jueves, 6 de junio de 2024

Leyendas...

 


Friné, hija de Epicles, es el apodo de una famosa hetaira griega1, célebre por su proverbial belleza pese a que se sabe bien poco de su biografía (las principales fuentes que tenemos sobre su vida son Ateneo de Náucratis, Alcifrón, Diogenes Laercio , Posidipo de Casandrea, Idomenéo de Lampsaco y Pseudo-Plutarco, denominación que se da al autor de varias obras literarias de la Antigua Grecia inicialmente atribuidas a Plutarco), nacida, se supone que alrededor del 371 a. C., en Tespias (Tespias, Tespis o Tespia, ciudad de la región griega de Beocia al pie del monte Helicón, mirando al sur y al golfo de Crisa, donde tenía su puerto llamado Creusis, mencionada por Homero en la Ilíada). Su verdadero nombre era Mnesarete ("conmemoración de la virtud"), pero debido a su tez amarillenta fue llamada Phrýnē ("sapo"), un apodo que se le daba con frecuencia también a otras cortesanas y prostitutas. Al parecer, huyó con su familia a Atenas en el 375 a. C., año en que los tebanos volvieron a destruir la ciudad, poco antes de la Batalla de Leuctra. De origen humilde, fue la amante y modelo predilecta de Praxíteles, quien se inspiró en ella para la creación de varias estatuas de Afrodita. Es conocida por el juicio en su contra por impiedad2, en el que fue defendida por el orador Hipérides. La existencia real de Friné no se cuestiona debido a los diversos testimonios cruzados sobre la misma en relación a las estatuas para las que posó y al hecho de ser un personaje muy conocido en su tiempo. Incluso la mayoría de los autores sostienen que el juicio al que estuvo sometida tiene visos de verosimilitud; el relato más antiguo nos lo ofrece Posidipo que no menciona que Friné se desnudase delante del tribunal, si bien escritores posteriores (probablemente Idomeneo fue el primero) pudieron haber adornado la historia “sexualizando” el relato al objeto de ridiculizar a este tipo de tribunales cargados de demagogia.


Ateneo
de Náucratis es la fuente de muchas anécdotas sobre Friné en su famoso ‘Banquete de los eruditos’, una de las obras más completas de la antigüedad helena; elogia su belleza afirmando que lo más hermoso de su cuerpo era lo que no se veía; se tapaba con una túnica que le cubría todo el cuerpo y no iba nunca a los baños públicos, por lo que no era fácil contemplarla sin ropa. Pero en las fiestas Eleusinias y en las de Poseidón se quitaba el vestido a la vista de todos, se soltaba el cabello y se bañaba en el mar. Para el propio autor, la imagen de Friné saliendo del agua inspiró a Apeles su desaparecida famosa pintura de Afrodita Anadiomena, (Afrodita saliendo del mar, también llamada Venus Anadiomena). Friné resultó de inspiración para diversos artistas aunque el más destacado fue Praxíteles, quien esculpió dos estatuas para ella, convirtiéndola así en la primera escultura de la antigua Grecia que mostraba el cuerpo de una mujer desnudo: una de ellas fue la estatua de Eros, consagrada en el Templo de Tespias, y otra una estatua de la propia Friné elaborada en oro macizo que se podía contemplar en el Templo de Delfos, entre las estatuas de Arquidamo III y Filipo II. Cuando Crates de Tebas vio la estatua, la llamó «una ofrenda votiva del libertinaje de Grecia». Pausanias en cambio escribe que dos estatuas de Apolo estaban junto a esta estatua y que estaba hecha de bronce dorado. Es casi una certeza que Pausanias tiene razón en su afirmación de que se utilizó bronce dorado. En tanto Plutarco reporta haber visto personalmente las estatuas en Tespias y en la misma Delfos, Cavallini no duda de su existencia, pero considera que la historia sobre el amor entre Praxíteles y Friné es una invención de biógrafos posteriores.


Ateneo alega que Friné era tan rica que se ofreció a financiar la reconstrucción de las murallas de Tebas, que habían sido destruidas por Alejandro Magno en el 336 a. C., con la condición de que se inscribieran las palabras «Destruida por Alejandro, restaurada por Friné la cortesana» sobre ellas. Tebas fue restaurada en 315 o 316 a. C., pero probablemente no sea cierto que Friné propuso alguna vez reconstruir sus murallas. Diodoro Sículo escribe que los atenienses reconstruyeron la mayor parte del muro y que Casandro proporcionó más ayuda más tarde, sin mencionar la supuesta oferta de Friné.


