El
número Pi (π) es, seguramente, el número mas estudiado (y más
aclamado) de las matemáticas. Se cree que su origen se remonta al
año 2000 a.C y representa una de las constantes matemáticas más
importantes utilizada habitualmente en matemáticas, física e
ingeniería. Se encuadra dentro de los llamados número irracionales
trascendentes1,
como demostró el matemático alemán Carl Louis Ferdinand von
Lindemann, por lo que no es un número exacto sino un número
infinito, con infinitas cifras decimales.
El
número es la constante que relaciona el perímetro de una
circunferencia con la medida de su diámetro: π= L/D, siendo L la
longitud o perímetro de la circunferencia y D su diámetro.
Habría
que esperar al siglo XVII para convertir esa correlación en un
dígito y para que acabara siendo bautizado finalmente con el nombre de
"Pi" (del griego periphereia, término para designar
el perímetro de un círculo). La notación fue usada por primera vez
en 1706 por el matemático galés William Jones y popularizada por
Euler en la obra "Introducción al cálculo infinitesimal"
de 1748.
El
valor numérico de π, limitado a sus primeras cifras, es el
siguiente:
π
≈ 3.14159265358979323846 …
El
valor de π se ha obtenido con diversas aproximaciones a lo largo de
la historia: el matemático inglés William Shanks consiguió en 1853
obtener 707 decimales del número pi tras un trabajo de investigación
de casi 20 años (la salvedad de este hito matemático es que
cometió un error en el 528º decimal, por lo que el resto desde ese
decimal estaban todos mal) hasta la actualidad, en que los ingenieros
informáticos Shigeru Kondo y Alexander J. Yee han descubierto hasta
10 billones de decimales de este número irracional (un billón
americano es la mitad de uno español, lo que no desvirtúa la
enormidad de la cifra).
Debido
a que este número sirve para calcular el área de un círculo, su
perímetro o el volumen de un cilindro, se aplica a la fabricación
de neumáticos, botellas, vasos o relojes. En astronomía, también
se utiliza (por la NASA), por ejemplo, para calcular la cantidad de
hidrógeno que se requiere en las misiones espaciales o para calcular
las extensiones de territorio de los diferentes planetas. También
tiene gran utilidad en estadística, en trigonometría o en
topografía.
Como
curiosidad, el músico Michael Blake, nos hizo ver cómo se podían
convertir los sonidos de pi en una canción, pues asignó una nota
musical a cada número y posteriormente tocó una melodía con un
gran éxito en las redes sociales.
Se
trata de un número tan aclamado que cuenta hasta con su propia
celebración. El 14 de marzo (3/14, con notación americana, claro) a
las 01:59 PM es el momento cumbre de la celebración, por la
aproximación de seis dígitos: 3,14159.
Precisamente
la particularidad apuntada más arriba de que Lindemann demostró que
π es un número trascendente, tuvo impacto definitivo en un problema
geométrico que venía de antiguo: resulta que, ya desde la época de
Pitágoras (de antes no hay registros) los matemáticos tenían el
pasatiempo recurrente de, con sólo regla y compás (es decir,
con las magnitudes de los valores geométricos gráficos obtenidas
sólo con esas herramientas), calcular y dibujar diferentes formas
poligonales que tuviesen la misma área de superficie. Y todo iba
bien hasta que decidieron intentar calcular y dibujar un cuadrado que
tuviese la misma superficie que un círculo dado. Ahí se atascaron,
lo que dio más popularidad al problema y llevó a que fueran muchos más, a
lo largo de los tiempos, los que intentaran resolverlo, y algunos,
como el pensador inglés Hobbes, afirmaran haberlo hecho (en este
caso fue refutado por John Wallis "el matemático más brillante
después de Newton"), hasta que Lindemann demostró en 1882 que,
al ser π un número irracional trascendente, la operación es
imposible (la demostración matemático/geométrica es muy compleja y
queda fuera de la liviandad de estas líneas; habréis de confiar en
mí de que esto es así). Desde entonces, la expresión "cuadratura
del círculo", procedente de la jerga matemática, se usa para
aludir a algo irrealizable o imposible... o que nos lo venden
así en cualquier ámbito.
Es
lo que nos pasa ahora, en estos complicados momentos que estamos
viviendo, en los que algunos quieren imbuirnos (sin calibrar las
consecuencias) de que armonizar los sentimientos en general, y la
amistad en particular (para dejar en otro nivel las relaciones
familiares), con la política es como intentar la cuadratura del
círculo.
Pero
¿es así de verdad? Veámoslo de entrada en el plano teórico.
