Muchos de los que hoy ya
peinan canas (por peinar algo) tendrán, seguramente, en su recuerdo
la mítica Editorial Bruguera, fundada con ese nombre en
Barcelona el mismo año que acababa nuestra guerra (in)civil, 1939,
por los hermanos Bruguera, como continuación de la empresa creada
por su padre en 1910 con el nombre de Editorial El gato negro,
que se había especializado en folletines, libros de chistes y sobre
todo revistas de historietas, de las que destacaba el semanario
Pulgarcito, lanzado en el lejano año 1921, siguiendo la
estela de la entonces joven revista TBO (nacida en 1917 y que
dio nombre a todo un género).
Desde 1947, una vez
empezadas a superar las dificultades de la inmediata posguerra, la
editorial aumentó su negocio editando otros tebeos, colecciones de
novelas de consumo popular (en las que editó la obra de autores
paradigmáticos de la novela rosa como Corín Tellado o de la novela
del oeste como Marcial Lafuente Estefanía), novelas cortas de
temática variada dentro de la marca Bolsilibros donde se acogió a
autores represaliados por el franquismo1
a los que se les cambiaba el nombre (por poner un ejemplo, el
prolífico Silver Kane no era otro que Francisco González Ledesma2),
y los entonces novedosos cuadernillos de historietas de aventuras de
un solo personaje, como El Cachorro (Iranzo) o El Capitán Trueno
(Ambrós).
En el campo de la
historieta, el papel desempeñado por la editorial Bruguera en la
posguerra española fue fundamental y el escritor Terenci Moix acuñó
la expresión "escuela Bruguera" para referirse a la
producción de historieta humorística de la editorial con un estilo
fácilmente reconocible, a medio camino entre el entretenimiento
infantil y el costumbrismo satírico. Antes del boom de Francisco
Ibáñez con la creación en 1958 de Mortadelo y Filemón,
hubo otros dibujantes que pusieron los cimientos de la "escuela",
como Peñarroya, Cifré, Jorge (Bernet Toledano), Escobar, Conti,
Vázquez, Martz Schmidt (Gustavo Martínez), Enrich, etc.
Una muestra de los más de 1.000 títulos publicados por F.G.Ledesma como Silver Kane. |
Pero dejemos Bruguera y su
azarosa trayectoria hasta su desaparición en 2010, paradójicamente cuando su catálogo se nutría de más obras de literatura "culta" que de la "popular" de su época dorada, para fijarnos
ahora en uno de los dibujantes citados como pioneros de la "escuela":
Vázquez3,
que firmaba con by Vázquez, y, en concreto, una de sus obras
más conocidas, creada en 1951 y aparecida por primera vez en la
revista DDT, La familia Cebolleta.
La familia Cebolleta, como
otras de historieta nacidas o desarrolladas en la época, como las
Gambérrez, Churumbel, Ulises, Trapisonda, Pepe, etc., responde a la
consigna oficial de la sociedad de posguerra, que quiere intentar
reinstaurar los viejos valores y la situación anterior a la II
República. Las relaciones dentro del núcleo familiar van a quedar
configuradas como una relación de sumisión y de dependencia de la
mujer frente al marido. La mujer debe obediencia y está sometida
primero al padre, y posteriormente, una vez que se haya casado, a su
marido. La mujer tiene una función procreadora, y aún más,en la
décadas de los 40 y los 50, debido a las bajas de la guerra y a la
política demográfica franquista para aumentar la natalidad. Para
ello la consigna se basaba en conceptos como autoridad, obediencia,
sumisión, disciplina, feminidad y valores religiosos. La educación
influenciada por el pensamiento católico, que diferenciaba el papel
de cada sexo, favoreciendo el mantenimiento del sistema patriarcal
familiar. Esta educación partía de la premisa de la
inferioridad intelectual de la mujer frente al hombre, por lo tanto,
se impone una
educación diferente para
cada sexo, se suprime la coeducación, se impone una educación
“especial” para las mujeres, se depuran las escuelas... Además,
se intenta imponer un modelo de mujer basado en la moral católica
que controlaba la familia, el modo de vestirse, el trabajo, la manera
de divertirse....
Lo preocupante socialmente
es que, en la regresión que estamos viviendo hoy, parecen
recuperarse con fuerza estas consignas. Pero este es otro problema.
