Hace unos días, en una reunión
familiar de esas en las que se habla de todo, salió (y se recordó)
el caso de alguien presente que, hace muchos años, con un brote de
tuberculosis, fue internado en el Hospital del Tórax en el Bosque de
la Pineda, en el llamado Pla del Bon Aire, un hospital en un entorno
sin nieblas, protegido de los vientos del noroeste, con clima
templado en verano, con trescientos días soleados durante el año,
suelo seco y saneado, rodeado de pinos, agua abundante y bien
comunicado, muy cerca de Terrassa (Barcelona) del que, tiempo
después, salió curado, y esto me sirvió para recordar algo de la
rocambolesca historia de estas instalaciones, desde un modélico
centro sanitario hasta lo que es hoy. Son muchos los espacios que se
dicen que están encantados y en los que suceden cosas de rara
explicación, normalmente, abandonados y en un estado de conservación
de dudosa fiabilidad; en Barcelona o sus cercanías se pueden
encontrar varios lugares que cumplen con estas características, como
es el caso de las piscinas malditas de Castellnou en Rubí o el
castillo del Infierno o Torre Salvana, en Santa Coloma de Cervelló.
Ambos lugares esconden una historia escalofriante que los han
convertido en destinos solo aptos para los más valientes. Sin
embargo, otros espacios han sido rehabilitados hasta el punto de
convertirse en una referencia para el mundo audiovisual. Este es el
caso del Hospital del Tórax, el cual es hoy en día un centro
importante para el mundo del cine, además de ser el plató de
Operación Triunfo.
El
Hospital
de Tórax fue inaugurado por el
dictador Francisco Franco (acompañado
en el acto,
naturalmente, del capitán general de Catalunya como
primera autoridad militar, el
gobernador civil, el ministro de gobernación, casualmente
el director general de sanidad
y el jefe local de sanidad)
en el año 1952 dentro
del Plan Nacional Antituberculoso
con
el nombre de Ciudad Sanatorial de Terrassa, uno de los numerosos
sanatorios que se construyeron durante los años 50 para combatir la
tuberculosis, la fibrosis y el
cáncer de pulmón, enfermedades
con
una mortalidad muy alta durante los primeros
años de la posguerra, que se
extendieron hasta mediado el
siglo XX; con
estos hospitales se pretendía aislar a los infectados para evitar
que el contagio fuera mayor. El edificio impresionaba, tenía
de 40 metros de altura, 227 metros de envergadura y un perímetro de
casi un km.
Así, el Hospital
de Tórax se convirtió en una referencia tanto dentro de Cataluña
como en todo el país, era capaz de albergar más de 1.500 camas, a
lo que se le sumaba
un gran catálogo de servicios, entre los que figuraban, por ejemplo,
un teatro, un cine o una biblioteca (esto
se debe a que el arquitecto encargado de su construcción se inspiró
en los sanatorios alemanes del siglo XIX).
Sin embargo, el sanatorio quedó algo obsoleto ya
desde su inauguración, pues
los tratamientos médicos
y la metodología de prevención de la tuberculosis ya habían
avanzado antes de su levantamiento. No obstante, durante los primeros
años fue un puntal en lo referente a esta enfermedad. Así, llegó a
albergar hasta un millar de internos, cuyos tratamientos oscilaban
entre los seis meses y los tres años (el
hospital acabó estando saturado de enfermos, las habitaciones
pasaron de tener dos camas a cuatro y el flujo de entrada de nuevos
pacientes era constante, sin que ello supusiera un incremento acorde
de personal sanitario, por lo
que el índice de mortalidad
era muy elevado, se estima que sobre el 10%, cifra que se redujo al
5% con los avances médicos que fueron aconteciendo; a
pesar de ello, aproximadamente un 50% de los enfermos concluían el
tratamiento y salían curados).
En los años sesenta
los enfermos solo permanecían en el sanatorio durante dos meses, lo
que hizo que se reconsiderara su uso, por
lo que
en el año 1969 comenzó a aceptar enfermos con otras patologías y
ya en el 1975 adoptó el nombre de Hospital
de Tórax. Pero esto no fue suficiente, pues dada la poca eficiencia
y falta de necesidad, en 1986 se cerró aunque
siguieron las consultas
externas. La unidad residió en el edificio del sanatorio durante
diez años, hasta su cierre definitivo en 1997. Una vez el hospital
dejó de funcionar quedó abandonado; su
gran extensión y lúgubre apariencia propició visitas de curiosos y
a medida que las visitas fueron
aumentando surgieron leyendas sobre sucesos paranormales que se
produjeron dentro del hospital, que le otorgaron fama de lugar
encantado con gran actividad paranormal. El Hospital del Tórax fue
durante muchos años el hospital con el índice de suicidios más
elevado de todo el país. Se dice que los enfermos se arrojaban desde
la novena planta al jardín, apodado la
Jungla,
donde era habitual escuchar voces como ‘ya
ha caído otro’
u ‘otro que se ha
tirado’.
La estancia media de un paciente entonces
era de un año. La lenta y
dolorosa muerte de los enfermos provocaba una psicosis general que en
muchos casos acababa en suicidio. De hecho, el programa de misterio
Cuarto Milenio,
de Iker Jiménez, grabó entre sus muros uno donde se podía escuchar
psicofonías y algún que otro fenómeno.
