Julius Henry Marx, más conocido como Groucho Marx (1890-1977), fue un actor, humorista y
escritor estadounidense, conocido en principio principalmente por ser uno de los miembros de
los famosos hermanos Marx (nada que ver con el otro Marx, Karl, el de El capital, de una
comicidad cuando menos discutible, a partir de la lectura de Escorpión y Félix, una historia
humorística - Skorpion und Felix, Humoristischer Roman , única historia cómica de ficción que
ha sido escrita por él, probablemente bajo la influencia de Vida y opiniones del caballero
Tristram Shandy1 - The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman, usualmente
abreviada sólo como Tristram Shandy - de Laurence Sterne); está considerado el cómico más
influyente de todos los tiempos, siendo sus frases, a pesar del paso del tiempo, destacadas en
la cultura pop durante generaciones, incluso en la época actual. Icono del siglo XX, usó sus
bazas, una mente rápida y una lengua afilada que utilizó para arremeter contra todo, lo que al
final fueron también el motivo de su desgraciada vida personal. Advirtió que su ingenio le
catapultaba a lo más alto y le procuraba Ia admiración de los demás. Su vida fueron sus
bromas, se llevó el papel a casa y sus esposas e hijos acabaron siendo víctimas de sus
punzantes y crueles chanzas. Una de estas frases lapidarias, que en el fondo hace referencia
al período de la Gran Depresión estadounidense, en la que Groucho Marx perdió gran parte
de su dinero al haberlo invertido en bolsa, dice más o menos que “salí de la nada, y tras
muchos esfuerzos he conseguido llegar a la más absoluta miseria”. La fama y Ia miseria
se vieron las caras, y eso le marcó. Sabía lo que era nacer pobre, y desarrolló una aversión
neurótica al fracaso.
Más allá de esta anécdota y del personaje, el hecho nos hace cavilar sobre el binomio
esfuerzo-recompensa. La cultura del esfuerzo es uno de los pilares conceptuales de nuestro
sistema económico. En síntesis, viene a querer decir que toda dedicación, sacrificio y
perseverancia obtiene justas y merecidas recompensas. Pero esta descripción teórica de la
secuencia no se observa con tanta frecuencia en la práctica, por lo que resulta necesario
matizar el carácter, en cierto modo fraudulento, de este concepto. En lo que se refiere al
término esfuerzo, la palabra tiene dos sentidos coincidentes; el primario, físico (empleo
enérgico de la fuerza física contra un impulso o resistencia), y el derivado, psíquico (empleo
enérgico de la actividad del ánimo para vencer las dificultades que se oponen a cualquier logro).
Por cierto, cabe decir que el impulso, resistencia o dificultad a vencer puede ser no sólo
externo, sino también interno y en ese sentido, pensaba Platón (siempre la filosofía, en todo)
que la vida racional se debe sobreponer a nuestras pasiones y creía Kant que Ia verdadera
libertad consiste en la posibilidad de liberarnos de nuestras inclinaciones irracionales.
Tal vez podamos delimitar mejor el campo semántico enumerando algunos términos sinónimos
o afines. Mediante el término esfuerzo en sentido genérico se representan un conjunto de
elementos subjetivos tales como disposición, autoexigencia, aliento, empeño, desvelo,
voluntad o ánimo en la realización de algo. Esos elementos del esfuerzo, cuando éste tiende
a la ejecución de una tarea, se amplían con la tensión, la fuerza, el impulso, la dedicación, la
diligencia, el esmero, el vigor, la actividad, la tenacidad y la persistencia. Si, finalmente, la tarea
esforzada se concreta, por ejemplo, en el estudio y aprendizaje, pueden ser añadidos
elementos subjetivos peculiares como la atención, la aplicación, la concentración, la
autodisciplina y la constancia. En un terreno más objetivo, el esfuerzo supone aporte y
consumo de energía y, por ello, origina fatiga. Por lo dernás, si se aplica de forma asidua y
persistente a un quehacer (trabajo o estudio), implica renuncia a otras actividades más (y más
inmediatamente) gratiflcante.
La dialéctica esfuerzo-recompensa no está en entredicho. La motivación es el impulso que el
ser humano necesita para progresar o autorrealizarse, y podríamos decir también incluso
lucrarse, por hablar en el mismo lenguaje del sistema económico. Lo que sucede con la actual
cultura del esfuerzo defendida por el sistema capitalista es, no obstante, que la obtención de la
promesa nunca llega a concretarse más allá de probabilidades similares reservadas a los
juegos de azar. El neoliberalismo imperante, sobre todo en lo económico, vende una
concreción estadística de la cultura del esfuerzo absolutista. Pero al igual que sucede con los
juegos de azar, tan solo una reducidísima proporción de los jugadores consigue el premio final.
