Hace días que, en un crescendo hasta hoy imparable de dramatismo, es noticia de portada en los medios de comunicación de todo el mundo cada día el atolladero (legal) en que se encuentran un número cada vez mayor de personas que buscan que la idílica Europa les reconozca su situación de refugiado en demanda de asilo huyendo de conflictos políticos en su propio país que les impide algo tan simple como es vivir en paz con su familia. Esta riada humana la componen personas de diferentes nacionalidades, aunque predominan los sirios, como se puede ver (con cifras ya más que sobrepasadas a fecha de hoy) en el gráfico que sigue:
La evolución de la situación provoca en la ciudadanía
que la mira estupefacta una mezcla de sentimientos, en suma, difíciles de
gestionar con serenidad: lástima, indignación, rechazo ante determinadas
reacciones oficiales, solidaridad.... La prueba de que la dimensión del
escándalo (porque hoy ya es un escándalo desde múltiples puntos de vista) es
mucho mayor a lo que se quiere admitir lo da un detalle aparentemente sólo
burocrático y es que los ministros de Interior y de Justicia de la UE
(organismo en el que "lo que no está en la agenda no existe" y
"las fechas de la agenda son sagradas") adelantan la reunión prevista
para empezar a debatir el tema de los refugiados, de octubre como estaba
agendada al 14 de septiembre, como "reunión de emergencia”. Y veremos si
no se ven impelidos a adelantarla.
Ante tal cúmulo de hechos, y sin otro ánimo que el de poner negro sobre blanco el análisis superficial como espectador de la situación y las reacciones conocidas de unos y otros ante ella, confeccionamos esta entrada del blog que, seguramente, no aporta nada nuevo (ni lo pretende), sino que se limita a pensar en voz alta y compartir opiniones sobre este drama.
Empecemos por el principio: estamos habituados a ver que, como consecuencia de los conflictos armados que se inician día sí día no en todo el mundo, la población civil es la primera en sufrir las consecuencias tanto en pérdidas de vidas humanas como en destrucción de vivienda, desaparición de forma de vida, etc., en acciones ejercidas sin ningún recato por cualquiera de los bandos en conflicto y SIEMPRE sin que ello suponga la más mínima reacción por parte de "las potencias" que, en general, sólo esperan que una facción resulte vencedora para ofrecerle el participar en una "reconstrucción" de la que, casualmente, sólo sale ganando la "potencia" de turno. Cuando los ataques a la población lo marcan, la gente huye de su pueblo y se organizan campamentos de refugiados, en zonas seguras del propio país o en países limítrofes, con la intención de volver a sus pueblos en cuanto parezca que vuelve la calma y la paz (este aspecto, verificable estadísticamente, contradice la idea, expresada recurrentemente por nuestro actual ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, para el que, al parecer, el dejar el propio país es poco menos que un deporte). De la calidad de vida en estos campamentos solemos enterarnos por organizaciones como Cruz Roja, Médicos sin fronteras, etc., pero como algo exótico y que pasa lejos.
¿Por qué ahora es diferente? El inicio del proceso es el mismo descrito, pero dado que la guerra civil que asuela el país tiene contendientes tan variopintos como el gobierno de Al-Assad, los rebeldes, los contra rebeldes, la minoría kurda, el Estado Islámico,... y que todos se ceben en la población civil, ha conducido a que el número de ciudadanos que huyen del caos vaya en aumento, lo que confirma que el mundo se enfrenta a la mayor crisis de refugiados del último medio siglo. Según datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Turquía encabeza la lista de países que más sirios acoge, con 1,8 millones. Asimismo los vecinos Líbano, Irak, Jordania, Egipto y otros países del norte de África se reparten el resto de los 4.013.000 de sirios que han cruzado la frontera, a los que se han de sumar los casi 8 millones que se encuentran atrapados dentro del país, que, como hemos dicho, vive una guerra civil con polifacéticos frentes y que encamina su quinto años de intensos combates con continuados ataques a la población civil. En este escenario, a nadie debe extrañar que los afectados intenten la salida del volcán una y otra vez, por los caminos y con los métodos más variados, no todos estrictamente legales, en busca de un mínimo de estabilidad o seguridad.
El ACNUR calcula por otra parte que, en la situación actual del país, hay que contar un incremento del flujo de personas que deciden abandonarlo (a su pesar, recordemos) del orden de un 10 % sobre el total sólo en este año, lo que, además, coincide con la disposición comunicada por algunos países (Turquía, Líbano,..) de no admitir a más refugiados en unos campos, a su juicio, sobrepasados en capacidad y con dificultades ya de atención.
