Verano.
Por fin verano y, para muchos (no nos engañemos, de aquellos que hoy
tienen la enorme suerte de tener trabajo en este país y pueden
permitirse ciertos gastos) , inicio de unos días de disfrute de
unas, seguramente, merecidas vacaciones, lejos de las rutinas diarias
y, si es posible, con nuevos entornos, nuevas costumbres y nuevas
compañias... o no, pero con voluntad declarada de ver las cosas
diferentes de como se ven el resto del año.
Dentro
de estas nuevas ópticas se repite cada año la de quien descubre
estupefacto (porque era algo que, en su día, no cabía en su sesera)
que la encantadora mascota que él mismo le regaló a la niña para
el dia de Reyes se ha transmutado en un desagradable bicho incómodo
que, por una parte, reclama cuidados (lo que se traduce en tiempo y,
lo que es peor, comporta gastos) y, por otra, les condiciona
disponibilidad de días para esa estancia de relax programada en las
fantásticas playas de El Algarve. Solución: deshacerse del bicho de
la forma que sea: si es un periquito, un loro, etc., soltándolo
entre la arboleda del parque de al lado; si es una tortuga, un pez o
así, en los humedales del canal o río más próximo, y si es un
perro o un gato, cargarlos en el coche y abandonarlos a unos cientos
de kilómetros de casa. Total, no importa demasiado porque ya le
compraremos por Reyes a la niña otra mascota, más bonita, para que
olvide este capricho.
Claro,
que frecuentemente, la escasa hucha de los ahorros no permite
demasiadas alegrías, y entonces se recurre al viaje al viejo terruño
y solar familiar, a redescubrir eso que llaman antiguas tradiciones
en forma de festejos curiosos de los que los pueblos de nuestra
geografia están llenos en época estival. Y, mira por donde, en
muchos hacen protagonistas a animales. Así, por ejemplo, en
Cazalilla (Jaén) arrojan una pava desde el campanario de la iglesia,
en la riojana localidad de Nalda, se celebra la Fiestas de los gallos
que consiste en arrancarles la cabeza a gallos, colgados previamente
por las patas en una soga con la cresta para abajo (hay que decir,
ante la polvareda que se ha levantado por este maltrato animal, que
desde hace unos años se utilizan gallos de goma), en Manganeses de
la Polvorosa (Zamora) arrojan cabras desde el campanario de su
iglesia, en Coria (Cáceres), un toro al que se le da suelta en el
pueblo es acribillado con dardos en las fiestas del pueblo (¡en
honor a San Juan!), en la vallisoletana ciudad de Tordesillas, en la
tradicional Fiesta denominada El Toro de la Vega, un animal es
perseguido, acosado, torturado y lanceado bárbaramente por decenas
de "valientes" tanto a pie como a caballo, sin citar los
festejos con toros ("bous", atados, entorchados, etc.) en
el Levante y Catalunya, los Sanfermines (en los que los toros son
después sacrificados, no lo olvidemos), las corridas, y un largo
etcétera. Por supuesto, todo ello con cobertura legal y con excusa
de celebración religiosa para honrar al patrono o a la patrona (ya
me diréis cómo justificar desde el punto de vista estrictamente
religioso estos actos a la vista de las doctrinas de Santo Tomás de
Aquino o San Francisco de Asís, sin ir más lejos).
O
sea, que asistimos a la esquizofrenia colectiva de que se persigue
socialmente y se rechaza (como debe ser, sin duda) a quien abandona
un animal mientras se protege legalmente a quien hace un espectáculo
de su martirio y sacrificio. Pues vaya...
