martes, 30 de agosto de 2011

El síndrome postvacacional

Estamos llegando al final del período masivo de vacaciones y, como cada año, la vuelta a la "normalidad" altera los comportamientos de las últimas semanas, en un proceso con una duración estimada (medida estadísticamente) de entre unos pocos días y varias semanas y que comporta una serie de desequilibrios físico-psíquicos claramente perceptibles que se resumen en cuadros próximos a la depresión, irritabilidad, astenia, tristeza, apatía, ansiedad, insomnio, dolores musculares, tensión, nauseas, extrasístoles (palpitaciones), taquicardias, sensación de ahogo y problemas de estómago, entre otros.
Pero el problema es que, mirando alrededor, en este vértigo que se ha instalado de que todo está a punto de hundirse, casi es envidiable el síndrome postvacacional, como síntoma de continuación de actividad.
En una de las crisis anteriores, posiblemente la de los años 90, se generalizó el "deporte" de apostar por cuántas y cuáles empresas/negocios no volverían a abrir las puertas tras el período vacacional. No parece un deporte elegante, por supuesto, pero el gran síndrome postvacacional de este año no es seguramente, el clásico de la vuelta a la actividad sino el de intentar aguantar el chaparrón de todas las incógnitas que se preven.

Es el tiempo para ello. En la cuenca mediterránea es habitual que en el mes de septiembre se originen de forma imprevista violentas (y cortas) tormentas cuyas consecuencias son inimaginables, por mucho que la gente conozca esa circunstancia y se tomen las medidas oportunas a priori.
Nos tememos que este septiembre hemos de estar preparados para la posibilidad de que caigan chuzos de punta. En todos los frentes. Pero saldremos adelante.

viernes, 26 de agosto de 2011

... más que mil palabras.

Era inevitable. Aunque uno esté firmemente decidido a no convertir el blog en un foro sobre política, la actualidad obliga a algunas reflexiones en torno a ella. O, más bien, sobre algunos "políticos" (el entrecomillado no es gratuito.
Estamos atravesando tiempos difíciles, qué duda cabe, tiempos en los que es importante mantener la cabeza fría en el análisis de las diversas situaciones antes de tomar la decisión pertinente. Tiempos en los que es importante no dejarse llevar por el vértigo de la confusión y tener claros los objetivos que se persiguen. En este contexto, ¿es pertinente recordar que el objetivo de la política es el bien común y no el número de votos de uno u otro partido?
Pues bien, todo esto viene a cuento porque hoy coinciden en los noticiarios dos imágenes que, puestas una al lado de la otra, merecen una reflexión: la primera es la de unos diputados sonrientes en animados corros, satisfechos del acuerdo llegado entre los partidos mayoritarios para la reforma de la Constitución a fin de que se contemple en ella el límite del déficit (un paréntesis: es llamativa la celeridad y "alegría" con que se pretende reformar la Carta Magna en este tema cuando, para otros más enraizados en la convivencia no sólo no hay acuerdo sino que, directamente, el estudio de modificación no pasa de mera utopía); la otra imagen es la de personas perceptoras de la renta mínima de inserción que, por razones ajenas a ellos, aún no han cobrado y se les ha comunicado que se inicia un proceso de revisión que puede afectarles en su percepción.
Aquí los rostros son todo menos alegres: preocupados, tristes, abatidos, desesperados,...
Ya sé que existe la picaresca, contra la que se ha de luchar con firmeza para que quien deba recibir la prestación la reciba y quien se esté aprovechando de la situación deje de percibirla.
Pero la reflexión hoy es otra. Sería interesante saber si los sonrientes políticos, ufanos porque se han "apuntado el tanto" de limitar el déficit (ya se sabe, cosas técnicas de la economía...) conocen la angustia del ciudadano sin trabajo ni posibilidades de conseguirlo que ve como sus escuálidos ahorros se van volatilizando, que ya no tiene familiar ni amigo a quien acudir para que le eche una mano, porque, seguramente, su situación es similar, si conocen el vértigo real de ver que no llega a fin de mes...
Si sus señorías conocen esto, ¿de qué se ríen?
Si no lo conocen, ¿pueden ostentar la representación del ciudadano?

La reforma de la Constitución resulta inconveniente en el fondo y por la forma.

jueves, 25 de agosto de 2011

La resurrección de la Tasa Tobin

James Tobin, premio Nobel de economía de 1970, es conocido sobre todo por su propuesta de aplicar una tasa que gravara las transacciones financieras internacionales en todo el mundo con el fin de luchar contra la especulación y la volatilidad de los mercados dotando a la vez de una mayor transparencia a los mismos. Por razones que a nadie se escapan, considerando además que la propuesta se lanzó al inicio de un aparente ciclo económico alcista (no es ocioso recordar que hoy se cuestiona  abiertamente si ese período aparentemente alcista no estaba lanzando señales de ser, realmente, el inicio de un declive soterrado), la idea no prosperó y quedó como una “originalidad” más de economista.

