domingo, 2 de agosto de 2020

Mafalda ayuda en la pandemia.

Josep Corbella es un periodista que, desde 1993, es el responsable de la información de 
ciencia y salud que aparece en las páginas del diario La Vanguardia, de Barcelona. Tiene 
también publicados libros sobre esas temáticas, en general en régimen de co-autoría (con 
Ferran Adrià, Valentí Fuster, Eudald Carbonell, etc.) y sus artículos periodísticos sobre la 
evolución de la pandemia del Covid-19, de él, que, como muchos otros, no supo ver al 
principio el alcance y gravedad de la situación (llegó a publicar que “el virus es el miedo al 
virus”) son muy valorados hoy por estar convenientemente documentados y aportar una 
visión objetiva (dentro de lo que cabe). 
 
En unos momentos de absoluta confusión y consecuente lógica aprensión como los de ahora, 
en los que los rebrotes de los contagios por el virus, achacados en gran medida a la ligereza 
e irresponsabilidad de mucha gente (“yo creía que aparecerían en otoño, no tan pronto”, 
suele oírse, como si nos encontráramos ante una ecuación matemática sujeta a reglas 
inmutables y/o previsible), parecen descontrolados y la vuelta a fases de confinamiento que 
ya se creían más que superadas está a la orden del día, la lectura de los análisis de Corbella, 
más allá de la critica (más que merecida, por otra parte) a las malas actitudes individuales 
resulta muy ilustrativa. En este sentido, nos atrevemos a hacernos eco en estas líneas del 
contenido de una de sus últimas columnas, proponiendo leer también “España” donde el 
autor escribe “Catalunya”:

Catalunya lo va a pasar mal en los próximos meses. No tiene el liderazgo ni la unidad 
necesarios para contener con éxito el coronavirus. Tampoco la capacidad técnica para 
controlar los brotes cada vez más grandes y numerosos que están surgiendo. El panorama 
es negro. Estamos empezando a ver la oscuridad al principio del túnel.

Unidad. El coronavirus, lo hemos visto desde el inicio de la epidemia, no distingue entre 
ideologías ni clases sociales. Donde mejor se le ha frenado es allí donde ha habido una 
respuesta coordinada y coherente de toda la sociedad. Allí donde se ha entendido que el 
enemigo común es el virus y no el vecino, o el socio de gobierno, que tiene opiniones e 
intereses distintos a los nuestros. Y donde cada miembro de la comunidad ha asumido su 
parte de responsabilidad en la epidemia, desde el estudiante que se pone mascarilla para 
proteger a los demás hasta el gobernante que lidera la respuesta de un país a la epidemia. 
Lo repitió una vez más el director general de la OMS, Tedros Adhanom, en la rueda de 
prensa del viernes: “Nuestra mejor arma es trabajar juntos con unidad nacional y solidaridad 
global”. 
 
Liderazgo. La unidad solo puede mantenerse si aparecen personas que lideren la respuesta 
ante la epidemia. El liderazgo, cabe recordarlo, no consiste en ordenar a los demás lo que 
tienen que hacer –esto solo es autoridad–, sino en ser reconocido como la persona a la que 
se sigue.

Para que los gobernantes sean reconocidos como líderes en esta epidemia deben renunciar 
a sus intereses cortoplacistas y sus tentaciones oportunistas. Solo así conseguirán que sus 
indicaciones sean aceptadas por todos. Si creen que esto es una utopía en una democracia 
como la nuestra, miren a su alrededor. Angela Merkel en Alemania, Mette Frederiksen en 
Dinamarca, Jacinda Ardern en Nueva Zelanda… Las tres, curiosamente todas mujeres, han 
ejercido un papel clave en el control de la epidemia en sus países transmitiendo un mensaje 
de unidad que ha calado en la población.

No lo han conseguido quienes han fomentado la división como Donald Trump en EE.UU., 
Boris Johnson en el Reino Unido o Jair Bolsonaro en Brasil. Tampoco los gobernantes de 
Catalunya ni de la Comunidad de Madrid.

Dirección técnica. Pero los políticos no son especialistas en epidemiología ni en salud 
pública. Para que su liderazgo ayude realmente a contener la epidemia, deben dejarse guiar 
por técnicos que tengan la competencia y los recursos suficientes para evaluar la situación 
en cada momento y hacer las recomendaciones oportunas.