En
cualquier caso, y antes de seguir reflexionando sobre esta paradoja,
es lícito preguntarse: ¿cómo es posible que existan y se
permitan actos de crueldad hacia los animales? Empezando quizá
por actitudes a nivel particular que se amplían al campo social, ya
se trate de perros, gatos u otras mascotas o animales que se
califican "de granja", "de entretenimiento",
etc., toda vez que es frecuente que aparezcan casos (generalmente
divulgados por las redes sociales y raramente por los medios de
comunicación tradicionales) que producen escándalo en la opinión
pública. En todos estos casos, la pregunta genérica sobre las
causas del maltrato es la misma., y conviene explorar algunos de los
motivos que llevan a la crueldad hacia los animales, y algunos
consejos para evitarla y superarla.
La
dificultad mayor con que nos encontramos en la lucha contra el
maltrato animal es la evidencia de que a pesar de que hay legislación
en ese campo, la realidad oficial es muy otra, de forma que muchos de
los festejos que incluyen ese maltrato, no sólo están protegidos
por una ley (con minúscula, por favor) sino que, sin ningún rubor,
se llegan a calificar de "culturales", lo que conduce a
sugerir de urgencia a nuestros Poderes Públicos que revisen
seriamente su concepto de CULTURA. Ciertamente, los defensores de
estas fiestas esgrimen en general otros dos argumentos que no se
sostienen: la tradición y la identificación de los festejos con el
arte.
La
tradición. Veamos (sin interpretar, ni de lejos, que sean hechos
comparables; sólo a efectos de hipótesis de reflexión): en algunos
países es tradición hoy el vender a las hijas, incluso
menores de 10 años, para contraer un matrimonio que a nosotros nos
parece repugnante con quien paga el precio de esa dote. Más
tradiciones: en otros países se procede legalmente a la
ceremonia de ablación de clítoris a las niñas con las
consecuencias para la salud y psicológicas que esa aberración
produce. Por desgracia podríamos seguir citando centenares de
ejemplos en todo el mundo en los que se invoca la tradición de que
"siempre se ha hecho así" para intentar justificar lo
injustificable. Además, si no se tuvier en cuenta la evolución
social y con ella las tradiciones, seguiría en vigor el Código de
Hammurabi, ni siquiera el Derecho Romano.
El
arte. Aludir al arte para justificar el maltrato animal
(especialmente las corridas, muy recurrente con este argumento) es,
directamente, una estupidez. Sería como si, sobre la base de que hay
magníficas obras pictóricas cuyo tema es una batalla, se
justificaran las guerras por su presunto componente estético, o como
si, aprovechando la armonía y vigor de "La masacre de los
inocentes", de Rubens, se intentara justificar la matanza
ordenada por Herodes que nos cuenta la Biblia, o como si, cautivados
por el magnetismo estético del cuadro de Repin "Ivan el
Terrible y su hijo Ivan" en el que retrata la desesperación del
primero tras haber matado a su hijo, alguien intentara dar carta
blanca al asesinato por su estética1,
o... ¿seguimos? ¿hacen falta más ejemplos para desmontar la
insensatez del arte como justificación del maltrato?
En definitiva, el maltrato animal seguirá impune mientras se sigan aplicando dos varas de medir.: la restrictiva para el ámbito privado y la del "todo vale" y "es legal" para los actos públicos.
Pero
decíamos que puede resultar conveniente examinar los motivos que
producen estas actitudes para con los animales, y, a tal fin,
desglosaremos tres niveles.
Maltrato inconsciente
Muchas
de las personas que abusan o maltratan a los animales no lo hacen a
propósito, o al menos, no teniendo
intención ni conciencia de hacerlo.
Todos hemos sido educados en una sociedad profundamente
antropocéntrica, es decir, que encasilla a los animales como "cosas
insensibles" y sin
validez
moral, por lo que
actuamos en consecuencia sin
percatarnos
de lo que hacemos,
ni mucho menos, de
reflexionar
sobre ello.
Con los animales "siempre se ha hecho así" y
los
animales "no sienten"2,
y "si es que sintieran", sus sentimientos no importan ni
son relevantes; por lo tanto tampoco importa mucho lo que hagamos con
ellos. Por
esta idea entran los
casos de negligencia,
es decir, en los que se falla al proveer a un animal (del
que somos responsables) de
sus necesidades
básicas
de alimentación, agua, refugio y cuidados veterinarios, incluyendo
aspectos de psicología animal como mantener las mascotas en un
espacio vital muy reducido
o dejar
que las hembras tengan
una camada de
cachorros, para luego "regalarlos" (o incluso, venderlos).
