sábado, 5 de abril de 2014

La evolución telefónica del "crimen perfecto"


Casualmente he tenido la oportunidad de ver estos días el remake de la película que rodó en 1954 Alfred Hitchcock "Crimen perfecto", originalmente con un Ray Milland soberbio, unos eficaces John Williams y Robert Cummings y una ambigua y casi lánguida (como siempre), con ocasionales fogonazos de vitalidad, Grace Kelly. Como todo el cine de Hitchcock, es una obra de actores que al final deviene coral; nada que ver con este remake al que me refiero, en el que Michael Douglas y Gwyneth Paltrow "suplantan" a Milland y Kelly, y Andrew Davis hace lo que puede para no salir perdiendo demasiado si se le compara con el maestro Hitchcock.
De todas formas, hay un personaje que no sale en los créditos pero que tiene un protagonismo indiscutible, hasta el punto que es citado en el título del film (en su original inglés): "Dial M for murder", Sí señor, el hilo conductor de la intriga es el teléfono, ese venerable aparato, hoy en desuso, mediante el cual, el autor del guión controlaba los tiempos y los lugares de la acción, siempre en torno a la atención (o no) de una llamada que se revelaba crucial en la trama.


No es un caso aislado, como puede suponerse. Revisando los clásicos de la novela negra, desde Dashiell Hammet hasta Patricia Highsmith, pasando por Raymond Chandler e incluso Agatha Christie, es usual que se recurra al teléfono (fijado en una pared o mesa) para situar junto a él en la casa, oficina o cabina pública en donde esté instalado el artilugio al personaje que corresponda cuando atiende la llamada de turno. O para certificar que no está allí dejando sonar ostensiblemente el timbre. En las películas de intriga, estos detalles son capitales, por aquello de que, de esa manera, se va estructurando la historia sabiendo que "el bueno" o "el malo" estaban o no a esa hora en un lugar concreto. Que nadie piense que el hecho de que la tecnología fuera de apariencia estática ceñía los guiones: nada de eso. Lo que pasa es que esa circunstancia obligaba a los guionistas a jugar con los elementos estéticos de que disponían para controlar el climax. Por ejemplo, el teléfono "del malo", negro, estaba anclado en una mesa en penumbra, lo que hacía que apareciera en un mismo plano la boca del personaje pegada al micrófono (raramente el plano incluia el rostro completo, para incrementar el dramatismo) y el propio aparato telefónico, con el dial bien visible, rellenando el resto de pantalla. Por el contrario, el teléfono de la víctima, blanco y mural, tenia un larguísimo cable que permitía al personaje pasear su desasosiego por todas las habitaciones sin separar el auricular de la oreja, hasta encontrar una alacena donde se escondía... aún hablando por el teléfono, hemos de suponer que con el cable tensado entre las patas de las mesas y las esquinas de las paredes y muebles.


Pero toda esa iconografgía se ha acabado porque las ciencias (y la técnica) adelantan que es una barbaridad, como dice la zarzuela., y los guionistas de hoy han de estrujarse el magín para dar consistencia a una trama de intriga ya que, con la telefonía de hoy, el lugar donde se desarrolla la acción es mucho más difuminado porque el cacharro viaja con cada personaje, no suele incorporar sonidos estridentes de avisos (se incorporan las nuevas modalidades, mediante destellos luminosos o por vibración, ya utilizadas en algunas obras) ni hay que correr a la cabina del callejón oscuro para atender la llamada.
Es cierto que en la realidad es mucho más fácil el seguimiento a través de la información que conserva la operadora, donde queda registrada la llamada, lugar donde se hallaban emisor y receptor, hora, duración, teléfonos implicados y cuanto pueda necesitar el investigador, pero no me diréis que no es verdad que eso ha hecho perder el encanto de esas agendas gastadas que se encontraban en el bolsillo de la gabardina del asesinado y el inspector tenia que hacer encaje de bolillos descifrando números, deduciendo nombres y lugares y armando un entramado de padre y muy señor mío con la relación de llamadas, a quién o de quién, dónde, quién estaba o no en el lugar, etc. No, el teléfono como personaje cinematográfico ya no es lo que era, salvo para que el protagonista no pueda ocultar que estaba donde no debía porque ha atendido la llamada al móvil "allí", y queda registrado.

Sería interesante ver un nuevo remake del "Crimen perfecto" adaptado a las nuevas tecnologías. Propuesto queda a quien se atreva a hacerlo













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