En Alemania este papel lo han realizado con éxito el Instituto Robert Koch y el virólogo 
Christian Drosten. En España, el Centro de Control de Alertas y Emergencias Sanitarias 
dirigido por Fernando Simón. ¿Quién lidera la respuesta técnica ante la epidemia en 
Catalunya? Aparentemente nadie. Catalunya necesita un Fernando Simón. Una figura 
independiente con la autoridad y la capacidad de guiar a los gobernantes y dar explicaciones 
convincentes a los ciudadanos.

Recursos. Aun así, de nada servirá tener a un Fernando Simón si no dispone de los 
recursos necesarios para monitorizar la evolución de la epidemia y hacer el seguimiento 
epidemiológico de los casos.

De todas las malas noticias de este fin de semana en Catalunya, la más inquietante ha sido 
que la alcaldesa de l’Hospitalet, Núria Marín, tuvo conocimiento del brote en su municipio el 
viernes, el mismo día en que lo había publicado La Vanguardia . Fue la alcaldesa quien tuvo 
que llamar al Departament de Salut para pedir información. Hubiera debido ser Salut quien 
ías antes, cuando el brote se hubiera podido controlar más fácilmente, contactara a la 
alcaldesa y la informara de la situación: “Señora Marín, tenemos una emergencia en su 
municipio”. O bien Salut no fue capaz de detectar el brote o bien lo detectó y no hizo nada. 
Ambas posibilidades son igualmente graves.

L’Hospitalet ha tenido 184 nuevos diagnósticos por PCR en la última semana. Hace falta por 
lo menos un rastreador por cada nuevo caso diario, ya que cada caso tiene una media de 
unos diez contactos a los que hay que encontrar y entrevistar. No hay rastreadores 
suficientes para contener el brote de l’Hospitalet. 
 
Humildad. Los confinamientos domiciliarios que se han impuesto esta primavera en gran 
parte de Europa han reducido la epidemia hasta un nivel que se podía controlar cualquier 
rebrote. Catalunya, a diferencia de otros países, no ha aprovechado este tiempo para 
prepararse. Como en la fábula de los tres cerditos, se ha quedado con una casa de paja 
mientras otros han reforzado la suya con ladrillos.

Catalunya no tiene ahora la capacidad de contener todos los casos que están apareciendo. 
La epidemia está fuera de control en Lleida. L’Hospitalet es una bomba epidemiológica de 
relojería y se está agotando el tiempo para desactivarla. Barcelona no quedará al margen de 
lo que pase en l’Hospitalet y tiene sus propios rebrotes que controlar.

La situación es grave y va a peor. Es momento de pedir ayuda. O por lo menos de aceptarla. 
El Ministerio de Sanidad la ha ofrecido en repetidas ocasiones desde el 5 de junio. Hasta 
hoy la Generalitat la ha rechazado.

Pero, volviendo a las responsabilidades personales, los gobernantes realmente ya no saben 
qué hacer para que la ciudadanía las asuma por convencimiento y no por miedo a la sanción 
correspondiente y deje de verlas como un incordio relativo a algo lejano y ajeno y, en este 
sentido, son numerosas las iniciativas de todo tipo, en general “quitando hierro” a la 
problemática, encaminadas a conseguir la concienciación necesaria. Una de ellas, en 
Argentina, es la de un grupo de ilustradores entre los que se encuentra "Quino", el creador 
de Mafalda, que cedieron a sus personajes más célebres para difundir hábitos de prevención 
del coronavirus SARS-CoV-2 o Covid-19, con viñetas que publicaron el mismo día todos los 
diarios del país. Detengámonos en la conocida Mafalda; aunque fue creada por el dibujante 
Joaquín Salvador Lavado, “Quino” en 1962, no como personaje principal ,sino como la 
hermana del niño protagonista de una tira cómica que haría publicidad de la marca de 
electrodomésticos Mansfield, y no fue sino hasta el 29 de septiembre de 1964 que, sin la 
carga de formar parte de una acción comercial (finalmente cancelada), se comenzaron a 
publicar en la prensa las tiras del personaje, dándose con ello su verdadero nacimiento. Han 
transcurrido 55 años y desde entonces ha cultivado una extensa legión de admiradores a los 
que hace reír, pero sobre todo pensar, reflexionar sobre los problemas de nuestro tiempo y 
las fragilidades de la condición humana. 
 
