domingo, 17 de enero de 2021

Resistir o persistir.


Cuenta el conocido neurocientífico David Bueno1 que le propusieron participar en una de las 
múltiples versiones del tema, popularizado ya desde su creación en el año 1988 por el 
incombustible Dúo Dinámico, y convertido virtualmente en himno en la primera ola de la 
pandemia por el coronavirus Covid-19, Resistiré, y que declinó la oferta, sin que ello pudiera 
interpretarse como rechazo a la canción2, basándose en criterios lingüísticos acerca del 
significado profundo del título de la canción respecto del mensaje que se pretendía transmitir.

 
Más allá de frivolidades semánticas, este hecho nos permite reflexionar sobre la diferencia 
entre el título de la canción y el término Persistiré, que David Bueno decía encontrar más 
acorde con la situación, siguiendo su razonamiento. En efecto, si acudimos a las definiciones 
del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, encontramos que “resistir” es (en 
segunda acepción) Sufrir un padecimiento físico o moral,... sin dejarse vencer por él y, a 
menudo, sin quejarse o tratar de evitarlo., mientras que “persistir” es (también en segunda 
acepción) Mantenerse firme y constante en una manera de ser o de obrar, que no es lo mismo. 
En la práctica, ambos conceptos van ligados: resistir el sufrimiento sin dejarse vencer por él, y 
ser persistentes en el logro de nuestras metas son dos grandes capacidades del ser humano. 
Pero, al resistirnos, empezamos a hacer tan grande lo que nos está ocurriendo que puede 
llegar a convertirse en un obstáculo. Y si el bloqueo persiste en el tiempo y afecta a nuestros 
objetivos, puede llevarnos al estancamiento personal, haciéndonos más difícil encontrar 
soluciones a la situación que estamos viviendo.

 

En palabras de David Bueno, persistir es una llamada a la proactividad. Hace que te marques 
un objetivo -acertado o no- y que hagas pasos adelante para conseguirlo. Con más o menos 
rapidez pero activamente, es decir, con cierto optimismo y motivación, tienes que caminar 
hacia allí. Resistir es como decirte me quedo como estoy porque todo podría ser peor y, por 
tanto, no avanzas. Como nuestro entorno cambia sin parar, si sólo resisto, si no avanzo, me 
quedo atrás. Por supuesto que el hecho de persistir siempre incluye una dosis de resistencia, 
especialmente los días que no podemos seguir avanzando. Pero es necesario que nunca 
perdemos de vista nuestra meta, nuestras metas.

 
Para acabar de intentar entender y asumir la diferencia, veámoslo desde la óptica de la 
neurociencia: todo lo que somos, todo lo que decidimos, todo lo que sentimos se encuentra en 
el cerebro, un órgano "que tiene el tamaño de un coco y la forma de una nuez". El cerebro 
sufre ante cualquier incertidumbre y una de las funciones principales del cerebro es anticiparse 
a los cambios, las novedades o las incertidumbres que pueden representar una amenaza. Si 
esto no se hace bien, aumenta la sensación de miedo. Más miedo de la que haría falta para 
gestionar una situación compleja como la que vivimos porque si el cerebro sufre ante las 
incertidumbres, ¿como no tenemos que sufrir con esta pandemia? ¿Podríamos haber 
imaginado hace sólo unos meses una situación más cambiante e incierta que la actual?

 
En las circunstancias de pandemia actuales, en que todo es incierto, persistir es no 
conformarnos. Seguir las normas que se nos dan para evitar grandes contagios, sí, pero no 
creerlas de manera sumisa sino entender por qué lo hacemos, tomando conciencia de las 
limitaciones con un punto de optimismo, que es difícil en situaciones como esta: ver qué 
puedes salvar, juntarte con los otros, todo menos decirte que no hay nada que hacer. Y 
recordar que lo que hace el grupo nos influye, pero lo que hacemos nosotros también influye 
el grupo. Nos cuesta tanto gestionar la incertidumbre porque llevada al extremo es una 
amenaza y, por tanto, debemos protegernos, pero también puede ser una oportunidad y si se 
ve como una oportunidad, hay que estar pendiente de poderla aprovechar para que no pase 
de largo.