Sin embargo, la idea no acabó totalmente en el olvido y sirvió de base para la creación en 1998 (por Ignacio Ramonet, director a la sazón de Le Monde Diplomatique) de la plataforma ATTAC (Asociación pro tasa Tobin para ayuda a los ciudadanos), movimiento activista que impulsa la movilización social como instrumento para conseguir el control de los mercados financieros.

Aún así, la tasa Tobin no pasaba de ser eso, una herramienta de debate…. hasta que la crisis económica / financiera / social / de valores ha sentado definitivamente sus reales y se buscan desesperadamente soluciones alternativas para paliarla. En este sentido, es sugerente el llamamiento del tandem Merkel-Sarkozy al estudio por la Comisión Europea de la aplicación de un impuesto de entre el 0,05 y el 0,1 % a todas las transacciones realizadas por las entidades de los países que adoptaran la medida.
Y aquí está el problema que, más allá de la demagogia oportunista de la propuesta, impide su implantación. Una medida como la expuesta es efectiva únicamente si se aplica a escala global; de entrada, según estudios de la Comisión, el montante anual de la tasa, ceñida a los países de la zona euro se sitúa en 200.000 millones de euros, mientras que el montante de su aplicación en todos los países es de unos 650.000 millones de euros. ¿Todos los países? No, los paraísos fiscales quedan fuera de obligatoriedad de aplicación, y no debe olvidarse que dentro de los países con sus finanzas, en teoría, sujetas a supervisión, hay casos conocidos de negarse a aplicar la tasa: por ejemplo, los bancos británicos se niegan “en tanto la aplicación no sea mundial” (debería puntualizarse que nos referimos a los bancos de la metrópoli y no a los de los centros financieros dependientes de ella pero que son conocidos paraísos fiscales); los bancos de Hong Kong y Macao (dependientes de China) quedarían fuera, y habría que ver qué ocurriría con territorios como el estado de Delaware, en EEUU, con sus especiales características de fiscalidad y anonimato) o, incluso como las haciendas forales españolas, en permanente discusión con la UE acerca de si son o no son.

Es un tema, el de la resurrección (periódica, todo hay que decirlo) de la Tasa, que debe de abordarse con serenidad toda vez que, realmente, podría contribuir a todos los fines detallados por Tobin (pese a que, antes de su fallecimiento, en 2002, se lamentaba de lo que él creía que era un aprovechamiento de su nombre), por ATTAC y (¿por qué no?) por Merkel-Sarkozy, y eso por la evidencia de que la facturación de los mercados de divisas multiplica por más de cincuenta el importe de los intercambios de bienes y servicios.

martes, 16 de agosto de 2011

Insólitos daños colaterales

Como si de una confrontación bélica se tratara, la situación de crisis actual también está produciendo esos daños colaterales, algunos ciertamente inevitables, pero otros, no sólo evitables, sino indicativos de que efectivamente, parafraseando a G. B. Shaw, el sentido común es el menos común de los sentidos.
Viene a cuento porque me han llegado noticias fidedignas de que en alguna entidad financiera se está amenazando con sanciones a directores de oficinas que se han visto sorprendidos con el mantenimiento más allá de la fecha prevista de cancelación, de algún descubierto en cuenta de perceptores del Pirmi. Y, si eso es así, denota varias cosas (y ninguna buena) de los “amenazadores”: desconocimiento del negocio bancario, pésima gestión de equipos, y alguna lindeza más.
Son esos daños colaterales que no debería presentarse nunca si el eslabón de la correa de transmisión (“es que me lo exigen de arriba”…) fuera lo suficientemente sensato y firme en su responsabilidad.
Hay que hacer dos puntualizaciones: la primera es la de que nadie piense que estas líneas son un elogio del descubierto en cuenta (el descubierto NO ES un producto bancario, sino una irregularidad que se ha de controlar debidamente y conceder sólo a quien sea merecedor de ella por el tiempo estimado); la segunda es el recordatorio de que el Pirmi es la renta mínima de reinserción, único ingreso de que dispone un apreciable sector de población, domiciliada en una entidad y de percepción periódica.
El problema es que, recientemente, algunas Comunidades que gestionan esta prestación han pospuesto su abono en base a revisión de requisitos para su percepción sin haber pasado aviso de esta circunstancia a las entidades financieras, con lo que, algunos clientes que la recibían regularmente, y a los que (con criterios válidos hasta este momento), se la adelantaba el abono en cuenta ocasionando un descubierto técnico que quedaba regularizado a las pocas fechas con la recepción efectiva de la prestación, no la han recibido y los descubiertos no se han regularizado en la fecha prevista.
Ciertamente es una situación incómoda, pero, cualquiera con conocimiento del negocio bancario sabe que son situaciones “normales”, prueba de lo cual es la evidencia de que, en la domiciliación de nóminas como producto bancario, y en suficientes otros productos cuidadosamente estudiados por los departamentos de marketing es habitual ofrecer la disposición de los fondos unos días antes de su recepción efectiva.

