sábado, 27 de mayo de 2023

En día de elecciones, pequeñas historias de la Historia.


Hoy es día de votaciones/elecciones en nuestro país y, sin cuestionar nada
en cuanto a formas de gobierno (no es el foro), sí que es el día oportuno para recordar a algunas personas que no se votan/eligen y que tienen una actitud, cuando menos, criticable, cuando deberían ser ejemplo de conducta ética pero, que aún así, tienen legión de seguidores/defensores. Y hay/han habido muchos. Tomemos, por ejemplo, uno. Dicen que Dios nos castiga concediéndonos nuestros deseos, algo que se cumple a rajatabla en el caso de Fernando VII, nuestro “ejemplo”, probablemente el soberano más nefasto de nuestra historia, puesto que el pueblo le apodó inicialmente "El Deseado" por considerarle el paladín de las libertades contra la opresión e invasión francesa, pero tras el reinado de José Bonaparte, monarca odiado al haber sido impuesto por su hermano Napoleón, los españoles no imaginaban que Fernando VII, al que también llamarían después "El Rey felón", ayudado por el enemigo galo, segaría sus esperanzas de libertad que, tras la guerra de la Independencia, plasmaba la Constitución de Cádiz de 1812. El 7 de abril de 1823, ha hecho ahora dos siglos, Francia mandó un ejercito de 95.062 soldados, llamado los Cien Mil hijos de San Luis (apodados así en memoria del rey Luis IX, que fue canonizado y hecho santo) que, al mando del duque de Angulema, tenían como misión apoyar a Fernando VII contra los liberales y restaurar el régimen absolutista en virtud de los acuerdos europeos de la Santa Alianza. Hijo de rey Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma y nacido en 1784 en El Escorial, las crónicas de la época definen a Fernando VII como un ser cobarde, vago, antipático, nada agraciado físicamente, fumador empedernido y habitual de los burdeles. "Solía salir disfrazado por las noches en compañía del duque de Alagón para entregarse fuera de palacio a deportes que los musulmanes practican dentro del harén". Mal hijo también, mantuvo nefastas relaciones con su padre, el rey Carlos IV, contra quien conspiró siendo príncipe de Asturias en 1807. Efectivamente, el 5 de noviembre de 1807, el rey Carlos IV perdona la traición de su hijo Fernando VII, implicado en la Conspiración de El Escorial. El complot o conspiración de El Escorial fue una conspiración fallida encabezada por el entonces heredero de la corona y príncipe de Asturias Fernando de Borbón para provocar la caída del ‘’favorito’’ del rey, Manuel Godoy, y poner bajo control a la reina María Luisa de Parma, su principal apoyo. La suerte que correría en esta conspiración el rey Carlos IV nunca estuvo clara (la conspiración fue descubierta el 27 de octubre de 1807 durante una estancia de la familia real en el Monasterio de El Escorial, de ahí su nombre). Paradójicamente de la "conjura de El Escorial" salió fortalecido el príncipe Fernando —considerado víctima de la ambición de su madre y de su perverso favorito—, y los desprestigiados fueron Godoy, la reina y el "débil" Carlos IV. Manuel Godoy era un Guardia de Corps -Guardia Real- venido a más gracias a que, según las tonadillas populares, solía dar « ajipedobes » a la reina María Luisa de Parma (« sebo de pija » leído al revés -los españoles nunca nos henos destacado por la sutilidad-). Fuera por lo que fuese (por su valía o por bajarle las enaguas a la, según se dice en las crónicas de la época, feísima reina consorte ) lo cierto es que por aquellos años este militar andaba «sisando» el trono al torpe de Carlos. Este, por su parte, andaba más preocupado por cazar en su coto que por los asuntos de gobierno. De hecho, solo metía su morro real de por medio cuando podía sacar algún rédito para su familia. Un monarca bastante corto de entendederas, vaya.