El evento más conocido en la vida de Friné es su juicio
aunque no existe un texto que describa a ciencia cierta lo que ocurrió. Ateneo escribe que fue defendida por el orador Hipérides, quien habría sido uno de sus amantes. El discurso de acusación fue escrito por Anaxímedes de Lámpsaco según Diodoro Periegetes3. La defensa la llevó a cabo el orador y cuando parecía que el veredicto iba a ir en su contra y acabaría siendo condenada a muerte, su defensor llevó a cabo una maniobra que surtió efecto: desnudó sus pechos frente a los jueces, todo hombres (para Quintiliano, fue la propia acusada quien se despojó voluntariamente de toda la ropa; según otras fuentes, solo les mostró los pechos). En realidad, se trataba de un recurso legal extremo: los griegos creían firmemente en lo bello es bueno como una verdad absoluta. Su base era que, si algo era totalmente bello, era imposible que pudiera albergar maldad alguna. Y funcionó. Tal y como se cuenta, los magistrados creyeron que acabar con la vida de alguien tan bello podría propiciar mala suerte ya que la veían como una “sacerdotisa de Afrodita”. Así pues, mostraron su compasión y la absolvieron. La cultura griega tenía una especial conexión con la belleza. Los escritores griegos utilizaban una expresión determinada para significar la fusión de la belleza o nobleza de aspecto y de bien moral como ideal de conducta personal; haciendo una simplificación extrema se podría interpretar que una persona de aspecto agradable era por definición más honesta y confiable por regla general, algo que por cierto ha llegado hasta nuestros días en forma de prejuicio y que si somos honestos en una introspección sobre el tema la mayoría estaremos de acuerdo en esa percepción, sea errónea o no. Ateneo, sin embargo, incluye también una descripción diferente del juicio proveniente de la Efesia de Posidipo de Casandrea,en la que simplemente describe a Friné estrechando la mano de cada miembro del jurado, suplicando entre lágrimas por su vida, sin que se mencione su desnudez y hay quien sostiene que el relato de Posidipo es la versión auténtica y que Friné nunca descubrió sus pechos ante el tribunal durante su juicio pues tanto la primera descripción del juicio dada por Ateneo como el relato más breve de Pseudo-Plutarco se derivan en última instancia del trabajo del biógrafo Hermipo de Esmirna (c. 200 a. C.), quien adaptó la historia de Idomeneo de Lámpsaco (c. 300 a. C.). El relato de Posidipo es la versión más antigua conocida. Si en verdad Friné se hubiese desnudado durante el juicio, Posidipo probablemente lo habría mencionado en tanto era poeta cómico. Teniendo en consideración el tipo de prendas que llevaban las mujeres en la época, parece bastante improbable que Hiperides dejase desnuda a Friné con un teatral golpe de túnica y la maniobra debía requerir la colaboración de ella y su consentimiento a posar desnuda ante los jueces. Por lo tanto, es probable que el desnudo de Friné corresponda a una invención posterior, que data de algún tiempo después del 290 a. C., cuando Posidipo era poeta activo. Idomeneo estaba escribiendo durante esa época y la evidencia sugiere que fue Idomeneo quien inventó la versión más lasciva del episodio, posiblemente con el objeto de parodiar y ridiculizar las exhibiciones de los demagogos atenienses en los tribunales. Teniendo en cuenta su tendencia a atribuir el exceso sexual a estos demagogos, el acto provocador de desnudar a Friné encaja con el carácter que Hipérides había adquirido en la obra de Idomeneo. Como suele pasar en la tradición biográfica, los biógrafos posteriores no se dieron cuenta de que los biógrafos anteriores no ofrecían una representación precisa de los acontecimientos. También hay argumentos a favor de la veracidad del desnudo de Friné. Las palabras "profetisa y sacerdotisa de Afrodita" podrían haber indicado que Friné participó en las fiestas de las Afrodisias en Egina. De ser cierto, esto habría demostrado a los miembros del jurado que la diosa la favorecía y que merecía compasión.​ Además, era aceptado en aquella época que las mujeres eran especialmente capaces de provocar la simpatía de los jueces. Es posible que madres y niños fueran llevados a comparecer ante los tribunales con ese fin. Desnudarse los senos no era atípico para las prostitutas o cortesanas y no se restringía a ellas, y también podría haberse usado para despertar compasión.

 



Sea real o no la historia, merece la pena indagar en las causas de la popularidad de este relato que ha llegado hasta nuestros días a través de la literatura y el arte con una profusión que resultaría prolija mencionar. La figura de Friné ha llegado a nuestros días gracias, también, a las obras de arte en las que se ha reflejado, como el lienzo de ‘Friné se dispone a bañarse en la playa de Eleusis’, elaborada por Henryk Siemiradzki en 1889, o ‘Friné en las fiestas Eleusinias’, pintada por Louis Chalon en 1901. El juicio a Friné ha inspirado a pintores a lo largo de la historia, empezando por Jean-Léon Gérôme con Friné ante el Areópago, aunque nada en las fuentes indica que haya sido juzgada ante ese tribunal específico, la Friné de 1867 de Artur Grottger y siguiendo por su compatriota José Frappa, con su «Friné», de 1904, y el británico Joseph Mallord William Turner, con «Friné acude a los baños públicos como Venus», y también a escultores de la dimensión del estadounidense Albert Weine, autor de Friné ante los jueces, en 1948, la escultura Friné del escultor francés Alexandre Falguière. Nuestro Francisco de Quevedo, el poeta francés Charles Baudelaire escribió sus poemas «Lesbos» y «La belleza», pensando en Friné, y el poeta y escritor austriaco Rainer Maria Rilke produjo «Los flamencos». El compositor y director francés Camille Saint-Saëns escribió la ópera «Friné»; el escritor, poeta y periodista Dimitris Varos y su colega polaco Witold Jablonski, por su parte, publicaron sendos volúmenes sobre la famosa hetaira. El cine también se vio seducido por la historia; en 1953 se estrenó la película «Friné, cortesana de Oriente», de producción italiana y dirigida por Mario Bonnard.


