Cada
vez resulta más evidente, con la aparente eternización de la crisis que nos
azota, que el protagonista principal en la ansiada recuperación es (siempre lo
ha sido, en todas las crisis que históricamente se han padecido) la iniciativa
privada, pese a que los diferentes gobiernos no sean capaces, por pura ausencia
del sentido de la decencia y por una arrogancia trasnochada, de reconocer ese
protagonismo. De esta forma, en la
situación actual, un simple repaso a los acontecimientos en el ámbito económico
de este principio de siglo nos permite verificar que, en unos períodos de
tiempo diferentes para cada país, pero razonablemente controlados (y aquí, en
este control, sí que se ve “la mano” de los gobiernos), se ha capeado
dignamente el temporal en Japón, Estados Unidos, Alemania,…y los respectivos
tejidos empresariales vuelven a ocupar el lugar previo a la crisis, o casi.
¿Por
qué cuesta tanto en España esa lucha de las empresas contra la crisis? No vamos
a analizar en estas líneas la (in)acción gubernamental, que no cesa de prometer
la luna sin llevar a cabo ninguna acción eficaz para la auténtica recuperación
y de dar palos de ciego contradictorios en función de si es Bruselas, el FMI, la
“Troika”, sólo Alemania u otro agente el que le aprieta el zapato en cada
momento. Sí que vemos conveniente, para entender algunos porqués, echar la
vista atrás en los modelos de financiación tradicionales (antes del inicio de
la crisis, para entendernos) y en cómo se llevaban a cabo. Ello nos permitirá
llegar a conclusiones válidas acerca de la veracidad o no de que el gran
escollo del inicio de la recuperación es la falta de financiación de las
empresas y negocios, de si es cierto o no eso de que “los bancos ahora no financian
como antes” y, sobre todo, conocer de qué alternativas de financiación se
disponen para esos segmentos de actividad.
Un vistazo a los orígenes
Es
innegable que, en la época del “España va bien”, en la que todo valía, incluso
dar lecciones de economía al canciller alemán Schroeder, la banca española,
alumno aventajado de esa forma de entender la economía, hizo auténticas
barbaridades, que no vamos a detallar aquí, por mero pudor, pero no es menos
cierto que había instalada entonces una nube de inconsciencia que lo envolvía
todo y que, aparte de la banca, obnubilaba el buen criterio de más de uno. Hay
que recordar que por esa época, la bajada de tipos de interés por la
incorporación al euro propició la idea generalizada de que el acceso al crédito
era poco menos que un derecho constitucional y se extendió de forma
inconsciente entre la mayoría de empresarios y creadores de negocio el
pensamiento de que “Tengo una idea de
negocio genial: que me la financie el banco”, y como, además, desoyendo
advertencias del Banco de España (que, eso sí, poca cosa más hizo aparte de
advertir), las entidades se lanzaron a una desaforada carrera para ver quién
crecía más en créditos concedidos, el banco financiaba esa idea y la repetición
de casos similares condujo al escenario de 2007, previo al inicio de la crisis,
en el que la financiación de las empresas era bancaria en más de un 80 %.
Por
establecer comparaciones que ayuden a entender este galimatías, si el supuesto
que hemos planteado del empresario que tiene un idea de negocio genial sucede
en otro país, como Alemania, Estados Unidos, Japón, Canadá, etc. y el
empresario acude a la banca, lo primero que habrá de responder será a una
pregunta más o menos como ésta: “OK. Su
idea es buena y podemos hablarla y, por cierto, de la necesidad dineraria total
que me dice ¿cuánto pone usted? ¿de qué otras fuentes de financiación dispone?
¿cuánto cree que podemos ayudarle nosotros?”, aparte, naturalmente, de la
presentación de un Business plan con cara y ojos y el aporte de cuantas
garantías fueran necesarias. Como contrapartida, llegados a un acuerdo, el
banco asume generalmente toda la financiación necesaria, sin repartir con otros
bancos, como es usual en España (no es malo para el banco; de esta forma,
siendo única entidad, se asegura una vigilancia más cercana de la evolución de
la empresa). Este modelo de financiación
se traduce en que, en Francia, la financiación bancaria de las empresas es de
algo más de 50 %, en Alemania no llega al 50…. y en Estados Unidos se sitúa en
poco más del 20 %. El resto, en todos los casos, procede de fuentes
alternativas.
¿Hay alternativas?
Parece
evidente que, con ese panorama en el que la financiación de las empresas
descansa en la banca, si hay un cataclismo en el sistema financiero, las
primeras que lo sufren son las pequeñas empresas y negocios que ven, de un día
para otro, como se les corta el grifo del crédito para afrontar su crecimiento,
continuidad o simple supervivencia.
