domingo, 1 de noviembre de 2020

¿Son los “menas” nuestra mena de futuro?

Galena argentífera (plomo + plata) de la mina Myudyurska, Bulgaria.

En minería, una mena, generalmente de un metal, es un mineral o roca del cual se puede 
extraer dicho metal porque lo contiene en cantidad suficiente para poder aprovecharlo. 
Paralelamente, la ganga es el conjunto de todos los minerales sobrantes que se encuentran 
junto a la mena en la roca extraída en el yacimiento.  Pero también "Menas" es el acrónimo 
que se usa para referirse a los menores extranjeros no acompañados tutelados por las 
autoridades públicas al no tener un adulto de referencia en el país y que es la terminología que 
utiliza la 'Convención sobre los derechos del niño'. 

 
Un inciso. Tengo el privilegio (porque eso permite objetividad) de haber sido testigo de primera 
mano de dos historias muy similares en su inicio pero radicalmente diferentes en su desenlace 
último. Dejadme que os las cuente. Conocí bien, hace años, el caso de un muchacho que, 
siendo menor de edad pero buscando un futuro y una vida que no podía encontrar en su 
querido entorno natural de una determinada Comunidad Autónoma española, decidió dejar 
atrás la confortabilidad anímica de familia y amigos y dar el salto a otro entorno desconocido 
donde, a priori, podía conseguir ese objetivo. En su periplo coincidió con otro muchacho, 
menor de edad como él, que también había dejado atrás familia y amigos… en otro país, y 
también se había marcado como objetivo un futuro y una vida mejores de los que en teoría 
tenía asignados.

 
Y ahí se acaban las similitudes, obligados por la dura realidad de las circunstancias cotidianas, 
ya que trámites cotidianos y necesarios, generalmente de índole administrativa, que en el 
primer caso eran eso, meros trámites (empadronamiento, contrato de trabajo, alquiler de 
vivienda, relaciones bancarias,…) a veces un punto farragosos, se convertían en el segundo en 
una carrera de insalvables obstáculos ocasionalmente. Dicho de otra forma, no importaba la 
persona, el menor de edad en cuestión y su valía (o no), sino si había nacido entre nosotros, y 
en función de ello se le aplicaba un “baremo” u otro en esas gestiones cotidianas.


 
Es comprensible (¿justificable?), pues, que los finales de ambos casos sean diferentes y que la 
incorporación a la sociedad también lo sea, pero, en cualquier caso, se ha tener muy en cuenta 
una realidad inherente al género humano y es que pese a los impedimentos administrativos, la 
corriente de personas jóvenes que buscan un futuro (o una vida) fuera de su ámbito natural es 
imparable, y siempre lo ha sido, en todo el mundo.

 
Antes de seguir adelante con estas reflexiones echemos un vistazo a nuestra situación 
demográfica, que viene marcada principalmente por : 
	a) Descenso acusado de las tasas de natalidad y fecundidad, cerrando el llamado boom 
demográfico de la segunda mitad del siglo XX, situándose España en cuanto a fecundidad en 
unas cifras claramente por debajo del nivel de reemplazo generacional. La tasa de natalidad 
sufre un notable decremento, reduciéndose a algo más de la mitad en los últimos 50 años. 
	b) Aumento de la esperanza de vida al nacer gracias a los avances en la medicina, la 
higiene, con especial atención a la reducción de la mortalidad infantil. Esta tendencia comienza 
con el siglo y se acentúa durante el mismo sin una evolución homogénea.  A  fines del siglo XX, 
España presenta una esperanza de vida al nacer superior incluso al del resto de países 
europeos.  
 
 
Como consecuencia, la sociedad española envejece, siguiendo el patrón de las sociedades 
desarrolladas del contexto occidental, pero en un lapso de tiempo más reducido. Dicho de 
otra forma: en poco tiempo, España necesitará para mantener mínimamente el estado del 
bienestar una legión de nuevos ciudadanos/contribuyentes que, por las tendencias 
demográficas del país, han de venir necesariamente de fuera. Y, sobre el papel, ¿quién mejor 
que un menor de edad que ha venido buscando ese futuro o esa vida para integrarse 
efectivamente con nosotros? Pero aquí en este punto se topa con un discurso xenófobo que, 
no nos engañemos, es capaz de calar, por diferentes razones, en amplias capas de nuestra 
sociedad, con la criminalización de esos jóvenes, haciéndolos responsables, no sólo de todos 
los delitos imaginables, sino incluso de haber traído con ellos ahora el contagio de esta 
pandemia del coronavirus Covid-19.

 
Hay deseos como simplemente vivir tranquilo, vivir en paz, que deberían estar al alcance de 
cualquiera porque en el fondo recuerdan los derechos básicos de la infancia de aquellos 
niños y adolescentes que han llegado hasta nuestro país sin la compañía de sus padres, 
madres y familiares y que deben ser tratados como lo que son, personas menores de edad 
con un gran potencial si se cuida pero, la verdad, si hay un colectivo de personas en situación 
de especial vulnerabilidad son los niños, niñas y adolescentes que han llegado solos/as hasta 
nuestro país. 

 
Al usar el argot técnico de ‘mena’ (repito, menores extranjeros no acompañados), estamos 
hablando de chicos y chicas menores de 18 años, migrantes, que se encuentran separados/as 
de sus padres y que tampoco están bajo el cuidado de ningún otro adulto. 
 