El Príncipe de Asturias no desaprovecharía la segunda oportunidad que tuvo para hacerse con el trono en marzo del año siguiente,
en el motín de Aranjuez. El mismo día 27 de octubre de 1807 se firmaba el Tratado de Fontainebleau1 por el que la Monarquía española permitía la entrada en su territorio de las tropas de Napoleón para atacar conjuntamente al Reino de Portugal, aunque los ejércitos franceses ya habían comenzado a cruzar la frontera española desde el día 18 de octubre. A raíz de la invasión francesa, Carlos IV se exilió y también Fernando VII perdió el trono, que recuperó por el tratado de Valençay en 1813. Pero, hay más, y se cumple aquello de “de tal palo, tal astilla”:«Su Majestad el rey Carlos […] ha resuelto ceder, como cede por el presente, todos sus derechos sobre el trono de España y de las Indias a Su Majestad el emperador». Con estas palabras fue con las que, en 1808, Carlos IV (rey hasta entonces de una buena parte de la Península Ibérica y aún una considerable extensión de América) otorgó a Napoleón el trono de España, decisión a la que posteriormente se unió también su hijo Fernando, un «lamebotas» destacado de Bonaparte que ya había demostrado sobradamente su sumisión a él en otras tantas ocasiones. Padre y retoño hicieron entonces posible que el gabacho fuese dueño y señor de este país y de sus gentes. Un suceso más conocido históricamente hoy como las «Abdicaciones de Bayona» y que supuso la venta (con escasas condiciones) de los restos del imperio. La decisión, posteriormente, no resultaría rara porque, tanto Carlos como Fernando se destacaron como unos adoradores del gabacho: el primero2, tratándole como a un Dios en la Tierra cuando el pueblo se alzó en su contra y, el segundo, solicitando ser hijo adoptivo suyo, como veremos más adelante. Para hallar la primera traición de estos líderes a España es necesario retroceder en el tiempo hasta el final del siglo XVIII. Por entonces dominaba nuestro país Carlos IV ... o más bien su valido, O eso opinan algunos historiadores.


La historia de estos dos monarcas podría haber quedado olvidada en los más profundo de cajón de las infamias de nuestro país. Sin embargo,
siempre está de actualidad debido a que Napoleón Bonaparte -experto en lograr por las malas (y en muy pocas ocasiones por las buenas) todo aquello que deseaba- tuvo que tragarse su orgullo entre baguette y baguette y devolver el trono de España a Fernando VII. Todo ello, después de haber sido expulsado a base de fusil, bayoneta, cañón y sangre de estos lares. Aquel día, con todo, volvió a la Península un monarca que -aunque deseado, como bien decía su apodo- no había tenido reparo ninguno en plegarse a los deseos del francés unos años atrás y cederle por las buenas el territorio español. De hecho, lo que él no fomentó en ningún caso por su poder (la resistencia contra los franceses) lo tuvieron que hacer las gentes de este país mediante narices. Así pues, fue el pueblo el que se enfrentó a la «Grande Armée» del «Pequeño corso» y lo devolvió de una patada a París.


Todavía le quedaban por pasar todo tipo de vergüenzas a la monarquía española. Por entonces, la tensión generada por la mala situación económica y la pésima política exterior de «Manolito» Godoy. Hartos de aguantar, y encorajinados por el príncipe Fernando lograron que el monarca cediese la poltrona a su hijo (que pasó a ser denominado Fernando VII).
Posteriormente, Bonaparte ofreció cobijo en Francia al viejo rey, a su mujer y a Godoy. También se comprometió a regar su cuenta corriente con una pensión de entre 30 y 40 millones de reales anuales. Sin embargo, el culmen de este «lamebotas» se sucedió cuando dio la enhorabuena al galo por sus victorias contra los españoles y, finalmente, cuando solicitó ser hijo adoptivo suyo mediante la siguiente carta : «Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S. M. el emperador nuestro soberano. Yo me creo merecedor de esta adopción que verdaderamente haría la felicidad de mi vida, tanto por mi amor y afecto a la sagrada persona de S. M., como por mi sumisión y entera obediencia a sus intenciones y deseos». Napoleón obligó al rey Carlos y a su hijo Fernando a entregarle la corona para imponerla a su hermano José Bonaparte, quien se convirtió en el nuevo rey de España. Fernando VII, legítimo heredero al trono, fue llevado prisionero a Francia. El pueblo español rechazó al rey francés y formó juntas en todas las ciudades para luchar contra los invasores y cuidar el reino hasta el regreso de Fernando. En la ausencia del rey, las juntas se hicieron cargo de la totalidad de las funciones de gobierno y de la resistencia a la invasión napoleónica. En 1812 se redactó y aprobó una Constitución liberal para España. A su vez, en las colonias americanas dependientes de la Corona española, que repentinamente habían quedado sin autoridad, las medidas iniciales fueron parecidas a las de España: en las principales ciudades americanas también se crearon juntas que se mostraron fieles al rey Fernando VII y rechazaron la invasión francesa en España y que tenían por misión administrar y resguardar el poder real hasta el restablecimiento del rey español en el trono, pero pronto las juntas de varias ciudades comenzaron a pensar en independizarse de la Corona española, mientras otras decidieron seguir fieles al rey, lo que provocó disputas armadas entre independentistas y realistas. En 1815, los ingleses derrotaron a Napoleón en la batalla de Waterloo y el rey Fernando VII volvió a España y retomó su poder absolutoolvidando” la flamante Constitución de 1812 . Al ver que gran parte de las colonias americanas habían proclamado la independencia, decidió enviar miles de soldados a recuperarlas y después de varios años de lucha, los independentistas derrotaron a las fuerzas de la Corona española. En 1830 la mayoría de los pueblos de América Latina eran Estados independientes.


