que toman otras personas las que te llevan a meditar seriamente
en rendirte, y también están los grandes cambios sociales y
políticos de tu país en particular o de la Humanidad en general los
que te pueden desmoralizar. No vamos a ser tan ingenuos de hacer de
pseudo-coachers de baratillo y decir que siempre hay que ser
positivos porque cada un@ ha llegado a ese sentimiento después de
seguir su propio camino. Si alguien decide que hasta aquí, que ya ha
dado todo lo que tenía en su interior, no hay recriminación alguna
y hay que agradecerle todo el esfuerzo que ha realizado, pero
(siempre están los peros) permitidme el atrevimiento de una
sugerencia: no hay sólo una batalla en la vida, no hay sólo un
propósito en nuestra existencia, y sí hay cientos de proyectos que
te pueden ilusionar y millones de personas que te pueden ayudar o que
precisan que les eches una mano. En esta vida estamos tan
ensimismados que no tenemos conciencia de la suerte que tenemos hasta
que una desgracia se planta en nuestro camino y nos marca a las
claras que de verdad es importante y que es tontería y debes
levantar la vista de tu ombligo y mirar si a tu alrededor todavía
están todas las personas, familiares y amig@s, que hacen que tu vida
sea mejor. Pues si es así, debes estar agradecido. Miguel Ríos, que
ha sido brecha del panorama musical en muchos aspectos, que ha sabido
adaptarse a cada tiempo y a cada circunstancia con inteligencia y sin
perder nunca la curiosidad, la inquietud y las ganas de aprender,
siendo él a su vez maestro para muchos, nace, ha hecho hace poco 80
años, en Granada en el seno de una familia humilde en el barrio de
La Cartuja (merece la pena incidir en esto de su origen familiar
porque aquí los inicios del rock eran, en buena parte, cosa de gente
con posibles; aquellos que, en una época de economía no muy boyante
y en plena dictadura, podían costearse los instrumentos necesarios
y, a su vez, acceder a la música que llegaba del extranjero a pesar
de los controles de la censura), con 16 años gana un concurso en la
radio local, y con ese reconocimiento consigue convencer a su madre
(su padre había muerto) de que la música es su vocación, así que
marcha a Madrid donde poco a poco se va haciendo un hueco en las
matinales del Price, lugar en el que surgía el embrión del rock
español, donde se codea con lo más vanguardista del momento. Al
principio de la década de los 60 se puso de moda el twist y Miguel
no tuvo reparos en adaptarse a las exigencias del estilo;
prácticamente era su único representante y, de haber más, Mike era
el mejor por ser el más consciente de lo que llevaba entre manos. En
1964 abandona su nombre artístico de Mike Ríos y con él su etapa
del twist, para abrazar con pasión el rock, y va dejando las
adaptaciones de éxitos extranjeros por temas originales. En 1968 se
relanza con canciones tan buenas como Vuelvo a Granada o la
magnífica El Río y su popularidad se convierte en mundial
cuando un año después acepta participar en el proyecto del genial
músico argentino Waldo de los Ríos de poner letra propia a la Oda
a la Alegría de la 9ª Sinfonía de Ludwig van Beethoven a la
que titulan Himno a la Alegría que será número uno en medio
mundo con siete millones de discos vendidos. Los setenta son años de
mucha experimentación tanto en el rock progresivo como en el rock
andaluz con el aplauso de la crítica pero poco respaldo en ventas de
discos. Por eso en 1980 publica Rocanrol Bumerang con temazos como
Santa Lucía que inicia una década de éxitos constantes con
giras apoteósicas como la Rock And Ríos que arrancaba con la
tremenda Bienvenidos o El Rock de Una Noche de Verano
que contará con más de 700.000 espectadores tan sólo en España.
En1987 será el productor y conductor de un programa mítico TVE como
fue Qué Noche la de Aquel Año en la que durante 26 programas
fue repasando uno a uno la música de cada año desde 1962
descubriendo las buenas canciones que se hicieron en esos tiempos y
que se habían ido olvidado. Los noventa son años de reconocimiento
y de giras en compañía de amigos como Ana Belén, Víctor Manuel y
Joan Manuel Serrat. En 1998 se embarca en una revisión de sus éxitos
y sus canciones favoritas con una big band y tres años después
realiza un disco de duetos con grandes amigos como Joaquín Sabina,
Fito Páez, El Tri o Rosendo Desde entonces sigue dando conciertos y
participando esporádicamente en proyectos que le ilusionen. Por
ello, este bagaje, intenso y fructífero, responde positivamente y de
largo a que Miguel Ríos representa, en su propio estilo y como
nadie, la misma leyenda del rock. Para recordarlo hoy, retrocedamos a
1969, tras su etapa “twist”, con el sencillo Contra el
cristal, firmado por Juan Pardo, sentido y emocionado.
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