Quien más, quien menos, recuerda que en el verano, período dedicado al ocio por excelencia, los periodistas forzaban las noticias con la sana intención de rellenar páginas en lo que se denominaba como "serpiente de verano". Los tiempos evolucionan, y este año, como los inmediatamente anteriores, parece que lo que se impone es la hydra de verano, animal mitológico multicefálico que tiene la facultad de regenerar sus cabezas si son cortadas exhalando a la vez de la herida un penetrante vaho mortal.
Tal parece que ocurra con las noticias hoy día; ya no es solo que se indigeste el desayuno con la lectura de la prensa día sí, día también sino que todo indica que hemos entrado en una histeria en que lo que impera es infundir el máximo pánico posible a la ciudadanía.
Lo que no se cuestiona a estas alturas es que la situación es delicada, que "los mercados" han acabado imponiendo su influencia en todos los ámbitos y que no se vislumbra a corto plazo algo que se asemeje a la recuperación de un cierto sosiego. Pero no menos cierto es que ha de procurarse tañer las campanas apocalípticas en su justa medida (que ya es suficientemente grave).
Dos ejemplos: la bolsa y las agencias de calificación.
Es evidente que el índice bursátil es un indicador... ¿de la solvencia de una compañía? ¿de la solvencia de un país? ¿de...? No, el índice de la bolsa sólo mide la confianza DE LOS INVERSORES en el futuro de la compañía emisora de cada uno de los valores. Y aquí nace el problema. Los motivos de confianza, en no pocas ocasiones son absolutamente etéreos: un cambio en la cúpula directiva, el rumor de un contrato, un cambio legislativo,... En reducción simplista, el valor real de Endesa, pongamos por caso, no varía porque se haya abierto el mercado a la competencia (siendo importante) o porque su presidente se jubile (siéndolo también), evidenciándose además, que el dinero que sale del circuito de la bolsa no se volatiliza y se refugia en otro sector de la economía. El valor de un título es algo más, como bien saben los inversores. En definitiva, la bolsa es un mero indicador, al que, sin quitarle importancia, ha de situarse donde le corresponde.
Bien, de acuerdo, la solvencia de las compañías no es sólo lo que indica su valor puntual en la bolsa, pero, ¿qué decir de la solvencia de un país, señalado por los ratings de las agencias? Pues que es bueno llegar a esa pregunta, porque (y no haremos ninguna otra reflexión hoy sobre este punto) ahora resulta que la rebaja del rating de Estados Unidos es una clara maniobra política mientras que los furibundos ataques contra los países de la periferia europea que han hecho trastabillar el sistema económico de la zona euro eran sesudos estudios asépticos.
Seguiremos.
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