La película de 1965
Sonrisas y lágrimas (The Sound of Music originalmente
y La novicia rebelde en su distribución en Hispanoamérica),
que lanzó a la fama a Julie Andrews y Christopher Plummer, es una
adaptación de la novela La historia de los cantantes de la
familia Trapp y narra en forma de musical edulcorado una parte de la historia real en la que, pocos meses
antes de que Austria se uniera a la Alemania de Hitler, en la ciudad
de Salzburgo una novicia llamada María (Julie Andrews) es enviada a
casa de un viudo capitán de la antigua Marina Imperial austriaca
llamado Georg von Trapp (Christopher Plummer) para que trabaje como
institutriz de sus hijos, con los que entabla amistad a través de la
música y acaba casándose con el viudo capitán, viviendo con él y
los niños en Salzburgo. Formado un grupo musical en el que
intervenía toda la familia, María, ya en la vida real, planeó una gira ficticia a
América, y así fueron cómodamente en tren a Italia, de donde
siguieron subrepticiamente a Londres y de ahí finalmente lograron
emigrar a los Estados Unidos. Dicen las crónicas que allí siguieron cantando durante años,
pero, al parecer, dejaron de hacerlo cuando el grupo empezaba a tener
miembros de fuera de la familia.
Este es, posiblemente, un
caso extremo y anecdótico del influjo del mundo de la música en los avatares
de la vida pero lo que es una evidencia es que la música tiene
incidencia real sobre nuestros procesos mentales, sensaciones y
percepciones. La música ejerce una importante fuerza emocional sobre
las personas, sobre nuestro comportamiento en cualquier etapa de la
vida.
La música está más
presente en nuestras vidas de lo que pensamos. Desde que somos muy
pequeños, estamos expuestos a la voz de las personas de nuestro
entorno, que nos llega en forma de una melodía muy particular,
especialmente la de los padres. La música está muy relacionada con
la inteligencia emocional, por lo que escucharla de la forma adecuada
permite desarrollar y controlar ciertas habilidades como la empatía,
es decir, la capacidad de ponerte en el lugar de otra persona, de
compartir sus sentimientos.
Por hablar sólo de algunos aspectos que genera, confianza, placer, sensación de unidad con los demás y
el mundo, amor por la Naturaleza, euforia, tranquilidad, ganas de
hacer cosas y acercarnos a los demás. También el recuerdo de
momentos y lugares bellos, sensaciones de apertura espiritual,
elevación del nivel de consciencia, alegría sin causa, lágrimas…
Estas son sólo algunas de las variadas e intensas emociones y
sensaciones que puede provocar en los seres humanos la música, esa
singular combinación de melodía, ritmo y armonía, que para el
filósofo griego Platón “es para el alma lo que la gimnasia
para el cuerpo”, y que según el dramaturgo y novelista
irlandés Oscar Wilde era “el arte más cercano a las lágrimas
y los recuerdos...”. Según sea suave, lenta y relajante, o
trepidante, rápida y estimulante, la música puede provocar en la
persona que la escucha un impacto sentimental tan variado como
intenso.
Si hubiéramos de censar los
beneficios de la música,seguramente los podríamos agrupar, más o
menos, como sigue:
- Aísla al estrés. Un
mínimo del 25% de las enfermedades que sufrimos hoy día está
asociado al estrés y, afirman los psicólogos, escuchar media hora
de música suave aunque sea dos veces por semana, reduce
significativamente los niveles de estrés y ansiedad. Escuchar música
suave también ayuda a reducir la frecuencia cardíaca y la presión
arterial y, por tanto, reduce el riesgo de sufrir problemas de salud.
- Aumenta el rendimiento
porque la música no solamente elimina la sensación de fatiga,
cansancio y aburrimiento sino que actúa como un estimulante que
aumenta la productividad. Un estudio realizado en 2005 demostró que
escuchar música mientras se hace ejercicio aumenta la pérdida de
peso y ayuda a ser constante.
- Facilita el sueño.