En el caso de los Cebolleta,
se trata de un grupo integrado por el cabeza de familia, Rosendo
Cebolleta, calvo, con bigote y pajarita; su esposa, el ama de casa
Leonor (al principio, Laura); su pequeño hijo Diógenes, que
cambiará radicalmente su aspecto, de calvito con gafas a travieso
rubio; y Jeremías, un loro parlanchín algo cínico, que como el
José Carioca de Disney, no se separa de su cigarro puro. También
forma parte de la familia (y aparece en contadas ocasiones, hasta que
se la cargó la censura, activa también en publicaciones infantiles)
una hija mayor, Pocholita o Lolita, ejemplo de dibujo de joven
atractiva de la editorial Bruguera. Pero sobre todo, destaca por su
personalidad el recordado abuelo Cebolleta, padre de Leonor, con
barba, bufanda, bastón y un pie vendado, cuyo único afán es
relatar sus supuestas peripecias en batallas del pasado (ha pasado al
imaginario colectivo y a la lengua común a través de la frase
hecha: "Cuentas más batallitas que el abuelo Cebolleta").
El tiempo que ocupa el anciano en hablar de sus hazañas se alarga
hasta el infinito en la historieta, y todos a su alrededor intentan
escabullirse como pueden del torrente de palabras. Su deseo frustrado
de ser escuchado se inscribe en los cánones más ortodoxos de
motivaciones de personajes. Siempre desazonado por sus achaques
cotidianos, la gota y el lumbago, la única satisfacción a que
aspira el abuelo Cebolleta es relatar algún episodio bélico en el
que participara, ya sea en una campaña de las guerras coloniales
británicas al mando de un regimiento de cipayos (tropas indígenas
bajo mando inglés) o en la Guerra de Cuba (circunstancia que nos
permite, por cierto, establecer un mínimo de edad para el personaje
de unos ochenta años en 1951, momento de iniciación de la serie,
dado que en sus relatos siempre se coloca al mando, con lo que en
1898 debía tener, como oficial, por lo menos, cerca de 30 años), o
en guerras y batallas de difícil identificación.
El abuelo Cebolleta "en su salsa". |
Más allá del tratamiento
jocoso/costumbrista que le da Vázquez a las situaciones ficticias
que narra en las historietas, la verdad es que el personaje del
abuelo Cebolleta tiene más de real que de imaginado si nos
atenemos a los rasgos anteriormente descritos de su perfil:
desazonado por sus achaques cotidianos, anhela ser escuchado en algo
que narra (inventado tal vez) que sólo él conoce. Esta, no nos
engañemos, puede ser en la realidad una muestra del deterioro social
que comportan los años en la medida que los recuerdos de uno cada
vez son menos compartidos cuando, por esa llamada ley de vida, van
desapareciendo las personas con las que se comparten.
Una de las características
de la memoria es su subjetividad, de manera que sabemos que un mismo
hecho vivido por varias personas queda (o no) archivado en la memoria
de cada una de forma diferente según los puntos que cada cual, de
forma íntima e instintiva, considere relevantes en el escenario
creado; es por eso que, al evocar una vivencia con otra persona
también partícipe de ella, la recreación resulta positiva siempre,
al poder incorporar a las sensaciones del recuerdo propio las
matizaciones enriquecedoras aportadas por otro. A medida que se van
perdiendo las referencias comunes va cobrando valor el relato propio
y puede llegar el momento en que no queda nadie para compartir el
recuerdo de la vivencia y el abuelo Cebolleta de turno
necesita imperiosamente que alguien sea capaz de escuchar algo que,
comprensiblemente, le resulta completamente ajeno, paso previo a la
etapa de tener que hacerse compañía uno mismo aunque esté rodeado
de una multitud teóricamente cercana, eso que los ingleses llaman
solitude, y
que a veces desemboca en cuando uno se encuentra sólo, privado de
compañía humana y también de la propia compañía, identificado
como loneliness.
No es un capricho, en este
contexto de la reflexión, acudir a los matices del concepto de
soledad en inglés, y es que, según publicó la BBC el pasado
18 de enero, "La primera ministra británica, Theresa
May, anunció esta semana la creación de un Ministerio
de la Soledad, al frente del que estará
Tracey Crouch, quien deberá lidiar con una problemática que afecta
a 9 millones de personas en ese país
(el 13,7% de la población total)..."
Poca broma. En unos días en
los que, casualmente, hemos de soportar la desvergüenza pública
exhibida por nuestros políticos debatiendo acerca de la dignidad de
los pensionistas (repugna que se admita con normalidad eso como tema
de debate; y de los medios que lo corean, mejor no hablar) con
variopintos argumentos, se agradece ver la sensibilidad de gobiernos
(que no son ¡ay! el nuestro y, si me apuráis, ideologías aparte)
que conocen la realidad social y la abordan sin complejos.
