Estoy firmemente convencido de que si existe algo mágico de verdad en este mundo es la música. No hay nada con la capacidad de modificar el ánimo y la visión de la realidad como una canción en un momento determinado. En mi opinión, todos deberíamos contar con unas cuentas de estas píldoras para ser usadas en caso de vernos asaltados por alguna de las patologías que la vida moderna nos fuerza a padecer. Apatía, tristeza, desesperación, furia, desengaño, pérdida, desilusión, pueden ser tratadas con melodías y letras que te levantan el ánimo, que te hacen reír, que te muestran nuevas metas, que atemperan tu genio, que te permiten recuperar esa esperanza que tenías hasta ayer, que sacan de ti lo que quieres ser y no a lo que te ves empujado. Y si no lo consiguen pues usa otras que hagan que tus sentimientos se desencadenen en una explosión catártica que te limpie y libere, que eso también es sano. Frank Sinatra tuvo una infancia feliz en la taberna que poseían sus padres, pero durante la juventud alternó con los pandilleros de la zona que le llevaron a dar con sus huesos en el calabozo en un par de ocasiones. Aunque había cantado de forma amateur antes, no fue hasta que asistió a un concierto de Bing Crosby que decide hacerse profesional. Su potencia vocal no era suficiente para llenar aforos grandes pero, afortunadamente para todos, el micrófono radiofónico se perfecciona y se popularizan los programas de radio musicales siendo él uno de los primeros en aceptar cantar en directo en ése medio, lo que le convierte en un ídolo principalmente entre las jóvenes americanas. La Voz, como se le ha conocido, seguro que no ha sido la mejor que ha existido en el panorama musical, pero es que nadie ha fraseado como él (impagable como “profesor” de inglés), ni ha interiorizado las composiciones de otros con tal pasión que ha conseguido que todo el mundo se las atribuya a él. Siendo un actor de nivel medio, a pesar de ser ganador de un Oscar al mejor actor secundario, en el escenario se convertía en una personificación de lo que la canción requería y hacía que cualquiera se sintiera parte de ella. Su carrera empieza a mediados de los treinta como solista de varias bandas y después continúa en solitario como gran estrella en los cuarenta, pasando un bache en los cincuenta y repuntando con la película De Aquí a la Eternidad. Musicalmente supo adaptarse a los estilos del momento y su aportación a la transición del jazz al pop fue muy importante. Pero ya en los 60 su estilo está consolidado y es claramente el crooner de América, por lo que se dedica a grabar discos maravillosos como September of my Years del que destacó It Was A Very Good Year que le valió el Grammy de ese año. La canción se grabó por primera vez en 1961 por un grupo folk del momento llamado The Kingston Trio, pero su paso a canción mítica lo consigue Sinatra en 1965. Musicalmente es todo un placer ver todo lo que una orquesta es capaz de hacerte escuchar y toda la potencia y suavidad que son capaces de desarrollar. La letra es una evocación de una vida de alguien, que no es demasiado diferente a la suya, en la que recuerda sus diferentes momentos y los asocia a las mujeres que ha conocido, y como los convirtieron en buenos años. Seguro que ha tenido malos momentos, pero él quiere quedarse con aquellos aspectos que le procuraron placer y alegría, y que le definieron en lo que hoy es. Mirar así al pasado es la mejor forma de que no sea la losa de nuestro presente ni el freno al futuro. Bueno aquí queda la canción, también en la versión de The Kingston Trío, contra el sentimiento de fracaso, y que cada uno escoja los años y las personas que los hicieron buenos, versiones aparte.
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