Escuchar música de baja frecuencia induce a la relajación, y
facilita y mejora el sueño. Esto ayuda a que nos pongamos en un
estado saludable: los efectos del estrés y la ansiedad desaparecen.
- Aumenta el optimismo. La
música también puede ser usada para trasladarnos a un estado de
ánimo mucho más positivo. Gracias a la música recordamos momentos
felices, pero también aumentamos la autoestima y la confianza en
nosotros mismos. Otro de sus múltiples beneficios es que cuenta con
la virtud de cambiar el ánimo de una persona rápidamente, y ayuda a
tener autocontrol, mejora el poder de seducción y vence la timidez.
Todo eso hace que la convierta en el mejor remedio para uno mismo.
- Invita a socializar. La
música une a personas que comparten una pasión similar. Ayuda a
conocer gente nueva, a hacer vida social y a unir grupos.
- Facilita meditar. Las
melodías suaves tienen un efecto mágico y relajante sobre los
estados de tensión y el estrés del día a día. Ayuda a meditar a
muchísima gente que hasta entonces tenía dificultades para hacerlo,
y está demostrado que dedicar unos minutos al día a la música de
baja frecuencia es una de las mejores técnicas de relajación que
existen.
Pero si nos preguntamos si
provoca el mismo efecto en todas las personas y en todas las culturas,
es decir, si la música es verdaderamente un lenguaje universal, como
suele afirmarse, hemos de puntualizar que, de acuerdo a un reciente
estudio del Instituto Max Planck de Neurología de Leipzig
(Alemania), la respuesta es afirmativa, ya que los sentimientos
expresados musicalmente se entienden igual en todo el mundo y la
música logra superar sin mayores dificultades las barreras entre las
culturas.Sabemos que, en la
antigüedad, Pitágoras, Aristóteles y Platón ya creían que la
música puede influir a nivel físico y emocional, además de que
estaban convencidos de que aumenta el bienestar social y mejora la
calidad de vida, aunque hemos de reconocer que las opiniones no
siempre han sido favorables; ahí está, sin ir más lejos, Napoleón
Bonaparte (a quien, paradójicamente, Berlioz, Fauré, Tchaikovsky y
hasta el mismísimo Beethoven, entre otros, le dedicaron obras) y su
famosa afirmación de que “La música es el más bello de los
ruidos... pero ruido al fin.”.
Desde la antigua Grecia,
pues, se tiene constancia de la existencia de formas de notación
musical; sin embargo, es a partir de la música de la Edad Media,
principalmente el canto gregoriano, cuando se comienza a emplear el
sistema de notación musical que evolucionaría al actual y dejaría
constancia de la música que se hacía. Las distintas formas de
notación musical y los soportes empleados han sido muy diversos a lo
largo de la historia, y son objeto de estudio por parte de los
musicólogos e historiadores de la música en la actualidad. Los
diversos sistemas de notación dan testimonio de la realidad
artística y cultural del momento, de forma que, si bien es cierto
que desconocemos la música que escuchaba Pitágoras y sólo nos
quedan las pinturas y relieves, y contados hallazgos arqueológicos,
que nos muestran los instrumentos que utilizaban, a partir de la Edad
Media podemos comprobar que la buena música no tiene edad, y que
provoca similares emociones ahora que cuando se compuso.
Es el caso de "Greensleeves" (algo así
como "Casquivana"), canción y melodía tradicional del
folklore inglés de la que la leyenda, muy extendida, asegura que fue
compuesta por el Rey Enrique VIII (1491-1547) para su amante y futura
reina consorte Ana Bolena. No se sabe si la leyenda es cierta, pero
la canción todavía se asocia comúnmente a dicha dama en la opinión
pública. Y probablemente circuló primero oralmente y después en
forma de manuscrito, como mucha música de uso social, mucho antes de
que fuera impresa. En la obra de Shakespeare Las alegres comadres
de Windsor, escrita alrededor de 1602, el personaje de Ama Ford
se refiere dos veces, sin ninguna explicación, a «la melodía de
Green Sleeves». Desde que la técnica permite conservar registros
sonoros, son centenares las versiones grabadas (con y sin letra) de
la melodía, en prácticamente todos los estilos, desde el jazz a la
música celta. Incluso hay referencias en música "culta"
ya que, en 1934, el compositor británico Ralph Vaughan Williams
compuso una Fantasía sobre Greensleeves, así como una
versión para piano y violín de la misma melodía.