En su lógica, ellos como "dueños" no hacen nada malo.
En
estos casos, de
un primer nivel, la
solución es la educación
y sensibilización para
aprender y entender que está siendo cruel, ver
que realmente hay maltrato
y se
tome
conciencia de
las necesidades de sus mascotas,
recordando, en su caso que puedenser actitudes castigadas por la Ley.
Maltrato intencional "social"
Otro
grupo de personas que maltratan a los animales lo hacen a propósito
y con pleno conocimiento de que lo que hacen es malo; pero lo hacen
por un corto período de tiempo, o lo ejecutan en pocas ocasiones.
Por ejemplo, un grupo de niños que decide lanzar piedras a los nidos
de los pájaros, o maltratar a un gato/perro que ronda en el
vecindario. Estas personas usualmente son jóvenes y dañan a los
animales porque no están pensando en el daño que causan sus
acciones en ellos sino en la diversión de ejercer poder sobre ellos
(o porque no pueden oponerse a la presión que ejerce el grupo de
amigos).
Quienes
no están pensando en el daño ocasionado puede que lo sea por estar
molestos o sentirse frustrados, y descargan su rabia contra los
animales; o bien piensan que es entretenido ver cómo el animal se
retuerce o huye. En cualquier caso, no están pensando en los
sentimientos de los animales a los que causan daño, ni en la
magnitud del daño que le están causando, mucho menos en las
consecuencias para el animal. Y los que presionan al grupo para
realizar el maltrato sólo quieren mostrar su poder e influencia
sobre el resto; o bien están tratando de impresionarse mutuamente,
por lo que siguen lo que el grupo hace.
El
daño intencional a los animales es un tema serio, que debe
ser reorientado y castigado.
Nunca deben
tomarse como
"bromas o inocentadas de niños", sino que se trata de
actitudes que, de no ser reorientadas, podrían perpetuarse en el
tiempo3.
Nuevamente en estos casos, es a través de la educación que se debe
inculcar la empatía y el ponerse en el lugar del animal maltratado,
aprendiendo a sentir como los otros, para orientarnos fuera de
nosotros mismos y entender que los animales también sufren. Y que si
esos animales sufrieron, fue por una acción y decisión personal,
que debe ser castigada/penalizada para no volver a repetir la escena.
Aprender que los actos propios tienen consecuencias negativas -y si
uno lo quiere, también positivas- sobre otros seres vivos.
Maltrato intencional cruel o violencia voluntaria
Encuadradas
en este nivel se encuentran esas
personas que maltratan sistemáticamente de manera intencional,
porque disfrutan provocando daño a otros seres vivos, por el hecho
de sentirse poderosos. Necesitan
ejercer su poder sobre otros, y dañarán a los animales porque
piensan que de esa manera los controlan y gobiernan. O maltratan al
animal para ejercer su poder sobre otra persona (es el típico caso
del novio/marido maltratador que pega/daña/tortura/mata al
perro/gato/pájaro de su novia/esposa para retenerla en sumisión,
pues le podría hacer lo mismo a ella). Otros
harán que sus animales dañen a otros animales, porque eso les
convierte en una dupla poderosa, donde evidentemente, quien tiene el
control es el dueño. El
caso extremo patológico es de quien simplemente
disfruta ejerciendo la violencia y provocando dolor a otros seres
vivos. Obviamente
las
personas de este grupo sufren serios problemas psicológicos que no
pueden dejarse desatendidos porque no "pasarán" con el
tiempo.
Estas personas necesitan, con urgencia, apoyo profesional que les
rehabilite en sus relaciones sociales y con su entorno inmediato. Sin
ayuda, los problemas psicológicos de estas personas los afectarán
de por vida, y ellos continuarán maltratando -de manera cada vez más
violenta- a otros seres vivos, y seguro que también a otras
personas.