Caso
aparte es el de las grandes empresas o corporaciones, frecuentemente
participadas en su accionariado por los propios bancos. Para ellas, si precisan
financiar un proyecto determinado, una inversión global…. o un ERE, les suele
bastar con poner en circulación una emisión de pagarés, bonos o instrumentos
similares, para la que las propias entidades nacionales o bancos de inversión
foráneos (que lo único que tienen de banco es el nombre, pues su actividad no
tiene que ver nada con la que conocemos de la banca) se peleen sin rubor para
canalizar y comercializar en el mercado la emisión, atraídas por los pingües
beneficios que eso les genera. Es por eso, entre otras razones, por lo que
cuando se oye eso de que se empieza a ver la recuperación porque las empresas
del Ibex repuntan, el sentido común aconseja poner en cuarentena esa euforia
porque no significa, ni mucho menos, que la recuperación social vaya en
paralelo.
Además,
no es menos cierto que la banca en esta España de la crisis se ha replegado en
su actividad, de manera que, según informa el Banco de España, el crédito a
empresas ha retrocedido en casi 200.000 millones de euros entre 2010 y 2013,
cifra que, a pesar de las ayudas oficiales concedidas (con el dinero de todos)
se ha trasladado a financiar al Estado mediante compra de deuda soberana, dicen
que más segura, y no a financiar empresas.
¿Qué
hacer? Pues, lo primero, cambiar el enfoque del problema y admitir que se ha de
variar el paradigma, por estabilidad (aunque parezca una contradicción, al no
depender tanto de los vaivenes bancarios) y porque, en este mundo globalizado,
la economía dicta al final sin querer las normas uniformes de actuación. El
problema surge cuando, en esa tesitura, se advierte que, si ha de haber un
tejido alternativo, no está ni siquiera hilvanado; es por eso por lo que aún hoy,
en el octavo año de la crisis, aún se oye recurrentemente la queja de que los bancos no dan crédito, y hay el
convencimiento de que hay un gran número de iniciativas paralizadas con ese
argumento. Y lo segundo, pararse a imaginar un mundo sin bancos y listar
posibles fuentes de ayuda si ellos no existen. Está claro que, en ese contexto,
uno piensa que el estado habrá diseñado ayudas ya que, al final, la estabilidad
del país es la suma de la de cada uno de sus componentes: pues sí y no. El
estado nos tiene acostumbrados a publicar acciones dirigidas a la microeconomía
y actuar en realidad para la macroeconomía. No es una crítica, al menos no en
este momento, y, en ese sentido, cabe analizar con cierto distanciamiento los
préstamos ICO o BEI, los préstamos para sectores estratégicos, los de proyectos
innovadores, e incluso los Incentivos económicos regionales, tomar conciencia
del tamaño de nuestro negocio y asomarse a la realidad que va tomando forma
poco a poco en la financiación con una pregunta simple: Si en otros países no tienen tanta dependencia financiera de la banca
y les funciona, ¿cómo lo hacen? Y, automáticamente surge la pregunta del
millón: ¿puede trasladarse a España ese
modelo?
Para
ir avanzando en la respuesta, tomemos como referencia lo que se hace en Estados
Unidos, algunas de cuyas iniciativas ya se pueden encontrar aquí, y respetemos
las definiciones en su idioma original, como se suelen conocer. Vale la pena
recordar en la búsqueda de alternativas que entre ellas las hay que tienen más
vocación de atender a proyectos empresariales que pretenden ponerse en marcha
mientras que otras se dirigen más a empresas en funcionamiento, que no hay que
plantearlas como excluyentes y que, particularmente para negocios en
funcionamiento, lo usual es compartir la utilización de más de una fuente.
Los
instrumentos básicos, que ya empiezan a ser conocidos en España son:
- Family, friends and fools (fff)
- Business angels
- Venture capital
- Private equity
- Crowdfunding
- MAB
De
manera superficial, cada uno de estos instrumentos es como se detalla a
continuación:
-
Family, friends and fools (fff), es
decir, familia, amigos y locos, no es ninguna astracanada y los inversionistas
valoran positivamente comprobar que antes de solicitar ayuda externa, se ha acudido
al entorno cercano de la familia (family), amigos (friends) o, en general,
cualquier “loco” (fool) que haya tenido el valor de apoyarnos en nuestra
magnífica idea o proyecto. En definitiva, es lo que se conoce en el argot como
“capital semilla” (seed), generalmente de importe modesto, pero imprescindible
cuando sólo hay una idea, mucha ilusión y nula verificación de la viabilidad
empresarial de la idea. Tiene el inconveniente de que se pone en jaque la
imagen personal (aparte del dinero) de los inversionistas si la puesta en marcha (start-up) no acaba de funcionar.