El juicio de Friné tuvo lugar en la Atenas del siglo IV a.C., en un período en el que la ciudad de Atenas se encontraba en una fase de decadencia política, aunque seguía siendo un centro cultural y filosófico de importancia. En esta época, las mujeres en Atenas tenían un papel muy limitado en la sociedad, y se las consideraba ciudadanas de segunda clase. L
a historia de Friné, o el mito, si así se prefiere, es claramente poliédrica y admite numerosos puntos de vista según el cristal con que se mire. Durante años ha representado la libertad de expresión frente a la censura, pero también puede abordarse desde la utilización del desnudo para la consecución de determinados fines, o más allá del ámbito procesal de la historia que nos ocupa, la utilización del desnudo tanto masculino como femenino en un ámbito público como pena adicional vejatoria (exposición pública de la desnudez) unida a la principal en épocas históricas (tortura y muerte en los casos más extremos)

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1 Las hetairas griegas no eran simples prostitutas, sino mujeres cultas y libres, pues en Atenas había una clara distinción entre las llamadas pornai (prostitutas corrientes) y las hetairas: mujeres educadas que recitaban poemas, bailaban y cantaban, y solían tener pocos clientes. Sus servicios incluían la conversación, la danza, la música y la estimulación intelectual, y llevaban peinados enrevesados como los de las mujeres de clase alta, además de prendas transparentes en contraste con el resto de mujeres, que vestían de lino.

2"Asebeia" fue un cargo criminal en la antigua Grecia por "profanación y burla de objetos divinos", por "irreverencia hacia los dioses del Estado" o por "falta de respeto hacia los padres y antepasados muertos". Se traduce al español como "impiedad".

3Una curiosidad: en el caso de Friné está en el origen de los actuales abogados. Efectivamente, en la Antigua Grecia estaban prohibidos los abogados por el temor de que la persona hábil en el arte de la oratoria pudiera seducir a los jueces. Los hombres tenían que defenderse a sí mismos. Cuando las mujeres eran las acusadas, podían requerir el servicio de un «orador». En la Grecia de aquel tiempo regía una justicia popular. El tribunal estaba compuesto por ciudadanos elegidos por sorteo y las partes debían defenderse a sí mismas, de acuerdo con la Ley de Solón. Para los griegos, el mejor sistema de descubrir la verdad entre dos personas era poniendo a una frente a la otra, dejando que cada una contara el asunto a su manera, aportando las pruebas que considerasen relevantes, sin permitir que un tercero interviniese en lo que denominamos hoy careo. El jurado estaba compuesto por 6.000 ciudadanos, aunque normalmente sus miembros variaban según los temas a tratar; para un proceso privado solían ser 201, pero cuando era público su número variaba de 501 a 1501, todos elegidos por sorteo. Y como no todos los que tenían problemas legales habían nacido con el don de la oratoria, solían contratar los servicios de los logógrafos jurídicos, antecedentes directos de los actuales abogados, quienes, tras estudiar los casos, les daban forma y redactaban un discurso que luego, sus clientes, memorizaban para exponerlo ante el jurado popular. La acusación contra Friné era de las más graves que se podían articular contra nadie y ella lo sabía muy bien (el gran filósofo Sócrates se vio obligado a suicidarse por una acusación idéntica), por lo que pidió ayuda a su amigo y también amante Hipérides, uno de los mejores oradores del momento. para que la representara ante el Aerópago. (foro del Tribunal Superior). A pesar de que Hipérides se lo preparó a fondo y de que fue una de las mejores intervenciones de su vida, no consiguió convencer al jurado con su conmovedor discurso, que le había escrito ex profeso Anaxímedes de Lámpsaco. Por ello se vio obligado a utilizar su “bala de plata” o, dicho de otro modo, el «plan B». Pero eso es otra historia. Así aparecieron los jurisconsultos, que eran los que evacuaban las consultas que se les hacían sobre cuestiones jurídicas, y los “oratores”, que eran los que informaban ante los tribunales y de esa manera nació en Roma, antecedente y fuente de la civilización occidental, un oficio vital hoy en día para beneficio de todos los ciudadanos. En el foro romano, donde se administraba públicamente justicia, hacían lo mismo que en Grecia. En esto también copiaron los romanos a los griegos y fue precisamente en Roma, de la que España fue provincia, en el foro, en el aerópago romano, donde nació el oficio de abogado.

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