La imagen siguiente de este puzzle es la de numerosos grupos de personas, en gran parte familias enteras (no sólo sirios; también iraquíes, libios, kosovares, albaneses, serbios, ucranianos, nigerianos, burundeses, sur-sudaneses,...) se juegan literalmente la vida, por mar o por tierra, para conseguir llegar a la tierra prometida de Europa. ¿Y por qué Europa? Primero, por su relativa cercanía, pero, sobre todo, porque el Estado de la UE que lo acoge está obligado a proporcionar asistencia a esta persona hasta que se resuelva el trámite de conseguir el status legal de Refugiado (y son conscientes de que no todos lo conseguirán).Y a pesar de que, ciertamente, cada país decide qué asistencia proporcionar, el hacerlo implica alimentación, alojamiento, algo de dinero en efectivo, etcétera. En Alemania por ejemplo también hay clases de alemán. ¿Y por qué los sirios que llegan a Grecia o a Italia (según la forma de llegar elegida) no quieren quedarse en el país y prefieren irse a Alemania o Noruega? En la asistencia hay una respuesta: qué pueden dar Grecia, Italia (o España) ahora y qué Alemania. Además, una vez eres refugiado puedes buscar trabajo en el país que te ha acogido. ¿Dónde puede resultar más fácil encontrar trabajo?
Esta voluntad de acudir a Europa como sea, ha provocado que, según el ACNUR, el número de inmigrantes que ha cruzado el Mediterráneo para llegar a Europa superó este año las 300.000 personas (200.000 por Grecia y 100.000 por Italia) frente a las 219.000 del año pasado y que hay un contingente de casi 400.000 personas que intentan llegar a la Europa del Norte por tierra, aunque sea andando. La UE debe hacer frente, pues, a la mayor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. El número de refugiados que llega al continente bate récords a diario, mientras que, tomadas las organizaciones europeas en fuera de juego ante un problema "que no figuraba en la agenda", las medidas que adoptan reciben cada día más críticas por la carga de indiferencia y de rechazo violento que conllevan, hasta el punto de que parece haberse convertido en mero dato estadístico la gente que, huyendo del hambre y de los conflictos armados, muere en barcos, camiones y campos de refugiados, casi siempre a manos de mafias que están haciendo su agosto ante la pasividad e inacción oficiales.
Todo este maremágnum de cosas aconsejó, en los albores de lo
que se preveía como un proceso de migración ordenada (mayo de 2015), el
establecer unas cuotas de asilo, no obligatorias, entre los países de la UE,
tal que así, según cifras del Eurostat:
Pero, cuando se inició el descarnado esperpento actual
(referido a la actuación de las autoridades y no, naturalmente, al drama en
sí), se analizó la realidad de las evolución y se observó que cuatro de cada
diez peticiones de asilo en 2014 y 2015 son tramitadas en Alemania, con más de
170.000 solicitantes: mientras que casi dos de cada diez, son hechas en Hungría
(67.000 solicitudes). En total, ambos países suman más de la mitad de las
solicitudes de asilo, lo que parecía consolidar la conveniencia de presuponer
el camino de los refugiados para acceder a la UE por Hungría aquellos que
optaran viajar por tierra vía Turquía y Grecia.
Y, a partir de aquí, el desmadre. Angela Merkel planteó unas necesidades estimadas de atender un total a 40.000 refugiados en la UE, distribuidos por países en función del PIB y habitantes de cada uno. Al no tratarse de cifras obligatorias, España puso el grito en el cielo y, por boca del ministro García Margallo, argumentó que le parecía injusto que nuestro país, con la tasa de paro que soportaba, tuviera que asumir la cuota propuesta, que es una cifra inferior a 3.000 personas (Un inciso: ¿Estamos o no en recuperación? ¿Se ve o no el final del túnel? Es más, el mismo presidente del gobierno, Mariano Rajoy ha dicho - y sus portavoces lo han repetido hasta la saciedad - que "ya nadie habla del paro en España, sino del crecimiento del empleo", y el ministro De Guindos ha asegurado que ya en el 2015 crecerá una burrada por ciento nuestra economía, lo que lejos de ser un dato estadístico de macroeconomía que se ha de gestionar adecuadamente, nos dicen que es indicador, poco menos, de que en todos los hogares ya se atan los perros con longanizas. Y ahora resulta que no, que el paro sigue sin controlarse y nuestra economía - no ya sólo la doméstica - no está para tirar cohetes. ¿En qué quedamos? O se miente a los españoles o se miente al Consejo de Europa. O a los dos. Cerramos inciso).
Continúa
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