Esta pandemia del coronavirus Covid-19 que nos azota en lo que no se sabe muy bien si es realmente segunda ola, resaca de la primera o vete tú a saber qué, ha puesto de moda, sin que nos demos mucha cuenta porque prima la incertidumbre ante todo (debida, en parte, a los continuos “globos-sonda” que lanzan los diferentes “responsables” en forma de “Descartamos que...”, medidas que se aplican al cabo de unas horas), hablar del factor tiempo para todo lo que lo rodea: cuántos meses durará este confinamiento, cuántos días está vivo el virus en según qué superficie, en cuántos días se incuba, cuánto tiempo requiere el estudio, prueba y comercialización de la vacuna, en cuánto tiempo volverá la “normalidad” que conocemos, cuánto tiempo hay entre ola y ola y un largo etcétera de “cuántos” a criterio de la situación, curiosidad o estrés de cada persona, estando convencidos, en el fondo, de que dominamos sin problemas y en cualquier situación eso del factor tiempo, que es algo que está a nuestras órdenes, vaya.
Pero, permitidme la licencia filosófica para desarrollar la reflexión alrededor de una pregunta capital; ¿existe realmente el tiempo? La verdad es que, junto con el espacio, son conceptos tan fundamentales que se resisten a ser definidos (como en la conocida cita de San Agustín1: “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si me lo preguntan, no lo sé”). Su naturaleza última está fuera del alcance de la ciencia y, sin embargo, toda la física se basa en ellos. Han evolucionado con la ciencia: el espacio y tiempo absolutos fueron esenciales para el desarrollo de toda la mecánica newtoniana y un espacio-tiempo que depende del observador y que se ve deformado por la materia es el núcleo de la revolución traída por la relatividad general de Einstein. Todo es relativo: por ejemplo la especie humana tiene menos de veinte años galácticos de existencia, que equivalen a 4.500 millones de años terrestres. (los científicos calculan que han pasado unos 4.500 millones de nuestros años desde el nacimiento de la Tierra mientras que datos recientes apuntan a que el Homo sapiens surgió hace solo unos 190.000 años).
Parece claro que, también en este asunto, la Ciencia necesita ayuda de la Filosofía, y que es indispensable en este punto identificar y analizar los supuestos que subyacen a las teorías dominantes actuales. Las viejas preguntas deben ser revisitadas con ojos nuevos: ¿Cuál es la naturaleza del espacio y el tiempo? ¿Son continuos o alternos? (y esta pregunta no tiene por qué tener la misma respuesta para ambos). ¿Son independientes de la consciencia? ¿Tienen sentido el espacio vacío o el tiempo sin cambio? ¿Cómo interactúan con la materia? La Filosofía ha reflexionado sobre estos problemas durante siglos y revisar sus conclusiones puede proporcionar un buen punto de partida. No sorprende, pues, encontrar en Grecia los dos primeros ejemplos bien conocidos de filósofos del tiempo. Heráclito2 (profusamente citado, casualmente, en este blog) defendía que todo a nuestro alrededor se encontraba en un estado de constante fluir, que el cambio era lo único que permanecía. Por el contrario, para Parménides3, el cambio era una ilusión, ya que para él era lógicamente imposible y su discípulo Zenón4 formuló las paradojas que le hicieron célebre, en las que trataba de demostrar que el movimiento era imposible porque se componía de la suma de infinitas partes (por ejemplo, Aquiles, en una de las más conocidas paradojas, no podrá nunca alcanzar a la tortuga a la que dio ventaja en una carrera, porque cuando llega al punto en el que se encontraba el animal un instante atrás, éste siempre ha avanzado algo más). Aunque hoy en día estas paradojas nos resultan muy ingenuas, podemos sacar en claro que Parménides y Zenón asumían que el espacio y el tiempo eran continuos; es más, éste es el caso de todos los filósofos naturales griegos bien conocidos.
Más cerca de nosotros se relacionaba ya el concepto tiempo con la concepción de divinidad, de forma que los teólogos medievales sostenían que Dios no existe en el tiempo sino en la eternidad, entendida como la existencia sin tiempo más que como tiempo sin principio ni final. Como lo expresó Boecio5: “La eternidad es la posesión completa y perfecta de vida ilimitada en un único instante”. Es interesante notar que para los maestros medievales como San Agustín o Boecio, este ojo divino que lo ve todo en un mismo instante no suponía ninguna amenaza para la libertad. El conocimiento que Dios tiene del futuro no es equivalente al conocimiento humano de lo que está por venir, puesto que para Él, todos los momentos de la historia son equivalentes.