- Business
angels son inversionistas privados con un elevado conocimiento de un sector
de negocio concreto, en general por experiencia profesional así como una tupida
red de contactos (networking) relacionados con el negocio, por lo que aporta
sus conocimientos (know-how) a la empresa en una fase en la que ésta ya ha
desarrollado el producto o servicio de que se trate, quizá ha realizado alguna
venta, se ha analizado debidamente la viabilidad comercial pero aún no está
testado en profundidad todo el mercado. El inconveniente es que la
participación del Business angel puede diluir la inversión del emprendedor en
un momento en que no se puede saber muy bien el valor futuro de la empresa, es
decir, que la entrada del capital es a
una valoración por debajo del valor potencial, mientras que su posterior salida
(el Business angel raras veces permanece largo tiempo en el negocio sino que
pacta su salida en un tiempo para buscar nuevos nichos de inversión) lo es al
valor consolidado en mercado de la empresa. La participación de este tipo de
inversionistas se sitúa ente los 20.000 y los 100.000 euros
- Venture
capital puede considerarse el paso siguiente, cuando ya hay un producto o
servicio que se vende, que tiene un mercado definido, que existe un modelo
comercial de negocio testado y que incluso de ha alcanzado el punto de
equilibrio financiero. La
intervención, pues, de los fondos de inversión (que eso y no otra cosa
son) que representan el Venture capital,
y que oscilan entre 100.000 y 1.000.000 de euros, se encuadra en la fase de
crecimiento (growth) del negocio, con especial atención a que sea escalable a
otros países.
-
Private equity representa un salto
cuantitativo importante respecto al anterior, pese a que también sean fondos de
inversión. En este caso ya estamos hablando de aportaciones de entre 25 y 200
Millones de euros que se dirigen a empresas en crecimiento sostenible, con un
proyecto consolidado y madurado, con importantes cifras de negocio y flujos de
caja y que se plantean su proyección internacional. Como inconvenientes puede
señalarse que el fondo participa en la gestión y porcentaje de recursos de la
compañía y su entrada suele incorporar cláusulas de arrastre a los socios, es
decir, que les obliga a vender si surgen potenciales compradores de la empresa.
- Crowdfunding, que se traduce como
micromecenazgo o financiación en masa,
tiene sus antecedentes en las donaciones y es una forma de financiar en pleno
auge. La idea es la cooperación colectiva, llevada a cabo por personas que
forman una red, generalmente mediante el uso de Internet, para conseguir dinero
u otros recursos que sirvan para financiar esfuerzos e iniciativas de otras
personas u organizaciones. La mecánica de su funcionamiento es conceptualmente sencilla: poner en
contacto a emprendedores y mecenas de forma que alguien expone un proyecto, lo
publicita y lo presupuesta, esperando que en un plazo de tiempo fijado alguien
se interese por él, con la particularidad de que las aportaciones sólo se hacen
efectivas si se completa la financiación solicitada dentro del plazo
establecido. Con este esquema, uno de los inconvenientes del micromecenazgo es
el indispensable requisito de dar a conocer públicamente el proyecto cuando aún
se encuentra en fase embrionaria, lo que expone al emprendedor a que su idea
sea copiada por otras empresas que ya no necesitan financiarla.
- MAB es el acrónimo de Mercado
alternativo bursátil, que es un mercado supervisado por la Comisión Nacional
del Mercado de Valores (CNMV), similar al mercado “serio” y dirigido a empresas
de pequeña capitalización. Como el anteriormente citado Ventura capital, su
aplicación corresponde a la fase de crecimiento sostenible y recurrente de la
empresa, y su regulación oficial exige que la empresa ya genere entre 2 y 3
Millones de euros de EBITDA con unas ventas de alrededor de 8 M. de euros. El
acceso al MAB confiere visibilidad y
credibilidad al proyecto empresarial, obligando a la contrapartida de la
transparencia de datos, la entrega periódica de información actualizada a la
CNMV y el cumplimiento de prácticas de buen gobierno corporativo.