La
amistad es
un sentimiento desinteresado y puro que une a los seres humanos, que
por intermedio de la confianza, lealtad, sinceridad o apoyo
construyen una relación de afecto. La amistad es tan valiosa que
hasta en las Sagradas
Escrituras
podemos encontrarla así:
“Un amigo fiel es
escudo poderoso; el que lo encuentra halla un tesoro. Un amigo fiel
no se paga con nada, no hay precio para él. Un amigo fiel es bálsamo
para la vida, los que temen al Señor lo encontrarán”.
Las personas necesitan de
la amistad que, además de necesaria, es bella. Decía Aristóteles
que “los amigos se
necesitan en la prosperidad y en el infortunio, puesto que el
desgraciado necesita bienhechores, y el afortunado personas a quienes
hacer bien. Es absurdo hacer al hombre dichoso solitario, porque
nadie querría poseer todas las cosas a condición de estar sólo.
Por tanto, el hombre feliz necesita amigos”
La
política es (debe ser) el arte de servir, que propende, en la
búsqueda del bienestar general, a lograr objetivos colectivos que
conduzcan a mejorar las condiciones de vida de una sociedad para
garantizar una convivencia en paz, con satisfacción plena de sus
necesidades y el bienestar de toda la gente.
Analizando
los dos conceptos podemos deducir que, en teoría, son concepciones
semejantes que podrían coexistir y complementarse, para que de la
mano construyan una sociedad más equitativa, estable y con las bases
esenciales para lograr el desarrollo y progreso que la guíe al
mejoramiento de las condiciones de vida de cada uno de sus
integrantes.
Inventando/magnificando lo que quieren que veamos |
Pero
por el contrario, en muchos casos encontramos que son contraposición
la una de la otra, y que en ocasiones llega a ser un detonante para
que el odio y el desprecio se apoderen de la condición humana, lo que
nos lleva a vivir en un mundo de penuria y resentimiento que nos
impide vivir en armonía y en paz hasta con nosotros mismos. Si eso
es así, sólo caben dos interpretaciones: o la amistad no es amistad
o la política es otra cosa diferente a la definida más arriba.
Es
de sobras conocido que la política, junto con la religión, el
deporte y algún tema más, se convierte frecuentemente en un tabú en las
relaciones, pero, bien mirado, si el respeto a la persona es
auténtico, también lo debe ser el respeto a sus ideas, aunque estén
en las antípodas de las propias. Por eso recordaremos que, en el plano teórico,
hay tácticas que se pueden usar para hablar de política sin dañar
relaciones, insisto, siempre que sean auténticas, a pesar de tener
diferencias importantes de opinión.
1:
Primordial: no fuerces a hablar
de política, especialmente si desconoces a las personas en el grupo
al que te diriges o si sabes que hay
alguien con un punto de vista muy distinto al tuyo ya que podrías
dejarte llevar por las emociones. Recuerda
que la política realmente es un
tema divisorio que puede tener consecuencias sociales potencialmente
desastrosas en el tratamiento de su diversidad.
2:
Infórmate antes de hablar. Si has decidido hablar de política,
infórmate bien antes de abrir la boca. La manera más fácil de
perder el respeto de otros y de, a su vez, faltarles el respeto es promoviendo la propaganda y
desinformación de un partido político o ignorando los hechos e
inventando cosas.
3:
Mantén la mente abierta. Hablar de política, cuando se hace con
respeto y entre personas informadas, puede ser estimulante y hasta
divertido. Sin embargo, no hay nada más frustrante que conversar
con alguien que solo da a conocer sus puntos de vista sin escuchar o
menospreciando a los
otros. Tómate el tiempo para verdaderamente escuchar y entender los
argumentos de la otra persona. De esta forma la conversación será
más agradable y seguro aprenderás algo de tu interlocutor,
independientemente si compartes su manera de ver el mundo.
4:
Aprende a identificar cuándo es el momento de cambiar de tema. A veces los debates políticos
aumentan demasiado los niveles de intensidad. En esos casos es mejor
cambiar de tema. El silencio es una manera de decir que has
terminado de hablar sobre ello y que le has dado la última palabra a
tu interlocutor.
5: Cuidado
con las redes sociales. Las redes sociales nos permiten compartir
nuestros puntos de vista instantáneamente y con una gran cantidad
de personas, por lo que hay que ser precavido con los comentarios
políticos. Sí, seguramente generarán mucha discusión, pero
debido a que la discusión es virtual, es fácil malinterpretar
comentarios y casi imposible detectar el sarcasmo.
