Una de las piezas musicales más famosas del compositor vascofrancés Joseph Maurice Ravel o, simplemente, Maurice Ravel (1875-1937) es su Bolero, que por lo visto surgió casi de manera casual y además existe la creencia o la leyenda de que tal vez su composición está relacionada con algunos problemas de lo que se decía demencia que el compositor sufría. Desde su composición ha sido utilizado en infinidad de películas y eventos, aunque tal vez entre los más recordados está cuando suena y es usado como afrodisíaco en la película 10, la Mujer Perfecta mientras el personaje interpretado por una exuberante Bo Derek seduce al personaje atolondrado interpretado por Dudley Moore. La obra fue también utilizada como música de acompañamiento para la actuación ganadora de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sarajevo 1984 por los bailarines de hielo británicos Torvill y Dean, pareja de patinadores artísticos con mayor puntuación de todos los tiempos. En el mundo de los videojuegos, la composición también ha sido utilizada y de hecho, fue adaptada para la «intro» del clásico The Legend of Zelda. Cuando se escucha no caben términos medios: o se detesta o se adora. Para muchos es una pieza hipnotizante, para otros es aburrida, para unos, repetitiva. para otros, incluso erótica. Maurice Ravel siempre fue un tipo peculiar. Su amigo Igor Stravinski se refería a él cariñosamente como "el músico relojero", debido a su exagerada pasión por el detalle, la meticulosidad, la limpieza y el orden en sus composiciones musicales. Él mismo se define como "un gran autómata", una persona triste, aletargada, aburrida, aislada. Sin embargo, su fama como compositor no para de crecer a pesar de sus dolencias. A los cincuenta años ya era un reputado artista y siete años más tarde comienza a mostrar evidentes síntomas de afasia y ataxia, es decir, para entendernos con pocas palabras, incapacidad de comprender y producir el lenguaje, e incapacidad para coordinar los movimientos corporales. Es en este momento cuando escribe el Bolero, obra por la que pasaría a la historia cualquiera que lo hubiese compuesto, pero Ravel dejó, además, un inmenso legado (Pavana para una infanta difunta, la valse, sonatina, Gaspard de la nuit,..), y algunos autores expertos afirman que, en esta última etapa de su vida, Ravel había desarrollado ya los efectos del Alzheimer, motivo por el que el compositor había entrado en una fase de deterioro cerebral que le había llevado a repetir dieciocho veces dos conceptos musicales iniciales en el Bolero; otros afirman que la obra es simplemente producto del trastorno obsesivo compulsivo que ya padecía, y que en los últimos años se había agudizado. Lo cierto es que en los últimos años de su vida, Ravel no sólo perdió la capacidad de tocar el piano, sino también la habilidad de transcribir a las partituras la música que tenía en su cerebro. Ravel se quejaba de que tenía "la cabeza llena de música", pero era incapaz de expresarla, pues apenas podía controlar sus movimientos ni articular palabras, mucho menos escribir música. Posiblemente Ravel padecía dos alteraciones, una degeneración corticobasal que le producía la ataxia a la vez que una degeneración en el centro del lenguaje que le producía una afasia primaria progresiva. El avance de estas dos alteraciones llegaron a impedirle tocar el piano y escribir las partituras, de forma que no podía expresar su música pero sí componerla mentalmente. Recordemos el caso de Beethoven, que debido a su sordera, podía escribir sus partituras pero no oírlas. Debió de ser muy penoso. Con independencia de las teorías psiquiátricas y de las opiniones de reputados especialistas médicos, la repetición compulsiva, maníaca, de los dos inolvidables motivos musicales del Bolero, hacen de esta obra un hito en la música, una pieza difícil de comprender si uno no se acerca a ella con curiosidad e interés, pero a la vez es hipnotizadora, cautivadora, extraña y única, que ha quedado como la obra fundamental de su autor - entre un impresionante repertorio. No deja de ser una extraña paradoja que una enfermedad neurodegenerativa trastornase su inspiración, llevándole por caminos sorprendentes y no recorridos antes. Solo una mente así podría hacerlo; un gran autómata, sentado ante su pentagrama.