Con motivo de la glosa al juego del Barça publicado en la edición europea de Newsweek, con honores de portada, del que nos hicimos eco, hemos recibido algunas comunicaciones (o puntualizaciones) en el sentido de que el equipo no es nada si se prescinde del valor individual de los Xavi, Iniesta, Puyol, Piqué y compañía. Es decir, llevada al extremo, la pregunta podría ser: ¿qué es más importante, el espíritu de superación individual o la adecuada dirección de equipos?
Debe recordarse que el post se refería a la relación del deporte con la empresa, entendida, lógicamente, como un proyecto colectivo en el que, precisamente, la labor encomiable es la de canalizar los valores individuales hacia la consecución de un objetivo común, luego, parece desprenderse de esta apreciación que, dando por sentado la valía individual de los componentes del equipo, la empresa debe basarse en la gestión de estas individualidades.
Vienen en este punto a la memoria las declaraciones de Rafael Benítez, a la sazón entrenador del Valencia cuando este equipo consiguió el título de campeón de liga ante, entre otros, el “galáctico” Real Madrid. Cuando el periodista le preguntó su opinión acerca del porqué del triunfo estando el Valencia huérfano de grandes figuras, contrariamente al Real Madrid, la respuesta fue contundente: “Porque el Valencia es un equipo de fútbol mientras otros son un catálogo de figuras por ensamblar”.
No puede despacharse sin más, no obstante, el tema y la importancia del espíritu de superación, aunque acercándose a el con la debida cautela, toda vez que un espíritu de superación incorrectamente canalizado tiene muchos números para desembocar en una patología peligrosa. Para empezar, es diferente el concepto de superación cuando se habla de retos exclusivamente personales de cuando se aplica a un reto colectivo. Pero, aún así, la ambición personal de mejora (que eso y no otra cosa debe ser el espíritu de superación) tiene un techo. Y ¿qué hacer cuando se alcanza?
Evidentemente han corrido ríos de tinta sobre esta cuestión, y hay respetables opiniones sobre ella absolutamente contradictorias. Aquí, hoy, nos limitaremos a dejar constancia del problema, posponiendo al reinicio de la actividad postvacacional un acercamiento al mismo desde el punto de vista del diseño de la formación que, siendo válida para alentar un sano espíritu de superación, permita también incrementar los logros del equipo.
Sólo un divertimento final: supongamos que no hay barreras físicas y que alguien se propone conquistar el fondo abisal de las Maria nas en buceo libre. Y lo consigue. Nadie podrá hacerle sombra. (Si, claro, aquí empieza realmente lo divertido: hacerlo en menos tiempo, bucear sin gafas protectoras, plantar un geranio en el fondo, hacer la inmersión con las manos atadas a la espalda, …)
¿Cómo debe tratarse a este buceador cuando se le propone su inclusión en el equipo que sólo alcanzará una cuarta parte de su record personal sin que ello signifique desdén por su valía? ¿Cómo seguir alentando la superación cuando ya se ha alcanzado la máxima meta posible?
Hay una anécdota que demuestra la importancia de la correcta gestión del equipo: durante una rueda de prensa de los responsables del FC Barcelona celebrada en Washington con motivo de su acuerdo de copatrocinio con la fundación Bill Gates en la lucha por la erradicación de la polio, un periodista le preguntó con total seriedad a Guardiola sobre la posibilidad de aplicar su sistema a los componentes del partido republicano para contrarrestar sus luchas internas en el debate sobre el aumento del techo de deuda para los Estados Unidos. Pues eso.
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