Pero la
s razones últimas de la independencia de los países americanos o no se nos han explicado o sí pero desligadas de la actuación de un no votado/elegido (aunque “deseado” en este caso), como tampoco la ocupación de España por las tropas francesas y el nombramiento de un rey francés, atribuida sólo a los delirios de Napoleón. Y de los que disponen de un país (y de sus habitantes, vendidos como mercancía o enviados a luchar y dar la vida por no sé qué) o de sus finanzas a su antojo, como si fuera un cortijo de su propiedad, sin dar cuentas a nadie, y aún así tienen multitud de seguidores/defensores, mejor no hablar: eso forma parte de un debate imprescindible pero que excede las reflexiones de estas líneas y, por tanto, ahora no es el momento.

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1El Tratado de Fontainebleau de 1807 fue un acuerdo entre la España del rey Carlos IV de Borbón y la Francia imperial de Napoleón Bonaparte, firmado en las cercanías de París, por el general francés Gérard Duroc y por Eugenio Izquierdo, representante plenipotenciario de Manuel Godoy, primer ministro del monarca español. El acuerdo establecía la invasión militar de Portugal por fuerzas conjuntas franco españolas y el reparto del territorio lusitano entre España y Francia. Para posibilitar la invasión, la Corona hispana autorizaba el paso de las tropas francesas por territorio español. El Tratado fue el antecedente directo de la invasión francesa de la península ibérica y de la crisis de la monarquía española, que derivó a su vez en el inicio de los procesos independentistas en Hispanoamérica.

Las principales consecuencias del Tratado fueron:

- El paso por el norte del territorio español de un ejército expedicionario francés comandando por el general Jean-Andoche Junot.

- La ocupación de Portugal por tropas francesas y españolas. Estas últimas ocuparon Oporto y Setúbal.

- El inicio de la invasión francesa de España, que fue cobrando forma a partir de la ocupación sin respaldo legal alguno de las ciudades de Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián y Barcelona. El total de soldados franceses destinados en España ascendía a unos 65.000, que controlaban las comunicaciones con Portugal, Francia y Madrid.

- El traslado de la familia real española a la localidad de Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia Cádiz y allí embarcarse para América, como ya lo había hecho la corte portuguesa.

- La crisis de la monarquía española, que se inició con el Motín de Aranjuez, que provocó la caída del ministro Godoy, la abdicación de Carlos IV y la subida al trono de Fernando VII.

- El levantamiento popular contra los franceses que se produjo el 2 de mayo de 1808 y que dio comienzo a la guerra de la Independencia española.

- El inicio de los movimientos autonomistas protagonizados por los criollos hispanoamericanos, que aprovecharon el vacío de poder generado por la ocupación francesa de la península ibérica para formar juntas de gobiernos locales. La reacción de las autoridades coloniales españolas hizo que estos movimientos autonomistas derivaran en guerras por la independencia.

2«Señor mi hermano: V.M. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultados, y no verá con indiferencia a un Rey que, forzado a renunciar a la Corona , acude a ponerse en los brazos de un grande monarca , aliado suyo, subordinándose totalmente a disposición del único que puede darle su felicidad, la de toda familia y la de sus vasallos. No he renunciado a favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias , cuando el estruendo de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la vida o la muerte, pues ésta última seguido después de la de la reina. Yo fui forzado a renunciar; pero asegurado ahora con plena confianza en la magnanimidad y el genio del gran hombre que siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de conformarme con todo lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte. Dirijo a V.M.I. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicación . Me entrego y enteramente confío en el corazón y amistad de V.M. con lo cual ruego a Dios que os conserve en su santa y digna guardia. De V.M.I. su rey afecto hermano y amigo. Carlos».

 

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