El engaño de la cultura del esfuerzo reside en la mentira y la complicidad sin la cual la velocidad
de acumulación desproporcionada de la riqueza mundial sería imposible. Si todo esfuerzo
obtuviera su recompensa, ¿cómo sería posible la existencia de tanta desigualdad en el
mundo? ¿Es que en la mayoría de los países, por ejemplo los africanos, no se estaría
esforzando nadie, ni siquiera para obtener su recompensa? ¿Es que en el mercado laboral
occidental habría personas que se estarían esforzando 15.000 veces por encima de otras,
justificándose así su anormal y escandalosa superioridad salarial? Paradójicamente, son
aquellos que disfrutan de la opulencia y las posiciones más privilegiadas de la sociedad los
que con más vehemencia defienden la falsa cultura del esfuerzo. Su mantra favorito consiste
en asociar el «buen» o «mal» funcionamiento de la economía exclusivamente al primer
axioma del concepto el esfuerzo, dejando en una inconcreción futura la segunda parte del
mismo (la recompensa); de concretarla y garantizarla en el presente perderían inmediatamente
su posición de privilegio. La lógica en la que se fundamenta la cultura del esfuerzo se basa en
el incumplimiento exponencial de la secuencia del concepto, en el fraude y la negación de la
recompensa tras haber realizado el esfuerzo. Solo mediante esta apropiación injusta,
desproporcionada e indebida del esfuerzo de tantísimos es como una siniestra minoría de
ciudadanos consigue perpetuarse a los mandos del actual sistema neoliberal.
Y luego está la repercusión en el trabajo diario y en la salud (hablando de pandemias… ) Es
conocido que el estrés2 conduce a una mayor activación del sistema nervioso autónomo, a una
alteración del estado fisiológico en los sistemas corporales y, finalmente, a lesiones
estructurales de órganos diana como corazón, vasos sanguíneos, cerebro, intestino, etc., y se
ha propuesto un segundo concepto teórico del estrés: el concepto "recompensa", y es que,
ante la frustración de expectativas de recompensa o la pérdida de gratificaciones esperadas,
las estructuras neuronales sensibles provocan reacciones de tensión sostenida. Johannes
Siegrist es un sociólogo médico y profesor universitario suizo que fue director del Instituto de
Sociología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf y
director del posgrado en Salud Pública. Siegrist postuló el modelo de la crisis de gratificación
profesional como un modelo de desarrollo de la enfermedad por la conexión entre el estrés en
la vida laboral y la enfermedad, así como la salud socialmente diferencial en la vejez En este
sentido, Siegrist crea, el modelo esfuerzo-recompensa, y explica el estrés laboral y sus efectos
sobre la salud en función del control de las personas sobre su propio futuro o, en palabras de
Siegrist, las recompensas a largo plazo. La amenaza de ser despedido y de quedarse en el
paro, la precariedad de los contratos de trabajo, los cambios organizacionales forzados, la
degradación de categoría, la falta de expectativas y de trayectoria profesional, y la falta de
consistencia del estatus son algunas de las variables de este modelo. Este modelo, que
integra factores individuales como las estrategias personales de afrontamiento, considera que
las altas demandas de trabajo, combinadas con el bajo control sobre las recompensas a largo
plazo representa la situación de mayor riesgo para la salud psicosocial del trabajador y las
recompensas a largo plazo vendrían determinadas fundamentalmente por tres factores:
– La estima: como el reconocimiento al trabajo, el apoyo social adecuado, el trato justo…
etc.
– El control de estatus entendida como la estabilidad en el empleo, las perspectivas de
promoción… etc.
– El salario.
Y, por cierto, en época de pandemia, ¿cómo afecta el modelo de esfuerzo-recompensa al
teletrabajo que ha venido, dicen, para quedarse? Pero ese es ya otro escenario y otro tema,
para otro día.
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1Obra que se publicó en nueve volúmenes, los dos primeros en diciembre de 1759 y los siete siguientes a lo largo de los ocho siguientes años. A pesar de constituir un éxito editorial desde el primer momento —tanto es así que convirtió a su autor en una celebridad de la noche a la mañana—, la obra no fue bien recibida por parte de la crítica de la época. Aun así, y quizá precisamente por su cuidada extravagancia, Tristram Shandy ha venido a considerarse como una de las mejores novelas cómicas en lengua inglesa, y como una predecesora, en cuanto a estilo, de muchas novelas modernas.
2El estrés laboral puede definirse como el resultado de la relación entre las exigencias o demandas del mundo laboral y la capacidad de los trabajadores para dar respuesta a tales demandas., dando lugar a un conjunto de reacciones emocionales, cognitivas, fisiológicas y del comportamiento ante ciertos aspectos adversos o nocivos del contenido, la organización o el entorno de trabajo. Este estado se caracteriza por altos niveles de excitación y angustia, alta emocionalidad negativa (ansiedad, miedo, irritabilidad, ira, depresión..), con la frecuente sensación de no poder hacer frente a la situación. El estrés laboral se considera un proceso interactivo en el que influyen las características de la situación (demandas) y las características del sujeto (recursos) para hacer frente a dicha situación. Si las demandas de la situación superan a los recursos del individuo, tenderá a producirse una situación de estrés en la que el individuo intentará generar más recursos para atender las demandas de la situación. En el modelo del desequilibrio esfuerzo-recompensa de Siegrist (citado más abajo), el estrés laboral depende del esfuerzo realizado, la recompensa recibida y el grado de compromiso personal con el trabajo: la falta de reciprocidad entre el esfuerzo gastado (alto) y las recompensas recibidas (bajas) crean un estado de malestar emocional, caracterizado por alta activación autonómica y elevada respuesta neuroendocrina. Esta situación de estrés puede agravarse con un estilo de afrontamiento individual rígido caracterizado por el sobrecompromiso.
Buenas tardes Miguel, buena reflexión con la que estoy plenamente de acuerdo. Por supuesto que el esfuerzo es necesario, pero el esfuerzo solo no es suficiente, también se precisa que los vientos de la casualidad le sean favorables. Y recibí la lección práctica con lo que mas quería.
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