Como si de una confrontación bélica se tratara, la situación de crisis actual también está produciendo esos daños colaterales, algunos ciertamente inevitables, pero otros, no sólo evitables, sino indicativos de que efectivamente, parafraseando a G. B. Shaw, el sentido común es el menos común de los sentidos.
Viene a cuento porque me han llegado noticias fidedignas de que en alguna entidad financiera se está amenazando con sanciones a directores de oficinas que se han visto sorprendidos con el mantenimiento más allá de la fecha prevista de cancelación, de algún descubierto en cuenta de perceptores del Pirmi. Y, si eso es así, denota varias cosas (y ninguna buena) de los “amenazadores”: desconocimiento del negocio bancario, pésima gestión de equipos, y alguna lindeza más.
Son esos daños colaterales que no debería presentarse nunca si el eslabón de la correa de transmisión (“es que me lo exigen de arriba”…) fuera lo suficientemente sensato y firme en su responsabilidad.
Hay que hacer dos puntualizaciones: la primera es la de que nadie piense que estas líneas son un elogio del descubierto en cuenta (el descubierto NO ES un producto bancario, sino una irregularidad que se ha de controlar debidamente y conceder sólo a quien sea merecedor de ella por el tiempo estimado); la segunda es el recordatorio de que el Pirmi es la renta mínima de reinserción, único ingreso de que dispone un apreciable sector de población, domiciliada en una entidad y de percepción periódica.
El problema es que, recientemente, algunas Comunidades que gestionan esta prestación han pospuesto su abono en base a revisión de requisitos para su percepción sin haber pasado aviso de esta circunstancia a las entidades financieras, con lo que, algunos clientes que la recibían regularmente, y a los que (con criterios válidos hasta este momento), se la adelantaba el abono en cuenta ocasionando un descubierto técnico que quedaba regularizado a las pocas fechas con la recepción efectiva de la prestación, no la han recibido y los descubiertos no se han regularizado en la fecha prevista.
Ciertamente es una situación incómoda, pero, cualquiera con conocimiento del negocio bancario sabe que son situaciones “normales”, prueba de lo cual es la evidencia de que, en la domiciliación de nóminas como producto bancario, y en suficientes otros productos cuidadosamente estudiados por los departamentos de marketing es habitual ofrecer la disposición de los fondos unos días antes de su recepción efectiva.
Además, los “amenazadores” deben de practicar lo suficiente como para poder determinar el valor relativo de los importes: les invito a conocer a cuánto asciende el importe de la Pirmi, (ergo, el máximo descubierto teórico que puede ocasionar, muy por debajo del saldo negativo que arrojan los listados diarios), el número de perceptores en cada oficina, zona e incluso entidad y comparar la cantidad teórica resultante con el importe de algún fallido de aquellos llamados institucionales, “de toda confianza” y perfectamente documentados. Y después, claro, recapacitar sobre el impacto de sus amenazas en la creación de inseguridad operativa, de desconfianza en el sistema y en la pérdida de credibilidad que debería emanar de los responsables convertidos en meros censores.
Dicho todo lo cual, el recordatorio a quien lo necesite de lo que hemos citado más arriba acerca de la esencia del descubierto en cuenta… y que a pesar de todo, la picaresca sigue existiendo y el encubrir la razones de algún descubierto es moneda corriente.
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