En la muerte de Sidney Poitier, primer actor negro que ganó un Oscar, recordemos que
poco antes de Navidad, la plataforma de contenidos televisivos HBO Max España armó la
marimorena al anunciar el estreno de una serie histórica de ficción dirigida por Lyndsey Miller
y basada en la vida de Ana Bolena (Ana Boleyn), ya sabéis, la segunda esposa del rey
Enrique VIII de Inglaterra ordenada ejecutar por éste, historia llevada en varias ocasiones
anteriormente a la pantalla e interpretada esta vez por Jodie Turner-Smith, actriz… negra en
el papel de Ana Bolena (¡y con criadas representadas por actrices blancas!, lo que hace
“saltar los fusibles” a más de un@). La producción con este cambio ha generado gran
controversia y una lluvia de comentarios críticos de todo tipo. En las Redes, un tuitero habló
sobre "la tontería de HBO con cambiar las razas de los personajes históricos
intencionadamente". Otro expresó: "Ana Bolena era blanca y poner una actriz negra no
soluciona el racismo". Un tercero señaló: "Estaría bien un mínimo de rigor histórico", olvidando
todos ellos, por ejemplo, a Barack Obama, Luther King o Muhammad Alí (negros),
interpretados respectivamente, sin ningún problema, por Chriistian Bale, Ryan Gosling y Mark
Wahlberg (blancos). Una tuitera “rectifica” el mensaje de lanzamiento de la serie por HBO
diciendo que “Diversidad no es falsear la historia y poner una actriz negra para interpretar a
una mujer blanquísima de la realeza medieval. Diversidad es hacer series sobre mujeres
negras que han hecho historia para destacar su vida y sacarlas del olvido”, o sea, repitiendo
los roles "asignados". Aunque en pleno siglo de la diversidad, sectores de la interpretación ven
estos cambios en los personajes como una oportunidad para que ciertos sectores de población
tengan mayor acceso a papeles y acabar con el sesgo, reconociendo, además, que pocas
veces se había hablado tanto de una serie sobre un personaje histórico. Tal vez una de las
claves de la reflexión sobre el tema las da quien tuitea "No me apetece discutir hoy en Tuiter,
pero el punto de representar a Ana Bolena como una reina empoderada y negra en la época
en la que empezó el sistema de comercio triangular de esclavos africanos por el colonialismo
europeo es un poco.…", lo que nos proporciona dos apoyos en la reflexión: la historia como la
vemos hoy y el esclavismo.
Como quiera que la palabra esclavismo no está aceptada aún en España por la Real
Academia de la Lengua, no referiremos a la palabra esclavitud, que viene a ser lo mismo,
situación en la cual una persona (el esclavo) es propiedad de otra (el amo). La esclavitud se
remonta a la Edad Antigua, aunque no de forma equivalente en todas las civilizaciones.
Parece que su origen histórico proviene de la práctica de aprovechar como mano de obra
gratuita a los cautivos en las guerras, como alternativa a otra posibilidad también usual,
ejecutarlos. Los esclavos se definen por ser personas con algún carácter jurídico pero sin
ningún derecho a la propiedad o la auto representación. Sin embargo, esta definición fue muy
matizable según los casos, épocas y sociedades. Aunque el mundo medieval no puede
considerarse como una sociedad esclavista, como la del Imperio Romano, lo cierto es que
continuó habiendo esclavos. Tanto en el mundo cristiano como en el musulmán los esclavos
fueron un elemento de la sociedad aunque con pesos muy diferentes, ya que en el mundo
musulmán el peso de éstos fue mucho mayor que en el cristiano.
