viernes, 28 de junio de 2024

... y los sueños, sueños son.



Para Bob Dylan,
Everly Brothers (Isaac Donald “Don” y Phillip “Phil”) fueron «el principio de todo», Los Beatles comenzaron copiando sus armonías vocales, el primer tour importante de los Rolling Stones en Estados Unidos fue como teloneros de los Everly Brothers y Keith Richards aseguró que en aquel bus de gira aprendió unos cuantos trucos de guitarra. Unos quinceañeros llamados Tom & Jerry que se dedicaban a imitar a los Everly y que luego fueron Simon & Garfunkel, Paul Simon reconoció que si los hermanos no hubieran existido, él no se habría metido en este negocio. Graham Nash, cuando entró en los Hollies, lo que quería era que la gente sintiera la emoción que él experimentó cuando escuchó por primera vez «Bye Bye Love». Para Chuck Berry eran mejores que Elvis, primero, y que los Beatles, después. En fin, algo tenían, pero, su carrera «llena de éxitos» no fue tan fácil. Tras el triunfo inicial en los cincuenta todo lo que vino después fue cuesta arriba. Estuvieron más tiempo desubicados, incomprendidos y experimentando que en lo alto de las listas. El público general no les ha otorgado la dimensión de un Elvis, un Chuck Berry o un Little Richard, pero en muchos aspectos puede que incluso volaran más alto que los popes del rock. En su caso, eran músicos de los que ya no nacen. Descendientes de mineros, a su padre lo sacó del tajo la guitarra y todo lo que aprendió se lo llevó de vuelta al campo, donde quiso que crecieran sus hijos, nacidos en los estertores de la Gran Depresión. No fue fácil; dando un salto en el tiempo, los dos hermanos no se podían ni ver, hacían las giras durmiendo en hoteles separados y también se negaban a compartir camerino: si se habían hecho famosos cantando a los lados del mismo micrófono, ahora tenían cada uno el suyo para no tener que estar ni un momento cara a cara sobre el escenario. Volvamos atrás. A mediados de los años cincuenta se estaba cociendo algo en Estados Unidos, no se sabía muy bien qué. En cada punto cardinal existía un perfil de «niño raro» amarrado a una guitarra. Los Everly en Nashville. Buddy Holly en Texas. Gene Vincent en Philadelphia. Cada uno con sus propias influencias y personalidad, hasta que llegó un tal Elvis Presley a echar la puerta debajo de una patada. Así, con tanta tontería, nació oficialmente el rock. El DJ Moondog les metió con Lavern Bakes, Chuck Berry y Fats Domino. Los Everly y su batería, Teddy Randazzo, eran los únicos blancos del cartel, pero gracias a esa experiencia en las interminables jornadas en el autobús de gira, donde iban todos los músicos juntos, aprendieron infinidad de secretos de la música negra. A la vez, en Nueva York, Buddy Holly les enseñó lo que era la buena vida fuera del escenario. A la Gran Manzana los Everly habían llegado con pantalones anchos de campesino y sin saber que existían zapatos sin cordones. Aprendieron a ser rock stars, pero antes de que los tupés se convirtieran en flequillos, los Everly Brothers institucionalizaron el concepto de «balada rock». Tenían un repertorio demasiado rápido y para no encasillarse le pidieron a los compositores, el matrimonio Bryant, un tema lento y el matrimonio les dio la que es la canción lenta por antonomasia del rock and roll: «All I have to do is dream». El single fue su primer número uno. Pero el mercado siempre quiere más y se les siguió presionando, y un médico les prescribió anfetaminas por vía intravenosa y aprendieron a inyectárselas ellos mismos: colocados, trabajarían más, pero sin precisión. Con ese ritmo de vida desbocado, Don sufrió una sobredosis. Pararon forzosamente. Los tratamientos de desintoxicación fueron otra pesadilla pues en las clínicas de entonces no le trataban como a un enfermo, sino como a un loco. Mientras tanto, su popularidad había empezado a descender y notaban que los DJ ya no les pinchaban como antes. Con la llegada del hard rock ya tiraron la toalla definitivamente. Decidieron centrarse en girar y dejar la música de estudio solo para experimentar a ver si inventaban algo que llegase alto. Y qué decir de estos años. Es su etapa menos conocida, pero quizá la más brillante escuchada hoy en día. Finalmente, la reunión de los dos hermanos se produjo en el Albert Hall de Londres en 1983. Tras la muerte de su padre en 1975 por un problema pulmonar relacionado con su trabajo en la mina y en una fábrica de amianto, entendieron que él desearía que sus hijos volvieran a llevarse bien y tocasen juntos de nuevo. Eligieron Londres porque en Inglaterra nunca pasaron de moda, y porque en ese mismo escenario cantaron con su padre diez años atrás. Ese concierto es maravilloso. La química con el público, llegado de todo el continente, incluso de Estados Unidos, les lleva en volandas. Un buen punto de partida para el neófito. Sus discos The Everly Brothers Sing y Roots son verdaderos tesoros, en la línea de los trabajos de otros músicos de su generación que en esa época tampoco podían competir con una juventud de creatividad efervescente, pero que lanzaron unos discos de madurez inigualables como los I´m back and proud, If you could only see me today y The day the world turned blue de un Gene Vincent cojo y alcoholizado. O los Home and Away y The Further Adventures of Charles Westover de un Del Shannon también, vaya, depresivo y alcoholizado.



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