Theresa May define el
problema de la soledad como la triste realidad de la vida moderna
y, aunque ciertamente este fenómeno no distingue edades, los más
afectados son las personas mayores, los abuelos Cebolleta
protagonistas de esta reflexión, claramente más vulnerables
precisamente porque son viejos, pobres, desdichados, fracasados o
tímidos se ven abocados a ella contra su voluntad (cuando, a la
vez,es posible que su espíritu sea jovial, generoso, emprendedor y
afable, y eso aún les produce un mayor desasosiego); se estima que
en Inglaterra, la mitad de los ancianos de 75 años viven solos, lo
que equivale a unos 2 millones de personas y muchos de ellos dicen
que pasan días, incluso semanas, sin ningún tipo de interacción
social (según datos estadísticos de encuestas, más de 200.000
personas mayores en el Reino Unido no han hablado con nadie en más
de un mes). Varios expertos afirman que la soledad, entendida como
aislamiento social, puede ser una amenaza mayor para la salud que la
obesidad y aseguran que sociabilizar puede reducir en un 50% la
muerte prematura de quienes se sienten y están completamente solos.
Hay que decir que los
responsables de la sanidad inglesa se han apresurado a elogiar la
creación del Ministerio, no sólo porque “la soledad es
psíquicamente dolorosa, sino por dar lugar a consecuencias médicas
graves: enfermedades cardíacas, cáncer, depresión, diabetes y
suicidio”. Así lo prueban abundantes estudios epidemiológicos
y clínicos (que algunos, todo hay que decirlo, cuestionan). Es
decir, que combatiendo la soledad podrían ahorrársele a las arcas
públicas ingentes cantidades del dinero, destinadas ahora al
tratamiento de esas enfermedades. El escritor Andrés Trapiello, en
un comentario publicado sobre el tema, apunta que entre los
estudios asociados, se menciona uno según el cual la soledad reduce
la esperanza de vida tanto como fumar quince cigarrillos diarios, lo
cual no debe importar gran cosa a los solitarios, pues muchos de
ellos, para sobrellevar su soledad, son fumadores y alcohólicos.
¿Es éste el futuro final
que queremos para nuestros abuelos Cebolleta que han
contribuido con su esfuerzo a que estemos donde estamos y seamos
quienes somos, precisamente cuando las expectativas de vida se han
multiplicado por dos, al tiempo que ¡cuidado! las nuevas tecnologías y el
entretenimiento enlatado (seriales, cine, videojuegos, móviles,
tabletas, internet) propician la soledad.?
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1Bruguera
(conocida como "los rojos" por las autoridades de la
época) estaba, en el fondo, vinculada a la izquierda anarquista y
republicana. La empresa responsable de la edición de Las
hermanas Gilda, Carpanta o
Mortadelo y Filemón y sus trabajadores estaban muy conectados
con la izquierda -catalana sobre todo-; algunos estuvieron en campos
de concentración y volvieron, o lucharon en la guerra (in)civil en
el bando republicano. Bajo la aparente inocuidad de las viñetas
juveniles de humor, dibujantes como Conti, Vázquez, Escobar,
Schmidt o Cifré, retrataron de modo hiperbólico a una sociedad
magullada y pobre recién salida de la guerra. Hay que fijarse que,
en los tebeos de los comienzos, el hambre no sólo lo tiene
Carpanta, que es el personaje que se ha mantenido, sino que casi
todos los personajes de cómic de la posguerra pasaban penurias:
Doña Urraca y Don Pío, por ejemplo, se quejaban
siembre del hambre que tenían.
2Francisco
González Ledesma (1927 - 2015) fue abogado, periodista, guionista de
historietas y novelista, especializado en los últimos años en el
género policíaco; fue considerado como uno de los principales
impulsores de la novela negra de corte social en España, junto a
Manuel Vázquez Montalbán. Utilizó varios seudónimos para su obra, el más
popular, en la posguerra, el de Silver Kane, con el que publicó más
de 1.000 novelas, la mayoría del oeste. En 1984 obtuvo el Premio
Planeta por Crónica sentimental en rojo.
3Manuel
Vázquez Gallego (1930 – 1995), que no debe confundirse con su
casi homónimo Manuel Vázquez Montalbán, fue un historietista
cómico español, uno de los autores más influyentes del mercado
nacional junto con Francisco Ibáñez, autor de una ingente obra
gráfica entre la que destacan sobre todo sus series Las hermanas
Gilda, La familia Cebolleta y Anacleto, agente
secreto. Vázquez fue siempre irreverente, marginal y bohemio.
Su falta de disciplina le privó de lograr un mayor reconocimiento
popular... y de una mayor libertad real (cuentan que se casó siete
veces y fue encarcelado tres veces, una de ellas
por bígamo). Siempre atravesó problemas económicos, de los que
salía con un descomunal talento para el sablazo (Ibáñez ha
confesado que su personaje del sablista en su serie 13, Rue del
Percebe, está inspirado en Vázquez) y un ingenio fuera de lo
común, de lo que siempre se sintió orgulloso.
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