En numerosos pasajes de la Biblia se legitima y defiende la esclavitud. Algunos de sus textos
no dejan de ser truculentos. En el Libro del Deuteronomio, por ejemplo, se afirma que si un
esclavo está contento con su amo, éste podrá tomar una lezna y horadar la oreja suya para
que lo sirva “para siempre” (XV, 16 y 17). En el Éxodo se dice que «quien hiriere a palos a su
esclavo o esclava, si murieren entre sus manos, será reo de crimen. Mas si sobrevivieren uno
o dos días, no estará sujeto a pena porque propiedad suya son» (XXI, 20 y 21). Y en este
mismo libro del Viejo Testamento se prevé que «si alguno hiriere en el ojo a su esclavo o
esclava, y los dejare tuertos, les dará libertad por causa del ojo que les sacó» (XXI, 26). El
Deuteronomio manda: “No entregarás a su dueño el esclavo que a ti se acogiere” (XXIII, 15), y
el Éxodo señala que «si compras un esclavo hebreo, seis años te servirá: al séptimo saldrá
libre, de balde» (XXI, 2) y que «si alguno vendiere su hija para esclava, no saldrá como suelen
salir las otras esclavas», es decir, no podrá recuperar su libertad (XXI, 7).
Con la llegada al “nuevo mundo” americano y su conquista por parte de los europeos, se
trazaron ambiciosos planes de expansión que, para que fueran rentables, exigían mano de
obra barata por lo que, en un principio se esclavizó a los pueblos indígenas americanos pero
la legislación española se planteó muy pronto la licitud de dicha práctica e hizo que se
importaran personas esclavizadas de África, que además tenían mayor resistencia física y a
las enfermedades, especialmente las tropicales, comenzando así un comercio a gran escala
de esclavos africanos: el comercio negrero, que se fue ampliando, de forma que hacia el siglo
XVII, hubo un gran incremento en el número de esclavos africanos (negros) debido a su
importancia como mano de obra, en las explotaciones agrícolas de gran extensión (sistema
de plantaciones) en América del Norte, América del Sur y, principalmente, en el Caribe. No hay
consenso sobre las cifras de la esclavitud en la época moderna aunque las aproximaciones
que se barajan ponen los pelos de punta. Se han propuesto 60 000 000 (sesenta millones) de
secuestrados, de los cuales 24 000 000 (veinticuatro millones) fueron a parar a América,
12 000 000 (doce millones) a Asia y 7 000 000 (siete millones) a Europa, mientras que los
17 000 000 (diecisiete millones) restantes fallecerían en las travesías.
Este incremento en el comercio negrero fue acompañado, en la mayoría de los casos, por una
fuerte ideología racista. En el caso de los indígenas de América, se había decidido legalmente
que tenían alma, por lo que no se les podía esclavizar pero los negros eran considerados
seres subhumanos, asimilados frecuentemente a animales, sin tan siquiera poder ser
considerados sujetos de derecho y por lo tanto considerados, jurídicamente, como meros
objetos o cosas. Aunque especialmente, el debate estaba inicialmente en si los individuos de
raza negra tenían alma humana, puesto que en caso afirmativo esta actividad sería
considerada ilegal por la Iglesia, lo que llevó a un fuerte movimiento para afirmar que las
personas de raza negra no tienen alma. De hecho, era costumbre en muchas plantaciones
explotar al esclavo bajo severas condiciones hasta su muerte, pues salía más barato comprar
nuevos esclavos que mejorar sus condiciones de vida, existiendo asimismo seguros que
cubrían los denominados “accidentes”. La fuente de esclavos fue África, y la isla de Gorea1,
colonia francesa, fue el lugar preciso donde se estableció el mercado de esclavos, también
conocido como el lugar sin retorno y donde se separaban definitivamente las familias
desintegradas por la esclavitud. Hay que decir que también los árabes mantuvieron un
importante tráfico de personas esclavizadas africanas, tanto a través de rutas cruzando el
desierto del Sahara como a través de la costa oriental de África, fundamentalmente la Isla de
Zanzíbar. Este comercio de personas se extendió desde el siglo VII hasta el siglo XX y alcanzó
proporciones similares o superiores al comercio negrero del Atlántico.
