Que la política debería ser una profesión digna y enaltecedora para quien la ejerce. de manera que lo ideal sería que todos los pueblos se sintieran satisfechos de su clase política, con independencia de la ideología, es algo que no suscita discusión, pero, claro, como dice el refrán, del dicho al hecho, va un trecho, y así abundan por desgracia los casos de quienes proclaman sin pudor que "están en política para forrarse" (el por qué que la sociedad en general, y sus propios compañeros en particular, lo permite, tanto la frase como el propio hecho que encierra, ya es otro cantar), los que medran a costa de quien o de lo que sea, los que llenan sus bolsillos descaradamente a la vez que, en un sublime acto de patriotismo, vacían las arcas a las que todos contribuimos....
Y luego, en un estrato aparte, están los llanamente ignorantes, cuyo único horizonte son las siglas de su partido y que, por conseguir la medalla de lograrle votantes, se aplican con denuedo a acciones que, aparte de dañinas para la sociedad y llenas de vileza para el ciudadano, muestran al mundo un elevado grado de cazurrez, que suele ser altanera en proporción directa al porcentaje de escaños que ostenta su partido.
La penúltima "hazaña" (en barrabasadas políticas, que se suceden a velocidad de vértigo, es arriesgado hablar de que una sea la última) de exhibición pública de ignorancia, la tenemos en la decisión del gobierno del Partido Popular en la Comunidad Valenciana de declarar oficialmente que no existe unidad lingüística entre catalán y valenciano.
Esa actitud y esa decisión recuerdan a aquel viejo chiste de la reunión entre el comandante y el cabo furriel revisando las existencias del armamento de la tropa:
- Apunte, cabo, que se han de pedir diez cajas de "carchutos"
- Serán "cartuchos", mi comandante.
- ¡Si yo digo "carchutos", son "carchutos"! ¿Quién dice lo contrario?
- Lo dice la Real Academia, mi comandante.
-¡Pues está equivocada la Real Academia! ¡Apunte "carchutos"!
- A la orden de usted, mi comandante...
Igualmente, los responsables políticos del Partido Popular pretenden enmendar la plana a la comunidad científica mundial , que desde siempre ha certificado que el idioma que se habla en Catalunya, Valencia, las islas Baleares, la franja oriental de Aragón, la ciudad sarda de Alguer y el sur del Languedoc-Roussillon francés es el mismo que es oficial en Andorra y que se llama catalán, eso sí, con variantes particulares de uso para cada territorio. Y si se admite que una lengua forma parte de la esencia de una persona, atacarla por mezquindad política es ruin porque es atacar a la persona que l tiene como propia, se llame como se llame. Ya en el libro Del origen y principio de la lengua castellana o romance, del canónigo de Córdoba Bernardo Aldredo, publicado en 1606 y Dirigido al Rey Católico de las Españas Don Felipe III se afirma que en el reino de Valencia, el principado de Catalunya y el reino de Aragón se habla el catalán, "mezcla del romance con la lengua francesa (por la creación del Condado de Barcelona, con conde carolingio, como parte de la Marca Hispánica en el siglo VII, según el autor)... poco diferente de la lengua del Languedoc o Narbonense, de donde tiene parte de su origen".
Dando un salto en el tiempo y situándonos en el siglo XX, algo parecido se puede leer en la monumental obra oficial, de autoría colectiva, España, publicada en 1926, donde se hace eco "de los signos diferenciales del catalán que se habla en Valencia".
Carcajadas y bochorno de la comunidad científica internacional aparte, podría entenderse que políticamente, un territorio anhele una lengua que responda a su nombre, pero esto es una idea que cae por su peso si esa lengua ya existe y tiene un nombre: sería tan estúpido como proclamar que Vargas Llosa escribe en peruano, Neruda lo hacía en chileno o García Marquez en colombiano, por poner algún ejemplo. Harían bien en aprender de ellos, de su amor por la lengua con independencia de su nombre oficial, estos políticos nuestros capaces de renunciar (y atacar sembrando cizaña) a una lengua por tal de conseguir unos cuantos votos fruto del odio y del resentimiento.
Y luego, en un estrato aparte, están los llanamente ignorantes, cuyo único horizonte son las siglas de su partido y que, por conseguir la medalla de lograrle votantes, se aplican con denuedo a acciones que, aparte de dañinas para la sociedad y llenas de vileza para el ciudadano, muestran al mundo un elevado grado de cazurrez, que suele ser altanera en proporción directa al porcentaje de escaños que ostenta su partido.
