Hoy, día 8 de marzo, Día
Internacional de la Mujer (antes Día de la Mujer Trabajadora),
institucionalizado en 1975 por la ONU para conmemorar la lucha de la
mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la
sociedad y en su desarrollo íntegro como persona, en un año, 2018,
en que se han globalizado las manifestaciones reivindicativas en
diferentes ámbitos y con objetivos segmentados (igualdad de
derechos, acoso, maltrato, violencia,...), parece justo homenajear a
esas mujeres anónimas que, con sus aciertos y errores, consagraron
su vida a mejorar (no sólo económicamente) su entorno cotidiano sin
recibir nunca reconocimiento por su esfuerzo. Y es que la lucha por
la igualdad no puede convivir con los estereotipos comunes, que a
veces pasan desapercibidos, de "micromachismo".
Viene como anillo al dedo
recordar una anécdota de Buenaventura Durruti, una de las "bestias
negras" de las derechas de este país por su combate, en vida,
al franquismo. Se cuenta que un día fue a visitarlo Manuel Pérez,
secretario del sindicato CNT-FAI, y lo encontró en la cocina,
haciendo la cena; ante su expresión de asombro y estupefacción,
Durruti le dijo:
- Si se está convencido de
la necesidad de una revolución y se decide luchar por ella, la
revolución empieza en casa.
Más claro, el agua; eso
saca a la luz hipocresías como la de quienes predican igualdad entre todos los humanos... de
puertas afuera. Un ejemplo: cuando el Papa vino a Barcelona para
bendecir para el culto la inacabada Basílica de la Sagrada Familia,
el ÚNICO protagonismo femenino en una ceremonia trufada de
circunspectos personajes ensotanados fue el de unas monjitas que,
provistas de bayetas y fregonas, limpiaron a conciencia el altar
ceremonial. Ahí están las imágenes. De ahi a calificar el feminismo como el demonio por un obispo que no ha entendido nada de nada, un paso. Y muchas feligresas se lo creen a pie juntillas porque busca cambiar lo que para él y ellas es "normal" (¿Se entiende que cojan escalofríos cuando dirigentes políticos abogan en todo por "volver a la normalidad" cuando en realidad se instalan en un inmovilismo que olvida que la política es/debe ser espejo de la realidad?). O como los partidos que dicen
no sumarse a las acciones reivindicativas porque aún no hay paridad
en los convocantes, confundiendo posiblemente "mayoría
masculina" con "mayoría machista". Y no es lo mismo.
Por eso resulta repugnante
que hoy aún haya hombres ¡y mujeres! que, con argumentos que
difícilmente se sostienen, ataquen, menosprecien o se burlen de este
más que justificado ejercicio de reivindicación. Sin hacer
política, lo que se observa es que quienes alientan y divulgan estas
burlas se suelen asociar a unos colores políticos que exhiben sin
ningún reparo la marca identificativa de hacer chanza y menospreciar
todo aquello que sobrepasa sus entendederas y que son, por tanto,
incapaces de gestionar.
Con nuestro homenaje y
respeto a todas las mujeres, usualmente menospreciadas (y consentido por la sociedad) por el simple
hecho de ser eso, mujer.
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