Newton6 creó definiciones precisas de los conceptos de movimiento, espacio y tiempo. De acuerdo con ellas, el tiempo fluye perfectamente uniforme, imperturbable. Kant7, por su parte, interpretaba el espacio y el tiempo como nociones a priori que no son abstraídas por la experiencia, sino que son el marco que hace que ésta sea posible. Y ya Einstein8 derivó un nuevo paradigma en el que todas las leyes de la Física son idénticas e independientes del observador. En ellas, el espacio y el tiempo están completamente entrelazados en el espacio-tiempo, y ya no son inmutables, sino que se ven deformados por la materia que contienen. Su Teoría de la Relatividad ha sido probablemente la transformación más profunda en nuestra comprensión del espacio y el tiempo, haciendo avanzar nuestro conocimiento de la Física. Ahora, la pregunta es si otro cambio en nuestra interpretación de estos conceptos puede traernos la próxima revolución.
El actualmente considerado una autoridad en la cosmología del tiempo, el físico británico Julian Barbour afirma que está totalmente fuera de nuestras capacidades medir cómo cambian las cosas en el tiempo. Más bien al contrario, el tiempo es una abstracción a la que llegamos a través de los cambios en las cosas, y continúa sus reflexiones con la idea de que cuando medimos tiempo estamos en realidad midiendo distancia (utilizamos el ángulo cubierto por la manecilla del reloj analógico para inferir el tiempo transcurrido, el tiempo solar es la distancia recorrida por el sol en el cielo, el tiempo sideral, lo que se han desplazado las estrellas, el tiempo atómico, las oscilaciones de un átomo de cesio…).
Fascinante,¿no? Múltiples trabajos e investigaciones (que no vienen a cuento por su complejidad) de Neumann, Tait, Poincaré, Penrose, Sorkin y un ejército de físicos, permiten elucubrar una hipótesis: es posible que el espacio y el tiempo no tengan otra naturaleza que la que les asignemos por convención y parece que podemos encontrar teorías igualmente válidas basadas en supuestos muy diferentes. Esto puede indicar que su realidad fundamental no existe independientemente de la experiencia que los asume, en una interdependencia inevitable aunque también podría ser que su naturaleza más básica no pudiera expresarse matemáticamente y sólo pudiéramos encontrar aproximaciones. O, finalmente, podría significar que la naturaleza puede describirse de varias maneras distintas. Los diferentes modelos que funcionen con éxito deberían ser entendidos como descripciones de la misma realidad, pese a sus diferentes expresiones.
Pues hasta aquí hemos llegado. Si estas reflexiones filosóficas sobre el tiempo han conseguido, precisamente, que durante un tiempo el lector deje de pensar en la pandemia del Covid-19 y sus efectos, que es de lo que se trataba, objetivo cumplido. ¡Ah! Las hipótesis citadas son reales, luego cabe ciertamente la pregunta: ¿Existe el tiempo? ----------------------------------------------------
1Agustín de Hipona, san Agustín (354 - 430), es un santo, padre y doctor de la Iglesia católica y lideró una serie de luchas contra las herejías . Fue el máximo pensador del cristianismo del primer milenio. Autor prolífico, dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología.
2Heráclito de Éfeso (540 a. C.- 480 a. C.), conocido como El Oscuro de Éfeso debido a la naturaleza oracular y paradójica de su filosofía, y El filósofo llorón al ser considerado un misántropo ante el mundo, creía que éste estaba regido de acuerdo con lo que denominó el Logos ("palabra", "razón" o "discurso").
3Parménides de Elea (entre 530 y 515 aC - ?) fue un filósofo griego que escribió una sola obra: un poema filosófico en verso épico del cual nos han llegado únicamente algunos fragmentos conservados en citas de otros autores.
4Zenón de Elea (hacia 490 aC- 430 aC) fue un filósofo griego discípulo directo de Parménides. No estableció ni conformó ninguna doctrina positiva de su propia mano y es famoso por sus intrincadas paradojas que discuten la pluralidad de entes y en algunos casos el movimiento, entre otras cosas.
5Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio, conocido también como San Severino Boecio (480 – 524/525) fue un filósofo y poeta latino romano, estadista, traductor de filosofía griega y autor de tratados sobre distintas disciplinas como la música, la aritmética o la astronomía. Acusado de conspirar a favor del Imperio bizantino fue encarcelado, torturado y decapitado, y se le reconoce y celebra en la liturgia como mártir en la fe.
6Isaac Newton (25 de diciembre de 1642jul./ 4 de enero de 1643greg. - 20 de marzojul./ 31 de marzo de 1727greg.) fue un físico, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés que describió la ley de la gravitación universal y estableció las bases de la mecánica clásica mediante las leyes que llevan su nombre.
7Immanuel Kant (1724 - 1804) fue un filósofo y científico alemán de la Ilustración, considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal.
8Albert Einstein (1879 - 1955) fue un físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo XX.




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