 

El problema es que la amenaza de la pandemia es múltiple (de salud, económica, personal, 
familiar, social,...) y sabemos que hay mucha gente que no le ha ido bien en uno o más de uno 
de sus aspectos, por lo que todavía vemos la amenaza con más intensidad y nuestro cerebro 
responde a las amenazas con la emoción del miedo, que nos lleva a escondernos o a huir, o 
con la emoción de la ira, que nos lleva a defendernos agresivamente. Pero hay que pensar 
que las oportunidades volverán. Por eso hay que persistir, porque si estamos convencidos de 
que las oportunidades volverán, la forma en que nuestro cerebro gestiona la situación es a 
través de la curiosidad, ver qué puedo aprovechar de esta oportunidad. Puede tardar más o 
menos, depende, entre otras cosas, de cuando tengamos la vacuna, pero las oportunidades 
volverán y, como se ha apuntado, hay que estar alerta para que cuando lleguen, que llegarán, 
no pasen de largo. 

 
En esto tiene mucho que ver la Educación (con mayúsculas), con la tradición cultural y 
educativa de cada país, porque hay tradiciones educativas en que la reflexión está presente 
desde la infancia: la escuela no dice que las cosas han de aprender porque sí sino que 
dedican muchas horas a discutir por qué las cosas son como son, sus ciudadanos están 
acostumbrados desde pequeños a cuestionarlo todo, desde muy pequeños los hacen 
reinterpretar todo lo que van aprendiendo, mientras nosotros estamos más acostumbrados a 
creérnoslo. 

 
El problema es que cuando acabe (y cómo acabe) todo ésto, saldremos un poco “tocados”, 
seguro, pero no tiene porque ser en un sentido negativo; hay el síndrome llamado de la 
cabaña, de las personas que han pasado mucho tiempo encerradas en una habitación o en 
una casa, y luego tienen miedo a los espacios abiertos, a las personas desconocidas, porque 
no se sienten protegidas, lo que puede llevar o hacia un cierre interno, o hacia un incremento 
de agresividad.  
 

Al final, lo único positivo ante esta situación confusa, aunque no lo parezca, es afrontarla con 
optimismo3, parte ciencia y parte carácter porque el optimismo es un estado mental que se 
relaciona con la motivación y con la felicidad y, precisamente, uno de los objetivos individuales 
y como sociedad es ser felices, o intentarlo, al menos y persistir en ello. Como contrapunto, el 
miedo sólo produce el ser temerosos. Debemos persistir para lograr ser felices. Si todo lo 
hacemos bien, hay muchos números para que todo acabe bien pero no podemos renunciar a 
la reflexión y a tomar decisiones pensando en todos. Pensar es cansado, sí, pero no podemos 
dejar de hacerlo si queremos ser los verdaderos directores de nuestra vida.

 
Para quien quiera saber más, y volviendo al principio, David Bueno acaba de publicar "El arte 
de persistir", un viaje a las profundidades del cerebro para aprender a gestionar el cambio y la 
incertidumbre que ahora, en plena tercera ola (¿o es primera inacabada o continuación de la 
segunda, o… ?) de confinamientos, su lectura es especialmente oportuna pues no sólo habla 
de los efectos de esta pandemia en nuestra salud mental sino que nos recuerda que todo lo 
bueno y extraordinario que tiene el ser humano, pero también toda su maldad, tienen que ver 
con lo que pasa dentro del cerebro y las doscientas páginas del libro describen con detalle 
este órgano vital y, aún, lleno de secretos. 
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1David Bueno Torrens es doctor en biología y profesor de genética en la Universidad de Barcelona tras haberlo sido en la de Oxford, centrándose en la genética del desarrollo y la neurociencia, y su relación con el comportamiento humano. Ha publicado más de cincuenta artículos científicos en revistas especializadas y, en el ámbito de la divulgación, ha escrito una decena de libros para acercar la ciencia a la ciudadanía, así como varios libros de texto. En 2010 ganó el Premio Europeo de Divulgación Científica «Estudio General»

2Musicalmente me puede gustar la canción, pero la letra, no. Dice que debemos resistir los golpes, y no estoy de acuerdo. Lo que tenemos que hacer es evitarlos, tenemos que aprender a gestionarlo todo para que los golpes no lleguen. A nadie le gusta recibir golpes. Por lo tanto, este "Resistiré" es un canto a no hacer y aceptar sin movernos todo lo que nos venga, aunque sufrimos.

3Una de las formas de disminuir la incidencia de los efectos negativos de esta situación por la pandemia es, curiosamente, manteniendo una buena rutina, tan similar como sea posible a la que teníamos “antes”. Sin rutina, la sensación de amenaza se incrementa, y con ella, el estrés y todos los efectos negativos que lleva asociados. Y, por supuesto, otra manera es mantenernos mentalmente y físicamente tan activos y proactivos como sea posible. La actividad contribuye a mantener buenos niveles de neurotransmisores implicados en la sensación de optimismo. No se trata, ya se ve, de "resistir", como dice la canción que ha vuelto a estar unos días de moda, sino de "persistir"

 

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