Además, los “amenazadores” deben de practicar lo suficiente como para poder determinar el valor relativo de los importes: les invito a conocer a cuánto asciende el importe de la Pirmi, (ergo, el máximo descubierto teórico que puede ocasionar, muy por debajo del saldo negativo que arrojan los listados diarios), el número de perceptores en cada oficina, zona e incluso entidad y comparar la cantidad teórica resultante con el importe de algún fallido de aquellos llamados institucionales, “de toda confianza” y perfectamente documentados. Y después, claro, recapacitar sobre el impacto de sus amenazas en la creación de inseguridad operativa, de desconfianza en el sistema y en la  pérdida de credibilidad  que debería emanar de los responsables convertidos en meros censores.
Dicho todo lo cual, el recordatorio a quien lo necesite de lo que hemos citado más arriba acerca de la esencia del descubierto en cuenta… y que a pesar de todo, la picaresca sigue existiendo y el encubrir la razones de algún descubierto es moneda corriente.

viernes, 12 de agosto de 2011

Reflexiones de la industria

Recientemente he oído a un dirigente político una "declaración de principios" que no llamaría la atención si no es porque, desgraciadamente, es una opinión que va declaradamente contra corriente.
Venía a decir que, más allá de los sobresaltos de los índices de la bolsa, de los dichosos ratings de las agencias de calificación, que intentan demostrar el valor taumatúrgico de sus dictámenes pese a que puede afirmarse que se les ha visto el plumero, lo que realmente sirve de indicativo es que la industria funcione, que el comercio sea sólido y fluido, que los proyectos de inversión se vayan realizando, que el turismo siga teniendo su perfil atractivo, que la sanidad sea eficaz, que los servicios financieros sean lo que deben ser.... todo ello ahora y en un horizonte a medio/largo plazo.

No he podido por menos que comparar estas declaraciones con la auténtica fiebre cortoplacista en la que estamos inmersos. Recordaba, al hilo de ella, los comentarios que me hacía un industrial -ya fallecido- acerca de las prisas por acabar las obras en Barcelona con motivo de la Olimpiada de 1992. "Parece que se vaya a acabar el mundo -decía-, pero después del 92 viene el 93, y después el 94... y mi empresa ha de saber cómo estará después de las olimpiadas, y no sólo ante ellas"

El industrial francés Oscar Barenton vivió a caballo de los siglos XIX y XX, y es conocido, entre otras cosas, por sus reflexiones sobre muchos de los aspectos que rodean la industria (es posterior la mención a esos aspectos como "gestión empresarial"). Transcribo una de ellas:

"Que el obrero piense en su trabajo,
el capataz en el trabajo de mañana,
el jefe de taller en el mes que viene,
el jefe de departamento en el año que viene,
el director, en lo que se hará dentro de cinco años"

Visto lo visto, ¿cuantos modernos gurus de la economía y de las finanzas podrían ser catalogados de directores de acuerdo con los criterios de Barenton?

martes, 9 de agosto de 2011

La hydra del verano

Quien más, quien menos, recuerda que en el verano, período dedicado al ocio por excelencia, los periodistas forzaban las noticias con la sana intención de rellenar páginas en lo que se denominaba como "serpiente de verano". Los tiempos evolucionan, y este año, como los inmediatamente anteriores, parece que lo que se impone es la hydra de verano, animal mitológico multicefálico que tiene la facultad de regenerar sus cabezas si  son cortadas exhalando a la vez de la herida un penetrante vaho mortal.

Tal parece que ocurra con  las noticias hoy día; ya no es solo que se indigeste el desayuno con la lectura de la prensa día sí, día también sino que todo indica que hemos entrado en una histeria en que lo que impera es infundir el máximo pánico posible a la ciudadanía.

Lo que no se cuestiona a estas alturas es que la situación es delicada, que "los mercados" han acabado imponiendo su influencia en todos los ámbitos y que no se vislumbra a corto plazo algo que se asemeje a la recuperación de un cierto sosiego. Pero no menos cierto es que ha de procurarse tañer las campanas apocalípticas en su justa medida (que ya es suficientemente grave).

Dos ejemplos: la bolsa y las agencias de calificación.