6:
Nunca lo tomes como algo personal. Las amistades y los puntos de
vista diferentes son perfectamente compatibles. Hay que aprender que
posturas diferentes, incluso opuestas, a la propia no deben tomarse
como ataques personales o contra los ideales: son simple y
llanamente otros puntos de vista.
Si
se dan por buenas y aplicables estas sugerencias, estamos admitiendo
que lo importante es la persona y su equilibrio y que en los casos en
que la política se impone y afecta negativamente a las relaciones
personales, lo que flaquea es la integridad de la persona, sea por
carencias propias insalvables, sea porque políticos irresponsables
(apoyados usualmente por los medios a su servicio) aprovechan
precisamente esas carencias, las magnifican y manipulan sin
vergüenza, y sin pensar en las consecuencias, a su favor.
Como
decía una famosa canción popularizada por el grupo Los Módulos en
los años 70 del pasado siglo, "Todo tiene su fin", y
cuando acaba un debate, controversia o confrontación políticas,
al margen de cuál sea el resultado y sus efectos políticos, seguimos teniendo los mismos vecinos, la misma familia, los mismos
amigos (hay que ser sinceros en este apartado: los mismos excepto
quizá, por desgracia, quienes en su debilidad se han dejado
intoxicar por unos u otros y no han sido capaces de valorar a las
personas sino a las etiquetas que ellos mismos le han puesto, es
decir, en definitiva, quienes proclaman con sus hechos que lo suyo no
era amistad sino otra cosa), seguimos yendo a las mismas tiendas,
usamos los mismos servicios, acudimos a los mismos religiosos o
policías, etc. Es, pues, una locura plantear cualquier diferencia
política (por relevante que sea; es más, cuanto más relevante,
menos debe plantearse así) como un asunto de vencedores y vencidos,
empezando por la irresponsabilidad de presentar a los partidarios
propios como "hombres de bien", los "buenos",
alentando la idea de que "ellos" son "los malos",
merecedores de todos los castigos. La estrategia del mal político
que usa estos métodos se acompaña para aumentar su eficacia del bombardeo por parte de los
medios afines de consignas únicamente desde el punto de vista propio
silenciando o menospreciando los argumentos del contrario en un
cliché repetitivo de la idea principal, de "nosotros somos los
buenos y nos es igual lo que piensen ellos, que no queremos ni
saberlo porque les ganaremos porque tenemos los medios de nuestra
parte". Cuando un contendiente político usa estas armas
perversas de confrontación entre personas está exhibiendo una grave
incompetencia política al pregonar que, en realidad, no tiene
argumentos aunque tenga el poder y, lo que es mucho peor, hace gala (y un sector de la
ciudadanía, asombrosamente, lo jalea) de que le trae sin cuidado la
imprescindible concordia del futuro.
Es
triste constatarlo, pero cuando se presenta una contienda con ese
marco (y se presentan, vaya si se presentan) y se pregunta al
ciudadano medio del bando "vencedor" cuáles son los
argumentos del contrario, se pueden contar con los dedos de una mano
los que dicen algo coherente más allá de las consignas que le han
imbuído.
En
definitiva, las relaciones humanas y la política (o las religiones,
o el deporte, o... ) no son (no deben ser) una "cuadratura del
círculo", son plenamente compatibles, y cuando no lo son, lo que
falla es la persona, sin olvidar la insensatez de algunos políticos
en agrandar esos fallos con falaces manipulaciones que, por cierto,
como se ha apuntado, no tienen como objetivo un bienestar colectivo y
común de futuro.
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1Un
número trascendente, también número trascendental, es un número
real o complejo que no es raíz de ninguna ecuación algebraica con
coeficientes enteros no todos nulos.Un número real trascendente no
es un número algebraico, pues no es solución de ninguna ecuación
algebraica con coeficientes racionales. Tampoco es número racional,
ya que estos resuelven ecuaciones algebraicas de primer grado, al
ser real y no ser racional, necesariamente, es un número
irracional. En este sentido, número trascendente es antónimo de
número algebraico. La definición no proviene de una simple
relación algebraica, sino que se define como una propiedad
fundamental de las matemáticas.
No he podido esperar a mañana.Al igual que círculo y diámetro no pueden relacionarse, tampoco la esfera puede representarse en un plano por similares razones y no por ello los mapas carecen de validez basta con utilizar el tipo de proyección que más convenga.
ResponderEliminarLos números irracionales pueden convivir en un entorno racional.¿Vamos a ser los racionales más irracionales que ellos?.
Buena pregunta, en línea de la de si eran más demócratas las Cortes franquistas que el actual Congreso, o la constatación de que todos somos animales racionales, pero unos más animales que otros.
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