El
maltrato animal es, a la vez, un factor que predispone a la violencia
social y una consecuencia de la misma,y forma parte de la cascada de
la violencia que nos va alcanzando a todos como individuos y como
sociedad. La violencia es un acto intencional que puede ser único o
recurrente y cíclico, dirigido a dominar, controlar, agredir o
lastimar a otros. No puede pasarse por alto que casi siempre es
ejercida por las personas de mayor jerarquía, es decir, las que
tienen el poder en una relación, pero también se puede ejercer
sobre objetos, animales o contra uno mismo, y puede variar desde una
ofensa verbal hasta el homicidio.
La
crueldad es una respuesta emocional de indiferencia o una obtención
de placer en el sufrimiento o dolor de otros, o una acción que
innecesariamente causa tal sufrimiento. La crueldad de los niños,
que incluye a los animales, es un signo clínico relacionado a
desórdenes antisociales y de conducta.
En
las familias en las que hay violencia, ésta es más frecuentemente
dirigida hacia los más débiles, lo que incluye ancianos, mujeres,
niños y animales de compañía. El maltrato hacia los animales es
tolerado por aquellos que lo observan; se minimizan sus causas y sus
efectos, y los padres, maestros y comunidades que no dan importancia
al abuso animal en realidad incuban una bomba de tiempo.
Debe
hacerse énfasis en que la detección, prevención y tratamiento de
la violencia hacia los animales es un acto de humanidad en sí mismo.
Los animales son criaturas que se encuentran, en relación al ser
humano, en un nivel de inferioridad dentro de la escala evolutiva;
esto nos hace responsables de su bienestar, ya que tener supremacía
lleva consigo una obligación, una responsabilidad, que es la de
cumplir como guardián de las especies inferiores en términos
intelectuales. Si realmente queremos combatir la violencia, una parte
de nuestra lucha consiste también en erradicar el maltrato a otros
seres vivos.
Estas
reflexiones se limitan a un somero examen de acciones/recomendaciones
en el ámbito privado ante el maltrat animal que, mediante la
educación, concienciación y ¿por qué no considerarlo? eventual
castigo, conducen al posterior cuestionamiento moral de las actitudes
colectivas actualmente consentidas que en el fondo vulneran la
legalidad.
Otra
cosa es la actuación, con la Ley por delante, ante determinados
criaderos, granjas o mataderos (los menos, por fortuna), antesala y
copia de la Casa de los Horrores, pero eso trasciende estas
reflexiones.
Y
que los seguidores de ciertos festejos crueles con los animales
recapaciten sobre la validez de su muletilla habitual para
justificarse: "Pues a mí me gusta. A quien no le guste, que no
venga". ¿Admitiría que el caco que ha desvalijado su casa se
defendiera diciendo que a él le gusta robar?
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1No
nos llamemos a engaño en este punto, pero tampoco nos confundamos.
Existe un libro escrito por Thomas De Quincey llamado, precisamente,
Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes en el
que el lector, engañado por el título, puede creer que encontrará
una descripción de esos pulcros crímenes de las viejas novelas
policiales en que se escamotea el dolor y la angustia de la muerte
para convertirla en cifra de un tranquilo problema intelectual. Nada
de eso. A De Quincey no le interesa el asesinato por su abstracción
sino por su tremenda materialidad y, cocainómano confeso,
desarrolla una crítica social descarnada atravesada por relámpagos
de humor que se agradecen.
2Muestra
extrema es la asombrosa e inclasificable afirmación del alcalde de
Tordesillas, que asesgura que el toro de la Vega, perseguido,
acosado, alanceado hasta la muerte "no sufre". Sin
comentarios.
3Aquí
cabría incluir las múltiplies "peñas taurinas infantiles"
que existen, incluso contraviniendo la legislación vigente.
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