Es evidente que el índice bursátil es un indicador... ¿de la solvencia de una compañía? ¿de la solvencia de un país? ¿de...? No, el índice de la bolsa sólo mide la confianza DE LOS INVERSORES en el futuro de la compañía emisora de cada uno de los valores. Y aquí nace el problema. Los motivos de confianza, en no pocas ocasiones son absolutamente etéreos: un cambio en la cúpula directiva, el rumor de un contrato, un cambio legislativo,... En reducción simplista, el valor real de Endesa, pongamos por caso, no varía porque se haya abierto el mercado a la competencia (siendo importante) o porque su presidente se jubile (siéndolo también), evidenciándose además, que el dinero que sale del circuito de la bolsa no se volatiliza y se refugia en otro sector de la economía. El valor de un título es algo más, como bien saben los inversores. En definitiva, la bolsa es un mero indicador, al que, sin quitarle importancia, ha de situarse donde le corresponde.

Bien, de acuerdo, la solvencia de las compañías no es sólo lo que indica su valor puntual en la bolsa, pero, ¿qué decir de la solvencia de un país, señalado por los ratings de las agencias? Pues que es bueno llegar a esa pregunta, porque (y no haremos ninguna otra reflexión hoy sobre este punto) ahora resulta que la rebaja del rating de Estados Unidos es una clara maniobra política mientras que los furibundos ataques contra los países de la periferia europea que han hecho trastabillar el sistema económico de la zona euro eran sesudos estudios asépticos.

Seguiremos.

lunes, 1 de agosto de 2011

Deporte, espíritu de superación y empresa

Con motivo de la glosa al juego del Barça publicado en la edición europea de Newsweek, con honores de portada, del que nos hicimos eco, hemos recibido algunas comunicaciones (o puntualizaciones) en el sentido de que el equipo no es nada si se prescinde del valor individual de los Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué y compañía. Es decir, llevada al extremo, la pregunta podría ser: ¿qué es más importante, el espíritu de superación individual o la adecuada dirección de equipos?

Debe recordarse que el post se refería a la relación del deporte con la empresa, entendida, lógicamente, como un proyecto colectivo en el que, precisamente, la labor encomiable es la de canalizar los valores individuales hacia la consecución de un objetivo común, luego, parece desprenderse de esta apreciación que, dando por sentado la valía individual de los componentes del equipo, la empresa debe basarse en la gestión de estas individualidades.

Vienen en este punto a la memoria las declaraciones de Rafael Benítez, a la sazón entrenador del Valencia cuando este equipo consiguió el título de campeón de liga ante, entre otros, el “galáctico” Real Madrid. Cuando el periodista le preguntó su opinión acerca del porqué del triunfo estando el Valencia huérfano de grandes figuras, contrariamente al Real Madrid, la respuesta fue contundente: “Porque el Valencia es un equipo de fútbol mientras otros son un catálogo de figuras por ensamblar”.

No puede despacharse sin más, no obstante, el tema y la importancia del espíritu de superación, aunque acercándose a el con la debida cautela, toda  vez que un espíritu de superación incorrectamente canalizado tiene muchos números para desembocar en una patología peligrosa. Para empezar, es diferente el concepto de superación cuando se habla de retos exclusivamente personales de cuando se aplica a un reto colectivo. Pero, aún así, la ambición personal de mejora (que eso y no otra cosa debe ser el espíritu de superación) tiene un techo. Y ¿qué hacer cuando se alcanza?

Evidentemente han corrido ríos de tinta sobre esta cuestión, y hay respetables opiniones sobre ella absolutamente contradictorias. Aquí, hoy, nos limitaremos a dejar constancia del problema, posponiendo al reinicio de la actividad postvacacional un acercamiento al mismo desde el punto de vista del diseño de la formación que, siendo válida para alentar un sano espíritu de superación, permita también incrementar los logros del equipo.

Sólo un divertimento final: supongamos que no hay barreras físicas y que alguien se propone conquistar el fondo abisal de las Marianas en buceo libre. Y lo consigue. Nadie podrá hacerle sombra. (Si, claro, aquí empieza realmente lo divertido: hacerlo en menos tiempo, bucear sin gafas protectoras, plantar un geranio en el fondo, hacer la inmersión con las manos atadas a la espalda, …)
¿Cómo debe tratarse a este buceador cuando se le propone su inclusión en el equipo que sólo alcanzará una cuarta parte de su record personal sin que ello signifique desdén por su valía? ¿Cómo seguir alentando la superación cuando ya se ha alcanzado la máxima meta posible?

Hay una anécdota que demuestra la importancia de la correcta gestión del equipo: durante una rueda de prensa de los responsables del FC Barcelona celebrada en Washington con motivo de su acuerdo de copatrocinio con la fundación Bill Gates en la lucha por la erradicación de la polio, un periodista le preguntó con total seriedad a Guardiola sobre la posibilidad de aplicar su sistema a los componentes del partido republicano para contrarrestar sus luchas internas en el debate sobre el aumento del techo de deuda para los Estados Unidos. Pues eso.