Lo relevante para lo que nos ocupa es la constatación
de que sigue despertando en todas las versiones los mismos
sentimientos.
Con los adelantos técnicos,
hoy día puede encontrarse música "por encargo" que, a
través de la aplicación de sintetizadores, mezcladores de sonidos y
otras novedades técnicas, consiguen piezas musicales, a veces con
resultados apreciables, en las que se intenta remedar el
funcionamiento fisiológico de los resortes que activan determinadas
sensaciones, derivado de la transmisión de ondas desde el oído
hasta el cerebro, pasando por el sistema nervioso central.
Pero si es cierto, y lo es,
que la música nos permite explorar los sentimientos a fin de, en
definitiva, lograr hacer cambios positivos en nuestro estado de ánimo
y emocional y ser capaces de desarrollar un sentido de control de
nuestras vidas, no es descabellado pensar que eso es posible a través
de experiencias de otro, es decir, que, de alguna forma, nos
convertimos en reflejo emocional del compositor de esa música que
nos está influyendo.
La composición musical
tiene mucho de arte y mucho más de brujería; lograr que con la
combinación del sonido de siete notas musicales principales en
determinados tonos, ritmos, intensidades,... y usando diferentes
instrumentos para expresarlo (es diferente como se oye un Do al
piano, al oboe o al cello, pongamos por caso) nuestro ánimo se
vuelva triste, soñador o eufórico, trasciende las barreras de la
comprensión racional y entra en el terreno de la magia,
Claro, que si Mozart compuso
por un lado La marcha turca y por otro la Lacrimosa,
por fuerza hemos de convenir en que todas las composiciones tienen un
algo de registrar el estado anímico del compositor en ese momento
y no, seguramente, en toda su obra, y si esa sensación se transmite
a nosotros al escucharla, nos convertimos sin saberlo en replicantes
anímicos del compositor. A lo largo de la historia de la música
encontramos que, en una obra con una cierta uniformidad en su
llegada a nuestros oídos, pueden percibirse ramalazos de
tratamientos, más altos o más bajos en su aspecto emocional que el
resto de obra, que parecen obedecer a baches emocionales del autor.
Es lo que se observa, por ejemplo, escuchando atentamente Cuadros
de una exposición, de Mussorgsky.1
Famoso retrato de Mussorgsky pintado por Ilya Repin |
Unos antecedentes
necesarios: en 1873 fallece a los 39 años, víctima de un ataque
cardíaco, Victor Hartmann, arquitecto, acuarelista, diseñador y
amigo personal de Modest Mussorgsky. Éste, que no era la más
estable de las personas, se hundió en una profunda depresión, estaba obsesionado por la muerte de su amigo y por una irracional creencia
de que era en parte responsable de ella2.
Empezó a beber, vendió algunas de sus pertenencias para obtener
ingresos, sufría de alucinaciones, desapareció durante días, se
involucró en un alboroto y le echaron de su apartamento. Vladimir
Stassov, amigo tanto de Hartmann como de Mussorgsky, estaba
preocupado por la salud mental y física de este último y creía que
podría ser de ayuda para el compositor si le comprometía en alguna
actividad en honor de Hartmann, así que organizó un año después
de los hechos, a modo de homenaje, una exposición de alrededor de
400 obras del artista. Mussorgsky asistió a la exposición y se
sintió conmovido por lo que veía, pero no pudo componer una pieza
conmemorativa para Hartmann (que era lo que le sugirió Stassov) hasta algunos meses más tarde. Cuando
finalmente se puso a trabajar, decidió escribir una suite para piano
de diez movimientos, cada uno de los cuales representaba uno de los
cuadros de Hartmann, en la que intenta evocar a partir de la música
los cuadros contemplados y las sensaciones allí percibidas. El
nexo de unión entre todos los movimientos era un tema de "paseo",
tema común que, a decir del propio Mussorgsky, lo representa a él mismo
en la transición entre cada cuadro.