La penúltima "hazaña" (en barrabasadas políticas, que se suceden a velocidad de vértigo, es arriesgado hablar de que una sea la última) de exhibición pública de ignorancia, la tenemos en la decisión del gobierno del Partido Popular en la Comunidad Valenciana de declarar oficialmente que no existe unidad lingüística entre catalán y valenciano.
Esa actitud y esa decisión recuerdan a aquel viejo chiste de la reunión entre el comandante y el cabo furriel revisando las existencias del armamento de la tropa:
- Apunte, cabo, que se han de pedir diez cajas de "carchutos"
- Serán "cartuchos", mi comandante.
- ¡Si yo digo "carchutos", son "carchutos"! ¿Quién dice lo contrario?
- Lo dice la Real Academia, mi comandante.
-¡Pues está equivocada la Real Academia! ¡Apunte "carchutos"!
- A la orden de usted, mi comandante...
Igualmente, los responsables políticos del Partido Popular pretenden enmendar la plana a la comunidad científica mundial , que desde siempre ha certificado que el idioma que se habla en Catalunya, Valencia, las islas Baleares, la franja oriental de Aragón, la ciudad sarda de Alguer y el sur del Languedoc-Roussillon francés es el mismo que es oficial en Andorra y que se llama catalán, eso sí, con variantes particulares de uso para cada territorio. Y si se admite que una lengua forma parte de la esencia de una persona, atacarla por mezquindad política es ruin porque es atacar a la persona que l tiene como propia, se llame como se llame. Ya en el libro Del origen y principio de la lengua castellana o romance, del canónigo de Córdoba Bernardo Aldredo, publicado en 1606 y Dirigido al Rey Católico de las Españas Don Felipe III se afirma que en el reino de Valencia, el principado de Catalunya y el reino de Aragón se habla el catalán, "mezcla del romance con la lengua francesa (por la creación del Condado de Barcelona, con conde carolingio, como parte de la Marca Hispánica en el siglo VII, según el autor)... poco diferente de la lengua del Languedoc o Narbonense, de donde tiene parte de su origen".
Dando un salto en el tiempo y situándonos en el siglo XX, algo parecido se puede leer en la monumental obra oficial, de autoría colectiva, España, publicada en 1926, donde se hace eco "de los signos diferenciales del catalán que se habla en Valencia".
Carcajadas y bochorno de la comunidad científica internacional aparte, podría entenderse que políticamente, un territorio anhele una lengua que responda a su nombre, pero esto es una idea que cae por su peso si esa lengua ya existe y tiene un nombre: sería tan estúpido como proclamar que Vargas Llosa escribe en peruano, Neruda lo hacía en chileno o García Marquez en colombiano, por poner algún ejemplo. Harían bien en aprender de ellos, de su amor por la lengua con independencia de su nombre oficial, estos políticos nuestros capaces de renunciar (y atacar sembrando cizaña) a una lengua por tal de conseguir unos cuantos votos fruto del odio y del resentimiento.
Pero ya se ve que la (mala) política y la ciencia, en casi cualquier forma, no acaban de hacer buenas migas, y que. por desgracia, en cuanto al tratamiento de algo tan sagrado como la lengua, el errático, provocador y partidista enfoque tradicional de este país nuestro, en el que impera la idea que alienta la ignorancia y el menosprecio ajeno de Un país, una lengua, (con indicadores tales como esas cosas sin importancia que se observan cuando
se lee la prensa, se oye la radio o se ve la televisión, en que puede caerse en la
paradoja errónea de que nuestro idioma tal como lo ven los poderes políticos es EL único, independientemente de que los
acentos con los que se oye determinen variedades dialectales que nos resultan
familiares: el andaluz cantarín, la dura expresión mesetaria, el marcado acento
catalán, el dulce canario, y así todos y cada uno) provoca paradojas como las que siguen.
1.- Recurrentemente se declara la admiración y el apoyo al pueblo portorriqueño, en su lucha por mantener el español como idioma de uso ante la amenaza del inglés.
Igualmente se habla con legítima admiración (curiosamente cada vez menos, todo hay que decirlo) de la pervivencia contra corriente de formas de expresión ligadas al español, la constatación de la existencia de lenguas como el ladino o el chamorro, ambas herederas del castellano, que realmente deja boquiabierto. De entre las dos es más conocida la primera, variante actual de lo que hubiera sido el castellano que se hablaba en la época de los Reyes Católicos mantenido sin cambios (es el famoso lenguaje de la diáspora judía tras la expulsión de su gente por los Reyes Católicos), Menos conocido es el segundo, reliquia de la dominación española de las islas de la actual Indonesia y, en concreto, de la isla de Guam (famosa después por su protagonismo en la segunda guerra mundial), las Marianas del Norte y alguna de las Carolinas. En todas ellas es cooficial junto al inglés. Otro idioma castellanizado es el que se habla oficialmente en la isla de Aruba, cerca de la cosa de Venezuela y por influencia de ésta … y tal vez convenga tener en cuenta la expansión que está teniendo el “spanglish” en los territorios fronterizos con Estados Unidos y en bastantes ciudades de éstos con importante presencia hispana.