En la práctica, cada
día que pasa, se va observando la evolución y penetración en las costumbres de
los emprendedores de los sistemas de búsqueda de financiación alternativa a la
bancaria, lo que obliga a ser extremadamente prudente a la hora de hablar de los
requisitos cambiantes de cada uno de los instrumentos citados y, seguramente,
de otros que no se citan. Por eso debe resaltarse simplemente que de la mayoría
de ellos puede obtenerse amplia información en la red, y muchos de ellos son
accesibles a través de iniciativas sectoriales, y de encuentros promovidos por
las corporaciones locales y, como mucho, autonómicas (curiosamente no suelen
prodigarse las iniciativas de ámbito estatal a pesar de ser una problemática
que afecta a todo el país)
Últimas reflexiones que parecen consejos
Imaginemos que un
buen amigo nos pide un préstamo de 1.000 euros. A pesar de ser nuestro amigo,
lo primero que nos interesa es saber para qué quiere ese dinero, de forma que,
incluso siendo amigo (o quizá por eso), si barruntamos que es para gastarlo en
el casino, lo más probable es que se lo neguemos. Y esto, que ocurre en
círculos pequeños, también se cumple en ámbitos más grandes y anónimos.
Dicho de otra
forma, un requisito insustituible en procesos de petición de financiación a
terceros es la demostración de que el emprendedor tiene un conocimiento
escrupuloso de hasta el último detalle del proyecto, de que cree en él y de
que, por supuesto, se trata de un proyecto empresarial para el desarrollo de
una actividad lícita. Para demostrarlo, sigamos imaginando: un voluntarioso
joven me pide a mí que lo ayude a financiar el proyecto de su vida, y me
explica sucintamente en qué consiste. ¿Alguien piensa que accederé a su
petición si a mis preguntas acerca del producto,
de dónde y cómo piensa fabricarlo, con qué medios materiales y humanos, a quién
comprará y cómo le pagará, cómo venderá, a quién y dónde, a qué precio, qué
plazo de entrada en beneficios prevé y en qué cifra, quién es su competencia,
cuánto ha aportado él y quién más al negocio, si para estas aportaciones de
terceros hay establecido un plan de amortización,……me responde con
vacilaciones o inconcreciones a una sola
de ellas?
Hay que tomarse
muy en serio, una vez escogida la puerta o puertas a las que llamar, la idea de
que sólo va a haber una oportunidad para convencer al inversor, por lo que en
esas oportunidad única debe presentarse el proyecto, despertar el interés, y
facilitar el correspondiente dossier con toda la información necesaria (ya
adelantada a grandes rasgos) que permita al inversor tomar una decisión
razonablemente argumentada.
Por ello, como
reflexiones finales, repasemos unos aspectos prácticos:
- Realismo previo, traducido en el hecho
de que se debe desarrollar una estrategia que permita identificar el lugar
concreto donde pedir la financiación, buscando los inversores adecuados a la
etapa en la que se encuentre el proyecto. Es conveniente haber alcanzado
algunos logros demostrables antes de presentarse a los inversores para ganar su
confianza, sin mostrar prisas.
- Conocer al inversor. Una vez tomada la
decisión de a qué financiación acudir, es conveniente saber en qué otro tipo de
proyectos participa, el sector que le gusta, su experiencia, etc. Pensemos que,
en definitiva, le estamos ofreciendo la posibilidad de ganar dinero, por lo que
nosotros también elegimos.
- Conocer el proyecto como la palma de la mano, incluyendo conocimiento del sector de negocio y
competencia, con el fin de responder sin titubeos y sin consultar papeles,
cualquier pregunta que el inversor formule. Es importantísimo que el
interlocutor detecte que se tienen las ideas claras acerca de las necesidades
relacionadas con el proyecto.
- Creer firmemente en el proyecto y en uno
mismo, siendo capaz de contagiar a los posibles inversores esa confianza.
Si no se advierte una total implicación del emprendedor en el proyecto, nadie
aportará ni un céntimo.
Finalmente,
se ha de saber desarrollar la capacidad de presentar el proyecto con
profesionalidad y soltura, ofreciendo al eventual inversor un dossier bien
organizado y presentado que amplíe la información que se le ha exhibido con el
fin de que la estudie y pueda tomarse su tiempo antes de tomar la decisión.
No
son teorías. Antes de que la banca entrara en la espiral insensata que ha
conducido a su rescate financiero, a la práctica desaparición de la red
bancaria que conocíamos y al actual empobrecimiento ciudadano, uno de los
factores con mayor peso en las decisiones de las entidades en el momento de
estudiar la financiación de pequeñas empresas era, junto al perfil de la
persona solicitante, el bloque de información conformado por.
-
Solidez y viabilidad del proyecto
-
Convicción del emprendedor en él, con implicación total
-
Habilidad para transmitir, convencer y contagiar ese entusiasmo sin fisuras.
-
Existencia de soporte documental que confirme los datos económico-financieros.
Y,
a partir de aquí, toda la suerte del mundo.