En la audición estamos ante
un ejemplo de música programática, ese tipo de música de carácter
descriptivo (que tuvo su momento de mayor esplendor en el
romanticismo) que tiene como objetivo evocar ideas o imágenes
extra-musicales en la mente del oyente. Mússorgsky realizó un
conjunto de piezas brillantemente descriptivas que adquieren unidad y
continuidad con el repetitivo tema del "paseo" (Promenade),
destacando en el conjunto una salvaje y furiosa pieza llamada Baba
Yaga que debe su nombre a la bruja de una leyenda rusa que vivía
en una cabaña en ruinas sostenida por gigantes patas de pollo. Pero,
como contrapunto obligado por la desaparición de Hartmann, compone la pieza
Il vecchio castello (así, en italiano), apaciguada y a la vez
melancólica tonada, acentuada por la posterior orquestación de Ravel, que
está inspirada en la acuarela de un viejo castillo italiano en
ruinas, y la figura en ella de un trovador que escribe poesía y toca
música. Las imágenes musicales de Mússorgsky transmiten un
sentimiento de nostalgia por una época cuyo esplendor, junto con las
personas asociadas a él, desapareció hace mucho tiempo.
En suma, a través del trabajo y sentimiento de los
músicos, la música es capaz de crearnos/transmitirnos sensaciones
que hacen aparecer imágenes que, seguramente, están guardadas en
algún lugar de nuestro mundo interior, nos trae recuerdos de épocas
pasadas, de encuentros y de desencuentros y, a la postre, la música
está presente en todos los momentos de nuestra vida, incluso en los de soledad, de
euforia o de depresión, también como compañera y cómplice de esos
momentos.
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1Modest
Petrovich Mussorgsky (1839 - 1881) Compositor ruso, el que mejor
supo reflejar el alma del pueblo ruso, a pesar de las profundas
carencias de su preparación técnica. Músico de formación
autodidacta, muchas de sus obras quedaron inacabadas por falta de
conocimiento del oficio de compositor, pero a pesar de ello revelan
un talento y una originalidad que ejercerían una profunda
influencia en autores posteriores. Hijo de un terrateniente, su vida transcurrió en el medio rural hasta que fue
destinado por su familia a seguir la carrera militar pero, en 1857
entró en contacto, en San Petersburgo, con los compositores
Balakirev, Borodin, Cui y Rimski-Korsakov, con quienes formaría el
Grupo de los Cinco y dejó el ejército para iniciar carrera en la
música ganándose la vida de forma discontinua como funcionario.
De su obra destaca la magistral ópera Boris Godunov, el
ciclo vocal Canciones y danzas de la muerte, la suite
pianística Cuadros de una exposición, orquestada
posteriormente por Maurice Ravel, y la pieza orquestal Una noche
en el Monte Pelado. Epiléptico y alcohólico, Mussorgsky
falleció prematuramente sin poder acabar una nueva ópera,
Jovanchina, culminada por Rimski-Korsakov.
2Se
cuenta que su pena se mezclaba con sentimientos de culpa, pues
recientemente había estado paseando con Hartmann cuando el
arquitecto tuvo un primer ataque y no podía respirar. En lugar de
llevarle a un médico, Mussorgsky trató de calmar al afligido
Hartmann: "Descansa un poco, tranquilo, y luego seguiremos"
Debido a este incidente, Mussorgsky ilógicamente se culpaba a sí
mismo por la muerte de Hartmann: "Cuando recuerdo esta
conversación, me siento desdichado, porque me comporté como un
cobarde con temor a la enfermedad. Este temor existía porque yo
temía preocupar a Hartmann, ¡así que me comporté como un tonto
niño de escuela!",se
puede leer en su correspondencia posterior.
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