En este escenario, de hacer dinero fácil (el caso más emblemático en este aspecto es el de los
Países Bajos que con escasísimas colonias en América movilizó una importante flota
esclavista), floreció en España la figura del indiano, denominación coloquial del emigrante
español en América que retornaba enriquecido, una tipología social que desde el siglo de Oro
se había fijado como un tópico literario. La denominación se extendía a sus descendientes,
con connotaciones admirativas o peyorativas según el caso porque la limpieza del origen de
algunas de estas fortunas2 siempre estuvo en cuestión, especialmente las de los que se
enriquecieron con la trata de esclavos, y que, en connivencia con los hacendados establecidos
en ultramar, establecieron el grupo de presión negrero para obstaculizar cualquier tipo de
legislación abolicionista que pudiera desarrollarse en la metrópoli. La esclavitud no se suprimió
definitivamente en las colonias españolas hasta el 7 de octubre de 1886, fecha en la que
quedaron en libertad los últimos 25.000 esclavos africanos o hijos de africanos de los
territorios españoles de ultramar. La oscura historia del esclavismo en España ha sido
silenciada por la historiografía oficial. Posiblemente nunca se haya oído hablar de Pedro
Blanco Fernández de Trava3, pero este malagueño llegó a ser a principios del siglo XIX el
mayor comerciante de esclavos del mundo, "todo un emprendedor que no solo incorporó las
veloces naves clipper al comercio de esclavos entre África y América para burlar la vigilancia
de las naves abolicionistas británicas sino que creó un concepto revolucionario: el Cash &
Carry de esclavos". Otro tanto ocurre, por ejemplo y entre otros muchos, con Antonio López y
López (aunque sí se le conozca en su faceta benefactora como el primer Marqués de
Comillas), la familia Vidal-Quadras, Josep Xifré i Casas, primer presidente de la Caja de
Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, embrión de La Caixa, o la mismísima reina regente
María Cristina, madre de Isabel II, propietaria del ingenio azucarero Santa Susana en
Cienfuegos (Cuba) y una de las mayores negreras de su tiempo, etc., pues España fue
mucho más que un actor secundario en el comercio de esclavos en el Atlántico entre los siglos
XVII y XIX: fue una verdadera potencia aunque, ciertamente, si se pregunta sobre el comercio
de esclavos a un español, posiblemente hablará de los campos de algodón de Lousiana, de
'Kunta-kinte' y poco más; cualquiera que haya ido al colegio sabe que hay ciertas cosas que
nunca se estudian, precisamente para ver la Historia oficial como interesa hoy que se vea, y
cuando se dan a conocer matices que alteran la historia oficial (con minúsculas), rápidamente
el poder acusa de que se está falseando la historia (otra vez con minúsculas). Y eso pasa.
¿Rigor histórico? ¿El rigor de cómo nos inoculan/desinforman lo que se debe conocer y cómo
y de lo que no se debe conocer? ¿Cómo se permite hablar de rigor quien no pestañea cuando
el tenor blanco de turno se tizna la cara para interpretar a Otelo, aunque sea un personaje de
ficción? Por no hablar del entrañable Rey negro Baltasar y todo su séquito, de la Cabalgata
de los Reyes Magos, usualmente interpretado por un famosillo reconocible, naturalmente
blanco. Ya sé, ya sé que es también una ficción, pero…la serie televisiva Ana Bolena también
lo es. ¿No será, volviendo atrás, que ese mismo rigor histórico permite mantener una cierta
supremacía y que algunos sigan considerando aún hoy a las personas con piel obscura seres
subhumanos, asimilados frecuentemente a animales, meros objetos o cosas? Si el rigor
histórico es perpetuar los roles de dominador/dominado, pensémoslo. Mientras, veamos la
serie de ficción Ana Bolena fijándonos en la calidad de la interpretación y no en el color de la
piel.