Para
los enfermos de tuberculosis allí ingresados, el goteo constante de
muertes por suicidio
afectaba a su estabilidad emocional, ya que las largas épocas de
aislamiento generaba fuertes relaciones
personales entre los enfermos, pero
no sólo suicidios ya
que, debido a la falta de
personal sanitario en el hospital, a veces ocurría que algún
enfermo moría en su cama y se tardaban algunos días en ser recogido
por las enfermeras; durante
esos días, el cuerpo del fallecido entraba en rigor mortis y podía
tener convulsiones y rigidez que los compañeros de habitación veían
sin saber a qué se debía. La falta de supervisión de los pacientes
también provocaba errores en la medicación y desequilibrios serios
en tratamientos psiquiátricos con graves consecuencias. Se fue
convirtiendo en habitual un ambiente de terror en el que habían
alucinaciones, se veían a muertos moverse y se escuchaban toda clase
de extraños sonidos y presencias. Otra
de las leyendas que se crearon en torno a este lugar hablaban de un
área en el que se realizaban experimentos humanos para acabar con la
tuberculosis; el origen de esta historia es la detención de un joven
que sustrajo un feto en formol del hospital. Incluso hay voces que
hablan de una enfermera de la muerte, una mujer de mediana edad que
mataba a los enfermos terminales con una inyección. Cuentan que tras
su muerte, su espíritu seguía vagando por los pasillos del
hospital. En el año 2004, la
Generalitat
de Catalunya
y el Ajuntament
de Terrassa
acordaron transformar el recinto en un complejo audiovisual.
Finalmente, en 2014, el Parque Audiovisual de Catalunya, llegó a un
acuerdo con el Ajuntament,
propietario del hospital, para usar las instalaciones como plató de
televisión y localización para la producción audiovisual. La
industria del cine se ha fijado
en sus pabellones para la recreación de escenarios tétricos y
escalofriantes y así,
entre muchas otras,
producciones como la
terrorífica REC 4,
de Jaume Balagueró; El
fotógrafo de Mauthausen,
de Mar Targarona; o Un
monstruo viene a verme, de
Juan Antonio Bayona, han elegido este espacio. Esto sin olvidar, que
el Hospital
de Tórax es actualmente el
hogar de Operación Triunfo, pues en su interior se ubica el plató y
la academia del concurso; muchos
llegan a aplaudir a los concursantes de Operación Triunfo por haber
dormido allí. ¿Ha pasado ya el tiempo de los fantasmas o es que
todo era parte de una leyenda urbana? ¿La ficción ha podido con lo
espiritual o ha sido la realidad económica? Desde hace algunos años,
se puede realizar una visita guiada por las instalaciones del
hospital donde se pueden ver algunas de las nuevas instalaciones
dedicadas al cine, con algunos objetos de películas. En todo caso,
sí se ven las instalaciones del antiguo hospital abandonado del
Tórax que es una verdadera maravilla de ver. Historia viva. Ahora
ese edificio también es el escenario del cómic Tórax
1975, de Pablo Lara y Jaime
Martínez, una terrorífica historia ambientada en los años de mayor
actividad del Hospital. Pese a todo, el Parc Audiovisual de Catalunya
es un centro audiovisual de primer orden tanto para producciones
nacionales como internacionales.
Muy
cerca de allí se encuentra un pantano con una historia plagada
también de fenómenos extraños e inexplicables muertes. Se conoce
como Llac Petit o Pantano de Can Bogunya localizado a unos
seiscientos metros del Hospital del Tórax. Se desconoce la fecha
exacta de la construcción del embalse, situándola entre los años
1.875 y 1.910; también su utilidad ha sido una incógnita, aunque se
han valoran dos posibilidades: la primera y la más probable es que
el propietario de Can Bogunyá construyera este pequeño lago de
10.000 m3 para abastecer su gran masía, sin embargo también se
comenta que sus aguas llegaban hasta la cercana ciudad de Sabadell,
lo cual deja en entredicho que sea un espacio cerrado y construido de
forma artificial. Este pantano se ha cobrado la vida de decenas de
personas ahogadas y ha presenciado también numerosas muertes en
extrañas circunstancias, algunas de ellas tan evidentes que la
policía Nacional y la Guardia Civil clasificaron de asesinato desde
el primer momento. Los lugareños poco a poco han dejado de acudir al
lugar al considerarlo un enclave maldito. La leyenda que cuentan
sobre este lugar habla de un pantano maldito donde los fenómenos
paranormales están presentes desde hace años, y son muchos los
amantes del misterio y grupos esotéricos los que se reúnen en el
lugar. Varios grupos esotéricos y de corte espiritual acuden a su
orilla, como lugar de culto, a realizar meditaciones e invocaciones
espirituales ya que, según manifiestan, el lugar está cargado de
energías que favorecen a este tipo de oraciones. Según las propias
experiencias de algunos testigos, en Llac Petit se producen extrañas
apariciones de sombras y seres fantasmales durante la noche, se
escuchan voces, se perciben extraños olores desagradables y existen
alteraciones del campo electromagnético que incluso llegan ha
provocar mareos y nauseas a las personas más sensibles.