Actualmente, y después de que la generalización negativa del uso de este término en la 
esfera pública haya derivado en la deshumanización primero y la criminalización después de 
un colectivo en situación de extrema vulnerabilidad, debemos hablar de ellos y ellas como lo 
que son: niños, niñas y adolescentes que están solos/as y expuestos/as a un grave riesgo de 
exclusión y de desamparo. No puede olvidarse que no están aquí por hobby y que, entre los 
motivos que llevan a estos niños y niñas a salir de sus países de origen1 se encuentran la 
pobreza extrema y la falta de futuro y expectativas; situaciones de desestructuración familiar y 
desprotección institucional; catástrofes naturales; la guerra, la persecución, la violencia y 
situaciones de violación generalizada de sus derechos humanos.

 

La palabra “menas” está en auge, pero no por motivos deseables, por estar preparados como 
país para acoger a los niños y niñas que llegan solos a nuestro país (son, debe admitirse, 
parte de nuestro futuro, atendiendo a los datos demográficos), sino por una utilización 
despectiva de este acrónimo técnico. Este uso despectivo de la palabra2 nos debería hacer 
reflexionar porque está estrictamente asociado a su connotación negativa y, antes de todo, es 
necesario actuar para desmontar los prejuicios que acompañan a estos menores, de los que 
nos enfrentamos cada vez con más frecuencia al estigma y a la criminalización que sufren. 
Ciertamente, la palabra “cosifica” y “deshumaniza”, porque ya está cargada de negatividad y 
contribuye a que la gente olvide la continua vulneración de sus derechos por parte de las 
administraciones públicas y, utilizándola no estamos viendo las cosas como realmente son, y 
se utiliza un término que intenta aislar. Pero, a la vez, no es suficiente centrarnos en la 
terminología. Es fundamental conocer su realidad y ver las propuestas y respuestas que 
podemos dar como sociedad a estos niños y niñas tan vulnerables para incorporarse a ella.

 
Un factor a tener muy en cuenta es que, más allá de determinados discursos o noticias, 
habitualmente sesgadas (de forma que cuando se dan algunos problemas de convivencia, 
cuando se dan casos de chicos que tienen dificultades especiales de integración social, estas 
situaciones se generalizan, se magnifican y se genera un miedo infundado que lleva al 
rechazo, al odio, y al fin y al cabo a la vulneración gravísima de los derechos de estos niños, 
como ya ha denunciado Unicef), los llamados “mena” no son delincuentes y hay que remarcar 
como la mayoría de estos jóvenes no ha mantenido nunca conductas delictivas en su vida. No 
podemos suponer que cada vez que se abre un centro de acogida en un determinado lugar, 
esos adolescentes cometerán actos delictivos3. Por citar sólo un ejemplo, en Andalucía, sólo 
el 0,52% de los adolescentes migrantes que han sido acogidos por el sistema de protección 
desde 2015 ha tenido medidas judiciales de internamiento por la comisión de algún delito. Es 
una obligación de toda la sociedad permitir que se garanticen los derechos de estos menores 
ante su situación de extrema vulnerabilidad. 


 
Lo que parece evidente es que es necesaria una gestión de las migraciones responsable y 
sostenible a través de un enfoque integral, que garantice el respeto a los derechos humanos  y 
entre las medidas con enfoque de infancia en España, una de las condiciones fundamentales 
es, simplemente, el cumplimento de los estándares internacionales: España tiene que tener 
un mecanismo trans-fronterizo para la protección y la entrada segura de las personas 
menores de edad. Otra de las exigencias principales es asegurar un adecuado nivel de 
protección extensivo a todas las comunidades autónomas: acogimiento familiar, acogimiento 
residencial en pequeña escala y con tutorización personalizada, tutores y asesores 
imparciales y estables que les acompañen en su ineludible y deseable proceso de integración.

 
De nuestra sociedad depende que seamos capaces de aprovechar los “menas” como mena o 
mantenerlos como ganga desechable. 
 
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1De acuerdo con la memoria de la Fiscalía, "Una causa muy evidente es la violencia, no solo en el marco de conflictos como ocurre en algunos países de África subsahariana, sino también la violencia intrafamiliar, el abandono institucional y la falta de oportunidades educativas y laborales".

2Sara Collantes, especialista en migraciones del Comité Español del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) hace una aclaración acerca de este colectivo. "Nosotros, en el Comité, evitamos el uso del término 'mena' porque esta palabra terminó sacándose de su contexto y utilizándose de forma negativa, con una carga estigmatizante muy fuerte. Los llamamos niños migrantes no acompañados, que es la terminología que utiliza la 'Convención sobre los derechos del niño'. Son niños que salen de su país y viajan solos sin la compañía de un adulto. No se está trabajando bien en la mediación vecinal para explicar a los vecinos quiénes son estos chicos, por qué van a abrir estos centros para ellos y cómo se trabaja en ellos. Hay falta de puentes, de conexión entre el sistema de protección a la infancia y los habitantes de los lugares donde estos centros se colocan".

3El fiscal coordinador de Menores, José Javier Huete Nogueras, descarta que exista una relación entre los menores extranjeros no acompañados y un aumento de los delitos graves, pese a que reconoce la complejidad de la situación."Se trata de un colectivo de chicos que han tenido un periplo migratorio complicado, que llegan a un país del que desconocen muchas veces incluso el idioma, que vienen con unas expectativas. De pronto se encuentran con situaciones distintas de las que esperaban. Y esto genera frustraciones. Es inevitable que algunos cometan hechos delictivos. Y eso, que ha sucedido, genera una sensación de inseguridad en los entornos en los que se produce esa situación. ¿Qué es lo que ocurre? Que inmediatamente se estigmatiza y se generaliza la condición delincuencial a todo el colectivo. Lo cual es una conducta absolutamente injusta porque no es real. Hay que rebajar la tensión y sacar a los chicos del debate. Estamos haciéndoles un daño permanente".

 

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