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1La isla de Gorea, en el actual Senegal, a sólo tres kilómetros de Dakar. fue, durante más de tres siglos, el más importante mercado de esclavos para aprovisionar de ellos a Estados Unidos de América, al Caribe y a Brasil, principalmente. La isla fue invadida por portugueses en 1444, bajo cuya bandera en 1536 se construyó la primera Casa de esclavos. Desde entonces y hasta 1848, año en que Francia (bajo cuyo dominio había pasado) abolió la esclavitud, en esta isla se estableció la base más activa del comercio de esclavos. La casa que construyó un neerlandés en 1776, que aún se conserva, está convertida en la actualidad en museo por la Unesco. Se calcula que al menos veinte millones de personas, tanto hombres, como mujeres y niños, fueron secuestrados en sus aldeas, trasladados y vendidos a tratantes que se establecieron abiertamente en la isla de Gorea. Aquí los secuestrados eran aprisionados en calabozos, encadenados y colocados espalda con espalda, para esperar a que fueran vendidos, antes de que decayeran físicamente y fueran sacados de ese lugar. Finalmente, los esclavos eran llevados desde los calabozos al punto en que serían embarcados. El pasillo que los conducía era conocido como El lugar de donde no se regresa, no era muy ancho, para facilitar el manejo de las personas y en la oscuridad del túnel, al final, se apreciaba la luz del sol y el mar. Este lugar era el último en que los miembros de la familia podía verse, pues en lo sucesivo cada uno sería trasladado a diferentes lugares de América. Eran embarcados en botes para subirlos después a los barcos y los esclavistas frecuentemente utilizaban este momento para hacer limpieza y se eliminaban lanzando al mar los esclavos que estaban enfermos o no eran fácilmente vendibles.
2Los que lograron amasar verdaderas fortunas y decidieron volver años más tarde a sus lugares de origen, procuraban prestigiarse adquiriendo algún título de nobleza, comprando y restaurando antiguas casoas, o construyendo palacios de nueva planta, en un estilo colonial o ecléctico muy vistoso, que pasaron a llamarse «casonas», «casas de indianos» o «casas indianas» en las que a menudo incorporaban en sus jardines palmeras como símbolo de su aventura en tierras tropicales. También establecían su mecenazgo en instituciones de beneficencia o culturales, subvencionando la construcción de escuelas, iglesias y casa consistoriales, construyendo y arreglando carreteras, hospitales, asilos, traídas de agua y de luz eléctrica, etc. La literatura y arte hizo referencia muchas veces a la historia de la emigración a América y al retorno de los indianos.
3De familia gallega, nació en Málaga en 1795 y se cree que, aquejado de demencia, murió en Barcelona en 1854. Hijo ilegítimo, su padre era un simple patrón de un falucho de cabotaje que murió antes de su nacimiento y su madre, repudiada por su embarazo por su rica familia de burócratas.. Más conocido como "Mongo Blanco", pasó de ser un miserable polizón emigrante andaluz a convertirse en un poderoso empresario del tráfico de seres humanos. El título de 'Mongo' lo recibían los traficantes de esclavos en África, reyezuelos con ejército y territorio pero sin interés alguno en gobernar a los habitantes de la zona. Blanco se instaló en Lomboko, unas islas en la costa de la actual Sierra Leona, donde llegó a tener 4.000 esclavos y un harén de 1.000 negras. La gran innovación del malagueño al tráfico de esclavos fue establecer un punto permanente de abastecimiento de esclavos, pues hasta entonces, los esclavistas iban a los puertos de la costa occidental de África y aprovisionarse allí de los esclavos que les vendían los propios africanos pero, claro, a veces no había esclavos y tenían que esperar meses -lo que solía suponer enfermedades y penurias- o volver con las manos vacías. El "reino" de Lomboko fue la solución a este problema, una suerte de centro logístico que hubiese sido la envidia de Amazon.
Lo había leído, la esclavitud, que parece como algo anclado en el pasado mas remoto, no se suprimió
ResponderEliminardefinitivamente en las colonias españolas hasta el 7 de octubre de 1886, lo que mas me llamó la atención era precisamente eso, que no estábamos hablando de épocas pretéritas, mi bisabuela María a quien tuve la suerte de conocer de pequeño era por entonces una señora de 20 años. Ayer como quien dice....Increible.