En una de las últimas emisiones de Deuda Pública que efectuó el Tesoro,
se produjo por primera vez entre nosotros un hecho que de inmediato fue jaleado
con todo entusiasmo por los responsables económicos del gobierno y del partido
del gobierno en una clara demostración, cuando menos, de imprudencia precedida
de una evidente falta de análisis, imprescindible ante un hecho de estas características,
ya que uno da por hecho de que el ministro del ramo, algo de economía sabe, pero
surgen dudas razonables ante tal ejercicio de euforia de que también la conozca
el resto del equipo y, sobre todo, los portavoces del partido.
La noticia, recordémosla ya, es que España colocaba parte de su emisión
de deuda del día 7 de mayo a un interés negativo, es decir, que no paga
intereses por ella a quien la adquiera, sino que cobra. Para rebajar de entrada
la euforia con detalles técnicos, hay que puntualizar que ese día se captaron 4.463
millones de euros en bonos a largo plazo de los que 2.396,54 fueron con vencimiento a tres años a
un interés marginal del 0,209 %, superior al 0,156 % precedente, y otros
1.182,10 millones de euros a diez años con una rentabilidad del 1,893 %, también
por encima del 1,289 % de la subasta precedente y en línea con la cotización de
la deuda de este plazo en el mercado secundario, de forma que sólo los
restantes 885,02 millones se colocaron a
cinco años, por primera vez en la historia con intereses negativos del 0,25 % debido
a que eran títulos ligados a la inflación, en mínimos en la zona euro.
No hay que quitar mérito al logro, por supuesto, pero no se ha de perder
de vista el escenario ni, particularmente, las posibles consecuencias de estas
tendencias en la economía real, especialmente
cuando se proclama a los cuatro vientos que por fin, la banca ya ha abierto el
grifo del crédito (¿acudirá a comprar deuda con intereses negativos?) para
pymes y economías domésticas.
La pregunta del millón es: ¿es bueno para la economía real (diferente de
la macroeconomía aunque algunos se empeñen en defender lo contrario) que los
intereses sean tan bajos, tendentes a cero?
Lejos de estudiar farragosos aspectos técnicos de la materia,
intentaremos efectuar este acercamiento analizando las motivaciones y la
posición en inversiones, captación de fondos y concesión de crédito de nuestro
puente de unión con la economía oficial, que es la banca, para llegar a concluir
si nos afecta todo eso y hasta qué punto.
Hay que empezar recordando que el objetivo de las entidades financieras
es ganar dinero legítimamente, que se justifica en tanto que cumpla unos parámetros
mínimos de rentabilidad, que será la suma de los ingresos que genere por el
volumen y naturaleza del negocio captado y gestionado menos los gastos en los
que incurra para ello. De manera muy esquemática, la actuación, desde al punto
de vista de la rentabilidad será:
· Captar dinero (recursos)
de sus clientes, por el que, en teoría, paga un precio (rentabilidad para el
cliente)
· Prestar dinero (inversión)
a sus clientes, por los que cobra un precio (coste para el cliente)
· Cobrar comisiones por los
servicios que presta (cheques, recibos, transferencias, etc.)
· Pagar el coste de los
recursos y medios que necesita para desarrollar su actividad bancaria
(local, personal, material, y servicios)
En este esquema es fundamental identificar que el negocio bancario se
sustenta en prestar dinero y no tanto en captar fondos[1],
por lo que un foco de atención en el análisis que desarrollamos es determinar
qué le puede ser más atractivo a un banco, invertir en deuda pública o prestar
dinero a un particular o pyme.
Paralelamente, también es fundamental tener en cuenta que desde la óptica
de la teoría económica un capitalista no es el acaudalado empresario al uso,
sino cada uno de los millones de personas que aportan de forma variable a la
acumulación de ahorro y por tanto, a la formación de capital, de fondos a
captar, negociar y gestionar por la banca. Puede afirmarse, pues, que el
ahorro es la piedra angular del crecimiento y desarrollo económico sostenidos.
[1]
Efectivamente, supongamos que alguien decide crear un banco y la primera transacción
que realiza es la captación de un depósito de 1.000 millones de euros a un 0,01
% de interés para el cliente. Contradiciendo la primera sensación que acude a
la mente, NO ha efectuado un buen negocio (sólo ha adquirido el compromiso de
pagar al cliente el interés pactado por sus fondos)… si no encuentra en qué
invertir esos fondos y obtener los intereses que ha de pagar al cliente y, ya
de paso, los recursos con los que pagar nóminas de empleados, material, instalaciones,
servicios…que, obviamente, salen de lo que percibe de los créditos concedidos
con el macro depósito.
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