En un principio, los únicos protagonistas de las historias serían la propia Mafalda y sus 
padres, a quienes hacía preguntas que los dejaban mudos y temblorosos, pero 
paulatinamente se integraron los entrañables personajes que acompañarían a la simpática y 
contestataria niñita que ama a Los Beatles y al Pájaro Loco tanto como aborrece la sopa: 
Miguelito, Felipe, Manolito, Libertad y Susanita, así como su hermanito Guille, apasionado 
por Brigitte Bardot, contando cada uno con una personalidad muy propia, lo que enriqueció 
sobradamente la tira. Las críticas y reflexiones de Mafalda conservan una asombrosa 
vigencia; los personajes de la tira ofrecen una mirada crítica pero también conmovedora de 
su tiempo, que es el nuestro, porque los problemas que plantean están lejos de ser resueltos, 
entre ellos la justicia social, los prejuicios, la condición de la mujer, el consumismo y el 
deterioro ecológico. 

Desde el punto de vista técnico, quizás la estadounidense Peanuts,de Charles Schulz, pudo 
ser su influencia más próxima, sobre todo al tratarse de tiras protagonizadas por niños con 
pensamientos y reflexiones de adulto; sin embargo, en Mafalda se se retrató a la perfección 
la clase media latinoamericana de los años 60 y 70, a través de los ojos de la niña y de sus 
amiguitos, de una manera directa, pero divertida. Así, la pequeña Mafalda se convirtió en uno 
de los personajes latinoamericanos más conocidos del mundo1 (personajes de relevante 
influencia como el escritor y filósofo italiano Umberto Eco, premio Princesa de Asturias, 
como también lo fue “Quino”, fueron responsables de su expansión en Europa), y uno de los 
pocos que han sido llevados a la animación cinematográfica. Curiosamente, España, 
además de Bolivia, Chile y Brasil fue un país en el que Mafalda tuvo que enfrentarse a uno 
de sus peores enemigos, la censura. 
Primera tira
Mafalda habla hoy 20 idiomas y da vueltas por el planeta impresa en papel, pero también en 
camisetas, tazas, libretas y todo tipo de merchandising. Su creador tomó la decisión de 
terminar con ella y, el 25 de junio de 1973, hace 47 años, Mafalda se despidió de sus 
numerosos lectores, aunque el adiós de la tira no significó la desaparición de sus personajes. 
La inconformista Mafalda, el soñador Felipe, el materialista pero bondadoso Manolito, la 
chismosa Susanita, el egocéntrico Miguelito, la incisiva Libertad, el inocente Guille, los 
ciudadanos de clase media representados por sus padres, todos ellos conservan su encanto 
en el gusto de sus viejos y nuevos lectores. 

Desde su “muerte”, el autor argentino ha “resucitado” ocasionalmente su personaje, que ha 
aparecido en campañas humanitarias, solidarias o educativas, para Unicef, la Cruz Roja 
Española, en 1987 para protestar frente al fallido golpe de Estado en Argentina contra Raúl 
Alfonsín (y lo hizo con palabras que ella bien sabía2: “¡Sí a la democracia! ¡Sí a la justicia! 
¡Sí a la libertad!”), o para defender a las mujeres de Silvio Berlusconi, primer ministro de 
Italia (la niña bonaerense grita enfadada al primer ministro en un dibujo a toda plana en el 
diario La Reppublica en 2009 “No soy una mujer a su disposición").

O ahora con la pandemia del Covid-19.
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1El escritor Julio Cortázar llegó a escribir: “No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”.

2A pesar de la clara posición progresista del personaje -y del autor en el resto de sus obras- a Mafalda se la ha utilizado en ocasiones para proclamar principios totalmente opuestos. Hijo de republicanos españoles exiliados en Argentina, el dibujante tuvo que hacer público su rechazo a la utilización de sus dibujos con fines políticos cuando en 1985 aparecieron en Madrid pegatinas de Mafalda y sus amigos con iconografía franquista, apareciendo, por ejemplo, ilustraciones de Guille (el hermano de Mafalda) portando la bandera de la dictadura con el aguilucho. Siendo de padres malagueños y familia republicana, al dibujante le costaba dar crédito de aquello. "No entiendo cómo han cogido a mis personajes, tan distintos de su ideología", criticaba. Una ideología, la franquista que, como recoge la BBC, obligó a los editores a colocar una franja en la portada de Mafalda etiquetándola como obra "para adultos" cuando sus historietas llegaron a nuestro país. Cuenta el propio Quino que había visto estas pegatinas a la venta incluso en el propio ministerio de Cultura, una afirmación que posteriormente corroboró un periodista de El País colándose en la institución. "Subí a la cuarta planta, donde había un ventanal en el que vendían tabaco y cuatro cosas más para los funcionarios. Entonces me acerqué y allí estaban las pegatinas. Es más, las compré", rememora Quino entre risas.

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