Es de notar que este legítimo orgullo por la lengua (aunque, repetimos, poco conocido fuera de círculos científicos) se ciñe a la lengua del imperio, ya que, en contrapartida, también ocurre la otra cara de la moneda.
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1.- Recurrentemente se declara la admiración y el apoyo al pueblo portorriqueño, en su lucha por mantener el español como idioma de uso ante la amenaza del inglés.
Igualmente se habla con legítima admiración (curiosamente cada vez menos, todo hay que decirlo) de la pervivencia contra corriente de formas de expresión ligadas al español, la constatación de la existencia de lenguas como el ladino o el chamorro, ambas herederas del castellano, que realmente deja boquiabierto. De entre las dos es más conocida la primera, variante actual de lo que hubiera sido el castellano que se hablaba en la época de los Reyes Católicos mantenido sin cambios (es el famoso lenguaje de la diáspora judía tras la expulsión de su gente por los Reyes Católicos), Menos conocido es el segundo, reliquia de la dominación española de las islas de la actual Indonesia y, en concreto, de la isla de Guam (famosa después por su protagonismo en la segunda guerra mundial), las Marianas del Norte y alguna de las Carolinas. En todas ellas es cooficial junto al inglés. Otro idioma castellanizado es el que se habla oficialmente en la isla de Aruba, cerca de la cosa de Venezuela y por influencia de ésta … y tal vez convenga tener en cuenta la expansión que está teniendo el “spanglish” en los territorios fronterizos con Estados Unidos y en bastantes ciudades de éstos con importante presencia hispana.
Es de notar que este legítimo orgullo por la lengua (aunque, repetimos, poco conocido fuera de círculos científicos) se ciñe a la lengua del imperio, ya que, en contrapartida, también ocurre la otra cara de la moneda.
2.- A
veces olvidamos que incluso dentro de los límites de la península,
conviven formas dialectales castellanas casi olvidadas que es un crimen (lingüístico) dejarlas perder por motivos políticos. Y no se trata de otros idiomas peninsulares como el vasco,
catalán o gallego, sino acervos
lingüísticos que sobreviven con dificultad en zonas muy concretas del
territorio. ¿Qué decir, por ejemplo, del castuo, reliquia reducida a un ámbito
extremeño muy concreto? Casi nadie lo conoce pero, si prestamos atención, encontraremos
obras señeras escritas en castuo, de Gabriel y Galán, Chamizo y otros (Se dice para desprestigiarlo que el castuo es un invento de principios del siglo XX del poeta Luis Chamizo, cuando en realidad lo único que hizo el poeta fue dar un nombre al lenguaje rural que se venía utilizando en la zona) . ¿Qué
decir de la variante dialectal de las tierras de Murcia y Cartagena? ¿Y el
chapurreau, a medio camino e indefinido entre el catalán y el castellano?
Todos ellos, y más, o han sido borrados de un plumazo por esta fiebre uniformadora o están en grave peligro de desaparecer por un patriotismo, sin duda mal entendido. Porque, por ejemplo, nadie duda del patriotismo exhibido con normalidad y orgullo por el estadounidense medio, pero a nadie de la facción más radicalmente nacionalista se le ocurriría atacar su idioma porque se llame inglés y no estadounidense. Sabe que, si lo hiciera, sería el inmediato hazmerreir de la comunidad internacional y que, con toda seguridad, sus compañeros le harían el vacío pensando, precisamente en el bien del partido... y del país.
Igual que aquí.
Todos ellos, y más, o han sido borrados de un plumazo por esta fiebre uniformadora o están en grave peligro de desaparecer por un patriotismo, sin duda mal entendido. Porque, por ejemplo, nadie duda del patriotismo exhibido con normalidad y orgullo por el estadounidense medio, pero a nadie de la facción más radicalmente nacionalista se le ocurriría atacar su idioma porque se llame inglés y no estadounidense. Sabe que, si lo hiciera, sería el inmediato hazmerreir de la comunidad internacional y que, con toda seguridad, sus compañeros le harían el vacío pensando, precisamente en el bien del partido... y del país.
Igual que aquí.
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