viernes, 26 de agosto de 2011

... más que mil palabras.

Era inevitable. Aunque uno esté firmemente decidido a no convertir el blog en un foro sobre política, la actualidad obliga a algunas reflexiones en torno a ella. O, más bien, sobre algunos "políticos" (el entrecomillado no es gratuito.
Estamos atravesando tiempos difíciles, qué duda cabe, tiempos en los que es importante mantener la cabeza fría en el análisis de las diversas situaciones antes de tomar la decisión pertinente. Tiempos en los que es importante no dejarse llevar por el vértigo de la confusión y tener claros los objetivos que se persiguen. En este contexto, ¿es pertinente recordar que el objetivo de la política es el bien común y no el número de votos de uno u otro partido?
Pues bien, todo esto viene a cuento porque hoy coinciden en los noticiarios dos imágenes que, puestas una al lado de la otra, merecen una reflexión: la primera es la de unos diputados sonrientes en animados corros, satisfechos del acuerdo llegado entre los partidos mayoritarios para la reforma de la Constitución a fin de que se contemple en ella el límite del déficit (un paréntesis: es llamativa la celeridad y "alegría" con que se pretende reformar la Carta Magna en este tema cuando, para otros más enraizados en la convivencia no sólo no hay acuerdo sino que, directamente, el estudio de modificación no pasa de mera utopía); la otra imagen es la de personas perceptoras de la renta mínima de inserción que, por razones ajenas a ellos, aún no han cobrado y se les ha comunicado que se inicia un proceso de revisión que puede afectarles en su percepción.
Aquí los rostros son todo menos alegres: preocupados, tristes, abatidos, desesperados,...
Ya sé que existe la picaresca, contra la que se ha de luchar con firmeza para que quien deba recibir la prestación la reciba y quien se esté aprovechando de la situación deje de percibirla.
Pero la reflexión hoy es otra. Sería interesante saber si los sonrientes políticos, ufanos porque se han "apuntado el tanto" de limitar el déficit (ya se sabe, cosas técnicas de la economía...) conocen la angustia del ciudadano sin trabajo ni posibilidades de conseguirlo que ve como sus escuálidos ahorros se van volatilizando, que ya no tiene familiar ni amigo a quien acudir para que le eche una mano, porque, seguramente, su situación es similar, si conocen el vértigo real de ver que no llega a fin de mes...
Si sus señorías conocen esto, ¿de qué se ríen?
Si no lo conocen, ¿pueden ostentar la representación del ciudadano?

La reforma de la Constitución resulta inconveniente en el fondo y por la forma.

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