martes, 19 de enero de 2021

En memoria de Hedy Lamarr.

 


Hoy, 19 de enero de 2021, hace 21 años que nos dejó una mujer que uno no sabe muy bien cómo recordar, aunque lo cierto es que como es más conocida es por su faceta de actriz de la época dorada de Hollywood, si bien su otra faceta, la de inventora, es cada vez más reconocida. Catalogada
como «la mujer más bella de la historia del cine», Hedwig Eva Maria Kiesler, que se convertiría en Hedy Lamarr cuando Louis B. Mayer, consciente de su potencial, la contrató para Hollywood, había nacido en Viena (Austria) el 9 de noviembre de 1914, de padres judíos, y se la describe como una niña muy inquieta, que ya desde los cinco años empezó a interesarse por el mecanismo de los objetos que la rodeaban, y llegó a desmontar y a volver a montar una caja de música que su hijo aún conserva en la actualidad. En el colegio se interesaba especialmente por la Química. Quizá en otra época más actual hubiera podido explotar esa faceta y dedicarse profesionalmente a ello, pero en esos años, la esfera pública, política o científica para la mujer estaba bastante limitado, más que ahora.

Hedwig decidió entonces explotar su faceta más evidente, una espectacular belleza que difícilmente pasaba desapercibida, aunque nada hacía sospechar que Hedwig Eva Maria Kiesler, judía y vienesa, acabaría siendo la primera mujer en protagonizar un desnudo en la historia del cine y también la primera en interpretar el primer orgasmo del séptimo arte, y en 1933 protagonizaría la película checoslovaca Ekstase (Éxtasis), bajo la dirección de Gustav Machaty, que causo un gran revuelo y fue condenada por las Ligas de la decencia y por el papa Pío XI pero que la lanzaría a la fama. En ella, el director le prometió que las cámaras la filmarían desde lo alto de una colina, y la engañó, pues obvió contarle el truco del teleobjetivo, y así recreó el primer desnudo y el primer orgasmo femenino “con rostro” de la historia del cine "serio", siendo, además, la cinta, una de las primeras en hablar de una infidelidad cometida por una mujer. Curiosamente, la prohibición por parte de Hitler de proyectar la película en Alemania fue debido, no al contenido, sino al origen judío de la protagonista, con lo que sus orígenes judíos fueron un punto decisivo para el posterior invento de la actriz, enfocado a la lucha contra el fascismo. 


El polémico filme provocó que el rico empresario, Friedrich Mandl, se obsesionase con
ella. Proveedor de municiones y aviones de combate a sus amigos Hitler y Mussolini, obligó a sus padres (judíos) a darla en matrimonio e intentó -sin éxito- destruir todas las copias de la película. Fue, por cierto, el primer marido de los seis que tendría a lo largo de su vida pero su relación con él podría tildarse de carcelaria; la encerró en su mansión dejándola salir solo con él en cenas y viajes de negocio. Su vida artística quedó anulada pero aprovechó para desarrollar sus estudios de ingeniería después de que, sus maestros la considerasen desde bien pequeña, una superdotada y, además de continuar con sus estudios, aprovechó el cautiverio para obtener informaciones sobre la tecnología armamentística de la época de los clientes y proveedores de su marido y elaborar su plan de fuga. Ella asistía a las reuniones de su marido con ingenieros alemanes e italianos como mero acompañamiento, mientras tomaba notas mentales de todo lo que iba escuchando acerca de la esfera armamentística, de las dificultades de comunicación por radio y de torpedos. 

Con ayuda de su asistenta, con la que se dice que mantenía una relación sentimental, escapó perseguida por el personal de su marido para huir a París y de ahí llegó a Londres, donde conoció a uno de los empresarios más reconocidos de Hollywood, el jefe del estudio de Metro-Goldwyn-Mayer, Louis B. Mayer, con el que embarcó a Estados Unidos. A partir de ahí, pasó a llamarse Hedy Lamarr como referencia a la actriz y guionista estadounidense Barbara La Marr, famosa en los años 20, y llegó a compartir películas con Clark Gable, Lana Turner o Jimmy Stewart. De aquella época Sansón y Dalila fue su película más reconocida y de la que destaca su célebre y lapidaria frase: «Cualquier chica puede ser glamourosa. Lo único que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida». 


Lo demás ya es historia frívola de Hollywood, pero la gran aportación de Hedy Lamarr a la humanidad no estaba relacionada con su increíble belleza sino con su capacidad para concebir la teoría del espectro ensanchado, lo que hoy en día podría entenderse como precursor del wifi, y más allá de su carrera cinematográfica, mientras exprimía el éxito de la película Sansón y Dalila, también desarrollaba el genio de una ingeniera de telecomunicaciones única (la primera vez que Estados Unidos empleó su patente fue en la crisis de los misiles de Cuba, y no fue hasta la década de 1980, cuando el sistema vio sus primeras aportaciones en ingeniería civil. La idea de Hedy Lamarr, mantenida en secreto por el ejército americano, acabó convirtiéndose en la precursora de la tecnología que se utiliza hoy en día en las comunicaciones inalámbricas de los teléfonos móviles, los sistemas GPS y la tecnología wifi) que el mundo tecnológico actual le agradece.

 En la década de los 40, tras maratonianas sesiones de rodaje en Hollywood, Lamarr se enfrascaba en sus inventos: rediseñó, por ejemplo, las alas de los aviones a partir de la fisionomía de los pájaros y los peces, una idea muy bien recibida por el magnate e ingeniero Howard Huges. Pero fue el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y la supremacía alemana la que impulsó a la actriz a actuar. Junto al compositor George Antheil desarrolló un sistema para mejorar la comunicación por radio de los submarinos británicos, que acababan destruidos ante la superioridad de los alemanes. ¿Cómo podía hacer que las comunicaciones por radio fueran seguras para que los submarinos y no fueran interceptados por los torpedos alemanes? Fue entonces cuando dio con la antesala del salto de frecuencia, un sistema de comunicación secreto para evitar interferencias y hacer posible los misiles teledirigidos. Inspirado en la “caja mágica de Philco” (un simple hoy mando a distancia), Antheil materializó la idea de Lamarr y la patentaron en 1942. La patente se clasificó como alto secreto y no fue utilizada de inmediato. El mismo año que fue patentando, Estados Unidos se apropió del sistema, alegando que se trataba de un invento extranjero. Según la ley de patentes de Estados Unidos, un inventor dispone de los seis años posteriores al vencimiento de su patente para reclamar compensación económica. Hedy no lo sabía. 


Lamarr, como actriz, tuvo varios fracasos profesionales (grandes producciones que no tuvieron buena acogida) y personales, problemas económicos y de adicción... Fue, al fin y al cabo, víctima de un sistema que la encumbró por su físico pero que la rechazó como creadora. No fue hasta 1997 cuando le reconocieron junto a Antheil de forma oficial su invento, cuyo valor de mercado se estima actualmente en 30.000 millones de dólares y, en general, su labor como inventora no fue reconocida hasta después de su muerte, en el año 2000. Desde el año 2005, el día del cumpleaños de Hedy Lamarr, el 9 de noviembre, está señalado como el Día del Inventor en los países de habla germana (Austria, Suiza y Alemania) y en el 2014 fue incorporada al Inventors Hall of Fame de Estados Unidos..

 Lamarr murió en enero del año 2000 en Florida, sin saber, ni siquiera imaginar, que su patente hará, seguramente, que los coches autónomos del futuro nos permitirán ver una de sus películas mientras somos conducidos a nuestro próximo destino.


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